Paris-Austerlitz, Rafael Chirbes, Anagrama, 2016, 153 págs., 15€.
Existen demasiados prejuicios sobre las obras póstumas. Que una editorial publique una novela meses después del fallecimiento del autor suele provocar sentimientos encontrados entre los lectores. Por un lado, existe cierta sospecha, especialmente si se trata de manuscritos que el escritor no dio por terminados, de que el sello ha podido aprovechar el fúnebre tirón mediático para aumentar las ventas. Por otro, se suelen leer con cierta benevolencia estas obras por respeto hacia el finado. En el caso que aquí nos ocupa, una novela que Chirbes terminó tres meses antes de su fallecimiento, debemos desprendernos de estos prejuicios y disfrutar de una obra sublime.
Seguramente París-Austerlitz no alcance la excelencia de En la orilla(2013), su premiada anterior novela, pero no es una obra menor en la trayectoria de este narrador clave en la literatura española contemporánea. Chirbes, tal y como apunta al final del libro, tardó veinte años en escribir esta historia, en una labor intermitente y, suponemos, obsesiva que lo llevó a desprender al libro de todo aquello que no le era necesario. París-Austerlitz es esa pequeña y poco suntuosa joya a la que el paciente orfebre dedica un número infinito de horas de trabajo hasta que queda perfectamente engastada. Es una obra con un equilibrio interno sólido y con un acabado estilístico preciso en su aparente sencillez. Ambas características bastan para prestarle atención, pero, además, narra una historia de gran interés.
La novela cuenta la apasionada y tormentosa relación entre Michel, un obrero francés en la cincuentena, y el narrador, un pintor español de clase alta veinte años más joven. De manera desordenada, Chirbes relata desde el inicio de su amor, tras conocerse de manera fortuita en un restaurante y pasar esa primera noche juntos, hasta la separación y la posterior y fría relación, pasando por todos los vaivenes que su pasión sufre. El narrador valenciano sitúa la historia en distintos escenarios de París, en un retrato de la capital francesa que no se queda en lo meramente turístico y que amplía su mirada hacia los rincones más populares e incluso turbios.
A pesar de que el artista español es el narrador, y desde su perspectiva, a veces nostálgica, a veces descreída, conocemos los vericuetos de la relación de pareja, es el personaje de Michel el más interesante de París-Austerlitz. La solidez externa de su cuerpo, se le describe como un musculoso campesino normando curtido en las fábricas parisinas, contrasta con su vulnerabilidad sentimental. Su tendencia a entregarse sin reservas a su amante lo lleva a sufrir con los celos, mientras están juntos, o a entrar en una espiral de promiscuidad y alcoholismo, cuando es abandonado por el narrador. Es un personaje duro y tierno a la vez, pasional y obsesivo; una creación poliédrica que Chirbes nos lega en su última novela.
Además de por el desdén de su amante, Michel acaba vencido por el SIDA, que postra su sólida estructura en un hospital, en una época en la que esta enfermedad era una plaga (palabra que emplea el narrador para referirse a ella) para los homosexuales europeos. Este mal es la última cicatriz en un personaje marcado por los rechazos amorosos, por el suicidio de su padre y por el desprecio de su padrastro hacia su madre.
Reseña publicada en El Noroeste.