lunes, 15 de noviembre de 2021

Isla Decepción - Paulina Flores



 Isla Decepción, Paulina Flores, Seix Barral, 2021, 360 págs., 19€. 


Un tema habitual en la literatura contemporánea es la incomunicación; parejas que a pesar de llevar años juntos no son capaces de conocerse, familias sobre las que sobrevuela algún ominoso secreto, grupos de amigos que evitan un asunto doloroso de su pasado, etc. La chilena Paulina Flores debuta en la novela con una historia protagonizada por dos personajes, Lee y Marcela, cuya capacidad de comunicación está cercenada, o muy limitada para ser más exactos, por la diferencia cultural y por el definitivo hecho de que no compartan ninguna lengua.  

Lee es un joven coreano que, al comienzo de Isla Decepción, encuentran flotando en el mar unos pescadores chilenos que faenan cerca de Punta Arenas, en el extremo sur del país. Al volver a puerto, es Miguel, un solitario electricista amigo del patrón de la embarcación y que los acompañó en esta salida a pescar, el que se hace cargo del náufrago, prometiéndole al capitán que lo dejaría en el hospital de la ciudad. Sin embargo, Miguel desarrolla hacia Lee un sentimiento de protección que lo lleva a cuidarlo y a esconderlo en casa para evitar que las autoridades lo devuelvan a su país o al barco pesquero donde, según ha leído, los marinos asiáticos viven en condiciones de semiesclavitud.  

Esta relación cuasi paternofilial se convierte en la de una extraña familia cuando Marcela, la hija de Emilio, llega a Punta Arenas para tratar de olvidar a Diego, la pareja con la que acaba de romper en Santiago. El cariño y el cuidado que el electricista muestra hacia Lee, el “chinito” como él lo llama, contrasta con la difícil relación que mantiene con su hija. Durante el tiempo que pasan juntos, en la ciudad austral y, después, en el campo donde compartirán el fin de año con otros familiares, irán surgiendo los reproches y las explicaciones sobre el divorcio de Miguel y la madre de Marcela tantos años postergadas. Marcela se dará cuenta de que la comunicación que por fin ha establecido con su padre no le ha traído la reconciliación con él, sino una amarga discusión; por ello, quizás, se siente cada vez más cerca de Lee, al que le cuenta sus problemas con Diego sin que él, que no habla español, pueda entender nada.  

El carácter hierático y silencioso del coreano, determinado por su imposibilidad para comunicarse y su carácter de prófugo del barco, en su relación con el padre y la hija que lo han acogido, contrastan con los fragmentos en los que mediante una analepsis conocemos la vida de Lee en el barco. En ellos escuchamos, por fin, su voz, y la aparente imperturbabilidad que muestra en tierra, se convierte ahora en una personalidad atormentada por cuestiones de su confuso pasado en Corea y de su duro presente en el barco. Paulina Flores denuncia las tremendas condiciones de los marinos asiáticos que pescan durante meses frente a las costas chilenas y que sufren todo tipo de abusos. En ese juego de espejos entre el mar y la tierra que hay durante todo el libro, esta situación encontrará su reflejo en las iniquidades que tienen que soportar los mapuches en Chile.   

Aunque algunos fragmentos, especialmente los que quieren mostrar momentos de enajenación de los protagonistas, son algo confuso, Flores construye una novela interesante que nos muestra que capacidad de empatía con el otro no siempre se acrecienta con una comunicación más fluida.  

Reseña publicada en El Noroeste. 



miércoles, 3 de noviembre de 2021

Signos herméticos de una nueva melancolía - Alfonso García-Villalba




Signos herméticos de una nueva melancolía, Alfonso García-Villalba, Franz, 2021, 265 págs., 18€. 
 

Al comienzo de la segunda parte de este libro, el autor incluye una serie de citas entre la que hallamos una que, desde mi punto de vista, ofrece una clave para analizar el libro. Se trata de una frase del psicólogo suizo Carl G. Jung: “Sólo tiene significado lo no comprensible”. Esta aparente paradoja entra en sintonía con el espíritu de Signos herméticos de una nueva melancolía, una novela cuyo significado final el lector debe tratar de hallar sin buscar, como ocurre normalmente con este género, la comprensión de su argumento, ya que este es enormemente críptico, sino por una serie de ideas, muchas de ellas simbólicas, que el autor nos ofrece.  

La dificultad para entender el argumento viene determinada, en primer lugar, por la ausencia de linealidad temporal. El autor propone una confusión entre los tiempos a los lectores que sufren también los propios protagonistas, que no saben muy bien si lo que están viviendo es una repetición del pasado o una proyección del futuro. El único momento en el que sí se establece una temporalidad clara es el recuerdo de la infancia del protagonista, N. 

El espacio sí que está mucho más definido: los protagonistas se mueven en una zona muy concreta de la Región de Murcia que queda definida por el Saladar de Lo Poyo, Calblanque, La Manga del Mar Menor o Los Beatos. Se trata de un lugar cercano a donde se desarrolla la anterior novela de García-Villalba, Homoconejo, a la que, por cierto, hay algunos guiños, trazando así una cartografía onírica de esta zona del Campo de Cartagena. A pesar de estas referencias tan concretas y reales, los espacios de Signos herméticos de una nueva melancolía se pueden definir como periféricos o no-lugares; los personajes se mueven por bosques, nudos de autovías u hoteles situados junto a estas últimas. 

Estos personajes principales forman un triángulo amoroso en el que N. parece ser el marido (de Zeta, con quien tiene un hijo pequeño, L.) y el amante (de Mau Mau), aunque en ningún momento se explicita la naturaleza de estas relaciones. La confusión viene determinada por la por la falibilidad de las fuentes de información: los sueños, los recuerdos, experiencias marcadas por el consumo de drogas, grabaciones de conversaciones, etc. A ello hemos de sumarles los saltos temporales y el fragmentarismo de la novela, que está formada por más de un centenar de capítulos breves.  

Frente a estas exigencias que la obra propone al lector y que pueden disuadir a aquellos que busquen narraciones convencionales, Signos herméticos de una nueva melancolía ofrece una serie de elementos, muchos de ellos simbólicos, que se repiten y que dan solidez al libro. En primer lugar, los animales que no son lo que parecen: así, las lechuzas acaban siendo el disfraz de una chica que pulula por el bosque; las arañas, drones que leen la mente y los escarabajos son, en realidad, una droga. Estas poseen gran importancia en la novela ya que distorsionan la percepción de una realidad ya poco fiable; los protagonistas consumen, además de escarabajos para evitar el espionaje de los drones, blip y, en el caso de la adivina Délfica, Logos. Otros elementos de gran simbolismo en la novela son las figuras geométricas: las esferas (como la azul que observan los protagonistas sobre el mar) y las cajas (como las habitaciones).  

Reseña publicada en El Noroeste: