lunes, 29 de diciembre de 2014

La pandilla de Asakusa - Yasunari Kawabata



La pandilla de Asakusa, Yasunari Kawabata, Seix Barral, 2014 (1930), 285 págs., 19€.

Si algo se nos debe exigir a los críticos literarios es que seamos buenos lectores. Buenos en el sentido de curiosos, pero también en el de perspicaces ante los libros que vamos a reseñar. Los que escribimos este tipo de comentarios no somos más que guías que, gracias a nuestra experiencia o formación, podemos orientar al resto de lectores para elegir y para acercarse correctamente a una obra literaria. Y para ello, para ayudar a futuros receptores del libro reseñado, debemos ser francos y señalar aciertos y errores que, desde nuestro punto de vista siempre subjetivo, haya cometido el autor. Lo que no es tan habitual es que en las reseñas aparezcan las equivocaciones del propio crítico, que se suele erigir como un especialista infalible con un criterio sólido e incuestionable. Pues bien, esta crítica de La pandilla de Asakusa será una excepción ya que desgranaré los errores que he cometido en su recepción para intentar que el lector que se decida a seguir mis pasos no los cometa.
El primer error de mi experiencia lectora ha sido provocado por la etiqueta genérica del libro; al empezar a leer, creía que me iba a enfrentar a una novela al uso, es decir, con una trama y unos personajes centrales cuya historia se desarrollara en Asakusa, el populoso barrio de Tokio al que hace referencia el título. Sin embargo, pronto me he dado cuenta de que Kawabata construye el libro como una serie de fragmentos inconexos en el que van apareciendo y desapareciendo personajes relacionados entre sí pero cuyas historias apenas aparecen apuntadas de manera impresionista. Se trata de un tipo de escritura propia del Modernismo occidental que el futuro premio Nobel japonés adapta a su lengua.
La frustración por la ausencia de esa trama sólida y estructurada que iba buscando se ha acrecentado por no hallar tampoco un protagonista. Al principio creía que el narrador, un trasunto del propio Kawabata, iba a ser el eje del relato, pero sólo ejerce de notario de los hechos que se suceden en el barrio y del que él es más testigo que protagonista. Después creí que sería ese personaje colectivo que adelanta el título el que se situaría en el foco de la narración; sin embargo, ninguno de los vagabundos, bailarinas, geishas, pequeños rateros, proxenetas ni prostitutas que pululan por el libro adquieren centralidad en toda la obra. Ni siquiera Yumiko, la joven que ocupa varias páginas en la parte central del libro en un episodio entre sórdido y romántico, atrae por mucho tiempo la atención del narrador. El barrio de Asakusa es el único protagonista.
La última equivocación que espero que evite el futuro lector de tiene que ver con mis prejuicios sobre Japón. Esperaba una obra sobre la delicada belleza de las mujeres niponas, sobre su tradición milenaria y filosofía oriental. Sin embargo, Kawabata retrata el barrio menos japonés de Tokio, o, al menos, el que en aquellos años veinte tenía una influencia más palpable de Occidente. En el centro de Asakusa se erige un templo budista, sí, pero sus alrededores es un hervidero de teatros, cabarets, restaurantes y de parques atestados de mendigos en donde los miembros de la pandilla realizan sus pillerías.
Espero que estas directrices sirvan a todos aquellos que se acerquen a la interesante obra de Yasunari Kawabata.  

Esta reseña se publicó en El Noroeste


domingo, 21 de diciembre de 2014

"El hombre del lago" - Arnaldur Indridason


El hombre del lago, Arnaldur Indridason, RBA, 2004, 349 págs., 10€. 

Es de recibo reconocerle el mérito al escritor islandés Arnaldur Indridason. Ha logrado ser uno de los escritores europeos de novela negra más leídos de la actualidad situando sus historias en el país con la tasa de criminalidad más baja del continente: Islandia. Incluso en un lugar tan tranquilo y donde es la voluble naturaleza a la que temen sus ciudadanos existen crímenes como el que Indridason narra en El hombre de lago

Esta obra es una nueva entrega de la serie protagonizada por el inspector Erlendur Sveinson, que aglutina muchos de los tópicos que se asocian a los investigadores policiales: es concienzudo, solitario, obsesionado con su trabajo y con una vida personal deshecha. Los problemas de Erlendur con su hija drogadicta y la búsqueda infructuosa de su hermano, que desapareció siendo ambos niños, tienen casi tanta importancia como el caso principal de la novela, alejándose así del maniqueísmo del que adolecen muchas obras de este género. 

El caso al que nos referimos se inicia con el descubrimiento de un cadáver arrojado décadas atrás a un lago islandés. Desde ese punto de partida, Indridason narra la minuciosa y lenta investigación que llevan a cabo Erlendur y su equipo para descubrir quién es el asesino, pero también la misteriosa identidad de la víctima. Esta narración se mezcla con la historia de unos estudiantes islandeses en la Alemania comunista de los años cincuenta. Poco a poco ambas tramas, el presente islandés de la investigación y el pasado de la opresiva vida de los universitarios en Leipzig, se irán acercando para conocer el misterio del hombre del lago. 

Este uso de dos historias paralelas que van confluyendo y la profundidad de los personajes principales, especialmente el taciturno detective Erlendur y Tomas, el idealista estudiante islandés que choca con la realidad de la Alemania comunista, hacen que esta obra guste tanto a los aficionados a la novela negra como aquellos que buscan una historia bien escrita. 

domingo, 14 de diciembre de 2014

Intento de escapada - Miguel Ángel Hernández



Intento de escapada, Miguel Ángel Hernández Navarro, Anagrama, 2013, 248 págs., 16€.

Introducir en una novela numerosas reflexiones teóricas sobre cualquier campo suele ser peligroso. Es cierto que una de las características del discurso postmoderno es su tendencia a la mezcla de materiales de distinta índole, y que una parte importante de la narrativa actual se siente cómoda mezclando el relato con el ensayo. Sin embargo, esa tendencia a lo reflexivo ha de ser equilibrada y no dejar nunca en un segundo plano a la trama.

Esto es lo que ocurre en Intento de escapada, la primera novela del escritor murciano Miguel Ángel Hernández. En sus páginas son habituales las meditaciones del narrador, que es el protagonista,  sobre el arte contemporáneo, pero están siempre justificadas porque este tema es central en la trama y sus límites son los que pone en juego el autor en la historia protagonizada por Marcos y el transgresor artista Jacobo Montes.

Intento de escapada tiene mucho del género tradicional conocido como Bildungsroman o novela de aprendizaje, en la que acompañábamos a un joven durante los años en los que se forma y descubre la vida. El ejemplo paradigmático de este tipo de obra sería el Lazarillo de Tormes, con la que podríamos encontrar algunos paralelismos en el caso de la novela de Hernández que nos ocupa. Marcos, al igual que Lázaro, va a narrar desde la distancia y la madurez una serie de hechos que lo marcaron en su juventud. Si el protagonista de la novela anónima aprende a base de golpes a valerse por sí mismo y a espabilarse, el joven estudiante de Bellas artes que protagoniza Intento de escapada se enfrenta, en los meses que dura la historia, a una serie de pruebas que lo harán madurar de golpe y aprender aquello que no está en los libros. También vive su primera experiencia amorosa con Helena, una profesora a la que idolatra y que le mostrará con el paso de las páginas su verdadera cara. La brutal didáctica del ciego del Lazarillo estará encarnada aquí por Jacobo Montes, el magnético y cínico artista al que Marcos ayudará a realizar una instalación sobre la inmigración.

Con forme la preparación de ésta va avanzando y va adquiriendo peligrosidad y un cariz cada vez más inmoral, Marcos, un teórico al que nunca le ha interesado ser artista, se irá interrogando sobre los límites del arte y su implicación en la instalación mediante esas reflexiones teóricas a las que hacíamos referencia antes. El extraño triángulo que forman los protagonistas aparece acompañado por otros personajes como Navarro, un disoluto profesor que odia a Helena y a Montes, o Sonia, la única amiga del solitario Marcos. Estos secundarios aparecen más desdibujados que el trío principal y algunas de las tramas que protagonizan, la muerte del padre de Sonia, son quizás lo más prescindible del libro.

De todas formas, el conjunto configura una obra solvente y muy sólida para tratarse de un debut en la narrativa extensa. Intento de escapada es una novela sobre las contradicciones del mundo del arte contemporáneo, que esgrime a veces una justificación ética para llevar al límite al espectador y sacar un rédito económico mayor. Pero, sobre todo, la novela es un relato sobre un chico inseguro que se da de bruces con una realidad que sus libros no han sido capaces de contarle. 


Reseña publicada en El Noroeste



martes, 9 de diciembre de 2014

Honestidad brutal o la huida hacia delante de Andrés Calamaro - Darío Manrique


Honestidad brutal o la huida hacia delante de Andrés Calamaro, Darío Manrique, Lengua de Trapo, 167 págs, 2014, 16€. 

Los libros sobre música moderna tienen una gran tradición en países como Inglaterra, donde la vida y la obra de los artistas de rock ha sido escudriñada desde casi cualquier perspectiva. Existen, incluso, colecciones dedicadas a a analizar discos concretos, como la que ha traído a España la editorial Libros Crudos con el nombre de 33 1/3. Siguiendo esta línea, Lengua de trapo ha apostado por este tipo de volúmenes y, con obras sobre músicos nacionales tan heterogéneos como Nacho Vegas, Kortatu o Enrique Morente, desde hace unos años mantiene la colección Cara B. 

El último de estos libros publicado ha sido el de Darío Manrique sobre Honestidad Brutal,  disco doble que Andrés Calamaro lanzó en 1999. La obra sigue las pautas de este tipo de escritos, que mezclan análisis de las canciones con la narración de los avatares que rodearon su grabación. En el caso del libro de Manrique, echamos en falta algo más de profundidad en las disquisiciones sobre la letra y la música de los treinta y siete temas del disco, cuyo análisis se solventa casi siempre con unas pocas líneas sobre lo más destacado del tema. 

Seguramente el autor sacrifica esa mayor profundidad, que sí encontramos en los volúmenes publicados por Discos Crudos, en beneficio de la creación de un libro ameno y de ágil lectura. A pesar de que el volumen supera las ciento sesenta páginas, la obra se lee con mucha rapidez, en parte gracias a que Manrique acierta con el ritmo de la narración de la laberíntica grabación del disco. Acompañamos a Calamaro, gracias a testimonios de primera mano de músicos, productores, periodistas y del propio cantante, por los distintos estudios, caseros o profesionales, de Argentina, Madrid o Estados Unidos, en los que se va gestando el doble LP. 

Esta narración cronológica de la grabación está salpicada por referencias a la turbulenta vida personal que vivía Calamaro en aquella época y que incluía una reciente y dolorosa separación y continuos excesos con las drogas. Sin embargo, en ambos casos Manrique no cae nunca en lo morboso, gracias, sobre todo, a que los amigos y colaboradores del cantante se niegan a dar detalles escabrosos. 

El libro está organizado en 37 capítulos cuyos títulos rememoran los de las canciones del disco. Se trata de una forma original de estructurar el volumen, pero que lleva al autor a escribir capítulos excesivamente breves, y con una temática que no siempre se adecua al paratexto, para lograr esa organización especular. 


Las numerosas intervenciones de otras voces distintas a la de Manrique enriquecen el libro y lo alejan del análisis solipsista para acercarlo a una visión poliédrica de Honestidad Brutal, aunque creemos que algunos de los fragmentos incluidos, como los de Thomas Frank en el capítulo 36, son prescindibles por alejarse del tema del volumen. 

En definitiva, una obra rigurosa y bien documentada dirigida a los muchos seguidores de Andrés Calamaro. 

lunes, 1 de diciembre de 2014

Los maletines - Juan Carlos Méndez Guédez



Los maletines, Juan Carlos Méndez Guédez, Siruela, 2014, 386 págs., 20€.

Donizetti tiene una esposa, una amante, una exmujer y el nombre del compositor equivocado. También tiene dos niños que mantener y un sueldo exiguo en la agencia de noticias del gobierno venezolano en la que trabaja. Y aunque Donizetti no es un valiente, la necesidad le hace aceptar una misteriosa misión que sus superiores le proponen y que consiste en llevar unos maletines a distintas ciudades de Europa a cambio de una importante cantidad de dinero.
Este es el punto de partida de la excelente novela de Juan Carlos Méndez Guédez titulada Los maletines y que nos cuenta lo que puede llegar a hacer una persona más bien gris como Donizetti cuando se ve abocada al abismo. Poco a poco el protagonista de la obra va descubriendo que los maletines forman parte de una compleja trama que mezcla espionaje, política y mucho dinero y cuyas ramificaciones ponen en peligro la vida de Donizetti y de su familia. En su huída hacia delante, el gris funcionario que decide tornar su mala suerte en fortuna estará acompañado por Manuel, un antiguo compañero de instituto con el que se reencuentra en el momento adecuado.
Frente al narrador omnisciente de la mayoría de los capítulos, otros están narrados en primera persona por Manuel, que aporta una visión personal de los hechos en los que él y su viejo colega de estudios se ven envueltos. Es éste un personaje con gran profundidad y matices; Manuel es un antiguo locutor de radio que intenta olvidar a su pareja, un hombre casado, y que muestra devoción hacia los espíritus y hacia los boxeadores. Su odio hacia el gobierno, que cerró la emisora en la que trabajaba, será el combustible perfecto para acompañar a Donizetti  en un plan para robar uno de los maletines esquivando para ello a peligrosos militares de diversas facciones.
Ambos personajes se mueven en una Caracas marcada por la violencia y la corrupción. Los tiroteos nocturnos, los secuestros exprés y los asesinatos indiscriminados acompañan la vida de Manuel y Donizetti y les empujan a huir de esa violencia extrema que convierten a Venezuela en un lugar donde “lo sospechoso (…) es estar vivo” (pág. 320). Pero, a pesar de la abrumadora tensión y de la crueldad que se esconde tras cada esquina, en Los maletines se percibe si no un optimismo, cierta aceptación de esa brutalidad que subyuga a cada habitante. Manuel llega a decir con esperanza que en Caracas “la risa era indestructible” (pág. 294).
Otro tipo de violencia, mucho menos evidente pero igual de nociva para los ciudadanos, es la que provoca la corrupción dentro del gobierno venezolano. Méndez Guédez denuncia los trapicheos de los militares, el asesinato de jueces y la manipulación mediática, pero logra no caer nunca en el panfleto político, ya que no supedita esa crítica a la trama, sino que integran a estos personajes corruptos en la historia de Donizetti y Manuel. Además, Hugo Chávez, de quien se describe el inicio de su enfermedad, aparece como un personaje lejano y en cuya honestidad muchos aún confían, creyendo que no tolera la podredumbre de su gobierno, sino que la desconoce.
 Todas estas piezas (violencia, corrupción, dos personajes desesperados) encajan perfectamente en Los maletines y la convierten en una novela a la que se le pueden encontrar muy pocos defectos.

Reseña publicada en el diario El Noroeste