lunes, 18 de octubre de 2021

Sola - Carlota Gurt

 


Sola, Carlota Gurt, Libros del Asteroide, 2021, 370 págs., 18€.

 

Posee este Sola de Carlota Gurt un planteamiento inicial bastante similar a una novela reciente con la que tiene no pocas coincidencias: Un amor (2020) de Sara Mesa. En ambas obras tenemos a una protagonista que escapa de la ciudad para establecerse sola en una casa de campo. En los dos casos las mujeres se enfrentan a los cotilleos de los vecinos y a un propietario de la vivienda que han arrendado brutal y amenazante. Ambos problemas se conjugan en el caso de Sola con otros que vienen determinados también por su edad y por su condición de mujer.

En primer lugar, Remei (o Mei) siente el peso que las personas que no han podido tener hijos habiéndolo deseado deben soportar; ella acaba de rebasar los cuarenta y se aferra a las últimas posibilidades que su cuerpo le ofrece de ser madre. En el plano laboral, debe afrontar las consecuencias de haber dejado su trabajo en una editorial para escribir, por fin, la novela que tanto deseaba crear. El paro que en unos meses se le acabará actuará como una espada de Damocles, al igual que la cuenta atrás que marca cada capítulo y que nos va acercando a un día cuyo verdadero significado sólo conoceremos al final.

Otro campo en el que Mei carga problemas es el conyugal; su vida junto a Guim parece haber entrado en un momento de inflexión que la separación temporal, él en Barcelona, ella en una casa en el monte que ha alquilado para escribir, terminará de definir como definitiva o no. Por último, la tóxica relación con una madre a la que odia y el recuerdo idealizado de su padre fallecido, que se hace más presente en la masía ya que perteneció a su familia durante su infancia, terminan de configurar el agobio de la protagonista.

Frente a esta conjunción de dificultades que afronta Mei, la trama irá poniendo una serie de alicientes que la ayuden a sobrellevar sus problemas. El bosque en el que se encuentra la masía en la que se ha instalado y alguno de sus habitantes, una raposa con la que alcanza una especie de simbiosis, la protegerán de sus propios miedos; el color verde de la naturaleza, de gran simbolismo en la primera parte del libro, representará un refugio para la escritora. La literatura será otro bálsamo, ya que la soledad la ayudará a ir escribiendo su novela, con la que la propia Sola crea un juego de espejos. Más ambivalente será la relación que establecerá con Mercè, la tendera del pueblo más cercano de aspecto bonachón pero con tendencia al chisme, y con Flavio, otro ermitaño en el bosque y amante de la literatura como Mei de enigmático pasado y ambiguas intenciones.

Todos estos ingredientes temáticos, su ritmo vertiginoso y un lenguaje que combina lo poético con la aspereza de algunos pensamientos de la narradora, se conjugan en una novela excepcional en la que Gurt nos sumerge en lo más profundo de ese enmarañado bosque que es la personalidad de Mei, su protagonista. 

Reseña publicada en eldiario.es 

domingo, 17 de octubre de 2021

La mujer poco probable - Tatiana Goransky

 La mujer poco probable, Tatiana Goransky, Tres Hermanas, 2021, 140 págs., 15€.

 Sucede en algunas ediciones de grandes novelas que el editor o el autor incluye un apéndice con los nombres de los personajes o un árbol genealógico para que el lector pueda consultarlo y no perderse entre las decenas de antropónimos que pueblan sus páginas. Ocurre, por ejemplo, con Cien años de soledad, una novela larga en la que se suceden las generaciones de Buendía provocando cierta confusión en los lectores que agradecen la inclusión de esa ayuda. Sin embargo, puede parecer extraño a priori que en una novela como esta, de apenas 140 páginas, aparezca un árbol genealógico de los personajes como paratexto aclaratorio. Creo que este añadido, tanto o más necesario que en la novela de García Márquez, define bien uno de los rasgos definitorios de La mujer poco probable: la influencia de la familia.

El libro tiene como eje central el peculiar triángulo amoroso formado por Leo, Martina y Dana. Los dos primeros forman un matrimonio que tras un par de décadas juntos salpicadas de crisis provocadas por las infidelidades y los altibajos emocionales, han viajado a Rusia para conocer los orígenes de sus respectivas familias. El avión en el que regresan a Buenos Aires comienza a tener problemas cuando se acercan a la ciudad argentina y la inminencia de un peligroso aterrizaje y la amenaza de un probable accidente mortal lleva a Leo y a Martina a repasar mentalmente sus vidas. Mientras, en tierra, Dana es testigo por las noticias de la situación del avión de sus amigos y realiza un ejercicio similar. Esta mujer ha sido desde siempre un vértice, o un satélite más bien, del matrimonio, ya que siendo amiga de ambos se arrepiente de haber sido la que formó la pareja al incitar a Martina a ir a terapia con Leo, de quien estaba enamorado.

Mediante constantes analepsis, vamos conociendo, mientras el avión sufre terribles turbulencias, las también turbulentas vidas de los tres protagonistas. Goransky construye tres personajes, cuatro si contamos a Shmuly, el amante de Martina, atormentados y pasionales, que se mueven entre la enfermedad y el amor, entre el sexo animal y la depresión. Acierta la autora argentina en completar estos caracteres poliédricos y cambiantes con las biografías de sus padres y abuelos, que a menudo ayudan a explicar sus comportamientos. Se construye así ese árbol genealógico del que antes hablábamos y que convierte a La mujer poco probable en una especie de saga en abismo, lo que otorga mayor profundidad al relato pero también puede provocar cierta confusión en el lector por la acumulación de personajes.

Esta saga familiar se completa con Emma y Pedro, los hijos adolescentes de Martina y Leo, que protagonizan junto a Shmuly la segunda parte del libro. En ella se observa que los dos jóvenes tienden a repetir los errores y aciertos de sus padres y abuelos, especialmente en lo relativo a enamorarse de la persona equivocada. Shmuly, por su parte, se convierte en nexo entre ambas generaciones; se trata de un personaje torrencial, marcado por su fuerza física y por su comportamiento casi animal, que lo lleva a dejarse arrastrar por Martina con una fuerza que no puede controlar y que reaparecerá más adelante de la manera más insospechada.

Mención aparte merece el manejo de la prosa de Goransky; la autora porteña usa un ritmo ágil y un lenguaje con abundantes metáforas que ayudan a definir a los personajes y que los asocian, por ejemplo como ocurre con Shmuly y Pedro con el agua, con un elemento. Estamos, en definitiva ante una interesante y compleja novela, a pesar de su brevedad, que no elude temas difíciles como el incesto, la ninfomanía o la infidelidad.

Reseña publicada en El Noroeste: