miércoles, 31 de enero de 2018

El jinete de la tormenta - Darío Lozano



El jinete de la tormenta, Darío Lozano, Boria, 2017, 410 págs, 16€.

La bibliomanía es esa dolencia caracterizada por una atracción casi obsesiva por la lectura de libros. Se suele desarrollar en la infancia o en la adolescencia y normalmente afecta al individuo que la padece hasta el final de sus días. La han sufrido grandes escritores como Cervantes, que confesaba que leía cualquier papel que se encontraba por la calle, muchos bibliotecarios o profesores de literatura, que han pretendido calmar esta enfermedad gracias a su profesión. Y también la sufren los tres protagonistas de El jinete de la tormenta, primera novela publicada por el madrileño Darío Lozano.
El primero de ellos, Víctor, tiene la lectura como uno de los pocos alicientes de su triste vida de recepcionista nocturno. Se evade de su decadente relación con su esposa leyendo cómics y, especialmente, las novelas protagonizadas por una especie de James Bond hispano apellidado Crusat y creado por un famosísimo pero esquivo escritor que se esconde bajo el pseudónimo de Ricardo Espaldier. Gracias a una serie de carambolas del Destino, actante fundamental en esta historia según Víctor, que ejerce de narrador, el recepcionista se hace amigo del escritor al que idolatra, de nombre real Esteba, y del que poco a poco, en encuentros tan casuales como espaciados el tiempo, va conociendo su turbulenta vida.
Esteban es el segundo de estos bibliómanos que protagonizan la trama de El jinete de la tormenta. El éxito conseguido gracias a las novelas del espía Crusat no han servido para calmar una serie de inseguridades que nacen de una terrible infancia que lo ha llevado a vivir una vida turbulenta. La enseñanzas de Ludovico, un señor italiano que se convirtió en su verdadero padre, lo llevaron a amar la Literatura, que ya se había convertido en una escapatoria mental en sus duros años infantiles, y a escribir sesudos ensayos filosóficos que, muy a su pesar, no alcanzan la difusión y las ventas de esas novelas de las que él abomina.
Esteban pretende repetir con Erika, otra niña de infancia dura, la labor que Ludovico realizó con él. Y aunque consigue que comparta con él su obsesión por los libros, el carácter volcánico de ambos acaba por convertir torcer la relación entre la chica y su benefactor.
Con estos tres personajes principales, Darío Lozano crea una novela desenfadada, que alterna episodios lúgubres, los narrados por Esteban y por Erika, con otros más irónicos, los que cuentan la vida Víctor, con un humor que a veces es demasiado basto. En estas partes relatadas por el recepcionista son frecuentes los juegos de palabras que si bien muestran el carácter tragicómico del personaje, no están a la altura del resto de la obra.
En torno a este trío principal, pareja, ya que Víctor aparece más como testigo de la historia central que como protagonista, Lozano crea una amplia galería de personajes secundarios que destacan, en su mayoría, por su patetismo. Además de ese amor por los libros, en la novela encontramos otros temas como las difíciles relaciones paterno-filiales, las consecuencias de las adicciones, el ansia de fama de algunas personas, las diferencias entre la buena literatura y la literatura de consumo y frecuentes referencias a la cultura popular, especialmente al cómic.

Reseña publicada en El Noroeste. 


sábado, 20 de enero de 2018

Amores malsanos - Teresa Vicente



Amores malsanos, Teresa Vicente, La Fea Burguesía, 2017, 138 págs., 10€.

Siempre me han causado respeto los autores que teniendo una dilatada trayectoria en un género literario publican un libro perteneciente a otro. En el mundo de la literatura es muy difícil abrirse hueco y que lectores, críticos, editores y libreros conozcan un nombre y lo asocien a una manera de escribir. Por eso aquellos escritores que han recorrido ese a menudo tortuoso camino en un género determinado y que, una vez asentados en él, deciden debutar en otro distinto me parecen unos verdaderos valientes. Esto es lo que ocurre, en cierta medida, con Amores malsanos, el primer libro de cuentos de la murciana Teresa Vicente.
Si bien Vicente no es una autora de primer nivel nacional, sí que había ido haciéndose hueco durante los últimos años en el panorama poético de la Región de Murcia. Tras tres poemarios y una plaquette en los últimos seis años, una obra lírica, por lo tanto, ya enjundiosa, esta escritora ha decidido aventurarse a lanzar al mercado su ópera prima narrativa. Amores malsanos es una colección de doce cuentos que, en su mayoría, tienen como nexo la pasión amorosa desde un punto de vista alejado de los “cánones” más tradicionales. Lo que gran parte de la sociedad vería como “desviaciones”, los protagonistas de estos relatos lo viven entre el placer y los remordimientos.
Así, encontramos personajes como el bello protagonista de “El carnicero”, que entiende la prostitución como una manera de devolver a sus semejantes esa belleza que, por razones que acaba confesando, lo martiriza. El incesto sería el tabú que anida en la familia de “Biblis y Cauno”, una historia con ecos mitológicos que narra la pasión imposible entre dos hermanos. En “El colombófilo” encontramos a un marido tan profundamente enamorado de su mujer que acepta su infidelidad con tal de seguir junto a ella; este amor sin medida también va a determinar el final del hombre. La pasión alcanza su mayor grado de perversión en “Actos de amor”, relato en el que un sueño descubre a Javier el tipo de relación sexual que más lo excita.
Encontramos también relatos mucho más entrañables, como el que narra la tierna pasión entre dos jóvenes estudiantes universitarios cuya amistad va poco a poco convirtiéndose en amor. En “Tía Úrsula”, el más breve del conjunto, el tema que se desarrolla es la imposibilidad de un matrimonio de tener hijos. Entro los más desenfadados y divertidos podemos citar “El secreto”, en el que un ciego coquetea con dos chicas a cuenta de su imposibilidad de imaginarlas físicamente. Por su parte, “El segundo alimento del cuerpo” tiene un tono casi detectivesco, ya que acompañamos la investigación del protagonista hasta dar con el desconocido autor de un famoso libro erótico.
El resto de cuentos del conjunto se alejan de esta temática amorosa y pasional y se acercan a la leyenda, ya que introducen elementos maravillosos. Es el caso de “Eliodora, Dora”, ubicada en Caravaca de la Cruz, o de “Crónica de los siete durmientes de Éfeso”, que nos lleva a tierras del Mediterráneo Oriental. También introduce lo imposible, pero en un contexto más cercano a lo fantástico, el relato más extenso y, creemos, más conseguido del conjunto: “Alas prestadas”. Se trata de un cuento que aúna la ciencia ficción y una reflexión sobre la paternidad y las posibilidades que ofrece la ciencia a la evolución humana.

Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 14 de enero de 2018

Muro de las lamentaciones - Rubén Castillo



Muro de las lamentaciones, Rubén Castillo, Baile del sol, 2017, 172 págs., 10€.

Existe un concepto en la Teoría Literaria de extraño nombre y definición confusa que, sin embargo, ofrece numerosas posibilidades a los escritores. Me estoy refiriendo a la “intertextualidad”, término que alude a las relaciones entre un texto literario y otro previo. En la práctica, y acotándolo un poco, consiste en las parodias, homenajes o referencias a una obra literaria previa que existan en un nuevo texto. Rubén Castillo emplea con habilidad y oficio narrativo las posibilidades que ofrece esta técnica en varios de los cuentos de Muro de las lamentaciones.
Este grupo de relatos intertextuales dosifican la información relativa al personaje literario o histórico y, a menudo, no somos conscientes de la referencia hasta las líneas finales. Además, el autor permite que los lectores que no conozcan la alusión disfruten igualmente de los cuentos, ya que se trata de narraciones independientes, con su propia trama, en las que la lectura intertextual enriquece la recepción pero no es fundamental para entender la historia.
“Cartas de Wendy” es el primero de los textos de este grupo; ubicado en el Berlín del final de la Segunda Guerra Mundial, se completa con una alusión al escritor Franz Kafka. El subtítulo de “El último caballero andante” ya adelanta la naturaleza que posee el relato: “Un divertimento cervantino”. Por su parte, en “Guillermina” la referencia a Neruda sólo aparece justo al final del relato. El grupo de relatos intertextuales se completa con “Las lágrimas de Gontard”, que da voz al banquero de cuya mujer se enamoró el poeta Hölderlein, y con “Si me mirara”, donde una tímida dama se enamora desde la distancia de un hombre que se identifica con uno de los heterónimos de Pessoa.
Pero Muro de las lamentaciones es mucho más que un juego de referencias literarias que el lector debe averiguar; si por algo destacan estos catorce cuentos de lectura absorbente y estilo ágil, es por su variedad. “En la cinta transportadora” y “Sábados alternos” comparten protagonistas similares, dos mujeres de mediana edad, pero que viven situaciones opuestas. Mientras que la primera vive atrapada en un trabajo duro y mal pagado y en la rutina familiar, la segunda es una mujer de negocios muy independiente.
El inexorable paso del tiempo y la frustración que provoca en algunas personas que se dan cuenta de que se han dejado arrastrar por él son sentimientos compartidos por los protagonistas de “Blas”, que recuerda episodios de su añorada infancia, y de “La soledad de pájaro dodo”, en el que se traza un paralelismo entre esta ave desaparecida y un gris guardia de un pueblerino museo británico. Esta frustración, que en los anteriores es secundaria, adquiere protagonismo en el impactante final de “El hombre de los zapatos color corinto”. “Estirpes” relata la ancestral enemistad entre dos familias que han ido heredando de generación en generación el odio mutuo que se profesan. Por su parte, “Alucinaciones” puede encuadrarse dentro de la narrativa fantástica, mientras que “Dos cuentos para que usted los escriba” posee una naturaleza metaliteraria.
Mención aparte merece “La división Keeler”, el mejor texto de la colección en mi opinión. Con una profundidad mayor que en el resto de relatos, el narrador acompaña a Ernesto durante una madrugada en la que reflexiona sobre su poco exitosa carrera de escritor y sobre las consecuencias de su decisión de romper con su esposa para irse a vivir con una chica mucho más joven. 

