martes, 28 de diciembre de 2021

Los nombres impares - Álex Chico



 Los nombres impares, Álex Chico, Candaya, 2021, 18€, 252 págs.

 

Pocos autores contemporáneos se han convertido en tan poco tiempo en verdaderos mitos como Roberto Bolaño. En su biografía hay, además, una etapa que adquirió gracias a Los detectives salvajes un aura cuasi mitológica: su juventud como poeta airado en el México de los años 70. El grupo de poetas iconoclastas, juerguistas y vanguardistas al que perteneció, los infrarrealistas, se convierten en protagonistas de la novela bajo el nombre de los real visceralistas. Álex Chico parte de la siguiente premisa en Los nombres impares: ¿es posible que un anciano que vive solo en la Barcelona contemporánea sea Darío Galicia, uno de los infrarrealistas desaparecido desde hace décadas?

El libro se nos presenta, en su primera parte, como la investigación que lleva a cabo el narrador para desentrañar el misterio que le ha presentado Ida, la chica que cuida del anciano: ¿fue este misterioso y esquivo personaje un importante escritor en el pasado? A través de los recuerdos que el hombre guarda en cajas en su casa, y a las que accede de manera furtiva con la complicidad de Ida, el narrador llega a la conclusión de que se trata de Darío Galicia. A la presencia en las cajas de fotografías del México de los setenta se le añade el nuevo nombre que ha adoptado el hombre: Damián Gallego, demasiado parecido al del poeta infrarrealista como para ser una coincidencia.

Tras el emocionante hallazgo, cree haber encontrado al escritor que Bolaño rebautizó en Los detectives salvajes como Ernesto San Epifanio, el narrador se enfrenta al dilema de cómo contar la historia. Por un lado decide realizar lo que en un momento dado define como “novela de ensayo ficción”, por ser el género que mejor se adapta a lo que desea narrar. Por otro, comienza a planear un documental con Tomás, el cineasta amigo suyo con el que ha descubierto la existencia de Damián y que lo ha acompañado en las incursiones en la casa de este. El libro plantea, además, la pregunta de quién tiene el derecho a narrar una vida. Los tres protagonistas (Ida, Tomás y el narrador) han comenzado el proyecto de rescatar del olvido a un poeta sin tener en cuenta al propia Damián. En la segunda parte del libro el anciano es por fin partícipe del documental y escuchamos su voz mientras Tomás y el narrador lo graban en su casa.

Además de estos temas relacionados con cómo contar una vida y la legitimidad para hacerlo, Los nombres impares propone otros dos asuntos que considero de gran interés. El primero sería el límite del compromiso del artista con su obra: a través de los manuscritos de Damián que el narrador consulta en las cajas de su armario y, después, de sus propias palabras, conocemos una biografía en la que la experiencia literaria fue vivida hasta sus últimas consecuencias y estas implicaron la enfermedad mental, la cárcel y la indigencia.

El otro tema está relacionado con esa mitificación de Bolaño y de los infrarrealistas que citábamos al principio. Damián le quita algo de prestigio a la figura del escritor chileno y a su grupo, que define como “ni detectives ni salvajes”. Además, el narrador se tiene que enfrentar, y esa será la clave del final de la novela, a la pregunta de si Damián Gallego es en realidad Darío Galicia o su obsesión por hallar a un autor maldito le ha llevado a fabular una historia por la necesidad de contarla. 


Reseña publicada en El Noroeste:



lunes, 13 de diciembre de 2021

Los extraños - Jon Bilbao

 


Los extraños, Jon Bilbao, Impedimenta, 2021, 133 págs., 15€.

 

Que al comienzo de una novela los protagonistas sean testigos de la aparición de varios ovnis en el cielo, parece determinar bastante el horizonte de expectativas del lector. Todos pensaremos que estamos ante una obra de marcado carácter fantástico que versará sobre este fenómeno paranormal, sus explicaciones y su posible repetición. Sin embargo, Jon Bilbao emplea este suceso como lo que en el cine se llama “macgufin”, es decir, un hecho que sirve para que la trama avance pero que no tiene una importancia decisiva. De hecho, los ovnis sólo poseerán una relevancia secundaria en una historia mucho más realista de lo que en un principio podría parecer.

Y es que “los extraños” a los que el título hace referencia no son tanto los supuestos extraterrestres de las naves lumínicas que han surcado el cielo, sino Markel y Virginia, dos invitados inesperados que llegan a la casa familiar de Jon. Este es un escritor que sobrevive redactando textos técnicos y que ha ocupado la vivienda de sus padres aprovechando que ellos pasan los inviernos en Canarias. Le acompaña su pareja, Katharina, una alemana que trabaja como traductora mientras encuentra empleo en una productora audiovisual. Como vemos, las referencias a la biografía del autor (un escritor, nacido en Ribadesella, con formación como ingeniero) son bastantes claras y se configuran ya en una marca de su narrativa. De hecho, la casa donde se desarrolla la acción y que está situada en la localidad natal de Jon Bilbao ya aparecía en su anterior novela: Basilisco (2020).

La pareja vive una relación donde la tensión provocada por varios factores como la inapetencia sexual, el deseo de él de escribir ficción o de ella de volver a Alemania, amenazan con derivar en una crisis. En ese momento aparecen dos extraños que resultan ser Markel, un primo segundo afincado en Chile y del que apenas tiene recuerdos, y Virginia, una enigmática y fría mujer cuya relación con Markel bascula entre lo personal (como pareja) y lo profesional (su asistente). El hombre les cuenta a Katharina y Jon que están recorriendo Europa y que quería visitar la casa que su abuelo, hermano del de Jon, construyó en Ribadesella.

Los recién llegados se instalan en la casa, que queda repartida gracias a su peculiar estructura, con varias alturas y entradas para adaptarse a la ladera donde se encuentra, entre ambas parejas. Se establece entonces entre ellos una relación ambigua que va desde la complicidad de algunas cenas, la atracción sexual, los recelos y las discusiones. Es en este singular rompecabezas entre los problemas de Jon y Katharina, la peculiar relación de Virginia y Markel, el intento por parte del escritor de recordar el verano compartido con su primo y los verdaderos motivos de los visitantes para instalarse allí, que los dueños de la casa irán descubriendo poco a poco, configuran desde mi perspectiva lo mejor del libro.

En el otro lado de la balanza, en una novela interesante en su conjunto, está la falta de desarrollo de algunos temas o la precipitación del final, determinados por la brevedad de una novela a la que le hubieran venido bien algunas páginas más. Sin embargo, Bilbao opta por una narración más bien elusiva en el que algunas respuestas quedan en el aire.


Reseña publicada en El Noroeste:



lunes, 15 de noviembre de 2021

Isla Decepción - Paulina Flores



 Isla Decepción, Paulina Flores, Seix Barral, 2021, 360 págs., 19€. 


Un tema habitual en la literatura contemporánea es la incomunicación; parejas que a pesar de llevar años juntos no son capaces de conocerse, familias sobre las que sobrevuela algún ominoso secreto, grupos de amigos que evitan un asunto doloroso de su pasado, etc. La chilena Paulina Flores debuta en la novela con una historia protagonizada por dos personajes, Lee y Marcela, cuya capacidad de comunicación está cercenada, o muy limitada para ser más exactos, por la diferencia cultural y por el definitivo hecho de que no compartan ninguna lengua.  

Lee es un joven coreano que, al comienzo de Isla Decepción, encuentran flotando en el mar unos pescadores chilenos que faenan cerca de Punta Arenas, en el extremo sur del país. Al volver a puerto, es Miguel, un solitario electricista amigo del patrón de la embarcación y que los acompañó en esta salida a pescar, el que se hace cargo del náufrago, prometiéndole al capitán que lo dejaría en el hospital de la ciudad. Sin embargo, Miguel desarrolla hacia Lee un sentimiento de protección que lo lleva a cuidarlo y a esconderlo en casa para evitar que las autoridades lo devuelvan a su país o al barco pesquero donde, según ha leído, los marinos asiáticos viven en condiciones de semiesclavitud.  

Esta relación cuasi paternofilial se convierte en la de una extraña familia cuando Marcela, la hija de Emilio, llega a Punta Arenas para tratar de olvidar a Diego, la pareja con la que acaba de romper en Santiago. El cariño y el cuidado que el electricista muestra hacia Lee, el “chinito” como él lo llama, contrasta con la difícil relación que mantiene con su hija. Durante el tiempo que pasan juntos, en la ciudad austral y, después, en el campo donde compartirán el fin de año con otros familiares, irán surgiendo los reproches y las explicaciones sobre el divorcio de Miguel y la madre de Marcela tantos años postergadas. Marcela se dará cuenta de que la comunicación que por fin ha establecido con su padre no le ha traído la reconciliación con él, sino una amarga discusión; por ello, quizás, se siente cada vez más cerca de Lee, al que le cuenta sus problemas con Diego sin que él, que no habla español, pueda entender nada.  

El carácter hierático y silencioso del coreano, determinado por su imposibilidad para comunicarse y su carácter de prófugo del barco, en su relación con el padre y la hija que lo han acogido, contrastan con los fragmentos en los que mediante una analepsis conocemos la vida de Lee en el barco. En ellos escuchamos, por fin, su voz, y la aparente imperturbabilidad que muestra en tierra, se convierte ahora en una personalidad atormentada por cuestiones de su confuso pasado en Corea y de su duro presente en el barco. Paulina Flores denuncia las tremendas condiciones de los marinos asiáticos que pescan durante meses frente a las costas chilenas y que sufren todo tipo de abusos. En ese juego de espejos entre el mar y la tierra que hay durante todo el libro, esta situación encontrará su reflejo en las iniquidades que tienen que soportar los mapuches en Chile.   

Aunque algunos fragmentos, especialmente los que quieren mostrar momentos de enajenación de los protagonistas, son algo confuso, Flores construye una novela interesante que nos muestra que capacidad de empatía con el otro no siempre se acrecienta con una comunicación más fluida.  

Reseña publicada en El Noroeste. 



miércoles, 3 de noviembre de 2021

Signos herméticos de una nueva melancolía - Alfonso García-Villalba




Signos herméticos de una nueva melancolía, Alfonso García-Villalba, Franz, 2021, 265 págs., 18€. 
 

Al comienzo de la segunda parte de este libro, el autor incluye una serie de citas entre la que hallamos una que, desde mi punto de vista, ofrece una clave para analizar el libro. Se trata de una frase del psicólogo suizo Carl G. Jung: “Sólo tiene significado lo no comprensible”. Esta aparente paradoja entra en sintonía con el espíritu de Signos herméticos de una nueva melancolía, una novela cuyo significado final el lector debe tratar de hallar sin buscar, como ocurre normalmente con este género, la comprensión de su argumento, ya que este es enormemente críptico, sino por una serie de ideas, muchas de ellas simbólicas, que el autor nos ofrece.  

La dificultad para entender el argumento viene determinada, en primer lugar, por la ausencia de linealidad temporal. El autor propone una confusión entre los tiempos a los lectores que sufren también los propios protagonistas, que no saben muy bien si lo que están viviendo es una repetición del pasado o una proyección del futuro. El único momento en el que sí se establece una temporalidad clara es el recuerdo de la infancia del protagonista, N. 

El espacio sí que está mucho más definido: los protagonistas se mueven en una zona muy concreta de la Región de Murcia que queda definida por el Saladar de Lo Poyo, Calblanque, La Manga del Mar Menor o Los Beatos. Se trata de un lugar cercano a donde se desarrolla la anterior novela de García-Villalba, Homoconejo, a la que, por cierto, hay algunos guiños, trazando así una cartografía onírica de esta zona del Campo de Cartagena. A pesar de estas referencias tan concretas y reales, los espacios de Signos herméticos de una nueva melancolía se pueden definir como periféricos o no-lugares; los personajes se mueven por bosques, nudos de autovías u hoteles situados junto a estas últimas. 

Estos personajes principales forman un triángulo amoroso en el que N. parece ser el marido (de Zeta, con quien tiene un hijo pequeño, L.) y el amante (de Mau Mau), aunque en ningún momento se explicita la naturaleza de estas relaciones. La confusión viene determinada por la por la falibilidad de las fuentes de información: los sueños, los recuerdos, experiencias marcadas por el consumo de drogas, grabaciones de conversaciones, etc. A ello hemos de sumarles los saltos temporales y el fragmentarismo de la novela, que está formada por más de un centenar de capítulos breves.  

Frente a estas exigencias que la obra propone al lector y que pueden disuadir a aquellos que busquen narraciones convencionales, Signos herméticos de una nueva melancolía ofrece una serie de elementos, muchos de ellos simbólicos, que se repiten y que dan solidez al libro. En primer lugar, los animales que no son lo que parecen: así, las lechuzas acaban siendo el disfraz de una chica que pulula por el bosque; las arañas, drones que leen la mente y los escarabajos son, en realidad, una droga. Estas poseen gran importancia en la novela ya que distorsionan la percepción de una realidad ya poco fiable; los protagonistas consumen, además de escarabajos para evitar el espionaje de los drones, blip y, en el caso de la adivina Délfica, Logos. Otros elementos de gran simbolismo en la novela son las figuras geométricas: las esferas (como la azul que observan los protagonistas sobre el mar) y las cajas (como las habitaciones).  

Reseña publicada en El Noroeste:



lunes, 18 de octubre de 2021

Sola - Carlota Gurt

 


Sola, Carlota Gurt, Libros del Asteroide, 2021, 370 págs., 18€.

 

Posee este Sola de Carlota Gurt un planteamiento inicial bastante similar a una novela reciente con la que tiene no pocas coincidencias: Un amor (2020) de Sara Mesa. En ambas obras tenemos a una protagonista que escapa de la ciudad para establecerse sola en una casa de campo. En los dos casos las mujeres se enfrentan a los cotilleos de los vecinos y a un propietario de la vivienda que han arrendado brutal y amenazante. Ambos problemas se conjugan en el caso de Sola con otros que vienen determinados también por su edad y por su condición de mujer.

En primer lugar, Remei (o Mei) siente el peso que las personas que no han podido tener hijos habiéndolo deseado deben soportar; ella acaba de rebasar los cuarenta y se aferra a las últimas posibilidades que su cuerpo le ofrece de ser madre. En el plano laboral, debe afrontar las consecuencias de haber dejado su trabajo en una editorial para escribir, por fin, la novela que tanto deseaba crear. El paro que en unos meses se le acabará actuará como una espada de Damocles, al igual que la cuenta atrás que marca cada capítulo y que nos va acercando a un día cuyo verdadero significado sólo conoceremos al final.

Otro campo en el que Mei carga problemas es el conyugal; su vida junto a Guim parece haber entrado en un momento de inflexión que la separación temporal, él en Barcelona, ella en una casa en el monte que ha alquilado para escribir, terminará de definir como definitiva o no. Por último, la tóxica relación con una madre a la que odia y el recuerdo idealizado de su padre fallecido, que se hace más presente en la masía ya que perteneció a su familia durante su infancia, terminan de configurar el agobio de la protagonista.

Frente a esta conjunción de dificultades que afronta Mei, la trama irá poniendo una serie de alicientes que la ayuden a sobrellevar sus problemas. El bosque en el que se encuentra la masía en la que se ha instalado y alguno de sus habitantes, una raposa con la que alcanza una especie de simbiosis, la protegerán de sus propios miedos; el color verde de la naturaleza, de gran simbolismo en la primera parte del libro, representará un refugio para la escritora. La literatura será otro bálsamo, ya que la soledad la ayudará a ir escribiendo su novela, con la que la propia Sola crea un juego de espejos. Más ambivalente será la relación que establecerá con Mercè, la tendera del pueblo más cercano de aspecto bonachón pero con tendencia al chisme, y con Flavio, otro ermitaño en el bosque y amante de la literatura como Mei de enigmático pasado y ambiguas intenciones.

Todos estos ingredientes temáticos, su ritmo vertiginoso y un lenguaje que combina lo poético con la aspereza de algunos pensamientos de la narradora, se conjugan en una novela excepcional en la que Gurt nos sumerge en lo más profundo de ese enmarañado bosque que es la personalidad de Mei, su protagonista. 

Reseña publicada en eldiario.es 

domingo, 17 de octubre de 2021

La mujer poco probable - Tatiana Goransky

 La mujer poco probable, Tatiana Goransky, Tres Hermanas, 2021, 140 págs., 15€.

 Sucede en algunas ediciones de grandes novelas que el editor o el autor incluye un apéndice con los nombres de los personajes o un árbol genealógico para que el lector pueda consultarlo y no perderse entre las decenas de antropónimos que pueblan sus páginas. Ocurre, por ejemplo, con Cien años de soledad, una novela larga en la que se suceden las generaciones de Buendía provocando cierta confusión en los lectores que agradecen la inclusión de esa ayuda. Sin embargo, puede parecer extraño a priori que en una novela como esta, de apenas 140 páginas, aparezca un árbol genealógico de los personajes como paratexto aclaratorio. Creo que este añadido, tanto o más necesario que en la novela de García Márquez, define bien uno de los rasgos definitorios de La mujer poco probable: la influencia de la familia.

El libro tiene como eje central el peculiar triángulo amoroso formado por Leo, Martina y Dana. Los dos primeros forman un matrimonio que tras un par de décadas juntos salpicadas de crisis provocadas por las infidelidades y los altibajos emocionales, han viajado a Rusia para conocer los orígenes de sus respectivas familias. El avión en el que regresan a Buenos Aires comienza a tener problemas cuando se acercan a la ciudad argentina y la inminencia de un peligroso aterrizaje y la amenaza de un probable accidente mortal lleva a Leo y a Martina a repasar mentalmente sus vidas. Mientras, en tierra, Dana es testigo por las noticias de la situación del avión de sus amigos y realiza un ejercicio similar. Esta mujer ha sido desde siempre un vértice, o un satélite más bien, del matrimonio, ya que siendo amiga de ambos se arrepiente de haber sido la que formó la pareja al incitar a Martina a ir a terapia con Leo, de quien estaba enamorado.

Mediante constantes analepsis, vamos conociendo, mientras el avión sufre terribles turbulencias, las también turbulentas vidas de los tres protagonistas. Goransky construye tres personajes, cuatro si contamos a Shmuly, el amante de Martina, atormentados y pasionales, que se mueven entre la enfermedad y el amor, entre el sexo animal y la depresión. Acierta la autora argentina en completar estos caracteres poliédricos y cambiantes con las biografías de sus padres y abuelos, que a menudo ayudan a explicar sus comportamientos. Se construye así ese árbol genealógico del que antes hablábamos y que convierte a La mujer poco probable en una especie de saga en abismo, lo que otorga mayor profundidad al relato pero también puede provocar cierta confusión en el lector por la acumulación de personajes.

Esta saga familiar se completa con Emma y Pedro, los hijos adolescentes de Martina y Leo, que protagonizan junto a Shmuly la segunda parte del libro. En ella se observa que los dos jóvenes tienden a repetir los errores y aciertos de sus padres y abuelos, especialmente en lo relativo a enamorarse de la persona equivocada. Shmuly, por su parte, se convierte en nexo entre ambas generaciones; se trata de un personaje torrencial, marcado por su fuerza física y por su comportamiento casi animal, que lo lleva a dejarse arrastrar por Martina con una fuerza que no puede controlar y que reaparecerá más adelante de la manera más insospechada.

Mención aparte merece el manejo de la prosa de Goransky; la autora porteña usa un ritmo ágil y un lenguaje con abundantes metáforas que ayudan a definir a los personajes y que los asocian, por ejemplo como ocurre con Shmuly y Pedro con el agua, con un elemento. Estamos, en definitiva ante una interesante y compleja novela, a pesar de su brevedad, que no elude temas difíciles como el incesto, la ninfomanía o la infidelidad.

Reseña publicada en El Noroeste:


miércoles, 22 de septiembre de 2021

Arde Torrevieja - J. M. Sala


 Arde Torrevieja, J. M. Sala, Antipersona, 2021, 234 págs.,14 €.

 

Justo a la mitad de este libro, una enfermera pronuncia unas palabras que creo que definen muy bien lo que sienten los tres protagonistas de la historia: “Estamos en Torrevieja. Tarde o temprano nos va a pasar algo. La pregunta es cuándo” (114). Esta manera de entender la vida en la ciudad alicantina como una condena que antes o después habrá que cumplir es la que comparten Sonia, Juan y el Rojo, pero la diferencia es que cada uno la afronta de una forma muy distinta.

Sonia, quizás por su juventud, apenas tiene dieciséis años, aún no ha perdido la ilusión aunque es consciente de la mediocridad en la que viven la mayoría de los habitantes de Torrevieja y de la escasez de oportunidades que una ciudad volcada en atraer a un turismo de borrachera ofrece a sus jóvenes. Gracias a la inocencia que aún conserva y a su interés por los estudios (sueña con una carrera como astronauta), la chica confía en que podrá labrarse un futuro. Además, parece encontrar en un foro de internet, bajo el alias de Ghost16, a una especie de alma gemela con la que comparte unos gustos musicales que nadie parece tener en su instituto.

Juan, el hermano de Sonia, representa aquello de Torrevieja de lo que la chica quiere huir. Con sólo un par de años más que ella, y aunque ha conseguido independizarse y vivir en un apartamento inmundo junto al Tocao, un amigo que actúa como su conciencia, el chico se siente maltratado por todos. Cree que sus jefes en las obras en las que trabaja tratando de adecentar la ciudad para los visitantes no lo respetan y siente que los turistas ingleses y alemanes (los chanes, en terminología local) se burlan de los jóvenes torrevejenses como él impunemente. Ante esta marginación, la respuesta de Juan es una creciente ira que el Tocao irá alentando.

Por su parte, el Rojo parece el mejor situado de los tres aparentemente. A sus veintipocos años es capataz en las obras en las que Juan es peón y tiene una casa en una de las nuevas urbanizaciones de la ciudad donde convive con su pareja. Sin embargo, Arturo, su verdadero nombre, vive atenazado por un dolor de espalda que no quiere reconocer para no perder su posición en el engranaje de la construcción y, sobre todo, por los remordimientos. El Rojo es consciente de las penosas condiciones laborales de sus subordinados y debe luchar contra sí mismo para no denunciarlo, como le piden su padre y un sindicalista que acude a la obra.

Las vidas de estos tres personajes tan distintos en su manera de enfrentar las adversidades se entrecruzan en una historia que se desarrolla en un solo día: el 16 de junio de 2002. Si interesante es la manera mediante la que J. M. Sala va centrando la focalización alternativamente en Sonia, Juan y el Rojo, lo más destacado del libro es la cartografía física, moral e histórica que hace de Torrevieja, verdadera protagonista del libro. Estamos ante una ciudad muy peculiar, con poca historia y que hipotecó su futuro al turismo que buscaba su clima benigno, sus playas (alguna de ellas artificial, como la que construyen el Rojo y Juan) y sus bares con alcohol barato.

El autor nos muestra la época dorada de la burbuja inmobiliaria en una sátira despiadada contra los desmanes de los gobiernos municipales y de las grandes constructoras en un día que, poco a poco, irá encaminándose a una noche apocalíptica en la que la naturaleza parecerá querer vengarse de la acción del hombre y en la que, finalmente, los tres protagonistas conocerán su condena.  

Reseña publicada en El Noroeste:



domingo, 5 de septiembre de 2021

El diablo tras el jardín - Ginés S. Cutillas

 

El diablo tras el jardín, Ginés S. Cutillas, Pre-textos, 2021, 255 págs., 18€.          

Son muchos y muy profundos los cambios que sufrimos entre los doce y los catorce años. Se trata de una etapa de grandes transformaciones que hacen que dejemos de ser el niño que ha ido aprendiendo poco a poco a vivir a convertirnos en el adolescente que tomará su propio camino. Estos dos años, que antes se vivían al final del colegio y ahora al comienzo del instituto, son los que retrata Ginés S. Cutillas en su última novela en el personaje de Tito.

El protagonista de la obra queda perfectamente definido por el autor y sufre a lo largo de las páginas de El diablo tras el jardín una gran evolución que es narrada con precisión y ternura no exenta de crudeza. Se trata, al comienzo de la historia, de un niño que vive en el barrio del Cabañal de Valencia a principios de los años 80. Tras la muerte de su abuelo, decide explorar la casa que este les ha dejado a él y a su hermano en herencia, y a la que acceden sin que sus padres lo sepan. Allí descubren que el recientemente fallecido les ha legado una especie de reto en su enorme biblioteca: ir leyendo una serie de libros iniciáticos, especialmente seleccionados para jóvenes, en los que ha escondido unos billetes a modo de recompensa. Tito y su hermano Ximo deciden realizar esta lectura junto a sus amigos y compartir con ellos el dinero.

Como ocurre en todo grupo de personas, y especialmente cuando se trata de adolescentes, enseguida surgen entre los amigos las complicidades, las risas, los piques, el amor y los celos. Lo que durante los primeros meses serán emocionadas lecturas colectivas de clásicos como Robinson Crusoe o los cuentos de Poe, con el paso del tiempo, y tras el siempre difícil periodo estival en el que el grupo se separará, se tornará pronto en una sucesión de desavenencias que llevarán a Tito a verse arrastrado, por primera vez en su vida, por la pasión y el deseo erótico.

En paralelo a las fluctuaciones de sus relaciones con sus amigos, el protagonista irá descubriendo una serie de secretos familiares que lo harán despertar, como Lazarillo tras el golpe en la estatua con forma de toro, de la inocencia infantil. Las fotografías de su abuelo dispersas por la casa y las conversaciones con el fantasma del hermano de este le mostrarán las sombras de su querido antepasado. Por otro lado, se verá involucrado en la crisis que vive el matrimonio de sus padres y será el depositario de los secretos de cada uno de sus progenitores, que tendrá que mantener obligado por su alto sentido del honor.

Construye esta emotiva historia Ginés S. Cutillas con una estructura un tanto peculiar relacionada con su tendencia a escribir microrrelatos, género en el que es un consumado experto. El diablo tras el jardín está organizada en sesenta y seis breves capítulos, de unas tres o cuatro páginas de media de extensión, que funcionan también de manera aislada ya que se centran en distintas escenas de la acción. Además, el libro posee un importante componente intertextual ya que los libros que el grupo de amigos lee suelen tener su paralelismo en lo que viven; así, Romeo y Julieta se relacionará con el amor de Tito por Inma, las historias de Sherlock Holmes con su indagación sobre los secretos familiares y las relaciones entre la pandilla con El señor de las moscas


Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 22 de agosto de 2021

Literatura - Daniel Remón


 Literatura, Daniel Remón, Seix Barral, 2021, 222 págs., 18€.


Durante el confinamiento, tras los primeros días de shock, fueron varias las voces que alertaron, entre jocosas e irónicas, que seguramente se estarían escribiendo las primeras novelas sobre el coronavirus. Se trata de un impulso normal en un arte que tiende a reflejar, en su vertiente más realista, los vaivenes de la sociedad en la que se inscribe. Pues bien, menos de un año después del primer estado de alarma por el virus en España llegó a las librerías esta novela del guionista Daniel Remón en el ese confinamiento está muy presente.

En defensa del autor hemos de aclarar que la inclusión de la pandemia posee un carácter lógico y no se erige como el tema central de los varios de los que se ocupa el libro. El confinamiento que comenzó en marzo de 2020 aparece en el marco de la novela, en el nivel extradiegético según la terminología específica de la narratología, que cuenta el contexto de creación de Literatura. Y es que el componente metaliterario posee una gran importancia en esta primera novela de Remón: el libro nos cuenta cómo el autor le promete a su sobrino Teo que le escribirá un cuento con los ingredientes que el niño ha elegido (un pirata, una bruja buena y otra mala, una pistola, un hombre de hojalata, etc.).

Este doble componente metaliterario y autobiográfico de la historia marco es, en mi opinión, el principal acierto del autor, que sabe construir con precisión y soltura una estructura que en otras manos hubiera podido convertirse en aburrida o poco creíble. La naturaleza de esta parte del libro le vale para tratar temas como las relaciones familiares, son frecuentes las referencias a anécdotas que Teo, por su edad, no conoce, o el poder evocador y también curativo, la promesa al sobrino surge durante una enfermedad del niño, que posee la literatura. Incluso la presencia de una situación tan reciente y traumática para todos como fue el confinamiento posee, como hemos dicho, una lógica interna inapelable y ayuda a entender mejor ese proceso de escritura que está en la base del marco del relato.

Sin embargo, es precisamente en la historia central del libro donde la novela flaquea. El relato se presenta como un cuento infantil que el tío escritor crea para el sobrino lector, y narratario o receptor directo de la historia, con la condición que incluya esos elementos que Teo eligió. Esta parte del libro cuenta el destino de una maleta repleta de dinero procedente de la corrupción de un político que acaba de ingresar en prisión y que pasará de mano en mano. Así, seguimos el devenir de este preciado objeto de deseo por Madrid, un pequeño pueblo aragonés y Londres. Se trata de un relato que pronto abandona ese tono infantil y que se dispersa en una sátira contra la corruptelas de la política y la defensa de valores alejados de la riqueza con una sucesión de personajes que no acaban de quedar bien definidos.

A pesar de ello, y sobre todo gracias a esa sección del libro de carácter metaliterario y autobiográfico, Daniel Remón debuta en la novela con una historia interesante sobre el poder de la narración y los vínculos que esta ayuda a establecer entre las distintas generaciones de una misma familia. 


Reseña publicada en El Noroeste:




martes, 17 de agosto de 2021

Trans - Laura Jane Grace

 


Trans. Confesiones de una punk anarquista y vendida. Laura Jane Grace y Dan Ozzi, Altamarea, 2021, 306 págs., 20€.

 

En la música punk, quizás  por encima de cualquier otro género, la autenticidad es un valor que se enfatiza casi tanto (o incluso más) que la calidad. Por eso, cuando un grupo nacido en el underground alcanza notoriedad comienza a ser sospechoso y si ficha por una gran discográfica es tachado, definitivamente, de vendido. Es lo que le ocurrió a Against Me!, el cuarteto de punk rock creado y liderado por Tom Gabel cuando, tras unos inicios en la autogestión y con giras por casas okupas, fue contratado por Sire (una filial de Warner) y amplió su público hacia el mainstream. Los punks más integristas iniciaron un boicot que se tradujo en abucheos, pintadas e incluso vandalización de su autobús de gira. Against Me! había perdido, a ojos de sus primeros fans, la autenticidad. Sin embargo, Gabel vivía en su interior una lucha mucho más violenta que el de ser  o no un verdadero punk: tratar de aceptar que era una persona transexual.

Trans es un libro que arroja mucha luz sobre el duro y largo proceso que vive una persona hasta realizar una transición de género. El libro recorre en primera persona toda la vida desde el nacimiento de Tom Gabel hasta que se convirtió en quien siempre quiso ser: Laura Jane Grace, una mujer. Así, acompañamos a la cantante desde sus primeras dudas sobre su género, el descubrimiento de Madonna en televisión se convierte en una epifanía de lo que quería ser, hasta que por fin da el paso de someterse a un tratamiento hormonal cumplidos los treinta años. Entre medias asistimos a años de dudas, compras secretas de ropa de mujer, arrepentimientos, propósitos de enmienda, recaídas y, finalmente, la aceptación de su identidad. A pesar de ser una persona que se movía en un ambiente (supuestamente) tolerante, Gabel vivía su disforia con vergüenza y como un agobiante secreto.

Y es que otro aspecto que llama la atención es que para una persona criada en los años ochenta como lo fue la autora, la transexualidad era un tema casi desconocido, tabú, y no cambió mucho la situación cuando, movida por esa necesidad de encontrar su identidad, se integró en el ambiente anarquista y punk de su estado: Florida. Ni siquiera encuentra esa libertad para ser quien de verdad es en las interminables giras en las que se embarca y que se convierten en un excusa para tratar de olvidar su disforia con alcohol, drogas y sexo ocasional. Contrasta esta lentitud en su transición con la que realizan algunos de sus fans más jóvenes, que aceptan su verdadero género mucho más pronto gracias a la normalización de la transexualidad que la sociedad ha vivido durante las últimas décadas.

Este proceso de transición es, seguramente, lo más interesante del libro; la autora explica sin tapujos las dudas que la asaltan, los problemas físicos que vive, la caída en la depresión durante el tratamiento y, sobre todo, el difícil momento de comunicárselo a los demás. Al tratarse de un personaje público, Laura Jane Grace decide hacer público su transición en una entrevista con la revista Rolling Stone, recibiendo una gran respuesta por parte de su público y de la comunidad trans. Más complicada es la comunicación con su padre, su hija y, sobre todo, con su mujer; lo que en un principio es comprensión y acompañamiento, pronto deriva en una grave crisis.

Trans es un libro honesto, directo y esclarecedor, en el que Laura Jane Grace, con la ayuda del escritor Dan Ozzi y con numerosos fragmentos de su diario, repasa su vida en la música y, especialmente, nos ayuda a entender el difícil proceso que sufrió hasta aceptar que era una mujer.

Reseña publicada en El Noroeste. 

domingo, 25 de julio de 2021

La vida pequeña - El arte de la fuga, J. Á. González Sáinz


La vida pequeña. El arte de la fuga, J. A. González Sainz, Anagrama, 2021, 208, págs., 18€. 
 

Entre las novedades editoriales actuales la novela suele monopolizar las mesas de las librerías o los recursos publicitarios de los sellos que dispongan de un presupuesto para estos menesteres comerciales. En algunos casos, especialmente cuando el autor es un mediático columnista, los ensayos también llaman la atención al lector medio buscando que gaste su dinero en ellos. En estos casos, suele ocurrir que se trata de obras polemistas o de carácter divulgativo, ya que parece que sólo ambos tipos de libros pueden conseguir el éxito de ventas. Por eso es insólito y reconfortante que una editorial de la importancia de Anagrama apueste por un libro como este, alejado de ese tipo de escritura, breve y rabiosa, que se ha desarrollado en las redes sociales y que ha contaminado algunas obras literarias.  

Y es que este libro de J. Á. González Sáinz parece, en algunos aspectos, un anacronismo que no encaja con ese ruido mediático y con esa obsesión por lo último que observamos en internet cada día. Se trata una obra reposada, de un autor maduro que destila sin prisa unas reflexiones que no versan sobre la última polémica o la siguiente moda, sino que tiene un objetivo mucho más amplio y ambicioso. El escritor soriano nos ofrece a los lectores en estas páginas una serie de enseñanzas que ha aprendido de tres fuente inagotables pero que muchos olvidan hoy en día: la experiencia, el lenguaje y la literatura.  

Aunque no es un dietario, ni unas memorias ni conocemos detalles íntimos ni grandes eventos de la vida del autor, esta se deja traslucir en muchos de los sesenta fragmentos que componen El arte de la fuga. Cuando el autor nos relata algunas anécdotas de su infancia o de sucesos más recientes, como ese baño en una recóndita y paradisíaca cala mediterránea que acaba con un escatológico encuentro o esa tarde en la ribera de un río en la que sufre la estridente música de dos jóvenes bebedores de cerveza, lo hace para reflexionar sobre las vilezas y también las virtudes del ser humano. A lo largo del libro González Sainz va desgranando una filosofía de vida basada en la búsqueda de la tranquilidad moral, huyendo de las redes sociales y de la televisión, y física, reelaborando el tópico del beatus ille.  

Precisamente en el elogio de la naturaleza y del campo aparece uno de los muchos escritores que cita el autor en el libro y que se convierten en referentes culturales y morales. Se trata, como el lector puede suponer, de Henry David Thoreau y su famoso ensayo Walden, que se une a otros literatos como Albert Camus, Baltasar Gracián, Paul Celan o Simone Weil, cuyas palabras reproduce con frecuencia formando una especie de guía espiritual laica.  

El tercer aspecto que refulge en El arte de la fuga es el propio lenguaje. Lo hace tanto por cómo está escrito el libro, ofreciendo una variedad poco habitual en la literatura actual, como por las cavilaciones en torno a la propia lengua. Por ejemplo, son varias las referencias a las expresiones habituales cuando era niño, una manera de sintetizar cómo se entendía en aquella época la vida, o a la etimología de las palabras, labor para la que suele echar mano del Tesoro del lexicógrafo del siglo XVI Sebastián de Covarrubias.

Reseña publicada en El Noroeste:



viernes, 9 de julio de 2021

Teatro fantasma - Ismael Orcero





Teatro fantasma, Ismael Orcero Marín, Boria, 2021, 130 págs., 15€. 

 

Posee este Teatro fantasma una cualidad poco habitual en la literatura de nuestro tiempo: la sutileza. En una época de escritores hiperconscientes de su propia obra, que no dejan ningún cabo suelto y buscan sorprender al lector en cada página, se agradecen libros como este que aportan una frescura no reñida con la calidad de su prosa. Los textos de Orcero parecen reflexiones espontáneas del autor pero revestidas con lo que tiene que tener toda obra literaria testimonial: una autenticidad en la expresión de los sentimientos. Por lo tanto, no esperen los lectores sesudas indagaciones sobre el alma humana (la propia y la ajena), porque encontrarán textos mucho más ligeros pero no por eso menos interesantes.  

Y es que la treintena de prosas que integran el volumen, con una extensión que va de la media página a las cinco, nos abren una ventana a los pensamientos del autor que ofrece textos en los que mezcla anécdotas propias y ajenas con pensamientos más o menos hondos, según sea el tema tratado. Lo hace con un estilo sencillo pero no exento de acertadas metáforas que logran profundizar en la cotidianeidad de estas estampas. No estamos ante cuentos, ni ante poemas en prosa ni siquiera ante páginas de un diario, pero una mezcla de estos tres géneros podría definir bastante acertadamente estos textos.  

En cuanto a los temas que Orcero trata en el libro destacan tres: la familia, el hogar y el trabajo. Se trata de tres temas habituales en este tipo de libros autobiográficos, pero que el autor trata con originalidad, con una mezcla de ironía y cierta nostalgia, y que mezcla en muchos de sus textos. Así, uno de los fragmentos puede empezar por una anécdota de la infancia, continuar con una reflexión sobre su cotidianeidad y terminar con una vuelta a ese pasado que le sirvió como arranque al texto.  

La niñez del autor ocupa una parte importante del libro, con ese recuerdo entrañable de los juegos infantiles, la pesca con el padre o las promesas de regalos de la madre. Sin caer en la idealización, asistimos a reconocibles escenas familiares en un pequeño piso de la Cartagena de los años ochenta. Uno de estas situaciones del pasado, el aborto que sufrió su madre antes de que el autor y su hermano nacieran, sirve como enlace con el presente cuando son él y su pareja los que pierden un hijo durante el embarazo. Asistimos entonces a la recuperación del trauma en el hogar que comparte con la esposa, Diana, y que ocupa un lugar importante en el libro como sitio donde escribir, observar a los demás mediante un catalejo o escuchando por el patio de vecinos, y que finalmente deben abandonar. Muchas de estas intimidades van acompañadas por fotografías del álbum del propio autor que define como “teatro fantasma”, en expresión que da título al volumen.    

El tratamiento del tercero de los temas del libro, el trabajo, muestra la variedad de registros que el autor emplea en el libro. Somos testigos de episodios duros mientras que el autor está en el paro y debe asistir, sin éxito, a diversas entrevistas; se narra también la monotonía del trabajo en jornadas que empiezan antes del amanecer; pero, en otras ocasiones, los personajes que pululan por la oficina son descritos desde una óptica más desenfadada. Esta vertiente humorística del libro alcanza su culmen en las irónicas transcripciones de las frases de hombres con los que coincide el autor y que responden al estereotipo de “cuñado”.

Reseña publicada en El Noroeste. 



domingo, 13 de junio de 2021

Videoclub - Aarön Sáez

 



Videoclub, Aarön Sáez, La Fea Burguesía, 2021, 120 págs., 12€.

 

Un síntoma inequívoco de que has dejado atrás la juventud es el hecho de que tu generación comience a cultivar con fruición la nostalgia. Supone este ejercicio que épocas pasadas de tu vida, la infancia y la primera juventud  normalmente, ya están a varias décadas de distancia y son percibidas con esa óptica positiva que los recuerdos colectivos adquieren en los adultos. Es lo que nos ha ocurrido en los últimos años a los nacidos en la primera mitad de los 80, que comenzamos a idealizar aspectos de nuestra vida que a principios de los 90, cuando éramos unos críos, nos parecían de lo más anodino: como los videoclubes.

Es este espacio el que elige Aarön Sáez como símbolo de su infancia por el claro componente generacional que posee: en primer lugar, por la importancia que tenía para los niños y adolescentes de aquella época como espacio donde abastecerse de películas, videojuegos y chucherías. Y, en segundo lugar, por la práctica desaparición de este tipo de tiendas, que quedarán para siempre, salvo resurgimiento vintage en los próximos años, asociados a su época de esplendor: las últimas décadas del siglo XX.

Y es que lo primero que llama la atención de Videoclub es su reivindicación sin tapujos de esa nostalgia reciente y poderosa por los primeros años 90. El autor llena el libro de referentes de la cultura pop de su generación (programas de televisión, competiciones futbolísticas, películas) y construye una historia con un pie en el presente y con el otro en un idealizado pasado de meriendas y videojuegos con gráficos poligonales. El espacio donde convergerán pasado y futuro será el Teka, el videoclub noventero que el inefable David, el protagonista de la novela, querrá reconstruir, más que como un negocio como un museo de un pasado que echa de menos.

Este planteamiento desenfadado del libro, que sigue las peripecias que vive el protagonista ayudado por sus amigos y familiares para abrir el videoclub, esconde una lectura mucho más seria. Y es que David es un treintañero sin oficio ni beneficio, un nini, que parece querer volver al pasado porque el presente no le satisface. Representa a esos jóvenes que no han alcanzado sus objetivos vitales y que se ven anclados en casa de sus padres sin posibilidad de emanciparse.

Además, Sáez sorprende con una variedad de registros asombrosa en una autor novel y en una novela tan breve y, aparentemente, ligera. Algunos capítulos tienen un carácter casi oral, otro refleja un grupo de Whatsapp de los amigos de David o reproduce minuto a minuto la mañana del protagonista o se componen únicamente de diálogos de los personajes o usan el formato epistolar. Además de las numerosas referencias a los años noventa, el autor emplea el recurso de la hipertextualidad: imitar el estilo del texto que toma como fuente. Es lo que hace, por ejemplo, en el capítulo que reproduce un programa del concurso Un, dos, tres, responda otra vez. También emplea algunos giros de la trama habituales en las comedias de Hollywood de los ochenta y noventa, como descubrir que lo que se cree vivir se está soñando, viajar al pasado o que un misterioso personaje aparezca en la tienda.

En definitiva, Videoclub es una interesante novela cuyo envoltorio pop no debe ocultarnos su variedad compositiva y que retrata la infancia de esa generación a la que le parece una gran idea visionar en bucle el Mundial de Fútbol de 1994.


Reseña publicada en El Noroeste:



sábado, 29 de mayo de 2021

El arte de mantenerse a flote - Eric Luna

 


El arte de mantenerse a flote, Eric Luna, Boria, 2021, 125 págs. 14€.

 

El género del relato, gracias a su versatilidad, ofrece la posibilidad al autor de ocuparse en un mismo libro de muchos temas diferentes. Además, la brevedad de este tipo de narraciones permite que en un volumen un escritor pueda ofrecer al lector acercamientos desde varias perspectivas al mismo asunto, creando así series de relatos sobre un mismo tema. Esta última opción es la que encontramos en El arte de mantenerse a flote, el nuevo libro del murciano Eric Luna.

Un vistazo al índice de la obra ya nos muestra cómo Luna ha optado por agrupar estos doce cuentos en una serie de secciones que guardan bastante homogeneidad en su interior, especialmente las dos primeras. Estamos, por lo tanto, ante temas que preocupan, cuando no obsesionan, al autor que nos ofrece varias historias sobre personajes en el filo que logran sobrevivir con trabajos precarios que odian pero que no consiguen acabar completamente con sus ansias de libertad.

La primera de estas secciones, que lleva por título “Días de Jägger y hierbabuena”, tiene como protagonistas a tres camareros. Pero lo que puede parecer anecdótico y una elección aleatoria del trabajo del personaje se convierte por la reiteración y por la temática de las narraciones en un tríptico sobre las grandezas y, sobre todo, las miserias de trabajar en un bar sirviendo al público. Este tríptico comenzaría por la consecución del trabajo, episodio que acontece al final de “Granada blues”; en este cuento Izan vuelve a la ciudad andaluza derrotado y, como indica el narrador, con miedo a que las cosas hayan cambiado pero también a que no lo hayan hecho. “El trabajo no estaba tan mal”, el más sarcástico de los tres, nos cuenta una pequeña venganza de un camarero a esos clientes maleducados que todo trabajador de la hostelería debe aguantar. El bloque se cierra con “Nighthawks”, en el que estos trabajadores se convierten en superhéroes.

El componente social de “El trabajo no estaba tan mal”, las condiciones laborales de los camareros, adquiere absoluto protagonismo en el siguiente bloque de cuentos: “Apocapitalismo”. Como este neologismo adelanta, el lector se adentrará en las consecuencias apocalípticas que el capitalismo más despiadado produce en los trabajadores. Así, en “Moloch 3000” una inquietante máquina llega a un almacén a vigilar a los empleados y en “Vacaciones creativas indefinidas” el sistema no permite el tiempo sabático que el protagonista necesita. El componente distópico de estos relatos continúa en los otros dos de la sección: “No me sirven en el electrobar”, sobre un detective expulsado de la sociedad, y en el inquietantemente actual “El síndrome cara de póquer”, en el que unas extrañas máscaras impiden a las personas esbozar cualquier gesto.

Más heterogénea es la última parte, “¿No vas a volar alto, pájaro libre?”, que, sin embargo, también incluye dos cuentos similares. Se trata de “Tríptico chileno” y “Mecanografía”, ambos escritos en primera persona y protagonizados por Isaac Velasco, un español que ha emigrado a Chile huyendo de la crisis económica de principios de la segunda década del siglo XXI. Estamos ante historias más realistas y personales, posiblemente autobiográficas, en las que encontramos los mejores pasajes del libro, como la relación que establece el narrador con Diego, otro español expatriado. El notable libro de Luna se completa con otros dos relatos sobre personajes que intentan mantenerse a flote, leitmotiv y título del conjunto, y con una divertida sátira.


Reseña publicada en El Noroeste: