lunes, 16 de noviembre de 2020

La ciudad que el diablo se llevó - David Toscana

La ciudad que el diablo se llevó, David Toscana, Candaya, 2020 (2012), 285 págs., 17€.


Cuando uno visita Varsovia y le cuentan la destrucción sistemática de la ciudad que llevaron a cabo los nazis, se da cuenta de que todo el centro es una gran reconstrucción de la ciudad de antes de 1939. Lo que el paseante observa es la copia inexacta de una capital que ya no existe, la ciudad que el diablo se llevó como David Toscana la define en el título de esta novela.

Y es que el escritor mexicano ubica este libro alrededor de 1945, con la capital polaca devastada por la destrucción nazi y sumida en ese breve pero intenso desgobierno que suelen vivir los países liberados tras una larga ocupación o una guerra cruenta. Así, la Varsovia de la novela recuerda la Viena de El tercer hombre de Graham Greene, un lugar lleno de escombros y de cementerios repletos donde el estraperlo es la mejor forma de enriquecerse.

En esta ciudad donde la dureza de la vida no permite a sus habitantes celebrar que han superado la guerra, es donde se reúnen cada noche los cuatro protagonistas del libro para emborracharse y brindar por una amistad que nació de un episodio que los unió para siempre. Unos años antes, los cuatro viajaban en un tranvía que fue detenido por los nazis, que les anunciaron que iban a morir cincuenta polacos como venganza tras el asesinato de un alemán. En ese momento, Feliks, un hombre con rostro de niño que ha tenido que mostrar su identificación para que lo consideren un adulto, le explica al oficial nazi que en el tranvía iban cincuenta y cuatro personas, por lo que cuatro debían ser eximidos del paredón. Fue así como salvaron la vida Feliks y los tres desconocidos que desde entonces se convertirían en sus grandes amigos.

Los cuatro protagonistas forman un grupo variopinto, alcohólico, irreverente y con una única bandera: la libertad, demasiado peligrosa en un país que comienza a regirse por un opresivo régimen comunista. A Feliks, quizás por su aspecto aniñado, la guerra le ha parecido un gran juego, que continúa en la nueva época con sus mensajes en morse y su tienda de segunda mano hasta que da con sus huesos en la cárcel. Ludwick es un sepulturero que, por unas monedas, cumple los deseos de las ancianas que quieren ser enterradas con sus novios de juventud en vez de con sus maridos. Eugeniusz es un sacerdote que busca congraciarse con la curia que le ha prohibido decir misa realizando un milagro. Kazimierz es un eterno aspirante a conserje que se enamora de la enfermera Marianka, de la foto de las hermanas judías cuya casa ha ocupado, o de la señora que Ludwik acaba de enterrar.

Toscana nos ofrece una novela de gran carga poética, con episodios memorables y un orden que no siempre es cronológico pero que nos lleva a acompañar a los cuatro protagonistas de una dictadura (la nazi) a otra (la comunista). La ciudad que el diablo se llevó es una especie de farsa, cercana a menudo al realismo mágico, donde asistimos al enterramiento de una novela que no pudo ser escrita, a la resurrección de Kazimerz tras pasar tres días encerrado en una tumba, a las caricias con la mano amputada de un antiguo amante o a una borrachera con el coñac en el que se conserva el corazón de Chopin.


Reseña publicada en El Noroeste:



domingo, 1 de noviembre de 2020

Nuestra parte de noche - Mariana Enríquez

 


Nuestra parte de noche, Mariana Enríquez, Anagrama, 2019, 672 págs., 22€.


Existe una etiqueta que hace desconfiar a muchos lectores españoles y que los aleja de libros que podrían ser de su agrado si no se dejaran guiar tanto por prejuicios arraigados. Me estoy refiriendo a la de “literatura de género”, un sintagma que suele utilizarse para toda obra que no encaje en el realismo imperante entre las novelas más prestigiosas publicadas en nuestro país. Se incluyen en esta categoría obras tan diferentes como los relatos de terror, los de ciencia ficción o las novelas negras. La concesión de un premio tan prestigioso como el Herralde a un libro en el que lo sobrenatural posee tanta importancia como este Nuestra parte de la noche puede, por lo tanto, sorprender, pero son varias las razones que explican que la última novela de Enríquez haya escapado de esos prejuicios de los que hablábamos.

La primera, y seguramente la más importante, es la propia calidad de la obra. La autora argentina nos ofrece una novela enorme, con personajes de una enorme profundidad y que trata temas de gran calado como el poder de cierta oligarquía, la dictadura argentina, las relaciones familiares y los cambios sociales producidos en las últimas décadas. Lo hace sin renunciar a mezclar el realismo hegemónico, la base de una novela ubicada en escenarios reales de Argentina y Londres, con episodios fantásticos que, pese a su menor presencia, tienen una importancia central en la novela.

Es en estos pasajes donde encontramos uno de los pocos puntos débiles, a mi juicio, de Nuestra parte de noche. Como suele ocurrir en los relatos fantásticos, el mundo de los fantasmas o de los muertos en el que se introducen los personajes de la novela tiene sus propias reglas, que la narradora debe explicar al lector, ya que no son las del universo real. Se trata de un recurso necesario para que comprender qué está permitido y qué no en esta dimensión y cómo influye en la vida de los protagonistas, pero que a veces ralentiza el ritmo de la obra.

De todas formas, Enríquez integra perfectamente estos episodios fantásticos, y este es otro de los aciertos del libro, valiéndose de ambientes donde estos hechos se adecúan con facilidad como son la selva o las reuniones de una sociedad secreta y exclusiva, la Orden, formada por adoradores de un rito de tintes satánicos pero unidos también por su poder económico y político.

Otro de los aspectos destacados de Nuestra parte de la noche es el retrato que hace de las difíciles relaciones que se suelen establecer entre la familia. El texto cuenta cómo una rica familia argentina perteneciente a la Orden, adopta y un niño pobre y soluciona sus problemas cardiacos porque descubren que es un médium capaz de establecer comunicaciones con la Oscuridad, acto fundamental para este culto secreto. Este niño, Juan, acabará teniendo junto a Rosario, otro miembro de la familia, un hijo, Gaspar, que también es médium. La novela se centra en esa doble dinámica de protección de la nueva generación y oposición a la anterior que es habitual en las familias poderosas, ávidas de perpetuar su poder, pero que aquí adquiere una nueva dimensión por los poderes de Gaspar.

En definitiva, estamos ante una excelente novela que transita varias décadas de la historia familiar y de Argentina y que en cuya crudeza, los sacrificios y torturas de la Orden, encontramos ecos de los desmanes provocados por la dictadura militar con la connivencia, cuando no colaboración, de la oligarquía del país.  

Reseña publicada en El Noroeste: