Réplica, Miguel Serrano Larraz, Candaya, 2017, 189 págs., 16€.
Existen libros de relatos en los que el conflicto, aquello que llama la atención del lector y lo engancha para que siga leyendo el texto, se produce por un hecho significativo. Sin embargo, los cuentos de Miguel Serano Larraz que integran este libro poseen un conflicto mucho menos evidente y llamativo; se trata de relatos sobre situaciones cotidianas que, sin embargo, impactan de manera sorda y profunda en la vida de los personajes. Esta acción de baja intensidad que, sin embargo, consigue mantener la atención del lector, me parece el principal logro de Réplica.
Y es que sus relatos están poblados de personajes comunes, pero que gracias a la profundidad que el narrador aragonés le da a esos conflictos aparentemente secundarios dejan una huella indeleble en la memoria del receptor. Giros argumentales aparentemente tan sutiles como la construcción de un centro comercial o la desaparición de un peluche le sirven a Serrano Larraz para crear historias con una tensión soterrada que, en la mayoría de ocasiones, no deja de ser una amenaza que no acaba de explotar.
Comienza el volumen con el primero de los giros a los que aludíamos, eje del relato titulado “Recalificación”, que deriva en un final abierto y casi filosófico. A continuación, en “Un tiempo muerto”, se narra un partido de baloncesto jugado por el adolescente protagonista pero despojándolo de esa épica que a menudo inunda las narraciones deportivas. En “Oxitocina”, la citada pérdida de un muñeco es el episodio central de la tierna relación entre el narrador y su sobrina. “Central”, por su parte, mezcla varias etapas de la vida de la protagonista, Sara, con un sueño sobre un tren como hilo conductor. “El payaso”, que cierra la primera sección del libro posee la estructura más cerrada de esta parte; este relato plantea las distintas interpretaciones, a veces opuestas, que se pueden hacer de un texto literario.
“La disolución” posee un receptor interno y desconocido al que el narrador le cuenta un par de historias divertidas sobre su infancia y su peculiar familia. Este tema (el mundo de los niños), recurrente a lo largo del libro, también aparece en el siguiente: “Tabla periódica”. En él, el más breve del conjunto, se recuerda el narrador recuerda la muerte de su padre por una enfermedad asociada a la radiación. “Media res” sí que posee un argumento más cercano a los relatos de intriga, relacionado con una venganza y lleno de violencia, sin embargo, Serrano Larraz huye de los tópicos del género y otorga más importancia a la estructura: dividiendo el texto en dos partes complementarias a las que llama “prótasis” y “apódosis”.
En “Azrael” las referencias literarias recuerdan el estilo de Vila-Matas, mientras que la quietud de la trama entroncan con otro autor con el que se puede comparar con Serrano Larraz: el argentino Sergio Chefjec. “La frontera” vuelve al contexto familiar, con una chica extranjera que pasa las navidades en la casa de una amiga, mientras que “Logos” se aleja del contexto realista y cotidiano del resto para ofrecer una narración en la que un ser del futuro se dirige a un lector actual para hacerle ver las incoherencias de nuestra manera de construir los relatos. “Réplica”, el relato que cierra y da nombre al conjunto, parte de un hecho curioso, el narrador es confundido constantemente con distintos personajes famosos, para disponer una reflexión sobre la identidad y un recuerdo nostálgico de la Zaragoza de los noventa.
Reseña publicada en El Noroeste.