Cuentos suspensivos, Antonio Parra Sanz, La Fea Burguesía, 2017, 156 págs, 10€.
Ofrece la narrativa muchas variantes para que el autor cuente al lector esa historia que quiere relatar. Puede optar por el impacto del microrrelato, pergeñando un mundo de ficción en apenas unas líneas; también cabe la posibilidad del cuento, con su mezcla de desarrollo y concisión; la novela corta es el siguiente paso que pone a disposición de los autores antes de la novela, el género narrativo por excelencia en nuestra época. Sin llegar a estas extensiones, los relatos deCuentos suspensivos de Antonio Parra Sanz se configuran como un muestrario de las distintas variantes que tiene la narrativa entre el microrrelato y el cuento, ya que podemos dividir los textos que en él aparecen en tres grupos según su extensión.
En primer lugar tendríamos las narraciones que, por longitud y características, podemos encuadrar dentro del cuento canónico. Se trata de historias en las que dentro de la cotidianeidad se introduce algún elemento perturbador, normalmente relacionado con la muerte o con el desamor. Destaca en primer lugar, dentro de este grupo de textos más extensos del volumen, “La tormenta”, que cuenta la estancia de un personaje en Lebozán, un siniestro pueblo gallego al que acude para reclamar una herencia. Tras sentirse extrañamente atraído por el lugar, acaba descubriendo una macabra costumbre arraigada en el villorrio que le afectará directamente. Destaca “La tormenta” por su humor negro y por los peculiares personajes que deambulan por Lebozán.
Otro de los cuentos mejor construidos del volumen es “El sueño de Tántalo”, protagonizado por el triángulo amoroso formado por Arturo, un curtido ex boxeador que trabaja de portero en un burdel, Karenina, una bella y fría prostituta, y Torres Vélez, turbio concejal del ayuntamiento local. Los tres se desenvuelven en un entorno marcado por la corrupción, la violencia y los intereses económicos. Diferente al resto de relatos es “Ite missa est”, que abandona el clásico narrador omnisciente para contar una historia de corrupción política y venganza a través de la perspectiva fragmentaria de varios personajes que acuden a una misa. En el resto de cuentos largos del libro encontramos asesinatos de naturaleza muy macabra, “Delicatessen”, protagonizados por persistentes insectos, “Inevitables golosas”, o con un giro final sorprendente, “Ícaro”.
Un segundo grupo de textos estaría formado por cuentos breves, algo más extensos que lo habitual en el microrrelato. Se trata de narraciones en las que lograr el efecto deseado en el lector es más complicado ya que es difícil conjugar trama con omisión en un espacio tan reducido; además, suelen aparecer algunas referencias que el receptor puede no terminar de captar. De entre todos estos relatos breves sobresale uno que sí logra desarrollar en un par de páginas una historia que satisface al lector: “El Chancho”. Quizás la eficacia de esta narración radique en que aparece un estereotipo bien conocido por muchos lectores: el del dictador latinoamericano.
La última sección de Cuentos suspensivos lleva por título “Minificciones” e incluye doce microrrelatos que entran, esta vez sí, dentro del canon del género. Se trata de una manera muy eficaz de terminar el volumen, ofreciendo una variante narrativa que contrasta con los cuentos largos. En estos microrrelatos, Parra Sanz demuestra su oficio como narrador mediante textos concisos pero llamativos y que suelen esconder un giro sorprendente al final relacionado con un asesinato o una infidelidad.
Reseña publicada en El Noroeste.