Reseña publicada en El Noroeste.


domingo, 7 de enero de 2018

Hermano de hielo - Alicia Kopf



Hermano de hielo, Alicia Kopf, Alpha Decay, 2016, 256 págs., 20€.

Cada cierto tiempo aparecen iluminados en la Literatura que anuncian con gran boato el fin de la novela. Abogan por dejar atrás un género que consideran apolillado y que podía responder a las necesidades narrativas del siglo XIX, pero que no puede encerrar en su monotonía el vibrante y acelerado siglo XXI. Sin embargo, pasan los años y siguen apareciendo novelas que logran reflejar las cuitas del hombre contemporáneo, demostrando la capacidad de adaptación de este género que lo mismo sirve para definir monumentos como el Ulises como para agrupar en los centros comerciales los best sellers más tópicos.
A pesar de ello, la validez incuestionable de la novela, se agradecen que los nuevos tiempos traigan libros como esteHermano de hielo que se alejan de los formatos tradicionales para proponer un discurso novedoso y heterogéneo. Como un rompehielos que atraviesa los límites de los géneros, el segundo libro de Alicia Kopf transita por las llanuras del ensayo, sube las cotas heladas del diario más descarnado y termina en las costas de la literatura de viaje.
El libro comienza, tras ofrecer en uno de los primeros capítulos un texto un tanto confuso y metafórico que no termina de encajar con el resto de la obra, como una investigación sobre la historia de las expediciones polares. Este tema interesa a la autora de manera casi obsesiva durante unos años, durante los cuales va recopilando de manera desordenada libros o artículos que narran las grandes hazañas de los conquistadores de los Polos. De manera amena, documentada pero ágil, Kopf relata las razones que llevaron a estos intrépidos aventureros de principios del siglo XX a enfrentarse a las llanuras heladas de la Antártida o del Polo Norte.
Este primer tema le sirve a la autora para, de manera alegórica, introducir un segundo asunto que ha acabado dando nombre al libro: la enfermedad de su hermano. Debido a un tipo de autismo, M., el hermano mayor de Kopf, es incapaz de tomar decisiones por sí mismo y se queda “congelado” si su hermana o su madre no le dicen en cada momento lo que debe hacer. Aparecen en estas páginas el enorme trabajo que para su progenitora, separada del padre desde hace años, supone cuidar a M. o las dudas sobre su propia responsabilidad en el futuro de su hermano.
Este carácter confesional del libro, el más atractivo del conjunto, trata también otros temas personales como la rebeldía de su adolescencia, las parejas, el proceloso mundo de las exposiciones en las que Kopf participa como artista y la difícil relación con su padre y con la familia de este. Este último tema es sin duda el más duro de tratar por la autora, que usa la elipsis para evitarlo al reproducir la conversación que sobre este asunto tiene con su psicólogo. Emplea incluso la autocensura, evitando dar más datos sobre las causas de la ruptura con su padre.
El libro termina con un diario sobre un viaje en solitario a Islandia, un final lógico para un libro en el que la soledad y el hielo han estado tan presentes. Sin embargo, este periplo no ofrece a la autora la epifanía que algunos lectores esperábamos, sino que acaba convirtiéndose en uno de esos viajes anodinos con los que el turismo de masas ha logrado aplacar hasta las tierras más indómitas. 

Reseña publicada en El Noroeste.