domingo, 15 de junio de 2025

Gomes y Cía - Antonio Parra Sanz



 Gomes y cía, Antonio Parra Sanz, MAR editor, 2025, 168 páginas. 


En un género tan estandarizado como es la novela negra, es complicado ofrecer algo diferente, algo que satisfaga a los lectores pero que, simultáneamente, los sorprenda. Antonio Parra Sanz, experto en el género tanto desde su faceta como organizador de Cartagena Negra, como en sus críticas literarias como en sus novelas, lo hace en este libro optando por un formato poco habitual en este tipo de historias: el relato. Así, en vez de ofrecernos una novela que desarrolle un nuevo caso de Gomes, el descreído detective madrileño afincado en Cartagena, opta por multiplicar por siete los enredos que debe desentrañar en otros tantos cuentos. 

La extensión de los textos marcan lo que nos vamos a encontrar en el libro: investigaciones sobre desapariciones o comportamientos sospechosos de un familiar que se resuelven de manera mucho más directa que lo hacen en una novela negra, que adolecen a menudo de un exceso de giros en la trama y pistas que resultan falsas y que a menudo van en detrimento de su lectura. Aquí, sin embargo, se mantiene el protagonista arquetípico del género: un detective duro pero con buen corazón, bebedor (de vodka), con un pasado turbio, una relación sentimental con demasiados altibajos (con la forense Silvia) y con una colaboración no exenta de desconfianza con la policía (con el inspector Inglés). A ello le sumaremos un variopinto desfile de personajes que a menudo circulan por los bajos fondos cartageneros, la ciudad que sirve de telón de fondo de los siete relatos y que se convierte en una de las protagonistas del libro. 

En la mayoría de relatos se sigue también la estructura habitual del género: Gomes se hace cargo de un caso y va narrando en primera persona su investigación hasta hallar al responsable de un asesinato, a la persona desaparecida o el misterio sobre el que se quiere arrojar luz. Todo ello con la habitual solvencia de Antonio Parra Sanz y con la brevedad que impone el cuento que obliga a dejar de un lado las historias secundarias. El único que se aparta de este modelo es el último, ‘Cobi 92’, en el que Gomes no es el narrador sino que conocemos la historia a través de varios testigos o de las conversaciones de los personajes. 

Existe, aunque estemos ante siete relatos independientes, una estructura interna que recorre todo el libro gracias a varios elementos que se van repitiendo. A aspectos ya citados como el protagonismo de Gomes, la temática de las historias o el escenario cartagenero, podemos añadir la importancia que tienen varios personajes secundarios, especialmente Silvia y el inspector Inglés pero también la madame Aurori o el portero Arturo, que van apareciendo en varios de los relatos y protagonizan el último. Además, se observa una evolución temporal de los acontecimientos desde el primer y último relato marcados por la inminencia de la pandemia en las primeras páginas y la desescalada que se cita más adelante. 

Parra Sanz nos ofrece una manera diferente de acercarse al género del relato de detectives a través del cuento, brevísimo en el caso de ‘Un recado muy especial’ de solo tres páginas, con historias sobre malos tratos, desapariciones, homicidios, tráfico de drogas o agresiones.


sábado, 31 de mayo de 2025

Oposición - Sara Mesa


 

LA TELA DE ARAÑA DE LA BUROCRACIA. SOBRE ‘OPOSICIÓN’ DE SARA MESA.


Existe en la literatura un claro referente cuando se trata el tema de las dificultades de enfrentarse a la burocracia: ‘El proceso’ de Franz Kafka. El escritor checo, hace ya más de un siglo, retrató de manera magistral los absurdos y laberínticos caminos por los que transita la administración pública y que desesperan, provocando reacciones que van desde la incomprensión a la ira, al usuario afectado. La vigencia del adjetivo “kafkiano” para referirse a las situaciones en las que la burocracia suele colocar a los afectados de sus sinsentidos da muestra de que poco ha cambiado desde lo descrito por Kafka hasta nuestros días. Pero hay otro referente más cercano y directo en el caso de este libro de Sara Mesa y es otra obra escrita también por la autora sevillana nacida en Madrid: ‘Silencio administrativo’ (2019). En esta breve crónica, se relataba la historia de una mujer sin techo que buscaba recibir una ayuda y que se perdía en el “laberinto burocrático”, según sintagma usado en el propio subtítulo del libro. Lo que ‘Silencio administrativo’ retrataba desde fuera y con una historia real, ‘Oposición’ lo hace desde dentro y mediante la ficción. 

Porque en esta novela no asistimos a la lucha de un ciudadano, de un Josef K., para tratar de comprender primero y luchar después contra la injusticia de ese monstruo ciego y sordo que es la burocracia, sino que se nos ofrece la perspectiva de una trabajadora del sistema, que lo cuestiona desde dentro. Sara Villalba, la narradora y protagonista, es una veinteañera que accede a un puesto en la administración de manera interina y que es animada por sus compañeras y por su madre a que apruebe (“gane”) una oposición, para que la suerte que ha tenido al conseguir ese puesto temporal se transforme en éxito al lograr una plaza de funcionaria. Sara se deja arrastrar por ese deseo que todo el mundo parece compartir sobre su futuro y comienza a estudiar sin demasiado convencimiento para el examen. Pero, ¿desea Sara convertirse en funcionaria?

Su trabajo interino en la administración le ofrece un conocimiento claro de lo que podría ser el resto de su vida: un trabajo relativamente cómodo, con un sueldo fijo y seguro que le permita emanciparse, pero tremendamente aburrido y, esto es lo que más la atormenta, con un funcionamiento que primero le cuesta entender y después compartir. Sara Mesa retrata con maestría la peculiar naturaleza de la administración pública, un ente que funciona como una especie de sociedad paralela a la nuestra en la que solo unos pocos iniciados, los funcionarios, parecen saber desenvolverse y que desespera a los usuarios por sus ignotos mecanismos que dificultan a los nuevos trabajadores integrarse en ella. Así, Sara pasa meses sin hacer prácticamente nada o realizando tareas realmente simples o que carecen de una finalidad clara. A la chica protagonista le cuesta entender que la lógica de la burocracia es una lógica interna, diferente a la que rige en la vida cotidiana y que impide, por ejemplo, dirigirse al compañero de la mesa contigua sin hacerlo a través del procedimiento adecuado: una nota interna que un ordenanza trasladará con acuse de recibo. 

Como toda sociedad, la burocracia tiene tanto un lenguaje como un tipo de relaciones sociales propias y Mesa retrata ambos con una sagacidad que se encuentra entre lo más meritorio del libro. El lenguaje burocrático es un constructo en el que se alternan fórmulas, tecnicismos y eufemismos y que parece haberse creado para estandarizar las comunicaciones en la administración pero también para alejar de su conocimiento a cualquier profano en la materia. Uno de los compañeros de Sara, el Monago, se presenta como un maestro en el empleo de este tipo de léxico en el que “los problemas eran problemáticas; las personas, sujetosIndicar era mejor que poner, cumplimentar mejor que rellenar” (93). La protagonista se rebela frente a este lenguaje, como lo hará contra el propio funcionamiento de la administración, creando poemas fonéticos con fragmentos de instancias desechadas, en un ejercicio que también tiene el objetivo de gastar un tiempo que parece sobrarle en su trabajo y que la lleva además a realizar dibujos en su horario laboral. 

En cuanto a las relaciones sociales que se establecen dentro de toda oficina, la novela es un perfecto muestrario de los sentimientos de amistad, odio, resquemor, envidia y desconfianza que reinan en este tipo de espacios. Sara es acogida en un primer momento por su juventud y por ser nueva por veteranos como Teresa, su jefa directa, y Beni, una compañera que desarrollará hacia ella una especie de instinto maternal. Sin embargo, después conocerá a Sabina, una informática que por edad está más cerca de Sara y a la que se unirá en detrimento de sus compañeros más veteranos en el desayuno, momento sagrado y central en el microcosmos social de la oficina. Además, en este peculiar entorno destaca la espectral figura del jefe del negociado número dos, un gris y anodino funcionario que atraerá la atención de Sara por su extraño comportamiento y, sobre todo, por su ignoto trabajo. 

Sara Mesa nos va mostrando, a través de una narradora cuya perspectiva, recordemos, siempre es la que nos presenta los hechos, los entresijos de una oficina de la administración pública. La novela está siempre marcada por el humor con el que la narradora retrata lo absurdo, lo kafkiano, de este sistema de organización de las instancias y procedimientos que en principio deberían ayudar al ciudadano pero que a menudo acaban por desesperarlo. La clave de la novela acaba siendo la falta de integración de Sara en este entorno burocrático y en la sociedad paralela que allí dentro se crea; la protagonista, primero desde el desconocimiento y después desde la falta de integración en él, se preguntará si eso es lo que quiere para el resto de su vida, si “ganar” la oposición será un premio o una condena que la atrape para siempre en la tela de araña del trabajo burocrático.


Reseña publicada en La Verdad:




lunes, 12 de mayo de 2025

La ballena azul - Raúl Quinto


 

La ballena azul de Raúl Quinto: indagar en lo ominoso. 


De entre todos los perjuicios que nos ha traído internet, que no son pocos, uno de los más perturbadores son los retos virales. Si bien algunos de ellos son inocuos o hasta divertidos, como aquel de tirarse un cubo de agua por encima o el de hacer un baile grupal, otros se adentran en lo siniestro. En concreto, Raúl Quinto se fija en el que en 2017 se puso de moda en algunos países y que bajo el nombre de “la ballena azul” incitaba al “jugador” a realizar varias pruebas extremas, entre las que destacaban el visionado de vídeos de terror o la autólisis. El supuesto y demencial reto podía llegar en su quincuagésima y última prueba a inducir al suicidio, algo que se llevó a la realidad en algunos tristes casos, normalmente en adolescentes. 

Quinto, tras el éxito de Martinete del Rey Sombra, se ha propuesto en La ballena azul llevar al formato libro este siniestro reto de internet y ha dado uno de los libros más duros y extremos que se hayan publicado en España en los últimos años. Y es que aquí el lector (o el narratario, más bien) se convierte en el “jugador” del reto y el narrador, bajo el nombre de Voltaire Rojo, le va dando indicaciones sobre lo que debe hacer en cada una de las pruebas. Así, e imitando el reto digital, en cada uno de los cincuenta capítulos se dan instrucciones para hacerse cortes, pasar un día sin hablar, subirse a lo alto de un edificio, despertarse a las 4:20 o ver vídeos de terror extremo. Quinto emplea ese lenguaje manipulador propio del creador del juego, un joven ruso que acabó siendo juzgado por inducción al suicidio, en textos en los que poco a poco se pretendía socavar la voluntad de los jóvenes “jugadores” y llevarlos hasta el extremo que los animaba a saltar de lo alto de un edificio.

Si el resultado de esto no fuera lo suficientemente perturbador, Raúl Quinto va más allá y completa estas “pruebas” con la narración de diferentes episodios reales unidos por su carácter siniestro. En muchos de los capítulos, especialmente en la segunda mitad del libro, el narrador realiza una especie de indagación en lo ominoso, poniendo ejemplos de hasta dónde puede llegar la maldad del ser humano para influir en el narratario. En estas páginas, las mejores del libro a mi juicio, hallamos historias como la de un exorcismo que acabó en asesinato en Almansa a principios de los años noventa, la de la secta de los davidianos y su polémico final a manos del FBI, la de un siniestro doctor japonés y sus demenciales experimentos o de las terribles condiciones en las que vivían los niños rumanos en los hospicios del final de la dictadura de Ceausescu. 

Con todo ello construye Raúl Quinto una obra muy dura, no apta para lectores sensibles y en la que bucea en las simas de la oscuridad del comportamiento humano para tratar de entender las razones de la maldad más absoluta.  


miércoles, 23 de abril de 2025

Se acabó el recreo - Dario Ferrari


 

Se acabó el recreo de Dario Ferrari: historia de dos Italias. 


Pocos países existen más cercanos a España que Italia. Tanto geográfica como culturalmente su posición siempre se ha sentido muy apegada a nuestro país y no han sido pocos los momentos de la historia en los que ambas naciones se han encontrado. Además, su lengua tan (aparentemente) similar a la nuestra nos hace albergar la ilusión de saber italiano cuando en realidad tan solo lo comprendemos superficialmente. Con Se acabó el recreo de Dario Ferrari el lector español se dará cuenta, como el visitante ibérico que intenta comprender una conversación entre dos italianos, que en realidad no conoce tanto sobre el país transalpino. Estamos ante una novela muy anclada a la historia reciente italiana, lo cual supone, desde mi punto de vista, el principal atractivo y a la vez la mayor dificultad para el lector español.  

Y es que este libro nos ofrece, en primer lugar, un retrato del mundo universitario italiano, con su complejo sistema de relaciones personales y académicas vinculadas a una jerarquía que coloca al catedrático como sumo pontífice que reparte prebendas en forma de puestos de trabajo. Si bien es cierto que este sistema no dista tanto del español, por desgracia, el hecho de que el departamento protagonista sea el de Italianística puede dificultar la lectura del libro, ya que nos podemos perder en el sistema educativo italiano y también desconocer varios de los múltiples autores autóctonos citados. A pesar de ello, Dario Ferrari evita ofrecernos una novela académica para centrarse más en las relaciones sociales existentes en este particular universo. 

El libro describe cómo Marcello, el narrador, un despistado y peterpanesco treintañero de una localidad cercana a Pisa, encuentra una inesperada salida profesional en la beca predoctoral que consigue y que lo alejará de los trabajos precarios y las borracheras con los amigos. Entra así en un universo de empollones, eruditos, odios mantenidos durante décadas, alianzas estratégicas para conseguir una plaza, estancias liberadoras en el extranjero, citas bibliográficas interesadas e insultos vestidos de (aparentes) elogios. Se trata de un mundo en el que reina el profesor Sacrosanti (obsérvese lo simbólico de su apellido), un italianista que decide desde su cátedra el destino de decenas de estudiantes y profesores. Marcello es tan ajeno a este sistema de castas, él ha sido un estudiante brillante pero poco ordenado, que debe ser el abnegado Carlo, un profesor asociado que anhela recibir la plaza que lleva años esperando pacientemente, el que le explique los códigos propios de este peculiar ámbito. 

Ferrari consigue con en el punzante y acertado retrato de este microcosmos, que llega a su culmen en el congreso organizado por el departamento pisano, algunas de las páginas más destacadas del libro. Si bien se centra en las peculiaridades de la universidad italiana, su satírica descripción de los juegos de poder propios de estos centros educativos son, me temo, universales, y se reconocen tics de las instituciones españolas. Esta primera parte del libro, con un Marcello aún ingenuo y novato en las lides del mundo académico, y con un tono aún desenfadado y humorístico, relacionan Se acabó el recreo con otras novelas de campus como Zafarrancho en Cambridge de Tom Sharpe o El mundo es un pañuelo de David Lodge. 

El tema elegido por Sacrosanti para que Marcello haga la tesis doctoral permite a Ferrari completar este retrato del mundo universitario italiano con otro de una época muy compleja de su país natal: los años de plomo, es decir, la violencia política sufrida por esta nación durante los setenta y ochenta. El catedrático pisano encarga a su atolondrado pupilo que realice un monográfico sobre Tito Sella, un terrorista de izquierdas de Viareggio, la localidad natal del propio Marcello, que durante su estancia en la cárcel escribió varios libros que le granjearon cierta fama como escritor. Lo que en un principio es un incordio para el narrador, acaba convirtiéndose en una obsesión que lo llevan a leer todo lo que hay sobre él, a instalarse en París para consultar su archivo, a reescribir sus memorias (la parte central del libro) y hasta a acabar identificándose con el propio Sella. 

Es en esta segunda parte donde la novela se torna mucho más seria y el propio Marcello adquiere, por fin, la madurez que había ido esquivando. En ‘La estantigua’, el capítulo en el que el investigador reconstruye, a través de los apuntes del propio Sella, cómo este y sus amigos pasaron en los años setenta de ser unos jóvenes apenas concienciados a convertirse en una célula terrorista, asistimos a las peculiaridades de la política italiana de la época, cuando la violencia era un medio empleado habitualmente en ambos extremos del espectro ideológico. Si bien, de nuevo, se citan nombres de personajes u organizaciones de la vida pública italiana de la época apenas conocidos en España, el interés que suscitan los dilemas a los que se enfrentarán los protagonistas, especialmente Tito Sella, suponen un gran aliciente para el lector. 

A pesar de algunos giros algo inverosímiles hacia el final del libro, Dario Ferrari nos ofrece una novela estupenda, con un protagonista que avanza y cambia conforme va conociendo una época que le era casi desconocida y que nos ofrece un retrato profundo de dos Italias aparentemente alejadas, la universitaria contemporánea y la militante de los años setenta, que acabarán confluyendo.


martes, 1 de abril de 2025

Iba yo a ninguna parte - Rubén Bleda



Retrato del artista emergente. Sobre Iba yo a ninguna parte de Rubén Bleda. 


    Pocos títulos como este Iba yo a ninguna parte definen mejor el contenido del libro del que son pórtico y definición, paratexto e interlocutor. En esta sucinta y (aparentemente) extraña oración tenemos ya algunas de las claves de la lectura de este primer libro del murciano Rubén Bleda. En primer lugar, el verbo en pasado se corresponde con el espíritu del libro: retratar un lapso en la vida del autor. Los cuarenta y cuatro textos breves (entre el párrafo y las tres páginas) que se incluyen en el volumen fueron escritos durante la treintena del autor, tal y como explica en el prólogo. Su vida entonces, varada entre la juventud ya acabada y la adultez aún no establecida, si asociamos esta a un trabajo fijo, una familia y una descendencia, se mueve durante esta década entre trabajos precarios, salidas nocturnas y muchas indecisiones sobre el futuro.

    El pronombre personal del título no ofrece dudas sobre el componente autobiográfico del libro. El autor se coloca a través de esta primera persona en el imafronte de un volumen en el que encontraremos recuerdos de la infancia perdida, brindis (metafóricos y reales) con amigos y situaciones laborales desconcertantes. Son estos textos en los que relata las curiosas situaciones que vive cobrando el seguro de decesos (“el de los muertos”) las partes más humorísticas y costumbristas de un libro más bien analítico y reflexivo, en el que importa más el pensamiento que la acción, la mirada que el suceso. Lo interesante, por lo tanto, no es lo que le ocurre, acontecimientos casi todos ellos entre lo cotidiano y lo anodino, sino la perspicaz mirada que halla luz en los escasos intersticios de la compacta realidad.

    El “a ninguna parte” con el que el paratexto concluye adelanta al lector otra de las claves del libro, en este caso, desde el punto de vista del estilo. La prosa de Bleda se adentra a menudo en terrenos poéticos, dejando a un lado tramas y personajes para envolver las reflexiones que son la columna vertebral de los textos con un estilo que sin ser lírico sí que posee un gusto por la metáfora y por el juego de palabras. Ese “ir a ninguna parte” puede ser leído como una paradoja, aunque yo lo entiendo como una metáfora tal y como expondré después, que adelanta los numerosos tropos que encontramos a lo largo del libro. Así, el propio lenguaje se convierte en protagonista y se discurre sobre las similitudes fónicas entre las palabras “muerte”, “suerte” y “fuerte”, se reflexiona sobre por qué “nos arrojan al mundo” o se nos ofrecen imágenes tan llamativas como una “penumbra de algas negras”. 

    El título, en su conjunto, se puede entender de manera literal y metafórica. Muchos de los textos están protagonizados por un paseante, un flaneur en la propia ciudad del autor, o en Tánger, o, incluso, en la propia casa, de la que es difícil salir un lunes por la mañana. Son escritos del que no ha ido a ninguna parte pero el que ha llegado a un lugar diferente del que salió, aunque sea este el mismo espacio inicial. Como metáfora lo leo como interpretación de ese momento vital al que antes he aludido, el de un treintañero que zozobra en la indefinición del que no parece tener un rumbo claro pero que se mantiene firme asido a su mirada sobre la realidad y al apoyo de un puñado de amigos y de la literatura (hay referencias a Huidobro, Byron o a Goethe). 

    Se configura así este Iba yo a ninguna parte como el retrato de un escritor que da aquí sus primeros pasos firmes en la literatura, con textos pulidos y brillantes como cristales enterrados en la arena, y que seguro que nos ofrecerá nuevos libros en el futuro. 

domingo, 9 de febrero de 2025

El borde cortante - Ginés Sánchez


 

El borde cortante, Ginés Sánchez, Tusquets, 2025, 315 págs. 


Pocas épocas más complicadas de narrar que la adolescencia. Pocos estados más difíciles de ser reflejados en un libro que los problemas mentales. Ginés Sánchez arrostra las dificultades que ambas realidades presentan para un escritor y tirando de oficio nos ofrece una novela solvente sobre tres jóvenes con graves problemas psíquicos. Lo hace en una novela de una enorme calidad literaria, en la que sabe dosificar la tensión hasta el final climático y que tiene su mayor acierto en la creación del trío protagonista. 

El borde cortante cuenta un fin de semana en la vida de tres amigas adolescentes. Lo que en un principio podría parecer anodino, se convierte en una bomba de relojería cuando añadimos a la ecuación que dos de ellas se han escapado de un hospital psiquiátrico y que la tercera parece no haberse recuperado del todo de su paso por esta institución. Carrie, la única que ha sido dada de alta y la que invita a las otras dos a pasar su “permiso” en su casa de la playa, es una chica que se autolesiona y que tiene una obsesión enfermiza con una antigua amiga que ahora le hace el vacío. Si a su inestable situación mental le añadimos una madre ausente, que pasa el fin de semana en Marruecos con su nuevo novio, y dos compañeras que aún reciben tratamiento en el manicomio, el cóctel parece estar listo para el desastre. 

Por su parte, Litolbely, parece la más sosegada de las tres. Se trata de una adolescente huidiza y ensimismada, que pasó durante su infancia por varias familias de acogida y que sufre extraños brotes psicóticos que la animalizan. Establece una relación de casi dependencia con la tercera de las tres muchachas, Mari Cruz, el vértice más extremo de este disfuncional triángulo adolescente. Ella está ingresada por un oscuro episodio del pasado con sus hermanos menores; su madre la teme y protege al resto de sus hijos de una chica que parece la más resolutiva y madura de las tres pero que esconde una oscuridad mayor que la de sus amigas. El trío protagonista se completa con varios secundarios, entre los que destacan sus familiares y dos personajes llamados Juan Manuel de diferente edad. Mientras que el Juan Manuel viejo apenas tiene un papel tangencial en la trama y no se desarrolla tanto como podría esperarse en un principio, el protagonismo del Juan Manuel joven acaba creciendo en la última parte de la trama. 

Podemos hallar en El borde cortante algunos elementos que vinculan esta obra con las últimas novelas del autor. Por ejemplo, la ciudad de Murcia, como en su reciente De tigres y gacelas (2023), el campo de la provincia y sus costas son los espacios en los que se desarrolla la trama y la contaminación del Mar Menor y la corrupción que la favorece es un tema fundamental en el libro gracias al personaje del joven Juan Manuel. El protagonismo femenino ya estaba en Las alegres (2020) y en Mujeres en la oscuridad (2018), mientras que la adolescencia era central como aquí en Entre los vivos (2015).

A pesar de estas concomitancias, El borde cortante discurre por derroteros diferentes. Destaca, además por un trío protagonista muy carismático y una trama de gran interés, por un manejo excelente de la prosa en la que sobresalen los diálogos, el empleo de las metáforas en la narración de los brotes psicóticos de las chicas y la inclusión de palabras propias la jerga adolescente (por ejemplo, con neologismos como "me renta" y de anglicismos como "chill"). Con estos ingredientes, la novela alcanza una altura literaria que confirma, de nuevo, a Ginés Sánchez como uno de los narradores contemporáneos más sólidos.

sábado, 18 de enero de 2025

Ropasuelta - Santos Martínez


 
El bucolismo sucio de Santos Martínez


Existe una gran tradición en la historia de la literatura de crear territorios inventados. Desde Camelot hasta Macondo, pasando por Comala, Región, Liliput o la Tierra Media, todos ellos tenían diversos grados de realismo y, o bien partían de lugares que existen, como la Colombia que García Márquez transformó en ‘Cien años de soledad’, o, directamente, nacían de la imaginación prodigiosa de su autor, como fue el caso de Tolkien. Santos Martínez se ha unido a esta estirpe y ha creado un lugar muy peculiar donde se desarrolla esta, su primera novela: Fuente Librilla. 

