viernes, 30 de junio de 2017

Fragmentos de un mundo acelerado - José Óscar López



Fragmentos de un mundo acelerado, José Óscar López, Balduque, 2017, 201 págs., 14€.

Ciento siete relatos. Ciento siete  inicios con sus respectivos finales. Ciento siete títulos que abren ciento siete mirillas por las que asomarnos al mundo. Ciento siete universos inabarcables de los que sólo conocemos un mínimo fragmento que explota cuando pasamos la página. José Óscar López nos ofrece en su último libro ciento siete microrrelatos que forman una obra de gran magnitud dentro de sus doscientas páginas.
Un número tan desorbitado de narraciones, aunque se muevan dentro de la extensión canónica del minicuento o lo superen ligeramente, hace muy difícil resumir en unas pocas líneas la esencia de un libro caracterizado, como anuncia el título, por su carácter fragmentario.  El autor ha querido compartir con nosotros su visión panóptica del universo no a través de un único y completo relato, sino mediante esta miríada de historias que forman el volumen. Crea así un libro en el que la unidad viene dada por el medio, el microrrelato, que utiliza para volcar sus obsesiones más variadas. Sabedor que un número tan alto de narraciones puede agobiar al lector, José Óscar López agrupa los ciento siete textos en diez secciones según algunos rasgos comunes que comparten, aunque nadie espere una homogeneidad de temáticas en un libro como este que toma la fragmentariedad por bandera.
La primera de ellas se titula Historia de las grandes ideas y nos ofrece algunos relatos cercanos a la ciencia ficción, con personajes de un futuro cercano pero bastante diferente al nuestro; destaca dentro de esta sección “La máquina”, narración de gran intriga con la que se abre el volumen. Del futuro saltamos al espacio en Principios de astronomía, compuesta por  una docena de microrrelatos entre los que sobresale  “Un superhombre”, reinterpretación de la historia de Supermán. En Una temporada en el infierno encontramos varios relatos sobre el tema de la muerte, como el desasosegante “Sala de espera” o el metaficcional “Digamos que un relato de terror”. Una intención similar posee “Novela negra en veinte líneas”, que se incluye dentro de los textos de temática literaria de Escuela de artistas.

La siguiente sección, Así me quedé sin conversación, es quizás la que contenga un mayor número de relatos destacados; con el sutil nexo de lo insólito uniéndolos a todos ellos, podemos citar aquellos que ponen en juego situaciones relacionadas con las redes sociales: “La frase” y “No, no era divertido en absoluto”. Las parejas son las protagonistas de la sección La construcción diaria del amor, con variantes metaliterarias como “En su casa”, mientras que dentro del Catálogo de patologías del siguiente apartado sobresale “La transformación”, con un tema tan tradicional en la minificción como es el del sueño. Otro de ellos sería la duda sobre la identidad propia, presente en “Desconocidos me saludan”, microrrelato incluido en la sección Los reyes cansados, una de las más heterogéneas del volumen. Más concreción tiene Aventuras sin fin, donde la sorpresa de lo inesperado se cuela en la cotidianeidad; un buen ejemplo de ello sería “Historia de un entrecot”, narración de un desayuno a  base de un filete que el protagonista se ve obligado a consumir. El tema de la muerte vuelve a aparecer en la última sección, La muerte no es el fin, donde la fina barrera que puede existir entre la somnolencia y el más allá protagoniza “Soñar con un cadáver”.

domingo, 11 de junio de 2017

Terroristas modernos - Cristina Morales




Terroristas modernos, Cristina Morales, Candaya, 2017, 400 págs., 20€.

Culmina Terroristas modernos, la última novela de la narradora granadina Cristina Morales, con una escena que resume perfectamente tanto el estilo como el argumento de la obra. Se trata de una fiesta clandestina celebrada en un teatro clausurado y en donde se mezclan, sin orden ni concierto, actuaciones variopintas y público perteneciente a distintas clases sociales pero igual de bullicioso. Esa feliz despreocupación que reina en el baile queda perfectamente reflejada en la manera de narrar, mezclando en la misma frase voces de distintos personajes, fragmentos de conversaciones e incluso idiomas, que Morales emplea durante todo el libro pero que llega a su culmen en este significativo episodio.
Terroristas modernos es, ante todo, una novela histórica, y tiene en la actualización que hace de este género la autora, una de las más interesantes de la generación de narradores nacidos en los años ochenta, uno de sus puntos fuertes. El libro es heredero de los mejores ejemplos de este tipo de narraciones que desarrollan su argumento en épocas pretéritas, aunque logra evitar los errores más habituales de este subgénero. En primer lugar, porque el libro huye de la superficialidad, por no decir banalidad, que muchas novelas históricas poseen y ofrece una trama interesante y enjundiosa. En segundo lugar, porque elige una época de gran interés y en la que se sucedieron tantos hechos relevantes para el devenir de la Historia de España como fue el comienzo del siglo XIX.
Pero el libro es una novela histórica de primer nivel gracias, sobre todo, a la creación de sus personajes. Por supuesto, en Terroristas modernos encontramos la variada y pintoresca fauna que pululaba por el Madrid de 1816, manolas, chulos, beatas, monjas, poetastros, chupatintas, petimetres, guerrilleros o afrancesados, pero Morales no se queda en el retrato costumbristas y da a sus creaciones un barniz moderno sin perder nunca la verosimilitud. Sólo en un par de ocasiones ofrece la narradora un guiño a sus lectores colando nombres de escritores actuales por autores decimonónicos o haciendo que en el baile se canten letras de Siniestro Total.
De entre la gran cantidad de personajes principales que tiene la novela, se agradece el listado de nombres que incluye el texto y que ayuda a no confundirlos, destaca el triángulo amoroso que forma  Catalina Castillejos con Vicente Plaza y Diego Lasso, dos ex militares y ahora conspiradores de personalidades muy distintas. Ella, una terrateniente andaluza de armas tomar, es la auténtica protagonista del libro, ya que la acompañamos desde que es abandonada en Madrid hasta que vuelve a su tierra. Se trata de una mujer resolutiva, independiente y curiosa que se debate entre las lisonjas del teniente Lasso y los desplantes de Plaza.
Este trío protagonista y otros personajes de casi igual importancia en la trama, como el espía Richart, el literato Torres, el guerrillero Vargas o la sastra Petra Montes, participan, de una forma u otra, en una conspiración que pretende lograr que el rey Fernando VII firme la constitución. El desarrollo de los hechos, que culminan aunque no finalizan, con ese desparrame que es el baile en el teatro, nos muestran comportamientos tan emparentados con los avatares políticos de España como son la improvisación, a veces chapuza, la desconfianza y el egoísmo. Nos mostrarán también la fina barrera que existe en considerar a un terrorista como libertador ya que la Historia la escriben siempre los vencedores. 

Reseña publicada en El Noroeste. 


domingo, 4 de junio de 2017

Saturno - Eduardo Halfon




Saturno, Eduardo Halfon, Jekyll & Jill, 2017, 68 págs., 14€.

         Posee el dios Saturno una imagen muy negativa en nuestra cultura. Goya lo representó como un ser demoniaco que devoraba el cuerpo mutilado y sanguinolento de uno de sus hijos. Si bien es cierto que la mitología clásica ofrece una explicación bastante lógica de este atroz comportamiento, estaba obligado a hacerlo según el pacto que había contraído con su hermano Titán y que le permitía reinar, Saturno se ha convertido en el símbolo del mal padre. Esta identificación es la que provoca que el escritor guatemalteco Eduardo Halfon titule Saturno el cruento ajuste de cuentas con su progenitor que es este libro.
         Esta breve obra, que se mueve entre lo confesional y lo autobiográfico, formaba parte del primer volumen publicado por Halfon y que leemos ahora en una cuidada reedición de Jekyll & Jill catorce años después. En Saturno podemos encontrar algunos de los temas más importantes de sus últimos libros, Signor Hoffmann y Monasterio, como son las referencias literarias y la identidad judía. Sin embargo, estos y otros asuntos se supeditan al objetivo principal de la obra: describir la relación del autor con su padre.
         Halfon escribe una obra dura por su crudeza en la exposición de los sentimientos propios y por tratar sin tapujos el odio que siente hacia su padre. Estamos ante una especie de carta al padre, tema de ecos kafkianos, que se configura como un ajuste de cuentas con su progenitor necesario para purgar un dolor enraizado en el mismo origen de su personalidad. El narrador recuerda con amargura la dureza del padre, su carencia de empatía y el desprecio hacia su vocación literaria. Aparece como un tiránico empresario de éxito que se avergüenza del oficio de su primogénito y que no duda en inventarle, delante de sus amigos y socios, un perfil más acorde a sus intereses.
            Frente a este desprecio que el protagonista, trasunto directo del autor, ha sufrido por parte de su padre a lo largo de toda su vida y en todos los aspectos de su relación, él se refugia en la Literatura. Se convierte ésta no sólo en una pasión, sino en un reino propio cuya frontera el padre jamás querrá traspasar. Por ello, el mundo de las letras tiene tanta importancia en el desarrollo personal del protagonista, mayor si cabe que el de otros autores con más comprensión por su vocación en su familia, y protagoniza la otra mitad del libro.
            Y es que junto a ese ajuste de cuentas con el padre que vertebra el libro, Saturno también es una especie de catálogo de autores suicidas. Ante el lector desfilan las historias de escritores más o menos conocidos que optaron por acabar con su vida. Halfon explica las razones que los llevaron a este fin y los diferentes medios que emplearon literatos como Cesare Pavese, Virgina Woolf, Ernest Hemingway o Yukio Mishima. Las razones de que Halfon elija este delicado tema para completar su libro son, creo, varias. Por un lado estos aciagos finales de los escritores se pueden relacionar con la tristeza que destila el narrador por la dura relación con su padre. Por supuesto, también existe una identificación con el destino de los escritores, gremio que el autor siente como el suyo. Y el último vínculo entre ambos temas, el más concreto, es que muchos de estos suicidas tuvieran una difícil relación con sus propios padres. 

Reseña publicada en El Noroeste.