viernes, 11 de octubre de 2019

Una vida retirada - Antonio Fernández Jiménez



Una vida retirada. Inazares, de camino hacia el cielo, Antonio Fernández Jiménez, Círculo Rojo, 2019, 220 págs., 14€.

         Existe un tema que, en los últimos años, ha ocupado numerosas páginas en diarios y revistas españolas: la despoblación de grandes zonas rurales de nuestro país. La llamada España vacía (o vaciada) se ha erigido, además, en la protagonista de varios libros que se han ocupado de las causas y las consecuencias de que algunas comarcas de provincias españolas como Soria, Cuenca o Teruel hayan visto descender su número de habitantes drásticamente en las últimas décadas. A volúmenes de la trascendencia de La España vacía (2016) de Sergio del Molino, se suma ahora este Una vida retirada del periodista bullense Antonio Fernández Jiménez.
         Este libro parte de una paradoja: una de las provincias con una población más joven y con una tasa de natalidad más alta del país como es Murcia posee algunas zonas en las que cada vez habita menos gente. En concreto, Fernández Jiménez elige como protagonista al pueblo de Inazares, una pequeña localidad perteneciente al municipio de Moratalla que cumple todos los requisitos para pertenecer a esa España que se ha ido vaciando en las últimas décadas. Este pueblo murciano, ubicado a más de mil metros de altura, ha visto su población decrecer desde varios centenares a las pocas decenas, ancianos y adultos todos ellos, que hoy pueblan sus escasas calles.
         Fernández Jiménez, en la mejor estirpe del periodismo literario, describe con precisión los paisajes que rodean este paraje del Noroeste murciano, empleando una riqueza léxica en los colores, en los aperos de labranza o en la fauna y en la flora del lugar que imprime a su prosa una gran plasticidad. El autor visita Inazares en varias ocasiones durante todo un año, mostrando en cada uno de sus capítulos cómo el paso del tiempo influye tanto en el pueblo y sus alrededores (de la nieve invernal a las largas tardes de verano) como en sus habitantes (de la soledad del frío al bullicio de los turistas del estío).
         Al contrario que otros escritores que cultivan este tipo de crónica sobre la España vacía, Fernández Jiménez cede el protagonismo a los verdaderos actores de esa historia: los vecinos de Inazares. Especial peso en el libro tienen dos de los últimos habitantes que quedan en la población: el anciano y sabio Paco y el peculiar Julián. Además, y casi como si de una novela policiaca se tratara, al principio se adelanta la muerte de uno de los personajes cuyo nombre sólo sabremos casi al final de la obra. El autor observa y describe, pero, sobre todo, escucha y transmite las palabras de los locales y de personas vinculadas al pueblo (antiguos maestros, especialistas en geografía, periodistas) sobre la historia del lugar y las causas de su despoblamiento, otorgándole al libro una equilibrada mezcla entre erudición y sabiduría popular.
         Una vida retirada es una obra tranquila, reposada, de un autor que sabe palpar el ritmo de vida de los habitantes del pueblo, que comparte con ellos tardes en el bar y recuerdos de romerías y fiestas que ya no volverán. Al contrario de lo que pudiera parecer, el libro, preñado de nostalgia en muchas de sus páginas, deja un poso de optimismo, representado en el complejo rural que en los últimos años ha revitalizado el pueblo y que vuelve a llenar de niños y jóvenes, cada puente y cada verano, las vetustas calles de Inazares.

martes, 8 de octubre de 2019

Trabajos forzados - David Cano


Trabajos forzados, David Cano, Tres Fronteras, 2019, 190 págs., 14€.

