Los idiotas prefieren la montaña, Aloma Rodríguez, Xordica, 2016, 112 págs., 12€.
Sergio Algora fue uno
de los letristas más singulares del pop español del cambio de siglo. En los
años noventa destacó en la primera explosión del indie por las letras
personalísimas, entre el absurdo y la poesía, que creó para El Niño Gusano, el
grupo zaragozano del que fue cantante hasta el año 1999. En la nueva década
siguió ideando pequeñas joyas pop en el fugaz Muy Poca Gente y en su último
proyecto: La Costa Brava. Esta sólida carrera musical quedó truncada por su
fallecimiento en 2008, pocos meses antes de cumplir cuarenta años.
La relevancia de la
figura de Algora es el principal punto de atracción de este libro en el que la
narradora Aloma Rodríguez, íntima amiga del cantante maño, le dedica una
especie de elegía. Rodríguez actualiza este género clásico en una obra
fragmentaria en la que mezcla anécdotas de Algora, textos del cantante
zaragozano y de amigos suyos sobre su figura y reflexiones de tipo personal.
Gracias quizás a los años que han pasado o al propio carácter desenfadado del
amigo fallecido, la autora es capaz de despojar de tristeza el relato de la
muerte, producida por un infarto que le sobrevino mientras dormía, y del
funeral de Algora. Esto no impide que la crónica de la amistad compartida
ofrezca un retrato algo idealizado del cantante, normal en este tipo de libros,
y tiña de nostalgia las noches compartidas en el bar zaragozano del que él era
dueño y en el que Rodríguez trabajaba. A este carácter íntimo del libro,
pródigo en anécdotas sobre el finado, contribuye el eficaz uso de la segunda
persona, mediante la que se convierte al amigo muerto en destinatario de unas
meditaciones que nunca escuchará.
Uno de los aciertos
del libro consiste en la reivindicación de la faceta literaria de Sergio
Algora, mucho menos conocida fuera del ámbito aragonés que sus canciones. No
debemos olvidar que Rodríguez es, además de escritora, filóloga y que gracias a
su padre, el periodista cultural Antón Castro, ha conocido desde muy joven el
ambiente literario de Zaragoza. De hecho, la autora reconoce que pensó en
escribir un trabajo de investigación, una tesina, sobre la obra literaria de
Algora, y aunque desistió de ello, se percibe cierta cercanía a la crítica en algunos
de los fragmentos que componen Los idiotas prefieren la montaña. A lo
largo del libro encontramos versos de sus poemas, referencias o fragmentos de
sus relatos y entradas de su ya desaparecido blog y, por supuesto, letras de
canciones; esto convierte el libro en una especie de antología desordenada y
mínima de la producción literaria (incluyendo sus letras) de Sergio Algora. Si
bien la autora resalta algunas coincidencias entre textos de distinto origen o
pone en contexto otros con episodios de su vida (su enfermedad o sus relaciones
amorosas), el objetivo es siempre entender mejor la personalidad del amigo
fallecido y encontrar cierto consuelo en su obra artística al vacío dejado tras
su muerte.
Los idiotas prefieren la montaña es un libro singular en el panorama literario español por su propia
génesis y que consigue, superando algún altibajo debido a ese carácter
fragmentario al que aludíamos, el objetivo de reivindicar a ese creador
distinto y con una sensibilidad muy personal que fue Sergio Algora.