Todos estábamos vivos, Enrique Llamas, Alianza, 2020, 280 págs., 18€.
Pocas épocas de la historia reciente de España se han convertido en tan icónicas como la Movida, ese periodo en el que el país y, sobre todo, Madrid pasaron del blanco y negro al color. En los últimos años la reivindicación ha convivido con una crítica hacia una etapa que algunos observan como un movimiento poco trascendente en lo artístico pero muy bien publicitada. En cualquier caso, la Movida sigue siendo un polo de atracción para jóvenes que no la vivieron, como Enrique Llamas, autor zamorano afincado en la capital, que dedica Todos estábamos vivos a retratar su inicio.
Llamas parte en su libro de la fecha que es considerada tradicionalmente como la mecha inicial de la Movida: el 9 de febrero de 1980, día en el que se celebró en Madrid el concierto homenaje a Canito. Utilizando como personajes secundarios a algunos de los artistas más representativos de la época (Ana Curra, Eduardo Benavente, Enrique Urquijo, las Costus, etc.), la novela refleja con brillantez el estado de efervescencia que vivía la noche madrileña y el ímpetu de una juventud que se lanzó al goce y a la creación con desenfreno.
Todos estábamos vivos es un retrato generacional, algo que queda remarcado en el título y mediante unos fragmentos (en cursiva en el libro) escritos en primera persona del plural, con sus luces y sus sombras. Entre las primeras destaca la gran oferta cultural que existía en esos meses de inicio de década en Madrid, con multitud de grupos creándose y conciertos interesantes cada noche. Las sombras las crea la heroína, la epidemia que se larva en estos años y que durante toda la década irá mermando a una generación que, como se indica en el libro, compartirá tanatorios con sus abuelos. No es casual que la novela termine con otra noche que puede simbolizar el final de la Movida: el incendio de la discoteca Alcalá 20 que dejó ochenta y un muertos en diciembre de 1983.
Enrique Llamas elige como protagonista de su novela a un personaje que simboliza perfectamente el espíritu de la época: Adela. La “señorita”, como también se la conoce, es una joven del barrio de Salamanca, hija de un marqués y una actriz famosa retirada, que quiere dejar atrás su cómoda vida de niña mimada y a su absorbente madre para vivir los placeres que la ciudad de Madrid le ofrece. Adelita se lanzará a recorrer las calles del centro, los conciertos y las fiestas que se suceden en la ciudad con Teo, su egocéntrico novio y aspirante a estrella del pop, la pareja formada por Ric y Aldo, que viven en una precariedad que ella desconocía pero también con una libertad que la ayuda a romper con la influencia materna, y con Siberia, un personaje enigmático que tendrá gran importancia en su vida. La antagonista de Adela será Diana, su antigua amiga íntima, otra niña bien que ha decidido vivir la vida al límite, sin importarle las consecuencias que su comportamiento tendrá para los que la rodean. El enfrentamiento entre la tímida Adela y la desinhibida Diana reproduce el que años atrás vivieron sus madres sobre las tablas de los teatros y en las páginas de los periódicos.
Enrique Llamas ha escrito un libro excelente, con una estructura arriesgada (la novela avanza hacia el pasado) que es mucho más que un retrato de la Movida y que nos muestra a una generación que voló muy alto pero que, en muchos casos, acabó estrellándose demasiado pronto.
Reseña publicada en El Noroeste: