sábado, 22 de junio de 2019

Las acacias del éxodo - Conchi Moya




Las acacias del éxodo, Conchi Moya, Sílex, 2019, 120 págs., 12€.


Pocos pueblos han sufrido más en el último medio siglo que el saharaui. Quizás los kurdos sean una de las pocas naciones que hayan vivido tanta represión como los habitantes de este país del norte de África. Tras el abandono español de la zona, Marruecos se apropió del Sáhara Occidental e inició una ocupación que dura hasta nuestros días. En las últimas cuatro décadas los esfuerzos diplomáticos y bélicos del pueblo saharui han sido estériles y hoy en día sus habitantes malviven en campos de refugiados, en el exilio o bajo la dominación marroquí. A pesar de ser un conflicto tan cercano geográfica y culturalmente, existe una importante literatura saharaui escrita en español, el Sáhara Occidental raramente ocupa titulares en la prensa de nuestro país, lo que provoca que el desconocimiento de la situación de este pueblo se sume al oprobio por el comportamiento de nuestros gobernantes.

Esta primera razón extraliteraria, ese abandono de una injusticia tan flagrante como olvidada, justifica ya de por sí la lectura de Las acacias del éxodo, ya que el libro de Conchi Moya es una manera estupenda de conocer de primera mano la historia, la cultura y los problemas de este pueblo. Y es que esta autora madrileña es una gran conocedora del país y de sus gentes, autora de otros libros sobre el tema, uno de ellos junto al activista saharaui Bahia Mahmud Awah. Pero, al contrario de volúmenes anteriores, Moya opta por la ficción para mostrar, de una manera tanto o más eficaz que en un ensayo, la realidad del Sáhara Occidental.

El libro está compuesto por veinticuatro relatos de diferente extensión que se alejan en su mayoría de la estructura narrativa más clásica. La autora opta por fragmentos de historias, por anécdotas o por semblanzas que buscan conformar un mosaico que acerque al lector español a la realidad saharaui. Aunque con un estilo cuidado, en  Las acacias del éxodo percibimos cierta tendencia a la oralidad, como si la escritora quisiera desaparecer y otorgarle el protagonismo a aquellas personas que le contaron las historias que ella reproduce. Moya acierta al evitar ese egocentrismo tan habitual del escritor contemporáneo y ofrecer al lector las peripecias de los saharauis desde su propia perspectiva y no desde esa perspectiva exótica tan propia del europeo.

Por supuesto, el hecho de que la autora sea española hace que el libro esté pensado para los lectores de nuestro país. Así, la presencia de personajes peninsulares es habitual en los relatos, desde los activistas que apoyan la causa saharaui, hasta los antiguos habitantes de la colonia, pasando por algún político real como Felipe González que no sale bien parado por su traición a la causa con la que se comprometió antes de ser presidente. Además, el libro es rico en referencias a la cultura, a las tradiciones y la lengua de este pueblo, que llevan a la autora a incluir medio centenar de notas a pie de página y un completo glosario.

En cuanto a la temática de los textos que integran Las acacias del éxodo, podemos citar el recuerdo (casi siempre positivo) de la época colonial, las batallas de la guerra contra los marroquíes y las penurias sufridas durante el exilio. Moya toma claramente partido a favor de la causa saharui y termina el amargo volumen con un canto a la esperanza a modo de relato sobre un futuro Sáhara independiente y próspero.

Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 9 de junio de 2019

8.38 - Luis Rodríguez




8.38, Luis Rodríguez, Candaya, 2019, 190 págs. 16€.


Un lector puede comenzar la lectura de un nuevo libro con distintos niveles de conocimiento del mismo. Lo que los teóricos conocen como “horizonte de expectativas” puede ir desde la absoluta ignorancia de la trama del libro y de la trayectoria del autor, hasta el conocimiento más profundo del creador y la lectura de reseñas que orienten la lectura. En mi caso, con el libro 8.38 mi horizonte de expectativas era bastante limitado y se circunscribía al titular de un artículo de Alberto Olmos con un título tan llamativo como sorprendente: “El escritor más moderno de España tiene 60 años y se llama Rodríguez” (El Confidencial, 29/03/2019). Tras leer el libro creo que la frase de Olmos es un tanto hiperbólica, no sé si “moderno” es el adjetivo que mejor define a Rodríguez, pero sí que entiendo su entusiasmo por un libro que dinamita varios de los pilares de la literatura contemporánea.

Dinamita, en primer lugar, la estructura clásica de la narrativa; deben evitar este libro aquellos que se sienten incómodos con las novelas cuyo desarrollo argumental no es lineal y unívoco. Sin embargo, y aunque es cierto que no es una de las opciones más fáciles para atraer al público actual, no considero que este rasgo sea por sí mismo “moderno”, ya que encontramos ejemplos de tramas difíciles de seguir en libros publicados hace ya bastantes décadas, v. gr. El ruido y la furia (1930) de William Faulkner.

Dinamita ese juego entre la identidad del autor y la del protagonista que está en la base de la autoficción, tendencia que comienza a perder en los últimos tiempos esa pátina de modernidad que ha venido teniendo desde comienzos de siglo aproximadamente. En 8.38 hay un Luis Rodríguez que es escritor pero cuya biografía tiene, aparentemente, pocas similitudes con la del creador del libro. No obstante, la presencia del escritor real que está tras la génesis de estas páginas es muy importante en ellas, aunque más en lo literario (se citan con frecuencia sus libros previos) que en lo meramente personal.

Dinamita también los límites de la novela, género en el que, gracias a su proverbial heterogeneidad, podríamos incluir 8.38. Y es que si bien tiene narradores, personajes variados y una trama, no fácilmente delimitable pero sí presente, el texto emplea una variedad discursiva que lo hace muy original. Por ejemplo, en un fragmento del libro que tiene la forma de obra de teatro, uno de los personajes abandona el escenario, momento en el que el texto se convierte en relato para contarnos su itinerario.

Dinamita, para terminar, incluso la referencialidad del título con respecto al texto. Aquí, el paratexto alude, según la contraportada, a la hora en la que murió Dostoievski y en la que está parado el reloj de su casa en San Petersburgo; pero, salvo la cita del autor ruso con la que concluye el libro, no he hallado la relación directa con el texto.

 Entonces, ¿qué queda en 8.38 tras tanta demolición? Pues, en primer lugar, un texto originalísimo de carácter eminentemente metaficcional y con numerosas referencias literarias que confluyen en la prolija dedicatoria del Rodríguez a sus autores predilectos. En cuanto al argumento, aunque no sea lo más relevante del libro, podemos señalar que la primera parte retrata la imposibilidad de un autor de escribir un libro sobre unos maquis y el guardia civil que quiere, la segunda se centra en el peculiar pueblo de Soyube y la tercera en un oficinista que lleva una triple vida. 

Reseña publicada en El Noroeste: