Kilómetro 101, Maxim Ósipov, Libros del Asteroide, 2024, 232 págs.
Aunque aparezca a diario en nuestros medios de
comunicación, desde España es poco lo que se sabe del día a día de Rusia. Se
trata de un país alejado geográficamente y al que ahora mismo es difícil
acceder con nuestro pasaporte. Frente a las cuestiones políticas y bélicas que
todos conocemos, la vida cotidiana de los rusos y su forma de ser no suelen
ocupar un lugar preponderante en nuestro imaginario. Por suerte, tenemos la
literatura y, en el caso ruso, una enorme tradición que sí que ha permeado
mediante sus traducciones en nuestro país. Para conocer mejor la idiosincrasia
del pueblo ruso ahora se publica en España, con traducción de Ricardo de San
Vicente, este punzante y esclarecedor libro de Maxim Ósipov.
Y es que el principal valor de la primera y principal sección
del libro, titulada como la obra y cuyo subtítulo es definitorio (“Crónica de
la vida de provincias”), nos narra el día a día de un cardiólogo en la pequeña
localidad de N. Es evidente el trasfondo autobiográfico de estas páginas ya que
Ósipov se dedica a la misma especialidad médica y se asentó en Tarusa, la
pequeña ciudad que comparta muchos rasgos con N. Las razones para trasladarse
allí son dos: por un lado pretende alejarse de Moscú y por otro volver a la
población en la que vivió de niño y a la que su bisabuelo, también médico, se
asentó en una especie de exilio interior que compartieron muchos intelectuales
y que les obligaba a elegir ciudades como esta situadas a más de 100 kilómetros
de la capital (de ahí el título del libro).
A lo largo de esta primera mitad del libro el autor va
encadenando anécdotas en el hospital de N. con reflexiones sobre las
peculiaridades rusas. Así, vamos conociendo la corrupción, cierto fatalismo, un
humor más bien negro, los estragos del alcoholismo, la nostalgia de la época soviética
y también las precarias condiciones que tienen que enfrentar los trabajadores
del hospital. El estilo de Ósipov destaca por su humor irónico y por su
inteligencia, pero también por cierta falta de cohesión, se salta de un
episodio a otro sin apenas transición, que al principio puede dificultar la
lectura. También destacan las frecuentes referencias o citas de libros de autores
rusos o de la Biblia, que muestran la importancia de la cultura en una ciudad a
la que se vincularon numerosos artistas como la poeta Marina Tsvetáyeva.
La segunda parte del libro está formada por textos que,
si bien ahondan en los mismos temas y están protagonizados por médicos en los
que encontramos de nuevo ecos del autor, sí poseen estructuras más cercanas al
relato. Así, se narran el largo viaje en tren del protagonista para asistir a
un congreso, en el que coincidirá con dos peculiares personajes del hampa local,
la aventura que supone conseguir la vacuna del coronavirus y una rápida y
delirante visita a Estados Unidos para acompañar a una paciente. Mención aparte
merece el último texto, en el que se cambia totalmente de tono por uno mucho
más serio para narrar cómo el autor logró escapar de Rusia y del régimen de
Putin al inicio de la guerra de Ucrania para establecerse en Alemania. Las
reflexiones aquí son de un calado mayor por la terrible circunstancia en la que
se ven envueltos tanto el narrador como el país.
Kilómetro 101 se nos presenta, por lo tanto, como un libro estupendo para conocer mejor la compleja realidad rusa contemporánea.