Escuchar Irán, Patricia Almárcegui, Newcastle
Ediciones, 2016, 140 págs., 6€.
El conocimiento que,
desde España, poseemos de Irán está basado en tópicos. Tópicos asociados a su
ubicación geográfica, entre dos países tan marcados por conflictos recientes como
son Irak y Afganistán, o a su religión mayoritaria, el Islam. Afortunadamente,
la percepción general de Irán desde Occidente ha mejorado en los últimos años y
ya aparece representado como un posible socio comercial. Para el lector
interesado en desterrar esos prejuicios que aún subyacen en la opinión pública
de nuestro país y conocer mejor al estado persa es recomendable la lectura de
este Escuchar Irán de Patricia Almarcegui.
Lo primero que llama
la atención, incluso antes de comenzar a leer volumen, es el perfil de su
autora. Echando un vistazo a su trayectoria profesional observamos que su
conocimiento de Irán y de otros países de la zona es profundo. Almarcegui
colabora en varios medios de comunicación con artículos sobre la cultura y la
política de la zona y es la autora de otro libro de inminente aparición que
lleva el sugerente título de Una viajera por Asia Central. Además, su perfil de
investigadora la ha llevado a publicar varios ensayos sobre la literatura de
viaje. En Escuchar Irán se aprecia esta doble especialización y son frecuentes
tanto las referencias a la Historia de Persia como a los principales teóricos
sobre la narrativa viajera.
A pesar de que esta
vertiente ensayística aparece a lo largo de toda la obra, el libro no es una
obra fría que analiza de manera meramente teórica la realidad del país;
Escuchar Irán es, ante todo, la narración del viaje que Almarcegui realizó
durante varias semanas a Irán en el verano de 2005. Este periplo por varias de
las ciudades más turísticas del país tuvo dos características que determinan la
naturaleza del libro. La primera es la distancia temporal, una década, entre el
viaje y la publicación de la obra; la segunda es el hecho de que la autora
realizara gran parte del itinerario en solitario.
Viajar sin compañía no
es un hecho que llame la atención en Europa; pero el que una mujer occidental recorra a solas un
país islámico como Irán provoca situaciones de distinto cariz que Almarcegui
refleja en el libro. Algunos de los iraníes con los que se encuentra le
expresan la perplejidad que les provoca el tipo de viaje que está realizando.
En algunas ocasiones, cree que algunos hombres la siguen por la calle, sensación
que comparte con las mujeres autóctonas con las que charla. Esta cercanía con
las chicas que se le acercan en cualquier ciudad para hablar con ella es el
lado positivo de viajar sola. Estas conversaciones y la experiencia propia dan
a varios pasajes del libro un carácter feminista que busca romper con muchos
tópicos asociados a la mujer tanto en Oriente como en Occidente.
Los diez años que han
pasado desde el viaje permiten a la autora ofrecer una perspectiva más amplia
de lo que significó para ella. Enriquece las reflexiones del presente con
fragmentos del diario que llevó durante su periplo y que nos muestran las
sensaciones más personales de la experiencia vivida. Consigue Almarcegui, en su
relato desprejuiciado aunque nada edulcorado de la realidad iraní, prender en
el lector el deseo de conocer mejor el país.