Annobón, Luis Leante, Harper Collins, 2017, 301 págs, 18€.
En los veinte años que transcurrieron entre 1920 y 1940, los españoles vivieron dos dictaduras, una República, el ocaso de un reinado y una Guerra Civil. Fueron, como vemos, dos de las décadas más convulsas de la Historia de España y, como tales, han protagonizado numerosos ensayos sobre las razones que provocaron aquellos cambios en el país. Sin embargo, los libros de los historiadores no prestan atención a las pequeñas historias cotidianas de los ciudadanos de a pie que vivieron estos turbulentos años. Es ahí donde entran novelistas como Luis Leante, que con Annobón nos narra dos de estas historias individuales que fueron teselas del gran mosaico que supusieron estas dos décadas en la Historia de España.
El libro se centra en la investigación de un periodista, primero, y de un novelista amigo suyo, después, que, tras una serie de coincidencias, conocen la historia de dos hombres cuyas vidas se cruzaron en varias ocasiones: Alfonso Pedraza y Restituto Castilla. Pedraza se nos describe como un abogado leonés al que la Guerra Civil impide alcanzar el sueño que había rozado con la punta de los dedos: convertirse en juez. Por su parte, Castilla es un Guardia Civil que se convierte en delegado del gobierno en la pequeña isla guineana de Annobón y que asesina al Gobernador de la colonia. Justo después de la Guerra Civil, la vida de ambos, que ya había corrido paralela, converge definitivamente cuando Castilla es uno de los condenados a muerte que el abogado Pedraza tiene que defender. Las coincidencias en su carácter, ambos se consideran hombres de honor, les unirán; pero circunstancias ajenas, como el propio juicio o la injerencia de la hermosa esposa de Castilla y del autoritario suegro de Pedraza, enturbiarán su relación.
Estos dos caracteres, los de los dos protagonistas, se encuentran entre lo más destacado del libro. Restituto Castilla es un personaje histórico interesantísimo y Leante ha sido sagaz a la hora de rescatarlo del olvido y convertirlo en el eje de su libro. Se trata de un hombre obsesionado por la igualdad y por la honradez que no siempre es bien entendido por sus conciudadanos, que le achacan su excesivo idealismo. Castilla encuentra en la remota isla de Annobón, adonde lo destinan en lo que parece un destierro, el lugar ideal para plasmar sus ideas utópicas. Se convierte allí en una especie de déspota ilustrado, intentando mejorar las condiciones de vida de los indígenas, que no terminan de entender a este idealista venido de tan lejos. Además, choca con los poderes fácticos del minúsculo lugar: los misioneros que lo enemistan con el gobernador al que Castilla asesinará.
El otro protagonista, Alfonso Pedraza, es también un idealista, aunque más intelectual y menos excéntrico que Castilla, que se topará con la infamia que rige los juicios a los vencidos en la Guerra Civil y en los que él ejerce de abogado defensor. Se sentirá atraído por los sólidos ideales de Restituto Castilla que acabarán arrastrándole, junto a su difícil situación familiar, a la derrota total.
Las peripecias de ambos hombres en una época marcada por los turbulentos cambios políticos, serán narrados desde el punto de vista de sus respectivas hijas, lo que confiere al relato una polifonía que nos muestra que la Historia no tiene nunca un único relato.
Reseña publicada en El Noroeste.