Por supuesto, muchos lectores de esta reseña objetarán que ese espacio existe en la realidad y que se corresponde con una pedanía de Mula situada a los pies de Sierra Espuña. Ya lo sé. Sin embargo, el pueblo en el que se desarrolla la trama principal de ‘Ropasuelta’ es una Fuente Librilla que si bien tiene mucho que ver con la real, está pasada por el tamiz de la imaginación del autor del libro y por la ficción. Este es ya el primer aspecto fundamental en el análisis de la novela: su estatuto ficcional. El hecho de que el pueblo natal del autor sea en el que se ubique la acción y que su nombre, edad y trayectoria laboral coincidan con (al menos parcialmente) los del Santini de la novela nos hace pensar en que sus experiencias personales están muy presentes en estas páginas. De todas formas, no debemos olvidar que estamos ante una novela y que lo autobiográfico es pues quizás el sustrato de la trama pero no el marco desde el que debemos leer la historia. 

El relato se estructura como un diario de la navidad de 2019 que el narrador pasa en su casa familiar tras casi una década alejado geográfica y, sobre todo, sentimentalmente del pueblo. Han sido unos años de estudios, trabajos precarios, una primera relación amorosa seria y de cambiar la vida en comunidad de Fuente Librilla (donde todo el mundo lo conoce) por la más anónima pero también libre de diversas ciudades. Es en ese choque entre lo urbano y lo rural donde radica la principal virtud del libro: Santos Martínez retrata con agudeza, realismo sucio y mucho humor un espacio que conoce muy bien y que solo con el paso de los años, al volver como hace Santini desde fuera, se puede retratar con la perspectiva adecuada del que pertenece a un sitio aunque lleve muchos años sin habitar allí. La Fuente Librilla del libro es un pueblo marcado por la falta de oportunidades para los jóvenes, que deben buscarse la vida fuera si quieren prosperar, por las tradiciones arraigadas como si fueran leyes y por los comentarios que juzgan la vida de todo el mundo. Un lugar tranquilo, en el que todo el mundo te conoce y te saluda por la calle, pero que esconde tras sus fachadas rencores hundidos en el pasado. 

A esta vuelta al pueblo, Santini une la vuelta a la familia, con la que también llevaba años separado. Si bien su madre, que representa a la típica ama de casa abnegada, lo acoge bien, la relación con su padre se ha resentido y el narrador debe luchar por volver a ser aceptado por Matías, el Ropasuelta, el apodo con el que es conocido en todo el pueblo. Es este personaje el otro protagonista del libro ya que choca una y otra vez con su hijo debido a su carácter irascible, su orgullo y sus costumbres atávicas. Se trata de un rudo y malhablado tendero que acaba de jubilarse y que siente que su hijo lo abandonó. 

Durante todas las Navidades, Santini tratará de recomponer la relación con su padre por un doble motivo: en primer lugar, el más obvio, por ser perdonado por su progenitor e integrarse de nuevo en su familia, pero, también para que le cuente los motivos que llevaron a Sixto de la Cierva, el millonario del pueblo, a abandonar para siempre Fuente Librilla unos años atrás. Según descubre el narrador, el motivo principal puede estar relacionado con su propio padre y aunque trata de interrogarlo sobre el asunto, el Ropasuelta se niega una y otra vez por orgullo y por su aversión a  las conversaciones profundas. 

Este misterio, en el que se conjuga el pasado del pueblo y el de su propia familia, obsesiona desde su vuelta a Santini que lo considera un tema ideal para escribir una novela. Con ella busca volver a conectar con sus raíces pero a la vez darle un vuelco a una vida que está en punto muerto. El pueblo, que se entera de todo como en los lugares pequeños suele ocurrir, bautiza al protagonista como “escritor”, en un calificativo que mezcla admiración y cierto retintín. No faltan los vecinos que le dan información sobre Sixto de la Cierva, como su vecina Sara con la que desea comenzar una relación amorosa que una y otra vez acabará siendo boicoteada por la impericia de Santini, o que le exigen ser retratados en el libro, como los matones de Alfredo y el Pakero.

Durante el proceso de creación de la novela, que se convertirá en el eje del libro junto con la carrera popular para la que entrenan juntos padre e hijo, Santini contará con la guía de su ídolo: el escritor norteamericano Dayo Kane. Este autor, una especie de Bukowski, le dará a través de las páginas de sus libros algunos consejos que el narrador seguirá como si de mandamientos se tratase. El propio estilo de ‘Ropasuelta’ se puede enmarcar en ese realismo sucio que el tal Kane parece encarnar y que aquí se adapta a la Murcia rural. Las páginas de la novela están llenas de murcianismos y de expresiones coloquiales, cuando no vulgares, que nos llevan a la Fuente Librilla real y que le otorgan al volumen una autenticidad nada impostada. El retrato del pueblo se alterna con el relato de las vivencias de Santini en Murcia, Barcelona y Berlín, que funcionan como el contrapunto urbano de un libro en el que bucolismo y realismo sucio se dan la mano con brillantez


Reseña publicada en La Verdad:





miércoles, 8 de enero de 2025

Un gran señor - Nina Bouraoui


 
Un gran señor, Nina Bouraoui, Tránsito, 2024, 195 págs. 


    Aborda Nina Bouraoui un tema bastante común en la historia de la literatura: la muerte de alguien querido o admirado. Por la cercanía con el autor y por el cúmulo de sentimientos que lo abordan ante esta situación es normal que en su momento adquiriera incluso el estatus de subgénero: la elegía. Un gran señor aporta varios elementos que considero que otorgan originalidad y valor a la obra. En primer lugar, el estilo de Bouraoui, que ahonda en sus sentimientos y en su relación con su padre, el familiar que está a punto de fallecer, sin caer en sentimentalismos y con un lirismo que se conjuga perfectamente con la narración de los hechos. También por la personalidad de su progenitor, en la que más tarde ahondaré. Pero, especialmente, este libro destaca por el espacio donde se desarrolla: un hospital parisino de cuidados paliativos. 

    El Jeanne-Garnier es un centro especializado en ofrecerles a los enfermos incurables un tratamiento adecuado para sus últimos días. Se trata, paradójicamente,de un hospital que no cura y que solo puede mitigar el dolor: el de los que allí están ingresados (ofreciéndoles calmantes o tratando sus cuerpos para que no se llaguen) y el de los familiares cuando el desenlace arriba. Se trata de un espacio liminar, en el que la espera de algo terrible pero muchas veces deseado es el centro de cada minuto que se pasa entre sus paredes y que la familia de la narradora trata, como todas, de llevar lo mejor posible. Es en la narración de los últimos días del padre en este hospital donde se encuentran las mejores páginas del libro; Bouraoui relata con emoción y sensibilidad cómo ella, su hermana y su madre pasan los últimos momentos junto al hombre que ha marcado sus vidas. 

    Este relato se complementa con analepsis en los que se cuentan episodios significativos de la relación paterno-filial y, especialmente, de la vida del padre. Su postración en la cama hospitalaria por un cáncer terminal contrasta con una primera parte de su vida siempre en movimiento. Nacido en una humilde familia argelina, se convirtió, tras estudiar en Francia, en un alto funcionario que viajó por medio mundo y que participó en episodios relevantes de la historia de su país y de otras naciones en las que se movía entre diplomáticos y políticos. Sin embargo, la violencia en Argelia de las últimas décadas del siglo XX acabó, primero, con la residencia de la familia en Argel, y, después, con su carrera, convirtiéndolo a partir de entonces en un prejubilado que deambulaba por París en busca de algo que hacer. 

    En la historia familiar hay dos aspectos que adquieren especial protagonismo en el libro. Por un lado está el carácter mixto del matrimonio (él, argelino y ella, francesa) y, por lo tanto, de la familia, algo que provoca el alejamiento de la familia materna. Nina y su hermana crecen en Argelia pero acaban instalándose en Francia, dejando para siempre un país al que su padre vuelve una y otra vez incluso cuando ya está muy enfermo. Por otro lado, la homosexualidad de la narradora también es relevante en la trama; Nina relata su infancia como niña “poco femenina”, la aceptación de su lesbianismo, su primer amor con la “tóxica” Hélène y su actual relación a distancia con A. En todo este camino recuerda el apoyo del padre, que era capaz de cruzarle la cara a cualquier vecino que se metiera con su hija por su orientación sexual. 

    Nina Bouraoui nos ofrece un libro de una gran belleza sobre un momento terrible en el que indaga para tratar de entender mejor la relación con su padre.


sábado, 21 de diciembre de 2024

La última frase - Camila Cañeque


 ‘La última frase’, Camila Cañeque, La Uña Rota. 


Transitar ese impreciso espacio que separa la ficción del ensayo siempre es complicado. Algunos autores han escrito libros estimables en esta frontera pero pocos tan interesantes como ‘La última frase’ de la artista, filósofa y escritora Camila Cañeque. Utilizando como hilo conductor más de cuatrocientos finales de obras literarias, la autora crea una obra inclasificable y única por varios motivos. En primer lugar, por la originalidad de la propuesta y por responder a un proyecto en el que llevaba años trabajando, pero también por el triste hecho de que la autora falleciera prematuramente poco antes de que apareciera el libro. Una rara avis de nuestra literatura que merece volar alto.


Texto publicado en La Verdad. 




sábado, 30 de noviembre de 2024

Los íntimos - Marta Sanz


Escribir desde el claroscuro. ‘Los íntimos (Memorias del pan y las rosas)’ de Marta Sanz.


Las memorias de los escritores suelen adolecer de una impostura que desvirtúa sus retratos de la vida literaria. Los autores a menudo caen en ellas en la adulación o en la crítica más feroz movidos por intereses personales o por la necesidad de saldar cuentas con sus enemigos. Aunque ‘Los íntimos’ se puede encuadrar en este género, de hecho su subtítulo es ‘Memoria del pan y las rosas’, Marta Sanz escapa de los vicios de este tipo de libros gracias a su personalidad, marcada desde siempre por el compromiso y la independencia, y a su estilo, que aleja estas páginas de las plúmbeas narraciones de anécdotas para mayor gloria de su autor. 


Podemos considerar este libro como el envés público de lo que en ‘Lección de anatomía’ (2008), novela que se cita con frecuencia, era el haz privado. Aquí la familia, que está, ocupa un segundo plano frente a escritores, agentes, editores y periodistas. Marta Sanz se explaya en las rencillas, los celos, las amistades y los elogios del mundillo literario español de las últimas tres décadas. Son numerosísimos los nombres citados y, sorprendentemente para un libro de este tipo pero con lógica por el talante de la autora, suelen recibir palabras cariñosas. Es especialmente interesante el retrato que hace de un encuentro en Iria Flavia en 1998 donde bajo el auspicio de la Fundación Camilo José Cela se reunieron un nutrido y selecto grupo de escritores jóvenes españoles. Algunos de estos compañeros de oficio, los más cercanos, ocupan capítulos enteros en los que se relatan las luces pero también algunas sombras de su relación. Entre ellos destacan los dedicados a colegas como Luisgé Martín, Sara Mesa o Almudena Grandes, al editor Jorge Herralde y a su agente, ya fallecida, Ángeles Martín. 


Esta importancia dada al mundo literario en el libro se corresponde con un análisis honesto y agudo de la imagen que la propia autora tiene de sí misma y de sus libros. No escurre el bulto Marta Sanz y no se centra únicamente en los oropeles de la literatura sino que dedica interesantes párrafos al carácter laboral y económico de su oficio como escritora (se queja de que no tienen sindicato), a las dificultades añadidas que encuentra por ser mujer, al miedo a quedarse sin editorial, a la incertidumbre ante la respuesta de la crítica ante una nueva obra, al temor a que alguien se adelante con el tema de su próxima novela, etc. Se completa este perfil profesional con la personalidad que cree que proyecta en este ámbito, fustigándose por los calificativos de “sosa” que recibía cuando era una autora joven y concluyendo que “siento que soy una escritora que ha generado grandes desconfianzas. Pero también grandes amores” (112). 


Marta Sanz deja claro en varias ocasiones que lo que escribe es una novela social. Opta por darle un enfoque laboral a su relato sobre su vida como escritora, un oficio como otro cualquiera pese a sus peculiaridades y su exposición pública. Como comunista e hija de la clase media urbana, la autora parece sentirse en la necesidad de justificar los pequeños lujos en los que en ocasiones se envuelve la vida de un literato (con presentaciones que acaban en fiestas y entregas de premios en hoteles de lujo) y recordar que estos conviven con trabajos meramente alimenticios (como el de negro literario) y con la obsesión por asegurarse el futuro económico como cualquier trabajador. Ocupan muchas páginas del libro los diversos viajes que realiza la autora con motivo de su participación en congresos, ferias, festivales y presentaciones. Además de las descripciones de las ciudades visitadas, destacan estas páginas por el agradecimiento de la autora a los lectores y especialistas que se encuentran y que componen el lado social que contrasta con la soledad propia de la creación literaria. 

 

Como en los anteriores libros de la autora, en ‘Los íntimos’ destaca una prosa única en el panorama nacional. El lector disfruta con un estilo tan personal como intransferible, en el que conviven el exabrupto y la metáfora, lo coloquial con lo aforístico. Una manera de escribir obsesionada con la palabra exacta que, a veces, es la más vulgar y, en otras ocasiones, un cultismo o un anglicismo. También se percibe un gusto por los juegos de palabras que iluminan el párrafo como pequeños destellos (“juego a las mascaritas, pero no a las mascaradas” (111)) y por el empleo de una frase sacada de un diálogo que se va repitiendo a lo largo del capítulo, adquiriendo distintos significados y que funciona como una especie de estribillo. Marta Sanz crea lo que ella misma define como un “idiolecto imaginativo” (495), una manera de escribir que le dificulta ser traducida, algo de lo que se lamenta a lo largo de todo el libro, pero que la convierte en una prosista extraordinaria y singular.   


Otro de los temas del libro es el propio libro, con diversas alusiones al género en el que se inscribe y que, como ya he señalado, insiste en llamar “novela social”. Estamos ante una obra con una gran carga metaliteraria, con apelaciones al receptor o a supuestos y futuros exégetas (estas de manera irónica), sobre las palabras escogidas y sobre cómo escribir. De hecho, uno de los últimos capítulos, “Recuento” analiza cuáles han sido las palabras más utilizadas en el texto desde una perspectiva entre irónica y poética tan propia de la autora. En relación a esta vertiente del libro y para entender la poética de Sanz, es muy clarificador el párrafo en el que describe el estilo que cree que está obligada a usar por su sexo e ideología para concluir que “pretenderse de izquierdas y escribir es casi imposible” (161) ya que siente que no se le perdona si es demasiado realista pero tampoco si busca la experimentación. 


En definitiva, estamos ante un libro excelente, de una autora que relata los tejemanejes de la literatura española contemporánea de forma desenfadada y honesta. Una autora que trata de evitar mirar desde arriba y prefiere “escribir desde ese claroscuro en el que tú estás y los demás pueden oírte” (111).


Reseña publicada en La Verdad.