miércoles, 24 de septiembre de 2014

Intemperie - Jesús Carrasco



Intemperie, Jesús Carrasco, Seix Barral, 2013, 211 págs., 16,50€.


Entronca Intemperie de Jesús Carrasco con una corriente literaria un tanto denostada por las nuevas generaciones de narradores: el tremendismo. El máximo representante de este tipo de novelas que se desarrolló en la España de la Posguerra fue Camilo José Cela, un autor despreciado y casi olvidado hoy en día. No se sabe si es porque sus obras han envejecido mal o por la polémica personalidad del narrador gallego, pero sus libros son hoy poco leídos y, salvo en las clases de Literatura, menos comentados. Sin embargo, el pasado año 2013 apareció esta estupenda opera prima de Jesús Carrasco que recuerda en varios aspectos a la obra cumbre del tremendismo: La familia de Pascual Duarte.
La novela se desarrolla en un territorio sin nombre, pero cuyos paisajes y el origen del autor podrían llevarnos a situarla en una Extremadura asolada por la sequía. La violencia latente, la pobreza del protagonista y la desigualdad de clases también la acercarían a la novela de Cela y a otra obra posterior con la que también se la ha relacionado con acierto: Los santos inocentes de Miguel Delibes. En esta osada comparación  con dos de los narradores más influyentes de la España del siglo XX, un escritor novel como Carrasco sale indemne gracias a la fuerza narrativa de Intemperie.
Se inicia la obra con la huída del niño protagonista del pueblo en el que vive con su familia en medio de una llanura asolada por la sequía. Pronto, y por sutiles referencias del narrador, descubrimos que el motivo de que el pequeño haya abandonado su hogar son los abusos que ha sufrido por parte del alguacil de la localidad. La figura de este despiadado y tiránico personaje se erige como el mal personificado del que el niño ha de huir durante toda la novela. En su escapada bajo el implacable sol de un llano de ecos rulfianos, el niño se topará con un solitario y taciturno pastor  al que no sabrá si considerar un aliado o como uno más de los esbirros del alguacil.
Este sencillo y duro argumento se convierte en la las manos de Jesús Carrasco en una novela de altura, llamada a convertirse en un clásico contemporáneo. Lo consigue, en primer lugar, con una prosa precisa y a veces poética, cargada de símiles, metáforas y con un léxico repleto de palabras propias del campo que muchos lectores tendrán dificultades para entender. También es muy efectivo para que Intemperie se convierta en una gran novela, el hecho de que no haya ningún nombre propio en toda la novela. Ni los personajes, ni los espacios están definidos más que por sustantivos como “el pastor”, “el llano”, “el Norte”, que contribuyen a configurar un territorio mítico y atemporal en el que la desolación campa a sus anchas.

Temas como las relaciones familiares, la pobreza, los abusos a menores, la soledad y, sobre todo, la violencia, recorren una novela dura en la que el lector apenas tiene respiro mientras se suceden los terribles contratiempos que sufre el protagonista. Su conciencia de niño se ha visto endurecida por los abusos del alguacil y la incomprensión de su propia familia, empujándolo a esa desesperada huida que lo hará, a lo largo de las páginas de esta gran novela, madurar de manera abrupta y traumática.

(Reseña publicada en el periódico El Noroeste).

sábado, 13 de septiembre de 2014

Los siete años de abundancia - Etgar Keret


Los siete años de abundancia, Etgar Keret, Siruela, 2014, 157 págs., 16€.

Hay algunos países que están marcados para todos nosotros con unas connotaciones muy negativas. Por ejemplo, Israel y Palestina nos remiten irremediablemente a pensar en guerras, atentados y muertes. Sin embargo, a veces los periodistas nos muestran un pedazo de la vida cotidiana en esta zona del mundo y nos sorprende que sus habitantes tengan una vida parecida a la nuestra. Los jóvenes israelíes aparecen ante la cámara despreocupados en las playas de Tel Aviv y las mujeres palestinas pasean por un mercadillo en busca de la mejor ganga. Esta extraña pero lógica cotidianidad en un conflicto tan largo es la que aparece en el último libro de Etgar Keret publicado en España: Los siete años de abundancia.
Keret es seguramente el escritor actual en lengua hebrea más conocido en todo el mundo. Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas y su importancia dentro de la Literatura contemporánea está fuera de toda duda, como muestran el éxito de sus libros y las invitaciones a hablar sobre su obra que recibe de medio mundo. Pero Keret es, junto a todo ello, un israelí que vive en Tel Aviv con su familia y que tiene que lidiar, como todos sus compatriotas, con los ataques terroristas, con las atrocidades de su ejército en Palestina y con el rechazo de gran parte de la comunidad internacional, especialmente de los países musulmanes. Esta tensa situación está presente en Los siete años de abundancia, pero, acertadamente, no lo protagonizan. Las alertas por los lanzamientos de cohetes, el odio hacia la política exterior israelí y el antisemitismo son tratados por el autor con bastante distancia y, a veces, incluso utilizando el humor negro. Porque lo que narra Keret en los fragmentos que componen su obra es algo mucho más importante: los avatares que sufre su existencia durante los siete primeros años de vida de su hijo Lev.
La familia es el tema principal de los treinta y cinco textos breves, que se mueven entre el artículo y el relato autobiográfico, que componen el libro. Además de la peculiar y divertida educación del primogénito, aparecen las relaciones del narrador con su mujer, sus padres, sus amigos y sus vecinos. En todos ellos se ven las peculiaridades de la vida israelí, especialmente en el fragmento dedicado a su hermana, que comienza con esta impactante frase: “Hace diecinueve años, en un pequeño salón de bodas en Bnei Brak, mi hermana mayor murió y ahora vive en el barrio más ortodoxo de Jerusalén” (pág. 81). A continuación se nos cuenta su transformación de una chica normal despreocupada a una madre de familia numerosa que vive según la interpretación más estricta de la religión judía. El contraste con la vida de su hermano Etgar, un escritor y profesor cosmopolita que ni siquiera se ha casado oficialmente, protagonizan uno de los fragmentos más originales e interesantes del libro.
Posee este escritor israelí una gran habilidad a la hora de narrar anécdotas familiares, historias de su juventud o malentendidos en sus habituales viajes al extranjero para participar en encuentros literarios. En todas estas narraciones hace un gran manejo de la ironía, que le permite tratar con humor las situaciones más graves, como cuando tiene que proteger a su hijo de un posible bombardeo, y con seriedad las situaciones hilarantes que vive.

(Reseña publicada en El Noroeste el 4 de septiembre de 2014)