La segunda parte de la veintena suele ser la época en la que muchos elegimos el camino que seguiremos en nuestras vidas durante las siguientes décadas. Los que han realizado estudios universitarios y los han estirado con algún máster o con una experiencia en el extranjero, encuentran, si tienen suerte, durante estos años el trabajo que supondrá el inicio de su vida profesional en el sector en el que continuarán, si tienen suerte, hasta su jubilación. Además, suele ser una edad en la que las parejas surgidas de la efervescencia juvenil se consolidan yéndose a vivir juntos o se separan por la presión de las obligaciones de la madurez. Quizás este esquema sea demasiado reduccionista, pero es el que muchos de nosotros vivimos y el que también sigue Marcos, el protagonista de la primera novela del murciano David Cano.
Y es que a sus veintiocho años, Marcos se debate entre continuar en su anodino empleo en una oficina, los “trabajos forzados” a los que alude con sarcasmo el título, o mandarlo todo a la mierda y dedicarse en cuerpo y alma a su verdadera vocación, escribir, antes de verse atrapado para siempre en ese sistema laboral que odia. Una noticia y una propuesta le obligan a encarar por fin la escritura de esa novela que le obsesiona mientras rellena informes de manera maquinal en el ordenador de su oficina.
La noticia es que su hermano mayor Ernesto tiene un complicado cáncer de páncreas; la propuesta viene, precisamente de él, que decide dedicar el tiempo que le quede a ayudar a Marcos a escribir esa novela. De esta forma, Ernesto, que tuvo una exitosa carrera como autor de libros de ciencia ficción antes de caer en el olvido de crítica y público, dedica las pocas fuerzas que la enfermedad va dejándole en aconsejar a su hermano y, lo que es más importante, a animarle a escribir.
`Trabajos forzados´ se convierte así para su protagonista en una carrera contra el reloj para lograr que su novela esté acabada mientras Ernesto pueda acompañarle en el proceso de su creación. Simultáneamente, Marcos se irá enfrentando a numerosos problemas laborales (siente que no puede dejar la empresa por la inseguridad de encontrarse sin trabajo cuando aún no tiene ni editor), amorosos (duda entre una nueva relación y volver con su ex) y familiares (con un padre desaparecido y una madre desequilibrada) que lo llevarán al límite.
Crea Cano un protagonista de gran hondura, con múltiples aristas y por el que el lector siente a veces ternura y otras veces rabia, pero que no deja indiferente. Marcos ejerce una fuerza centrífuga sobre el resto de personajes, que en ocasiones se desdibujan en comparación con el principal y que parecen estar al servicio de la configuración del protagonista. Este es un personaje redondo, que pasa por numerosos etapas a lo largo de la historia que van desde imprevisibles ataques de ira a hondas depresiones.
Nos ofrece David Cano una vibrante ópera prima, que pone en juego temas como la creación artística, los temores que produce la llegada a la vida adulta o las relaciones familiares en un libro con un gran nervio narrativo. 
Reseña publicada en Eldiario.es 

viernes, 4 de octubre de 2019

Ramona - Rosario Villajos


Ramona, Rosario Villajos, Mrs. Danvers, 2018, 220 págs., 18€.

         En una de las escenas más delirantes de Ramona, el libro en el que Rosario Villajos repasa la infancia de una niña en los ochenta y su juventud en los noventa, un joven gitano acuchilla a un hombre de su misma etnia porque este se ha metido con Camarón de la Isla, acusando al artista de San Fernando de ser una vergüenza para el flamenco. Una situación como esta, con el uso de drogas por parte del muchacho y la muerte del señor, podría ser tratado por algunos escritores desde la seriedad o la denuncia, pero Villajos opta por un tono cáustico que la lleva a concluir la escena describiendo cómo su padre, presente en la taberna donde se ha producido en el apuñalamiento, rompe la radio familiar al llegar a casa y les prohíbe a sus hijos escuchar flamenco.
         Esta mezcla entre hechos graves, abusos sexuales, maltrato, y un tono irónico, a veces rayano en lo sarcástico, está presente en varios de los textos que componen un libro en el que arroja una mirada nada complaciente, aunque con cierta nostalgia por la inocencia perdida, a la España de los ochenta. Ramona, la narradora, fue una niña despierta y con inclinaciones artísticas, que sobrevivió en un barrio obrero por el que pululan yonquis perdidos, vecinas cotillas, adolescentes lúbricos y pequeños sádicos que no dudan en tirarle una pinza de la ropa a un bebé desde la azotea del edificio. Es un microcosmos en el que todo el mundo conoce los problemas del vecino de escalera, el marido alcohólico, el que está en la cárcel, y las miserias que traspasan las paredes finas como papel de fumar.
         Villajos relata, con esa frescura que hace de Ramona un libro divertidísimo, algunos de los ritos iniciáticos que los niños de la época tenían que vivir: el primer día de clase tras vivir los primeros años pegados a las faldas de sus madres, la primera comunión, a cuyo convite Ramona no puede asistir porque su vestido avergüenza a su padre, o las primeras carrera en la bicicleta. El descacharrante retrato de su familia, que recuerda siempre entre la ternura y el desconsuelo, y de sus vecinos se completa con el de las compañeras de colegio, especialmente de su amada Alicia, y de las monjas que rigen la escuela con una crueldad rayana a veces en el sadismo.
         Aunque mezclados con los fragmentos de la infancia, los capítulos dedicados a la adolescencia y la juventud son bastante diferentes. En los primeros la narradora capta perfectamente la indefensión que se siente en esta época a la que Ramona trata de hacer frente con una actitud que la hace parecer borde a sus compañeros de clase. Así, los divertidos y a veces escatológicos episodios de la infancia dejan paso a situaciones más duras como las discusiones con las amigas o las primeras y nada placenteras relaciones con los chicos.
         Aunque la ironía se mantiene, los fragmentos dedicados a la juventud tienen en general un componente más amargo. Ramona se emancipa muy joven y vive episodios de una gran dureza como la relación con un chico mentiroso compulsivo o una depresión que la lleva a pensar en el suicidio. Sin embargo, la narradora acaba siempre aportando ese tono desenfadado que, junto a los dibujos que acompañan las páginas y cuya autora es la misma Villajos, son la marca del libro.