Los que escuchan, Diego Sánchez
Aguilar, Candaya, 2023, 540 págs.
Uno de los mayores males de nuestra
época es la ansiedad. Numerosas personas sufren en mayor o menor medida esta
enfermedad que está profundamente arraigada en la sociedad actual por su
frenético ritmo de vida y por las exigencias del mercado laboral,
principalmente. Asunción y Esperanza, las dos protagonistas de la nueva novela
del cartagenero Diego Sánchez Aguilar, sufren ansiedad, como tantos otros miles
de ciudadanos. A pesar de ser hermanas, la raíz de la dolencia en cada una de
ellas es totalmente diferente, como diferentes son sus vidas y su forma de
enfrentarse al futuro. Haciendo un paralelismo con la dicotomía de actitudes
que antes los medios de masas definió Umberto Eco en los años sesenta, podemos
señalar que Esperanza sería “apocalíptica”, “antisistema” con un término más
actual, mientras que Asunción asume (el simbolismo de los nombres es claro) las
reglas del juego y sería, por lo tanto, “integrada”.
Esperanza representa ante los
desmanes del capitalismo una actitud de rechazo que la ha llevado durante toda
su vida a militar en diferentes movimientos como el okupa, a residir en una
comuna hippie, a practicar el ecologismo más radical y, finalmente, acercarse a
una especia de secta liderada por Ulises, un artista que conoció en sus años
universitarios y cuyos postulados extremos provocan que la propia Esperanza
dude de su cordura. Y es que a pesar de rechazar desde su adolescencia los
mecanismos de la sociedad capitalista, mediante el misticismo religioso primero
y después con el ejercicio del arte, el hecho de no encontrar en nada el alivio
a la ecoansiedad que padece le hace replantearse las ideas que han sostenido su
ideología. Esperanza parece haber claudicado al abandonar la vida alternativa
que ha llevado y su militancia para volver al seno de la familia, que abandonó
a los dieciocho años, para cuidar de su madre, enferma de Alzheimer.
Además de su desencanto, el
detonante de su vuelta al redil familiar ha sido la llamada de Asunción, que le
urge a ocuparse de su progenitora ya que “no tiene nada”. En el sistema de
valores de la hermana mayor, Esperanza es una descarriada que ha de cuidar a la
madre al no poseer nada de lo que para ella es la base de una vida plena: un
marido, un hijo, un trabajo, una hipoteca. Asunción, desde su integración en el
sistema, sí que posee todo ello, pero es, paradójicamente, el miedo a perderlo
todo a partir de unos cambios en su empresa lo que le provoca la ansiedad.
Además, comienza a escuchar un ruido (que el médico diagnostica como tinnitus, pero que ella asocia al
extraño zumbido que miles de personas más oyen en todo el mundo sin que nadie
les haga caso) que parece abocarla hacia la misma locura en la que acabó su
padre.
Este extraño sonido obsesionará
también a Ulises, cuya secta cree que en ese ruido y en otros infrasonidos que
solo pueden escuchar unos pocos elegidos, “los acusmáticos”, están las claves
para interpretar el futuro. Esta parte parece la más cercana a lo fantástico
del libro, pero nos ofrece una perspectiva, representada en la propia
Esperanza, que duda de su implicación en el grupo, de cómo en la actualidad
muchos activistas son fácilmente eliminados del sistema tachándolos de locos.
Además, el ruido parece ser hereditario ya que también comenzará a ser
escuchado por Andrés, el hijo de doce años de Asunción. A pesar de que posee
menos peso en la trama que su madre y su tía, considero a este personaje como
una de las mejores creaciones del libro; Diego Sánchez Aguilar describe de
manera excelente el hostil ambiente al que un niño “extraño” como Andrés,
solitario, algo tartamudo y con un gran mundo interior, debe enfrentarse en el
instituto al que asiste. El chaval recibe la enorme presión que sus padres
ejercen sobre él para que triunfe en el deporte y en la escuela, para conseguir
así la integración en el sistema que ellos mismos luchan por mantener y que
simboliza su vivienda en una cara urbanización.
Las vidas de estos cuatro
personajes y el desarrollo de la trama alcanzan un momento decisivo en el fin
de semana en el que se celebra la Cumbre del Futuro en su ciudad, una
importante reunión al más alto nivel para luchar contra el cambio climático.
Este encuentro nos es narrado desde la perspectiva de Francia, una asesora que
recibe el apelativo de la nación del presidente cuya imagen pública cuida.
Desde la sala que comparte con el resto de asesores de los mandatorios, la
mujer intenta asimilar el extraño suceso que ha tenido lugar en el momento
culminante de la Cumbre del Futuro, que no tenía otra razón de ser para ellos
que el “ecolavado” de sus jefes, y que ha sido saboteado por una famosa niña
activista contra el cambio climático que recuerda a Greta Thunberg. En los
tejemanejes de los asesores y en la agresiva campaña de la compañía de alarmas
en la que trabaja Asunción descubrimos algunos de los aspectos más siniestros
de la manipulación de masas que a través de las redes sociales se lleva a cabo
con fines políticos o comerciales. Se trata de un tema que remite a Factbook. El libro de los hechos (2018),
la anterior novela de Sánchez Aguilar, en la que un grupo de disidentes se unían
en la aplicación que da título al libro para luchar contra el sistema
ultraliberal que gobierna en la España imaginada por el autor.
Tanto por la extensión (más de
medio millar de páginas) como por la densidad del libro, Los que escuchan se nos presenta como una obra apabullante, en la
que el autor nos ofrece una potente sátira contra varios aspectos claves de
nuestra sociedad. Desde el capitalismo al arte, pasando por el ecologismo, la
familia o los límites del propio lenguaje, son muchos los temas sobre los que
Sánchez Aguilar reflexiona en una novela que ofrece acertadas claves sobre cómo
vivimos y, especialmente, cómo nos enfrentamos al futuro.
Reseña publicada en La Verdad.