jueves, 29 de septiembre de 2022

Espejos - Ary Malaver


Espejos, Ary Malaver, Valparaíso, 2022, 258 págs., 15€.

 

Con tan solo hojear este libro cualquiera descubrirá que Espejos no es una obra más. Esta primera afirmación al comienzo de una reseña crítica puede parecer demasiado hiperbólica; en un mercado saturado de nuevos títulos que luchan en las librerías por atraer la atención del lector, la originalidad es una cualidad muy valorada. Sin embargo, esa primera hojeada basta para constatar que desde la maquetación del texto Espejos posee una serie de rasgos que lo hacen sorprendente y, lo que es más importante en literatura, interesante gracias a una serie de características singulares que repasaremos a continuación.

Esa peculiar forma de los textos del libro en el papel a la que aludíamos es en forma de nota a pie de página. Los 233 fragmentos del libro de Ary Malaver aparecen en la parte inferior de la hoja, numerados y con una raya negra horizontal en la sección izquierda de la página que los separa del resto. Sin embargo, estos dos centenares largos de notas al pie no se corresponden, en principio, con ningún texto, ya que el resto de la hoja, la parte superior, queda en blanco. El autor subvierte así uno de los principios básicos de la literatura, ya que el texto no existe, o al menos no está presente de manera directa, y el paratexto, que habitualmente posee una labor auxiliar, secundaria y casi parasitaria, se convierte aquí en el protagonista.

Esta peculiar disposición gráfica de Espejos es seguramente la característica más llamativa del libro, pero no la única que hace de este un volumen original. De hecho, este tipo de modificaciones del lugar del texto en la página tiene una gran tradición en la literatura, por ejemplo, con los caligramas de los vanguardistas o con las experimentaciones del OuLiPo, un grupo francés de escritores de los años 60 y 70 del siglo XX. Sin ir más lejos, el poeta cartagenero José Alcaraz usó una estructura similar a la de Espejos en su poemario Edición anotada de la tristeza (2013).

Por eso, Malaver, va más lejos y también subvierte la relación habitual entre título y texto. Al comienzo del libro tenemos lo que podríamos considerar un índice, que se repite al final del volumen con la numeración de las páginas, con los títulos de los textos. Sin embargo, y como ya hemos señalado, en las páginas de Espejos no volvemos a encontrar esos títulos, ni los textos que el lector está acostumbrado a hallar, sino esas notas a pie de página que abandonan su lugar secundario y toman el protagonismo de la obra ante el vacío de título y texto.

Pero Malaver, autor peruano afincado en Estados Unidos, no se conforma con estas transgresiones textuales, sino que extiende su gusto por la heterodoxia al contenido de los 232 textos. No es fácil adscribir Espejos a un género literario determinado. La brevedad e independencia de la mayoría de los textos lo podría relacionar con la minificción, ese hiperónimo en el que se engloban géneros de corta extensión como el aforismo, el haiku o el microrrelato (los tres presentes en este libro). No olvidemos que Ary Malaver ha cultivado la minificción, en su anterior libro Incidentes (2019) y la ha estudiado, en su ensayo La brevedad como poética (2019). El libro culmina su apuesta por la heterogeneidad con su variedad temática (la mitología, la espiritualidad, la intertextualidad, la reivindicación del papel de la mujer en la Historia, etc.) y lingüística (además de español, hay fragmentos en inglés o francés). 


Reseña publicada en El Noroeste:


lunes, 19 de septiembre de 2022

Zihuatanejo - José Bocanegra



 Zihuatanejo. Una novelita tropical, José Bocanegra, La Marca Negra, 2022, 200 págs., 20€.

 

Existen algunos países que copan las noticias de los noticiarios españoles tan solo cuando hay alguna tragedia. Es el caso de México, territorio que asociamos con la violencia del narcotráfico desde hace años. Y si bien es verdad que este problema es acuciante y que la población mexicana sufre el azote de este problema, un país tan grande y variado posee también caras mucho más amables. Este ha sido uno de los objetivos de José Bocanegra al escribir este Zihuatanejo, una lectura que nos lleva fantasear con viajar a la costa del Pacífico mexicano y a disfrutar como lo hace en la novela Vincent, el protagonista.

La obra acompaña a este personaje durante toda su estancia en el país azteca desde su llegada a Zihuatanejo hasta su vuelta. Tras unos pequeños problemas de salud al comienzo de su estadía, “la venganza de Moctezuma”, los días pasan tranquilos y en el apacible verano de la costa mexicana y Vincent se puede dedicar a sus dos objetivos principales: escribir y hacer surf. En relación a la primera labor, el protagonista busca transmitir de manera directa sus experiencias en tierras americanas tal y como William S. Burroughs señala en la cita de El almuerzo desnudo que encabeza el libro: “Solo hay una cosa de la que puede escribir un escritor: lo que está ante sus sentidos en el momento de escribir. Soy un aparato para grabar”.

Bocanegra sigue también el consejo del escritor norteamericano y nos ofrece una narración de una claridad compositiva muy llamativa, en la que los pequeños acontecimientos de las vacaciones de Vincent se van sucediendo y en la que apenas encontramos digresiones. Al igual que ocurría en su anterior novela, Vacas (2020), el narrador murciano opta por el uso de frases cortas y por la escasez de adjetivos, siguiendo la senda de la narrativa beat. El único cambio relevante en cuanto al estilo en toda la novela es el uso de una segunda persona con la que el narrador se dirige a un narratario que resulta ser una chica que pasa parte de la estancia en la playa mexicana con el protagonista.

El segundo objetivo del viaje, surfear, ocupa la mayor parte del tiempo que Vincent pasa en México. Tras visitar varias localidades, el escritor acaba estableciéndose en La Saladita, una idílica población playera en la que vive una bien avenida comunidad de surfista. Esa despreocupación propia de los practicantes de esta actividad, cuyo único dolor de cabeza parece ser encontrar la próxima ola, crea un ambiente relajado y permite a Vincent introducirse en un grupo caracterizado por su tendencia a compartir, ya sea una tabla, un coche para llegar al pueblo más cercano o una buena cena regada con tequila y cervezas. Este microcosmos que se crea en La Saladita recuerda también el ambiente de Vacas (ubicada en el Cantábrico) y de otras novelas centradas en el ambiente surfero, como por ejemplo Vicio propio (2009) de Thomas Pynchon, cuyo argumento se desarrolla en las playas de Los Ángeles.

Zihuatanejo es, además de una “novelita tropical” como anuncia el subtítulo, una oda a la fraternidad de la comunidad de surfistas y una reivindicación del México más amable.    


Reseña publicada en ElNoroeste: