martes, 21 de junio de 2016

París-Austerlitz - Rafael Chirbes


Paris-Austerlitz, Rafael Chirbes, Anagrama, 2016, 153 págs., 15€. 
Existen demasiados prejuicios sobre las obras póstumas. Que una editorial publique una novela meses después del fallecimiento del autor suele provocar sentimientos encontrados entre los lectores. Por un lado, existe cierta sospecha, especialmente si se trata de manuscritos que el escritor no dio por terminados, de que el sello ha podido aprovechar el fúnebre tirón mediático para aumentar las ventas. Por otro, se suelen leer con cierta benevolencia estas obras por respeto hacia el finado. En el caso que aquí nos ocupa, una novela que Chirbes terminó tres meses antes de su fallecimiento, debemos desprendernos de estos prejuicios y disfrutar de una obra sublime.
Seguramente París-Austerlitz no alcance la excelencia de En la orilla(2013), su premiada anterior novela, pero no es una obra menor en la trayectoria de este narrador clave en la literatura española contemporánea. Chirbes, tal y como apunta al final del libro, tardó veinte años en escribir esta historia, en una labor intermitente y, suponemos, obsesiva que lo llevó a desprender al libro de todo aquello que no le era necesario. París-Austerlitz es esa pequeña y poco suntuosa joya a la que el paciente orfebre dedica un número infinito de horas de trabajo hasta que queda perfectamente engastada. Es una obra con un equilibrio interno sólido y con un acabado estilístico preciso en su aparente sencillez. Ambas características bastan para prestarle atención, pero, además, narra una historia de gran interés.
La novela cuenta la apasionada y tormentosa relación entre Michel, un obrero francés en la cincuentena, y el narrador, un pintor español de clase alta veinte años más joven. De manera desordenada, Chirbes relata desde el inicio de su amor, tras conocerse de manera fortuita en un restaurante y pasar esa primera noche juntos, hasta la separación y la posterior y fría relación, pasando por todos los vaivenes que su pasión sufre. El narrador valenciano sitúa la historia en distintos escenarios de París, en un retrato de la capital francesa que no se queda en lo meramente turístico y que amplía su mirada hacia los rincones más populares e incluso turbios.
A pesar de que el artista español es el narrador, y desde su perspectiva, a veces nostálgica, a veces descreída, conocemos los vericuetos de la relación de pareja, es el personaje de Michel el más interesante de París-Austerlitz. La solidez externa de su cuerpo, se le describe como un musculoso campesino normando curtido en las fábricas parisinas, contrasta con su vulnerabilidad sentimental. Su tendencia a entregarse sin reservas a su amante lo lleva a sufrir con los celos, mientras están juntos, o a entrar en una espiral de promiscuidad y alcoholismo, cuando es abandonado por el narrador. Es un personaje duro y tierno a la vez, pasional y obsesivo; una creación poliédrica que Chirbes nos lega en su última novela.
Además de por el desdén de su amante, Michel acaba vencido por el SIDA, que postra su sólida estructura en un hospital, en una época en la que esta enfermedad era una plaga (palabra que emplea el narrador para referirse a ella) para los homosexuales europeos. Este mal es la última cicatriz en un personaje marcado por los rechazos amorosos, por el suicidio de su padre y por el desprecio de su padrastro hacia su madre.
Reseña publicada en El Noroeste.

lunes, 6 de junio de 2016

Los huéspedes - Pedro Pujante


Los huéspedes, Pedro Pujante, Ediciones Irreverentes, 2016, 180 págs., 15€.
 Maneja con soltura la técnica y los temas propios de la narrativa el autor murciano Pedro Pujante, tal y como demostró en obras previas. Por ello, no es una sorpresa que su nueva novela, Los huéspedes, sea una obra bien construida. Si en su anterior libro, El absurdo fin de la realidad(2013), Pujante coqueteaba con la ciencia ficción, en su último lanzamiento editorial se mete de lleno en este subgénero y pone en juego varios de los tópicos que le son propios.
En primer lugar debemos citar, por su importancia en la trama, el viaje en el tiempo. Se trata de un recurso muy habitual en este tipo de narraciones porque permite subvertir una de los límites más sólidos de nuestro mundo: la inexorabilidad del paso del tiempo. En el caso de Los huéspedes, el viaje en el tiempo es doble: por un lado tendríamos la ubicación de los personajes en una época futura a la que han llegado sin tener conciencia del traslado; por otro, se presenta, como suele ocurrir en la ciencia ficción, como un superpoder que detenta uno de los protagonistas y que le ayudará a llevar a cabo sus objetivos y el de sus compañeros.
Otro de los tópicos habituales en el género es el del doble. En Los huérfanos Pujante nos vuelve a ofrecer dos variantes, si no en la entidad de los sosias, sí en la consideración que de ellos tienen los personajes. En un primer lugar, el choque con el doble causa el shock lógico en los protagonistas, ya que no comprenden la razón de esa visión de ellos mismos en otro cuerpo. La explicación técnica de esa duplicidad, la clonación, otorga al fenómeno cierta verosimilitud y lo acerca al contexto de esa ciencia disparatada que tanta importancia posee en el libro y que está personificada en el doctor Faustino, que encarna el arquetipo de científico loco.
La novela también se puede leer como una distopía, ya que el relato nos lleva hasta un mundo futuro en el que la Tierra ha quedado inundada. Ante esta eventualidad, los supervivientes se dividen entre los que se agrupan en las pocas islas emergidas y los que han emigrado a otros planetas. En los pocos espacios aptos para la vida existe la sensación de que el apocalipsis es inminente, lo que influirá en las decisiones que tomen los personajes.
Todos estos tópicos habituales de literatura de ciencia ficción se introducen en una historia que comienza siendo realista, pero que se va tornando cada vez más inverosímil y delirante. Lo que parece ser un extraño encuentro de escritores en un aislado pueblo cacereño se convierte, en la segunda parte del libro, en aquello que el protagonista, el narrador Roberto Hernández, ha ido sospechando: un experimento llevado a cabo por un científico demente con intenciones poco claras. Los protagonistas se verán inmersos en una situación disparatada que no han elegido, pero que les llevarán a vivir una serie de aventuras que jamás hubieran imaginado en sus aburridas existencias.  
Pujante enriquece esta historia de humor y ciencia ficción con numerosas referencias literarias y culturales, algo habitual en sus obras. Además del hecho de que los protagonistas sean escritores, las alusiones a autores como Borges, Lovecraft o Umbral, a libros como La isla del doctor Moreau, a series como Perdidos y a películas como El show de Truman, son frecuentes en la novela. 
Reseña publicada en El Noroeste: