viernes, 30 de septiembre de 2016

Ultramar - Rubén Santiago


Ultramar, Rubén Santiago, Malbec, 2016, 150 págs., 12€.
 El microrrelato es, por razones obvias, el género narrativo en el que el lector encuentra un mayor número de relatos diferentes en un mismo libro. En un volumen de apenas cien páginas podemos leer decenas de textos distintos sin relación alguna entre sí, más allá de agrupaciones temáticas o de la unidad estilística que les da haber sido creados por el mismo autor. Este hecho provoca que los libros de este género tengan cierta tendencia a la dispersión, ofreciendo a menudo un número ingente de historias protagonizadas cada una de ellas por personajes nuevos para el lector. Por ello acierta el escritor murciano Rubén Santiago al ubicar todos los microrrelatos de este, su primer libro, en un mismo contexto: el mar.
A pesar de esta unidad dada por el espacio marítimo, los textos de Ultramar se caracterizan por su heterogeneidad formal, algo lógico si se tiene en cuenta que el volumen incluye más de ciento veinte minicuentos. El autor conoce bien las distintas variantes que ofrece el género y nos presenta a lo largo de las páginas varias de las tipologías que crearon los maestros de la narrativa brevísima y que Rubén Santiago sabe utilizar con sagacidad convirtiéndose en un digno heredero. El lector agradece esa doble tendencia centrífuga, con las variantes tipológicas, y centrípeta, el contexto marino siempre está presente, que posee el libro a la hora de enfrentarse a la recepción de un volumen que se ha de degustar con calma y, siguiendo una metáfora acuática, a pequeños sorbos.
Entre esas variantes propias del microrrelato que hallamos en Ultramar podemos citar, por ejemplo, el empleo de un título larguísimo, recurso que encontramos en la página 85. Otros textos ofrecen un giro inesperado en la historia que busca sorprender al lector con un desenlace que el inicio del texto no hacía presagiar. Entre los minicuentos que mejor emplean este recurso, no siempre bien utilizado por los autores de minificción, podemos destacar “Primer naufragio” (pág. 132), en el que el último párrafo nos sitúa en un contexto totalmente diferente al esperado. Aunque no son muchos, también encontramos en el libro varios de esos microrrelatos más breves que llevan la narración a su mínima expresión sin perder su poder evocador. Un buen ejemplo de ello es sin duda “El sentido de la vida” (pág. 39), que dice así “Quiso huir; así que navegó en busca del horizonte hasta ir menguando y desaparecer en la nada”.
Entre todas las variantes de historias marinas que encierra Ultramar destacan dos disposiciones que aparecen con distinta frecuencia en el libro. La primera, y más habitual, es la recreación de episodios históricos o literarios asociados al mar. Por las páginas del libro aparecen barcos míticos como el Titanic, el Beagle, el Sirius o el Arca de Noé y personajes por todos conocidos como Miguel de Cervantes, el Dr. Livingston, Cousteau, Cristóbal Colón o Peter Pan. La otra tendencia relevante, no tanto por su frecuencia sino por tener un carácter más profundo, es la defensa ecologista del mar y el rechazo a los efectos perniciosos de la acción humana en él, que hallamos en textos como “El séptimo continente” (pág. 137).
Con todo ello tenemos un conjunto de relatos de calidad irregular, algo habitual en el género de la minificción, pero con suficientes logros para que su lectura resulte atractiva. 
Reseña publicada en El Noroeste. 

jueves, 15 de septiembre de 2016

Asamblea ordinaria - Julio Fajardo Herrero


Asamblea ordinaria, Julio Fajardo Herrero, Libros del Asteroide, 2016, 215 págs., 17€. 
Desde hace unos años son muchas las voces que piden, o incluso exigen, una novela que retrate la crisis económica que viene sufriendo España desde 2008. Una primera y notable aproximación al tema fue Yo, precario (2013) de Javier López Menacho, aunque se trató de un libro con un componente más autobiográfico y más cercano a la crónica que a la ficción. Con Asamblea ordinaria sí que tenemos esa novela sobre esta reciente etapa histórica que tantos demandaban.
Julio Fajardo huye de los análisis sociológicos o macroeconómicos para explicar la crisis, algo que excedería sus capacidades como narrador, y se centra en historias pequeñas, pero a la vez representativas del nuevo contexto creado por la pérdida masiva de empleos. Trenza en  el libro tres relatos diferentes, tanto espacial como discursivamente, pero que se complementan perfectamente para crear un fresco que, sin tener una pretensión globalizadora, alcanza a retratar situaciones que todos reconocemos con facilidad. Además del hecho de que lo que les ocurre a los protagonistas son situaciones cotidianas, la casi ausencia de nombres logra que el libro posea un carácter global.
Una de estas tres historias, que tienen un peso equilibrado y que se van sucediendo durante todo el libro, es la de un treintañero que le escribe en segunda persona al dueño de la empresa en la que trabajaba. En un texto cargado de ironía, el joven retrata perfectamente un perfil muy habitual en los tiempos de bonanza económica: el jefe pijo pero moderno, que esconde tras su oficina de diseño, su ropa desenfadada y su palabrería la misma obsesión por el dinero y el mismo desprecio por sus empleados que los empresarios más rancios. Además, el narrador cuenta las distintas etapas que sufrió su consideración hacia su jefe: desde idolatrarlo y sentirse atraído por él  hasta comprobar su cinismo cuando tiene que despedir a sus jóvenes empleados.
Muy diferente es la historia que está narrada en primera persona y que mediante la voz de una mujer de mediana edad cuenta el desmoronamiento de su matrimonio, tras quedar su marido en el paro. A los problemas habituales en esta situación, se une la incomprensión de ella hacia el repentino activismo político que surge en el esposo. Aunque no se nombra, podemos identificar el partido como Podemos; la narradora, por su experiencia personal, es muy crítica con los intereses  de los militantes, que identifica más con el deseo de medrar que con el de cambiar la sociedad.
La tercera trama relata uno de esos pequeños conflictos familiares que la crisis provocó y que no ocuparon los noticiarios: un joven, que ha malgastado el dinero mientras tenía trabajo, vuelve a casa de sus padres al quedarse en paro y acaba, finalmente, en la de su tía viuda. Aunque es interesante la evolución de la relación entre ambos, y el choque generacional que se produce, se trata de la historia menos atractiva de las tres, quizás porque el uso de la tercera persona en la narración no favorezca tanto la empatía. Sin embargo, posee un capítulo final, con el que también se cierra el libro, que se encuentra entre lo mejor de este estupendo tríptico sobre las consecuencias íntimas de la crisis que es Asamblea ordinaria

Reseña publicada en El Noroeste


sábado, 3 de septiembre de 2016

Magistral - Rubén Martín Giráldez


Magistral, Rubén Martín Giráldez, Jekyll & Jill, 2016, 100 págs., 12€.
 Los lectores de narrativa somos también narradores. En nuestra recepción del texto que leemos se produce una reconfiguración del discurso redactado por el autor. Además, cuando alguien nos pregunta “¿de qué va?” el libro que tenemos entre manos, nos detenemos en el relato condensado de su argumento con delectación. Pero, ¿qué ocurre cuando un texto aparentemente narrativo carece o deja en segundo plano la trama? En estas ocasiones, la mayoría de los lectores sienten una perplejidad al comienzo del libro que se torna pronto en irritación al no encontrar la esperada historia. Sólo unos pocos receptores saben ir más allá y encontrar placer en la lectura, cuando el libro la ofrece, a pesar de no hallar una trama. A estos últimos lectores está dirigido Magistral, el artefacto literario perpetrado por Rubén Martín Giráldez.
Porque aquellos que busquen un argumento en el segundo libro de este ensayista y traductor catalán se darán cuenta pronto del segundo plano, cuando no tercero, que ocupa en el orden de importancia de la obra. Lo primero que llama la atención en Magistral es su estilo; Martín Giráldez emplea un lenguaje denso, a veces retorcido, con preferencia por los juegos de palabras, las onomatopeyas, las metáforas, los neologismos y con largos fragmentos en inglés. Veamos un ejemplo del peculiar estilo del libro: “Ordeñador prostático, lalia infusa try to troll password subrosa, criptos, otrosí escaneo fonético: arcabuzos submarinos en el gunning fog index” (pág. 93). Este protagonismo dado al lenguaje, poco habitual en la narrativa española contemporánea, no es un medio, sino un fin en sí mismo por el componente metaliterario del libro. Al igual que hace Cervantes en la segunda parte del Quijote, se cita la repercusión que ha tenido Magistral en un juego temporal cargado de ironía. El narrador se dirige al lector y le habla del propio libro que tiene entre manos, diluyendo las fronteras de la ficción y dinamitando los preceptos tradicionales de la narrativa. En esta concepción lúdica y crítica de la Literatura que propone Martín Giráldez, adquieren gran importancia los paratextos, citas de otros autores, la portada y el índice de otro, y los juegos tipográficos.
Aunque, tal y como ya hemos defendido, el lenguaje y sus giros son los verdaderos protagonistas de Magistral, también podemos hallar un hilo argumental, débil y discontinuo eso sí, en la obra. El libro nos cuenta la intención de un autor español de abandonar su idioma natal y seguir la senda de Notable American Women, obra del norteamericano Ben Marcus. Este segundo texto adquiere una gran importancia en la última mitad del libro, convirtiendo a Magistral en una especie de parásito que toma fragmentos enteros de Marcus. La relevancia de este nuevo juego literario se debe relacionar con la sátira a la lengua, a la crítica y a la literatura española que aparecen en la primera parte del libro. De nuestro idioma dice el narrador que lo hemos convertido en “muelle y fantocha” (pág. 15); frente a ello, aboga por esa renovación total de la que el propio texto es ejemplo.
Apuesta fuerte Martín Giráldez con Magistral, algo poco habitual en los autores de su generación (nació en 1979). A pesar de que el libro puede indigestar, utilizando una metáfora gástrica tan del gusto del propio autor, se agradece la originalidad y la valentía en la propuesta discursiva y en la sátira.
Reseña publicada en El Noroeste: