domingo, 27 de noviembre de 2016

Nefando - Mónica Ojeda


Nefando, Mónica Ojeda, Candaya, 2016, 206 págs., 16€.
 Es difícil para la Literatura acercarse a ciertos temas escabrosos desde la ficción. Entre estos temas tabúes tan delicados de tratar en una novela, o en cualquier otra manifestación artística, está, por supuesto, el abuso sexual a menores y la pornografía infantil. Se trata de una de las peores violencias que se pueden ejercer sobre otro ser humano, ya que dejará huellas indelebles en la víctima, y  son pocos los autores que lo tratan en sus obras. Por ello, lo primero que hemos de agradecer a Mónica Ojeda es la valentía que ha demostrado a la hora de incluir en Nefando, la segunda novela de esta joven autora ecuatoriana, el abuso a menores y el uso pornográfico de las grabaciones de estos actos.
Pero ese valor al sobreponerse a la autocensura no deja de ser un atributo personal de la escritora y no justifica la recomendación de una obra que posee muchos más valores además del de tratar este espinoso asunto. Y es que estamos ante una novela notable, un puzzle que mezcla estilos, tonos, lugares, temáticas, discursos y personajes muy diferentes para acabar conformando una obra sólida que despierta el interés del lector sin darle casi tregua. Se trata de un relato, lo advertimos, no apto para todas las sensibilidades, ya que aún sin caer nunca en el morbo retrata con crudeza algunos comportamientos deleznables del ser humano.
El eje central de la trama, junto con una novela erótica protagonizada por tres adolescentes con comportamientos de lo más depravado, es la creación, por parte de tres jóvenes hermanos ecuatorianos que viven en Barcelona, de una especie de aventura gráfica digital en la que incluyen un vídeo de los abusos sexuales que sufrieron siendo niños. Los hermanos Terán serán ayudados en la creación de este videojuego tan peculiar por El Cuco, un joven hacker español con el comparten piso. A través de él podrán incluir Nefando, que así se llama el proyecto, en la Deep Web, ese espacio de la Red donde apenas hay leyes y donde todo parece estar permitido. Los tres hermanos parecen tratar esos terribles abusos que sufrieron por parte de su padre con cierta frialdad, como muestra que aún mantengan contacto con su progenitor.
Ojeda pone en juego aquí los diversos matices que aparecen cuando una experiencia tan terrible ocurre dentro del hogar: la imposibilidad de dejar atrás el pasado, la responsabilidad de la madre por no detectar lo que ocurría, el derecho de los niños abusados (cuando crecen) de difundir las aberrantes imágenes que protagonizan, etc. Acierta al huir de maniqueísmos al tratar un tema tan complejo como es el abuso a menores y crea con los hermanos Terán unos personajes poliédricos, que mantienen unas relaciones confusas con sus compañeros de piso, con sus padres y entre ellos mismos. Lo hace, además, mediante la ausencia de un narrador omnisciente, ya que conocemos la historia de Nefando principalmente mediante entrevistas que un personaje desconocido va realizando a los tres compañeros de piso de los hermanos, El Cuco, Iván y Kiki, que ofrecen visiones complementarias pero parciales de la historia de los Terán. Sólo escuchamos la voz de los hermanos en el fragmento más duros de la novela, en el que Emilio Terán describe en primera persona los abusos sexuales que sufrió junto a sus hermanas. Son apenas nueve páginas, pero muestran de nuevo esa crudeza que hace de Nefando una novela incómoda pero necesaria.
Reseña publicada en El Noroeste. 

domingo, 13 de noviembre de 2016

Las transiciones - Vicente Valero


Las transiciones, Vicente Valero, Periférica, 2016, 116 págs., 15€.

Dueño de una sólida trayectoria poética, el escritor ibicenco Vicente Valero debutó hace un par de años en la narrativa con un libro más que interesante: Los extraños (2014). Tras la buena acogida que tuvo aquella novela, Valero publicó hace unos meses la que podemos considerar en muchos aspectos su continuación: Las transiciones. En ambas, la ficción se mezcla con los recuerdos, propios o ajenos, hasta convertir el relato en un híbrido donde es difícil saber qué hay de real y qué de inventado. Si en su primera novela, Valero narraba las vidas de varios familiares lejanos, esos “extraños” a los que el título hace referencia, en esta nueva obra es su grupo de amigos el núcleo que protagoniza la novela.
Y digo “su” porque tanto las fechas como el espacio, la isla de Ibiza, provocan que el lector identifique con facilidad al narrador con el autor. A pesar de ello, y como es habitual en este género tan propio de nuestra época como es la autoficción, debemos olvidar durante la lectura las coincidencias con la biografía del autor y disfrutar un breve pero intenso relato sobre dos transiciones que se superponen.
La primera de ellas es la política, la Transición entre el Franquismo y la monarquía parlamentaria, que se dio en España durante los años 70 y que llegó a la pequeña Ibiza de aquella época de manera un tanto amortiguada. Son años en los que la burguesía de la ciudad, a la que pertenecen los jóvenes protagonistas de la novela, vira sin complejos y en apenas unos años del respeto hacia el dictador al entusiasmo por la democracia. Estos personajes se reúnen en el casino primero para asistir endomingados a la retransmisión televisiva de los funerales del dictador y después para preparar las elecciones. Entre ellos destaca don Alfonso, el abuelo de uno de los protagonistas, que tiene a lo largo de su vida una curiosa relación con la figura de Franco.
Si esta Transición se sitúa como telón de fondo de la novela, la que de verdad protagoniza el relato es la que sufren, durante esos mismos años, el narrador y sus amigos Julio, Antonio e Ignacio. Se narran en el libro las últimas travesuras infantiles y los primeros ritos de iniciación a la juventud, en una adolescencia que acabará separándolos y marcando su futuro. Asistimos a los primeros enamoramientos, destaca el del narrador con Amelia, al descubrimiento de la pornografía y a las reprimendas de los estrictos profesores del colegio religioso al que asisten. El paso de los años irán mellando la unidad del grupo y haciendo que elijan caminos distintos.  
Los recuerdos desordenados de los acontecimientos más importantes de esta época se van insertando en la historia marco: la del entierro de Ignacio, fallecido a los treinta y tres años tras una sobredosis. En este luctuoso día, el narrador se encontrará con Antonio y Julio, junto a los que irá reconstruyendo los hechos más significativos de su adolescencia y homenajeando así a Ignacio.
Siguiendo la estela de Los extraños, Vicente Valero emplea la memoria de tiempos pasados como motor narrativo de una historia de nostalgia serena que muestra los efectos del paso del tiempo en esas amistades que parecen eternas durante la infancia. 

Reseña publicada en El Noroeste.