jueves, 22 de febrero de 2024

Perro negro - Miguel Ángel Oeste


 
Perro negro, Miguel Ángel Oeste, Tusquets, 288 págs.

     De entre todos los miembros del siniestro “club de los 27” (los músicos famosos que fallecieron a esa edad) es Nick Drake uno de los que menos encaja con algunos de los estereotipos asociados a él. En primer lugar, aunque esto es anecdótico, ni siquiera llegó a cumplir esa edad ya que se suicidó con veintiséis años.  Además, al contrario que los Cobain, Hendrix o Joplin, Drake no fue un músico de éxito en vida y solo tras su trágica y prematura muerte se ha convertido en un autor de culto para un número amplio de amantes de su música delicada y poética. Sin embargo, y tal y como Miguel Ángel Oeste nos muestra en Perro negro, sí encontramos en su biografía algunos de los hitos más recurrentes de estos artistas.

    En primer lugar, y lo que es más importante, Drake fue el autor de tres discos excelentes que han tenido un amplio eco en autores de generaciones posteriores. Además, poseyó una personalidad atormentada, con estancias en centros psiquiátricos y con tratamientos que no siempre le ayudaron a superar los miedos que le atenazaban en el escenario, donde apenas fue capaz de dar un puñado de conciertos por su miedo escénico, y su frustración por no hallar más que el éxito, el cariño del público. El fracaso comercial de sus tres discos fue, según se defiende en la novela, un elemento fundamental en el descenso a los infiernos de un joven que en su adolescencia y antes de dedicarse a la música aparece con una alegría y unas ganas de vivir que no se asocian al chico melancólico que las letras de sus canciones y su pose en las fotografías de su época de cantautor han dejado en la memoria colectiva.

    Con estos mimbres, un joven de una gran sensibilidad y enorme atractivo, con un padre autoritario que le exige estudiar o trabajar, y una relación de amor y odio con la música, Oeste podría haber optado por una biografía canónica o, en un ámbito más cercano a lo que es Perro negro, por una novelización de la vida de Drake que siguiera su naufragio vital. Sin embargo, y de manera inteligente desde mi punto de vista, el autor malagueño opta por dejar fuera de plano al músico y crear una historia protagonizada no directamente por él sino por varios personajes que se mueven a su alrededor, atraídos por su magnética y esquiva personalidad. Entre ellos aparecen los padres y Gabrielle, la hermana de Nick, Sophia, una enigmática joven que tuvo una relación ambigua con el músico que se sintió obsesionado por ella, diversos amigos y colaboradores de Nick que van aportando su perspectiva de alguien al que los años han convertido en leyenda. Pero son dos de estas personas las verdaderas protagonistas de la novela: Richard y Janet.

    El primero es un exitoso actor, inspirado en el trágicamente fallecido Heath Ledger como el autor reconoce en el epílogo, que desea realizar una película sobre Drake y comienza a documentarse sobre su vida. Entre los amigos de Nick con los que se entrevista se encuentra Janet, que conoció en el vibrante Londres de finales de los sesenta al músico y que compartió algunos momentos con él estableciendo una relación que basculó entre el interés (se la llega a definir como “groupie”) y una especie de amor platónico que jamás se hizo físico. La obsesión de Richard por la figura del cantautor inglés va pareja al deterioro de su propia salud mental; el actor, a la par que va conociendo más sobre Drake, entra en una espiral de drogas y de soledad cada vez mayor que lo alejan de Erika, su pareja. Por su parte, Janet también arrastra serios problemas mentales arraigados en su difícil infancia (en la que perdió a toda su familia) y en el desinterés que su idolatrado Nick mostró por ella y que provocaron que viva encerrada durante más de treinta años en un apartamento neoyorquino.

    Perro negro es una novela interesante, mucho mejor en la segunda parte (cuando se alternan las voces de Richard y Janet) que en la primera (algo errática), en la que hallamos mucho más que la historia del músico Nick Drake. Oeste crea una obra en la que los tres protagonistas (Janet, Richard y el propio cantautor) se ven arrastrados hacia las simas más oscuras de sus interiores. 

domingo, 4 de febrero de 2024

La mala costumbre - Alana S. Portero

 


El vía crucis de la disforia de género. Sobre La mala costumbre  de Alana S. Portero.

 

Actualmente la disforia de género afecta a muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y, aunque se trata de una situación que suele ser complicada, existe cada vez mayor concienciación en la sociedad española. Por supuesto, hay un camino largo aún por recorrer como colectividad, pero las personas que la sufren y sus familiares poseen bastantes referentes de personas que han cambiado de género. Sin embargo, en los años ochenta y noventa, que ya no están tan cerca como muchos de nosotros aún nos creemos, la transexualidad se veía con numerosos prejuicios y era muy poco aceptada en nuestro país. ¿Cómo era crecer en aquel país para una persona trans? Alana S. Portero responde a ello en este libro tan difícil como necesario y tan brutal como bonito.

La protagonista, que tiene mucho de la autora aunque ella ha aclarado que esta novela no es una autobiografía, es una niña que ha nacido en el cuerpo de un niño y que habita en los años ochenta en el madrileño barrio de San Blas, una zona obrera muy alejada (más cultural que geográficamente) del centro de la capital. Como apunta la narradora “todas las niñas trans crecemos solas” (78) y, en este caso, lo debe hacer arrastrando la negación de su propia identidad y los prejuicios de los demás. Se establece a lo largo de toda la infancia de la narradora una lucha entre lo que los demás esperan de ella, su madre quiere “un machote”, y lo que en su interior anida aunque no sea fácil ponerle nombre y los espejos se conviertan en el peor enemigo posible ya que devuelven una imagen que no es la que siente como la real. Por ello, durante todo el libro, que se centra en los primeros años de la protagonista pero que también llega hasta la juventud pasando por la adolescencia, la narradora debe luchar contra la disforia a lo largo de un camino que está lleno de lágrimas, incomprensión, violencia, rechazo y enfermedades mentales.

Sin embargo, durante todos estos años de vía crucis, la narradora encuentra una serie personas que la ayudan, conformando una especie de panteón laico al que va dedicando varios capítulos del libro. Quizás las más importantes, por su carácter de referente, son las mujeres transexuales que va conociendo en su infancia y juventud. Destacan entre ellas La Peluca, una vecina de San Blas al que todo el mundo teme, Eugenia, una prostituta del centro de Madrid, y, sobre todo, Margarita. Esta mujer, que vive durante la infancia de la narradora en un piso cercano junto a su anciana madre, representa el lugar que durante tantos años hubieron de ocupar las transexuales en nuestra sociedad; tras ejercer la prostitución durante años, en su madurez debe adoptar un perfil bajo, sin provocar escándalos y ayudando a los demás, para ser aceptada, aunque nunca con un trato igualitario, en el barrio. El ejemplo de dignidad de Margarita y la ternura en la relación que establece años después con ella la protagonista cuando ya es una adulta se encuentran entre lo mejor del libro.

También mitigarán la terrible amargura de la protagonista, enfrentada durante toda su vida a la disforia, algunos hombres homosexuales, como Jay, su primero amor, o Antonio, el dueño de un bar de Chueca donde encuentra, por primera vez, un lugar seguro. La familia también aparece como un espacio de amparo, con unos padres y un hermano mayor protectores, aunque no de total libertad, ya que ni ellos ni la protagonista parecen nunca preparados para afrontar la conversación sobre su verdadera identidad. Además, la llegada de este momento se va dilatando por algunos episodios de violencia que sufre cuando intenta integrarse en espacios típicamente masculinos como un gimnasio donde aprende kárate o la grada de un estadio de fútbol. En ambos sufrirá ataques, verbales en el primer caso y físicos en el segundo, que provocarán que la narradora acabe retrayéndose aún más.  

Además de la lucha contra la disforia de género de la protagonista, en La mala costumbre destaca también el retrato que Alana S. Portero realiza de la vida en un barrio obrero de Madrid durante los años ochenta. La descripción de San Blas está despojado de casi cualquier rastro de nostalgia, salvo el elogio de la solidaridad existente en la época que hoy ha desaparecido, y se nos muestra con crudeza la difícil vida de familias como la suya. Con una acusada conciencia de clase, la narradora critica las trabas que se les ponían a los habitantes de su barrio como la precariedad de las viviendas, las duras condiciones laborales o la lacra de la heroína, que acabó con una generación entera de jóvenes. Aunque el libro se centra en las dificultades que debían soportar mujeres trans como Margarita, también se critica la tolerancia que existía en aquella sociedad con la violencia machista, ejemplificada en Aurelio, el brutal vecino que maltrata sin piedad a su mujer y sus hijos.

Los capítulos dedicados a su juventud no son alcanzan el nivel que, desde mi punto de vista, posee el excepcional relato de la infancia de la narradora en este duro contexto. Creo que una de las razones de que esta parte central no sea del todo redonda es el abuso de la alegoría (emplea términos como “ninfa” y “hombres-dragones”) en la narración de episodios sórdidos como los encuentros en cuartos oscuros. Sin embargo, el libro vuelve a remontar en su fase final, donde la narradora, en la treintena, debe regresar a la casa familiar por la precariedad de su contrato laboral. Es allí cuando se produce el ya relatado reencuentro con Margarita que será fundamental para que la protagonista, acabe, por fin, enfrentando sus miedos.

Alana S. Portero ha escrito un libro sobresaliente, crudo y violento pero también tierno y esperanzado. Una obra sobre las dificultades que tiene que enfrentar la protagonista para aceptarse a sí misma y ser la mujer que es.


Reseña publicada en La Verdad. 



lunes, 22 de enero de 2024

Kilómetro 101, Maxim Ósipov

 


Kilómetro 101, Maxim Ósipov, Libros del Asteroide, 2024, 232 págs.

 

Aunque aparezca a diario en nuestros medios de comunicación, desde España es poco lo que se sabe del día a día de Rusia. Se trata de un país alejado geográficamente y al que ahora mismo es difícil acceder con nuestro pasaporte. Frente a las cuestiones políticas y bélicas que todos conocemos, la vida cotidiana de los rusos y su forma de ser no suelen ocupar un lugar preponderante en nuestro imaginario. Por suerte, tenemos la literatura y, en el caso ruso, una enorme tradición que sí que ha permeado mediante sus traducciones en nuestro país. Para conocer mejor la idiosincrasia del pueblo ruso ahora se publica en España, con traducción de Ricardo de San Vicente, este punzante y esclarecedor libro de Maxim Ósipov.

Y es que el principal valor de la primera y principal sección del libro, titulada como la obra y cuyo subtítulo es definitorio (“Crónica de la vida de provincias”), nos narra el día a día de un cardiólogo en la pequeña localidad de N. Es evidente el trasfondo autobiográfico de estas páginas ya que Ósipov se dedica a la misma especialidad médica y se asentó en Tarusa, la pequeña ciudad que comparta muchos rasgos con N. Las razones para trasladarse allí son dos: por un lado pretende alejarse de Moscú y por otro volver a la población en la que vivió de niño y a la que su bisabuelo, también médico, se asentó en una especie de exilio interior que compartieron muchos intelectuales y que les obligaba a elegir ciudades como esta situadas a más de 100 kilómetros de la capital (de ahí el título del libro).

A lo largo de esta primera mitad del libro el autor va encadenando anécdotas en el hospital de N. con reflexiones sobre las peculiaridades rusas. Así, vamos conociendo la corrupción, cierto fatalismo, un humor más bien negro, los estragos del alcoholismo, la nostalgia de la época soviética y también las precarias condiciones que tienen que enfrentar los trabajadores del hospital. El estilo de Ósipov destaca por su humor irónico y por su inteligencia, pero también por cierta falta de cohesión, se salta de un episodio a otro sin apenas transición, que al principio puede dificultar la lectura. También destacan las frecuentes referencias o citas de libros de autores rusos o de la Biblia, que muestran la importancia de la cultura en una ciudad a la que se vincularon numerosos artistas como la poeta  Marina Tsvetáyeva.

La segunda parte del libro está formada por textos que, si bien ahondan en los mismos temas y están protagonizados por médicos en los que encontramos de nuevo ecos del autor, sí poseen estructuras más cercanas al relato. Así, se narran el largo viaje en tren del protagonista para asistir a un congreso, en el que coincidirá con dos peculiares personajes del hampa local, la aventura que supone conseguir la vacuna del coronavirus y una rápida y delirante visita a Estados Unidos para acompañar a una paciente. Mención aparte merece el último texto, en el que se cambia totalmente de tono por uno mucho más serio para narrar cómo el autor logró escapar de Rusia y del régimen de Putin al inicio de la guerra de Ucrania para establecerse en Alemania. Las reflexiones aquí son de un calado mayor por la terrible circunstancia en la que se ven envueltos tanto el narrador como el país.  

Kilómetro 101 se nos presenta, por lo tanto, como un libro estupendo para conocer mejor la compleja realidad rusa contemporánea.

domingo, 7 de enero de 2024

Maldeniña - Lorena Salazar Masso

 


La infancia borrada. Sobre Maldeniña de Lorena Salazar Masso

 

Planteaba la colombiana Lorena Salazar Masso (Medellín, 1991) en su anterior novela, Esta herida llena de peces, una historia sobre las dificultades de la maternidad y sobre cómo esta acaba vinculándose a la situación económica y social en la que vive la persona que la ejerce. Dos años después de aquel excelente debut en el género, la editorial Tránsito publica esta novela que viene a confirmar a Salazar Masso como una autor a seguir y que, en cierta manera, funciona como el envés de su primera obra.

 

Si, como ya he señalado, la maternidad era el tema principal en aquella, en Maldeniña es su ausencia la que determinará toda la trama. Isa, la niña protagonista, no conoció a su madre y vive con un padre que apenas la cuida y que parece, en algunas ocasiones, haberla incluso olvidado. Muy significativo es el episodio en el que Isa se cruza con su padre a las afueras del pueblo en el que viven y él parece no reconocerla, como si no tuviera una hija. Este desamparo producido por su casi orfandad determina el carácter del personaje principal, que en algunos aspectos parece mucho mayor que los niños de su edad, como si su situación familiar la hubiera empujado hacia una precoz madurez que acaba mostrándose como insuficiente al tener que enfrentarse a situaciones que por su edad no comprende o sabe gestionar. La autora acierta plenamente en la creación de Isa, ya que la dota de un carácter resolutivo (se niega a ir al colegio o a jugar con otros niños) y de una independencia provocada por el escaso cuidado que recibe de su padre que conviven con la inocencia de su mirada; al fin y al cabo es una niña inteligente y fantasiosa pero que desconoce las dobleces del complicado mundo de los adultos.

 

El otro elemento que contrapone a ambas novelas es el movimiento; frente al carácter de road movie acuática de Esta herida llena de peces, cuya historia está vinculada a un viaje a través del colombiano río Atrato, en esta segunda obra los personajes principales permanecen anclados en el pueblo que habitan. Además, el carácter de sitio de paso de este, al lado de una carretera a cuyos viajeros ofrecen servicios, determina también la falta de infraestructuras (no hay ni un centro médico) y las estrecheces que sus habitantes deben sufrir a menudo, por ejemplo, cuando los camioneros inician una huelga. Isa no tiene más horizonte que la estrecha franja en la que la localidad se encuentra entre la montaña y la peligrosa carretera. Para la niña, cruzarla o caminar junto a ella suponen actos casi temerarios que tiene prohibidos.

 

La localización geográfica de la villa determinan a su vez el carácter de los dos espacios en los que la niña pasa la mayor parte del tiempo: el hotel y la cantina. Ambos son sitios desvencijados, de una pobreza enorme y cuya viabilidad está vinculada a que los viajeros sigan parando en el pueblo. El hotel está regentado por el padre de Isa, aunque sus continuas ausencias deja su gobierno en manos de empleados como Bere o Gil, que se ocupan también de las necesidades básicas de la niña, aunque no de cuidarla. A pesar de que padre e hija comparten habitación, el progenitor apenas le presta atención a ella, lo que unido al hecho de que el hotel sea por definición un sitio de paso, dejan a Isa sin un verdadero hogar. Este sea quizás el motivo de que la niña acuda tan a menudo a la cantina vecina, donde el dueño, Vargas, la cuida y la alimenta mejor que su padre, pero no puede evitar la amenaza de algunos de los borrachos que pueblan el local. Isa se va criando allí en un ambiente que no es el más idóneo para una niña, entre boleros y aguardiente, pero al que termina volviendo por la familiaridad que allí encuentra.

 

Esta búsqueda de una familia espuria que viene determinada por naturaleza de su familia real (la ausencia de la madre, el olvido del padre y la mala relación con su tía José) determina las relaciones de Isa con el resto de habitantes del pueblo. A lo largo de la novela entabla amistad, además de con el cantinero Vargas, con otras mujeres con las que busca esa complicidad que no halla en el entorno familiar ni en el colegio, con los niños de su edad. Así, la protagonista se acerca primero a Dora, con quien cocina ají, y después a Virginia, que la aloja en su casa cuando Isa decide hacer una huelga para atraer la atención de su padre. Con ambas y con el dueño de la cantina buscará también, a pesar de su corta edad, un trabajo que pueda paliar las dificultades económicas a las que las ausencias del padre, la poca afluencia al hotel y la progresiva ausencia de enseres en este parecen abocar a la familia. Existe también en este afán por trabajar un deseo de reafirmar su independencia (frente a José, que parece querer adoptarla y de su padre, para el que no quiere ser una carga) y su madurez. Entre estos personajes secundarios con los que la protagonista se relaciona destaca también Hija Cristina, la loca del pueblo, que somete a Isa a un conjuro para librarla del dolor de barriga que sufre y que ella nombra como “maldeniña”.

 

Lorena Salazar Masso nos ofrece una novela dura, en la que el abandono o incluso el abuso son relatados desde la inocente perspectiva de la niña, pero cargada de un lirismo que también estaba en su primera novela. El libro nos ofrece la historia de Isa mediante una prosa en la que se incluyen frecuentes metáforas y que a veces se acerca a territorios del realismo mágico, como en ese episodio en el que la niña hunde sus manos en la tierra como remedio para el picor.


Reseña publicada en La Verdad. 




lunes, 25 de diciembre de 2023

Polvo en los zapatos - Manuel Moyano


 

Polvo en los zapatos, Manuel Moyano. 


Seguramente sea Manuel Moyano uno de los escritores más versátiles del panorama nacional. Ha cultivado, y siempre de manera notable, el microrrelato, el cuento, el ensayo, el libro de viaje y distintos subgéneros de la novela. Con Polvo en los zapatos suma el diario a su amplia trayectoria consiguiendo algo tan complicado como es destilar literatura de la cotidianidad sin emplear el recurso de la ficción. En las páginas de este libro, que recorren los años 2018, 2019 y el comienzo de 2020, hallamos viajes, encuentros con otros autores, muchas lecturas y reflexiones de distinto tipo. Pero son las entradas más íntimas, aquellas dedicadas al fallecimiento de su padre y en las que cambia el narrador en primera por la segunda persona, donde el libro alcanza una cota más alta. También es interesante el carácter metaliterario que a menudo adquiere la obra, algo normal al retratar la vida de un autor. Algunas de las entradas de este diario reflexionan sobre el propio texto, sobre sus dificultades y también sobre las razones de iniciarlo, auspiciado por el periodista Ángel Montiel, y para cerrarlo. Además, se relatan en estas páginas el viaje que realiza a Sierra Morena y cuyo resultado será otro libro, el magnífico La frontera interior, en una especie de estructura en abismo donde la tramoya de la preparación una obra se cuenta en otra. Un diario de gran interés para descubrir que a menudo importa más la mirada del autor que los sucesos que se relatan.  

sábado, 16 de diciembre de 2023

El desierto blanco - Luis López Carrasco



 El recuerdo de nuestro presente. Sobre El desierto blanco de Luis López Carrasco.

 

            Existen entre el cine y la narrativa evidentes diferencias, relacionadas con el carácter visual del primero y el escrito de la segunda, pero también concomitancias que suelen encontrarse en los diálogos o en el armazón del relato que sustenta tanto a una novela como a una película. Por ello, es normal tratar de hallar reminiscencias en El desierto blanco del cine de su autor Luis López Carrasco, aclamado cineasta con películas de corte experimental, como El futuro (2013), pero también reivindicativas, como El año del descubrimiento (2020) que mereció el Goya al mejor largometraje por su original recuerdo de la lucha obrera de la Cartagena de 1992. Creo que en su primera novela, con la que ha conseguido el prestigioso Premio Herralde, López Carrasco se mueve entre ambas coordenadas, una trama con una temporalidad dislocada y algunas secciones de componente social (especialmente en la primera sección), aunque considero que es otro el tema principal del libro. El autor nos propone una mirada retrospectiva a nuestro presente, tratando de imaginar cómo será visto en el futuro el tiempo que ahora transitamos.

            Este mecanismo, que tiene algo de paradójico, vehicula las cinco partes del libro al ofrecernos otros tantos relatos ubicados en nuestra época (especialmente en la segunda década del siglo XX) pero desde la mirada de un narrador que vive en 2035. Para conseguir el efecto de inmersión en esta mirada futura, se emplea un recurso sencillo y casi irónico: a lo largo del libro se incluyen notas al pie de página explicando referencias a nuestra época (por ejemplo, el significado de TDT o CD o la biografía del presidente Rodríguez Zapatero) que pudiera desconocer un lector de la década próxima. Aunque esta perspectiva podría hacernos pensar en un libro de carácter distópico o de ciencia ficción (como muchos de los relatos de Europa (2014), el primer libro del autor) lo cierto es que el presente de la narración sirve solo como atalaya para ofrecernos ese recuerdo de nuestro tiempo que López Carrasco construye. De ese 2035 tan solo sabemos que Carlos, el principal narrador, vive en lugar alejado y desértico, cuyas coordenadas no conocemos hasta el final, con Aitana, su mujer, y sus dos hijas y algunos pocos datos más (cortes de electricidad, emigraciones al norte, poderosos que esconden sus palacios tras cristales reflectantes) que se nos ofrecen en el tercer y, especialmente, en el último capítulo, el único que está situado íntegramente en ese futuro. A pesar de que finalmente casi nada se nos cuenta del presente del narrador, su enfoque retrospectivo es el que otorga armazón a cinco historias que, salvo por ello y por la recurrencia de algunos personajes, poseen casi independencia entre sí.

            En el primero de ellos, “La superviviente”, es donde hallamos un mayor componente de crítica social de todo el libro; el texto nos lleva a la España en crisis de 2010 donde unos aún veinteañeros Carlos y Aitana luchan contra las dificultades del mercado laboral y asumen la precariedad de las escasas oportunidades que se les ofrecen. Él asiste a una peculiar entrevista de trabajo mientras que ella sufre el nepotismo al intentar lograr un puesto en una radio generalista. Considero esta sección como la más interesante del libro por su acertado retrato de los crueles mecanismos del mercado laboral. Destacan tanto la escena inicial, Carlos en una original dinámica de grupo para conseguir un trabajo, como las descripciones de las pocas salidas que tenían en aquella época (y en esta, añado yo) los estudiantes de Humanidades, así como la mordaz descripción de unos famosos centros comerciales.

            Si el trabajo centra esta primera sección, la tercera y la cuarta están orientadas a describir los otros dos pilares de toda pareja joven: la familia y los amigos. En “Marte florecido” es Aitana, por primera y última vez en el libro, la narradora; mientras ultima los preparativos para mudarse a ese “desierto blanco” que les espera, recuerda su primera visita a la familia de Carlos. Ofrece de ella su perspectiva, la del extraño que entra a formar parte de un núcleo tan asentado como es el de unos padres y sus hijos (así como la abuela y otros parientes cercanos) y en el que Aitana acaba siendo confidente de su suegra. Se establece un paralelismo entre esa visión de recién llegado de la mujer a la familia con su descripción del paisaje del sureste español desde su perspectiva de norteña. Los vínculos que establece la amistad en torno a la veintena y que se suelen diluir en la siguiente década son los protagonistas de la cuarta sección: “Espectro liberado”, en la que Carlos y Aitana se reúnen con varios amigos en una casa en la sierra madrileña para pasar juntos una Nochevieja.

            Aunque la última sección es la única ubicada solamente en el futuro, en ella, titulada “La línea del horizonte”, el pasado vuelve a adquirir protagonismo. Desde su lejano exilio, Carlos recibe varios correos electrónicos en forma de diario en los que su hermano le va contando sus progresos en la casa de campo donde veraneaban y a la que ha vuelto tras ser expulsado de su trabajo en la universidad por sus ideas políticas. En sus palabras se mezclan los recuerdos del pasado familiar con un proyecto que le acaba obsesionando: visitar todos los puntos del horizonte visibles desde la vivienda. Al igual que esta parte, “Océano de luz” tampoco está protagonizado ni por Carlos ni por Aitana, sino por Jimena, una amiga de la pareja que en 2019 toma un vuelo entre Dubái y Sídney que acaba aterrizando de emergencia en una pequeña isla, provocando una situación que recuerda al comienzo de Lost, serie que se cita en una las notas a pie de página del libro.

            Luis López Carrasco logra en su primera novela un libro notable, de una gran inteligencia y con una prosa que a en ocasiones alcanza la excelencia, especialmente en las descripciones de los paisajes. Posee el libro una mezcla entre lo autobiográfico (hay frecuentes referencias a Madrid y a Murcia, los lugares en los que el autor ha vivido) y lo generacional (los protagonistas han nacido a principios de los años 80) que acaban por darle un barniz personal. 

Publicado en La Verdad.



jueves, 30 de noviembre de 2023

Biografía del fuego - Carlota Gurt




 Biografía del fuego, Carlota Gurt, Libros del Asteroide, 2023, 195 págs.

 

Tras su excelente novela Sola (2021), Carlota Gurt retorna al cuento con esta Biografía del fuego, una colección de relatos algo irregular, pero en la que se agradece su valentía y su apuesta por hacer que el género abandone sus caminos más trillados.

Los cuentos a menudo evitan la estructura clásica de presentación, nudo y desenlace para ofrecer narraciones mucho más abiertas, en las que con frecuencia el lector queda sorprendido por un final abierto o por la (aparente) incoherencia de la trama. En muchas ocasiones Gurt sale airosa de este riesgo que corre y nos ofrece relatos magnéticos como “Prohibido especular”, sobre una taquillera de un lugar cuya verdadera naturaleza ella misma desconoce, “Todavía queda oxígeno”, esa biografía del fuego de la protagonista a la que alude el título de la colección, o “Y muy raramente, la muerte”, en el que un hombre se aísla en una casa de campo durante una semana. Sin embargo, otros cuentos quedan demasiado en el aire y no he terminado de engancharme a historias sobre la obsesión de un hombre por la estrechez de su dormitorio, “Tectónica de placas”, sobre un vuelo parabólico, “Amor”, o al último del libro, “Balas de paja”, el más ambiguo del conjunto.

Junto a estos textos de estructura más abierta existen otros de planteamiento más habitual en los que encontramos varias tendencias que otorgan una unidad, que como más tarde veremos, es esencial para Carlota Gurt. En primer lugar, tenemos el carácter metaliterario de algunos relatos, en los que se pone el foco en la propia escritura del texto. En relación a esta tendencia podemos citar “La máquina inmensa”, sobre una mujer que imagina un relato mientras se despide de su pareja, con la que acaba de romper, o el final de “Dinosaurios”, donde el narrador conjetura posibles finales de la historia. Otro elemento en común es el carácter cinético de muchos de los relatos, que se estructuran como pequeñas road movies en las que la presencia de los personajes en los coches cobra gran importancia. En este grupo están el ya citado “Dinosaurios”, sobre una pareja que recoge a una autoestopista, “Todavía queda oxígeno”, en la que la protagonista conduce acompañada por sus hijos, y, especialmente, “Los tullidos”, sobre el viaje por Francia de una familia.

Pero quizás el hecho que más llame la atención de Biografía del fuego tenga que ver con el aviso que la autora incluye al principio del libro: “Instrucciones de uso: leer los cuentos en orden y no más de dos seguidos”. Mientras que la segunda recomendación tiene que ver más con la intención de que el lector dosifique la lectura del libro, la primera es muy interesante en cuanto a la composición del volumen. Si bien en ningún caso se trata de una de esas novelas que actualmente comienzan a proliferar y que están compuestas por capítulos que se pueden leer como relatos, cada texto de este libro posee un carácter independiente, existen ciertas alusiones entre ellos. No se trata de continuaciones ni siquiera de distintas versiones de la misma historia, estamos ante relaciones más sutiles, como un personaje que aparece en un cuento y protagoniza otro. Es el caso, por ejemplo, de la ingeniera que acepta la complicada construcción de un túnel en Japón de “Hokkaido” o de la mujer de “Mis tanques”, que vive dentro de ellos.

Con sus momentos más inspirados y con otros que no hacen la lectura tan atractiva, Biografía del fuego es un volumen interesante y que muestran, al igual que hacía Sola, a una autora muy personal y a la que hay que seguir la pista. 

domingo, 22 de octubre de 2023

Los que escuchan - Diego Sánchez Aguilar

 


Los que escuchan, Diego Sánchez Aguilar, Candaya, 2023, 540 págs.

 

Uno de los mayores males de nuestra época es la ansiedad. Numerosas personas sufren en mayor o menor medida esta enfermedad que está profundamente arraigada en la sociedad actual por su frenético ritmo de vida y por las exigencias del mercado laboral, principalmente. Asunción y Esperanza, las dos protagonistas de la nueva novela del cartagenero Diego Sánchez Aguilar, sufren ansiedad, como tantos otros miles de ciudadanos. A pesar de ser hermanas, la raíz de la dolencia en cada una de ellas es totalmente diferente, como diferentes son sus vidas y su forma de enfrentarse al futuro. Haciendo un paralelismo con la dicotomía de actitudes que antes los medios de masas definió Umberto Eco en los años sesenta, podemos señalar que Esperanza sería “apocalíptica”, “antisistema” con un término más actual, mientras que Asunción asume (el simbolismo de los nombres es claro) las reglas del juego y sería, por lo tanto, “integrada”.

Esperanza representa ante los desmanes del capitalismo una actitud de rechazo que la ha llevado durante toda su vida a militar en diferentes movimientos como el okupa, a residir en una comuna hippie, a practicar el ecologismo más radical y, finalmente, acercarse a una especia de secta liderada por Ulises, un artista que conoció en sus años universitarios y cuyos postulados extremos provocan que la propia Esperanza dude de su cordura. Y es que a pesar de rechazar desde su adolescencia los mecanismos de la sociedad capitalista, mediante el misticismo religioso primero y después con el ejercicio del arte, el hecho de no encontrar en nada el alivio a la ecoansiedad que padece le hace replantearse las ideas que han sostenido su ideología. Esperanza parece haber claudicado al abandonar la vida alternativa que ha llevado y su militancia para volver al seno de la familia, que abandonó a los dieciocho años, para cuidar de su madre, enferma de Alzheimer.

Además de su desencanto, el detonante de su vuelta al redil familiar ha sido la llamada de Asunción, que le urge a ocuparse de su progenitora ya que “no tiene nada”. En el sistema de valores de la hermana mayor, Esperanza es una descarriada que ha de cuidar a la madre al no poseer nada de lo que para ella es la base de una vida plena: un marido, un hijo, un trabajo, una hipoteca. Asunción, desde su integración en el sistema, sí que posee todo ello, pero es, paradójicamente, el miedo a perderlo todo a partir de unos cambios en su empresa lo que le provoca la ansiedad. Además, comienza a escuchar un ruido (que el médico diagnostica como tinnitus, pero que ella asocia al extraño zumbido que miles de personas más oyen en todo el mundo sin que nadie les haga caso) que parece abocarla hacia la misma locura en la que acabó su padre.

Este extraño sonido obsesionará también a Ulises, cuya secta cree que en ese ruido y en otros infrasonidos que solo pueden escuchar unos pocos elegidos, “los acusmáticos”, están las claves para interpretar el futuro. Esta parte parece la más cercana a lo fantástico del libro, pero nos ofrece una perspectiva, representada en la propia Esperanza, que duda de su implicación en el grupo, de cómo en la actualidad muchos activistas son fácilmente eliminados del sistema tachándolos de locos. Además, el ruido parece ser hereditario ya que también comenzará a ser escuchado por Andrés, el hijo de doce años de Asunción. A pesar de que posee menos peso en la trama que su madre y su tía, considero a este personaje como una de las mejores creaciones del libro; Diego Sánchez Aguilar describe de manera excelente el hostil ambiente al que un niño “extraño” como Andrés, solitario, algo tartamudo y con un gran mundo interior, debe enfrentarse en el instituto al que asiste. El chaval recibe la enorme presión que sus padres ejercen sobre él para que triunfe en el deporte y en la escuela, para conseguir así la integración en el sistema que ellos mismos luchan por mantener y que simboliza su vivienda en una cara urbanización.

Las vidas de estos cuatro personajes y el desarrollo de la trama alcanzan un momento decisivo en el fin de semana en el que se celebra la Cumbre del Futuro en su ciudad, una importante reunión al más alto nivel para luchar contra el cambio climático. Este encuentro nos es narrado desde la perspectiva de Francia, una asesora que recibe el apelativo de la nación del presidente cuya imagen pública cuida. Desde la sala que comparte con el resto de asesores de los mandatorios, la mujer intenta asimilar el extraño suceso que ha tenido lugar en el momento culminante de la Cumbre del Futuro, que no tenía otra razón de ser para ellos que el “ecolavado” de sus jefes, y que ha sido saboteado por una famosa niña activista contra el cambio climático que recuerda a Greta Thunberg. En los tejemanejes de los asesores y en la agresiva campaña de la compañía de alarmas en la que trabaja Asunción descubrimos algunos de los aspectos más siniestros de la manipulación de masas que a través de las redes sociales se lleva a cabo con fines políticos o comerciales. Se trata de un tema que remite a Factbook. El libro de los hechos (2018), la anterior novela de Sánchez Aguilar, en la que un grupo de disidentes se unían en la aplicación que da título al libro para luchar contra el sistema ultraliberal que gobierna en la España imaginada por el autor.

Tanto por la extensión (más de medio millar de páginas) como por la densidad del libro, Los que escuchan se nos presenta como una obra apabullante, en la que el autor nos ofrece una potente sátira contra varios aspectos claves de nuestra sociedad. Desde el capitalismo al arte, pasando por el ecologismo, la familia o los límites del propio lenguaje, son muchos los temas sobre los que Sánchez Aguilar reflexiona en una novela que ofrece acertadas claves sobre cómo vivimos y, especialmente, cómo nos enfrentamos al futuro.


Reseña publicada en La Verdad. 



viernes, 15 de septiembre de 2023

Mi padre alemán - Ricardo Dudda

 


Mi padre alemán, Ricardo Dudda, Libros del Asteroide, 2023, 213 págs.

            Existe una tradición en la historia de la literatura de obras sobre la relación del autor con su progenitor. Podemos citar entre ellas a las Cartas al padre de Franz Kafka o la más reciente Saturno de Eduardo Halfon, pero son muchos los libros que ofrecen desde la perspectiva del hijo la imagen un hombre que se convierte, por motivos obvios, en un modelo fundamental en la vida del escritor. No siempre son sencillas estas relaciones, los dos casos citados están protagonizados por progenitores especialmente duros y severos, pero son interesantes para indagar en cómo se construye la masculinidad por imitación. Afortunadamente para él, el padre de Ricardo Dudda no fue un modelo tóxico y la relación entre ambos es cordial; sin embargo, la peculiar vida de Gernot Dudda convence a su hijo para contar su historia en este interesante libro.

            Se suele utilizar con demasiada frecuencia el sintagma “vida de película”, pero la del protagonista del libro realmente hace honor a esta expresión. Nacido en 1940 en Prusia Oriental, con cinco años debe abandonar su ciudad natal ya que esta pasa al final de la Segunda Guerra Mundial de ser alemana, como la mayoría de sus habitantes, a polaca. La familia Dudda comienza entonces un exilio que los llevará primero a la que pronto sería la Alemania Democrática para establecerse finalmente en Essen, en la Alemania Federal. Parece que esta vida itinerante de sus primeros años caló en el espíritu de Gernot que, tal y cómo cuenta su hijo en el libro, emigra a España (en un movimiento contrario al que hacían en esos años sesenta miles de españoles) y se establece en Burgos. Su vida en nuestro país está llena de cambios de domicilio, de empleo, hasta convertirse en un publicitario de éxito en los años noventa, y también de pareja. Cuando Ricardo entrevista a Gernot para reconstruir su vida, este es ya un octogenario que se ha establecido en la costa murciana.

            Ya esta existencia itinerante sería suficientemente relevante para justificar la lectura de Mi padre alemán, pero el autor va más allá y convierte el libro en una obra notable. Lo hace, en primer lugar, con su sagaz indagación sobre la personalidad de su padre, que describe al detalle (desde sus gestos hasta su alimentación pasando por su relación con la religión y la música o su peculiar forma de hablar castellano), y sobre las posibles razones de algunas lagunas en su historia (Gernot se niega a hablar de su primera mujer). Otro elemento fundamental en la reconstrucción del mito familiar es el descubrimiento por parte de Ricardo de que probablemente su abuelo participó activamente en la limpieza étnica nazi, algo que desconocía Gernot hasta ese momento.

La participación de la familia Dudda en la Segunda Guerra Mundial es uno de los ejes del libro ya que pasan de verdugos (son alemanes y el padre de Gernot es policía) a víctimas (deben abandonar aprisa su casa ante el avance del ejército rojo y se convierten en refugiados). Ricardo, desde pequeño, acompaña a su padre cuando este vuelve a algunos de los escenarios de su infancia, en un proceso muy similar al que realiza Eduardo Halfon, autor cuyo ciclo sobre su familia judía puede servir como espejo de este libro. De hecho, hay una escena muy similar en ambos autores cuando visitan la casa que sus familiares abandonaron en la actual Polonia (una por el Holocausto, la otra por la inminente llegada de los rusos) y que ahora, como es lógico, ocupa otra familia. Curiosamente, en el libro de Dudda hay también un boxeador polaco, personaje fundamental en el ciclo de libros de Halfon.

En definitiva, un libro de gran interés sobre las relaciones paterno-filiales y sobre el concepto de víctima con la convulsa historia de Europa como telón de fondo.   

domingo, 20 de agosto de 2023

Las vidas que no viví - Patricia Almarcegui

 


Las vidas que no viví, Patricia Almarcegui, Candaya, 2023, 140 págs.

Existe una tentación en la que los críticos literarios solemos caer con demasiada frecuencia: analizar una novela a la luz de la biografía de su autor o autora. Creo que, en su justa medida y justificando el vínculo, puede ser esclarecedor para la lectura de la obra. Obviamente no me refiero a ciertos intentos de psicoanalizar la mente del escritor deduciendo de los problemas de sus personajes supuestos traumas personales del creador. Este tipo de elucubraciones deben quedar fuera de una crítica literaria seria, pero algunos datos de la biografía de la autora pueden arrojar luz a la hora de estudiar su obra. En el caso que nos ocupa, Las vidas que no viví, creo que resulta obvia la importancia que han tenido dos lugares que son centrales en la novela, Menorca e Irán, en la vida de la escritora. Patricia Almarcegui reside en la isla balear y es una profunda conocedora del país asiático, al que ha dedicado su libro Conocer Irán (2018).  

Ambas coordenadas vitales explican la relación que se establece en el libro entre dos territorios que, aparentemente, nos pueden estar más alejados (geográfica y culturalmente). De un lado tenemos una apacible y pequeña isla mediterránea que solo en las últimas décadas ha visto su idiosincrasia amenazada por un turismo que poco a poco la va tomando como ya hizo con sus vecinas Mallorca, Formentera e Ibiza. De otro lado, está la magnética Persia, nación con una rica cultura pero con un presente político convulso y vista desde ojos europeos con demasiados prejuicios basados, en su mayor parte, en el desconocimiento de su realidad. Almarcegui otorga el protagonismo a estos dos lugares para ir mostrándonos en fragmentos que va intercalando a lo largo de la novela episodios de la historia de Irán (un terrible atentado, pero también el gusto de uno de sus gobernantes del pasado por la fotografía o la filmación de la primera de sus películas que ganó un premio en el festival de Cannes) y de Menorca (naufragios, el asedio por una imponente flota turca o el asentamiento en la isla de unos guerreros fenicios).  

Esta dicotomía que en toda la novela se establece entre Irán y Menorca queda personificada por las dos protagonistas del libro: la iraní Pari y la española Anna. Se trata de dos mujeres fuertes, con un pasado complicado y que, tras encontrarse en un hotel abandonado de la isla que ha sido ocupado por un grupo de ciudadanos hartos de la especulación, se hacen amigas. La amistad entre Anna y Pari echa raíces, y nunca mejor dicho, en el huerto del hotel ocupado que ambas cuidan incluso cuando son conscientes de que pronto serán desahuciadas. La iraní fue la primera en trabajar el bancal abandonado, arriesgándose a penetrar en una propiedad que no era suya a pesar de ser una mujer inmigrante. Para Anna, bióloga especializada en paisajismo y jardines, el lugar es una forma de reencontrarse con el hortal familiar en el que pasó lo mejor de su infancia y del que sus padres se tuvieron que deshacer. Las referencias a las plantas son frecuentes en todo el libre; Almarcegui las incluye en la narración con una prosa cuidada y poética en la que destacan las alusiones cromáticas. Por ejemplo, deslumbra la maestría con la que la autora describe las distintas tonalidades del mismo color que se pueden encontrar en las distintas zonas de Menorca: verde pistacho, verde esmeralda, verde jade, verde menta… 

En esta reivindicación de la naturaleza laten dos tendencias que se van abriendo paso en la literatura contemporánea cada vez con mayor frecuencia. Por un lado, el ecologismo que, ejemplificado especialmente en Anna, alerta de las consecuencias del cambio climático y de la necesidad de adaptar nuestros jardines a climas cada vez más áridos. Por otro lado, la lucha vecinal por dotar de vida al hotel abandonado, antes de que se convierta en un establecimiento de lujo, está determinada por los estragos que el turismo desbocado está causando en Menorca y en tantos otros rincones del Mediterráneo. Almarcegui resume perfectamente lo que sufren islas como esta (que van poco a poco expulsando a sus propios habitantes) en la siguiente frase: “Ese deseo que no cesa de vivir en el paraíso” (pág. 39). 

Estos problemas que la sobreexplotación turística ha traído a la isla balear contrastan con la acogida a migrantes que el hotel ocupado ofrece. Entre ellos destacan los de la pequeña comunidad iraní en Menorca, que a menudo usan este enclave como punto de paso hacia otros países. El libro nos muestra las dificultades de la emigración narrando el largo periplo (de aeropuerto en aeropuerto, de un control fronterizo a otro) que lleva a Mana, el nieto de Pari desde su Irán natal hasta la localidad en la que se ha establecido su abuela. Allí llega el joven en plena transición a mujer, uniéndose así a una especie de comunidad femenina creada por las dos protagonistas, su amiga Laia y la pequeña hija de Anna. La sororidad que se establece entre todas contrasta con las dificultades que han tenido que sufrir a lo largo de su vida Pari y Anna por su condición de mujeres independientes: marginación, incomprensión familiar, maternidad en solitario, relaciones tóxicas, etc.  

A pesar de que el encuentro entre ambas mujeres en torno al hotel menorquín ocupado es el punto culminante de la novela, en realidad, esta se centra más en la trayectoria previa de las dos antes de llegar a este momento que a lo sucedido allí. Almarcegui opta por otorgar mayor relevancia al pasado, creando una novela que, si le sumamos los episodios ya citados de la historia de Irán y Menorca, acaba poseyendo una estructura fragmentaria y en la que son frecuentes los saltos temporales. En cualquier caso, estas características convierten a Las vidas que no viví en una novela sugerente en la que pese a su brevedad (apenas ciento cuarenta páginas) la autora trata numerosos e interesantes temas en torno a dos mujeres, Anna y Pari, y dos lugares, Menorca e Irán, que se hermanan en la obra.   


Reseña publicada en La Verdad