domingo, 28 de febrero de 2016

Cada noche, cada noche - Lola López Mondéjar



Cada noche, cada noche, Lola López Mondéjar, Siruela, 2016, 191 págs., 15€.
Pocos fenómenos literarios gustaron más a los lectores del Renacimiento que las continuaciones de novelas de éxito. Obras cumbres de nuestra Literatura como el Quijote tuvieron secuelas escritas por autores diferentes a los originales, que buscaban, normalmente, el rédito económico o, como en el caso de Avellaneda, un ataque personal. Lola López Mondéjar continúa con Cada noche, cada noche esta tradición, adaptándola a los nuevos tiempos,  creando una secuela de Lolita de Nabokov.
No es este el único rasgo cervantino que encontramos en la novela; en la obra se dialoga constantemente con la obra del autor ruso, como hace Cervantes, por primera vez en la Historia de la Literatura, en la segunda parte del Quijote. Además, López Mondéjar usa el artificio del manuscrito encontrado, pero aquí el editor, la propia autora, no encuentra el original en el Alcaná de Toledo, sino en la mucho más actual bandeja de correo electrónico.  Además, y por terminar con las coincidencias con Cervantes, en la novela encontramos varias voces: la de la autora, responsable tan sólo del epílogo, la de Dolores Haze, la Lolita de Nabokov cuya voz escuchamos a través de su diario, y la de Dolores Schiller, hija de la anterior y narrador en la mayor parte del libro.
Cada noche, cada noche se nos presenta como la confesión de una mujer con una enfermedad terminal que decide dejar una especie de testamento con el que vindicar la figura de su madre: Lolita. Schiller se empeña durante todo el libro en persuadir al lector de que la imagen que de su madre se tenía, el de una adolescente lúbrica, es una abominación alejada de la real: la de una niña huérfana víctima del secuestro y de la violación. Para ello, usa los testimonios de su madre, sus diarios, de Humbert Humbert, al que entrevista en Suiza, y del propio Nabokov, que reprobaba la interpretación más habitual de su novela.
López Mondéjar mezcla con habilidad realidad y ficción, proponiendo una historia  metaliteraria con la que homenajea al autor ruso, pero, a la vez, ofrece una visión de la historia radicalmente distinta a la habitual. Lo hace utilizando dos tonos totalmente diferentes; por un lado, uno mucho más personal  y emocional: el de los diarios de Lolita y de la joven Dolores Schiller, su hija. Por otro, la frialdad de la Dolores Schiller madura, cuya defensa de su interpretación del libro de Nabokov se acerca en ocasiones a la crítica literaria.
Pero, Cada noche, cada noche no es sólo un homenaje a la novela del autor ruso, sino una obra independiente en la que destacan otros dos temas. La defensa de la figura de Lolita como víctima parte del sentimiento de injusticia que siente la narradora cuando descubre que su madre, muerta en el parto, había inspirado el libro. La orfandad marca al personaje de Dolores Schiller que, además y como contrapunto a la imagen erotizada de su madre, es incapaz de sentir deseo sexual. Además, el libro pertenece, especialmente en sus últimas páginas, al subgénero de las confesiones del moribundo. Una vez resuelto el objetivo primario de su texto, recuperar la verdadera historia de su madre, éste nos ofrece reflexiones sobre la enfermedad, la soledad y la muerte.

López Mondéjar nos ofrece una novela de altura, inteligente en su juego metaliterario y profunda como descripción del carácter humano.

Reseña publicada en El Noroeste.


lunes, 15 de febrero de 2016

Sin pedir permiso - Conchi Moya



Sin pedir permiso, Conchi Moya, Libros.com, 2016, 230 págs., 16€.
 Hay algunas noticias que no salen en los grandes medios de comunicación ni, con el paso del tiempo, ocupan los libros de Historia. Sucesos importantes para un número pequeño de personas, pero que son fundamentales para la biografía colectiva de toda ciudad. Conchi Moya ha contado en su primera novela una de esas historias aparentemente menores que marcaron la vida de mucha gente hace unas décadas: la de las radios libres.
Por supuesto, Sin pedir permiso está lejos de ser un ensayo profundo y amplio sobre este fenómeno, pero retrata perfectamente un medio de comunicación importantísimo en los barrios españoles de los años noventa. En aquella época en la que Internet andaba aún dando sus primeros pasos, todo aquel que quisiera informarse sin acudir a las fuentes viciadas de los grandes medios de comunicación, tenía en las radios libres un forma directa de escuchar una voz cercana y alternativa a las cadenas generalistas. En la novela de Conchi Moya, un entusiasta grupo de jóvenes saca adelante, con poco dinero pero mucha ilusión, Radio Akra, una emisora que da voz a los movimientos culturales y políticos alternativos, las asociaciones vecinales y los grupos musicales menos comerciales.
La sede de esta radio está situada en el barrio madrileño de Ventilla, que, en aquella segunda mitad de los noventa, sufría una acelerada metamorfosis de zona popular a residencial bajo la sombra de las Torres Kio. La novela sigue a los jóvenes locutores de Radio Akra por casas okupas, manifestaciones, salas de conciertos y otras emisoras alternativas situadas a lo largo y ancho de Madrid. Somos testigos de las dificultades a las que se enfrentan estos veinteañeros en una época en la que la precariedad laboral, apoyada por la amenaza del paro, se parecía más a la de nuestra época que a aquel espejismo que vivió España durante los años de la burbuja inmobiliaria.
Sin embargo, Sin pedir permiso relata, además de esos sucesos colectivos y esa vindicación de las radios libres de los noventa, una historia de amor: la de Marina y Marcos. Ambos son miembros activos de Radio Akra y, en cuanto se conocen, ella cae enamorada del chico gracias a su mezcla de chulería y desparpajo. Marina sigue a Marcos en todos sus proyectos, la radio, el grupo que forma junto a su amigo Germán, y no es capaz de aceptar que él no sienta lo mismo por ella. Es esta historia de amor imposible la que sirve como eje del libro, ya que asistimos a todas sus fases a lo largo de las páginas de Sin pedir permiso: la amistad, el amor, la pasión, el rechazo…
Otro elemento importante en las páginas de la novela es la música. Además de los conciertos a los que asisten los protagonistas (Anni DiFranco, Jorge Pardo, Def con Dos), de los encuentros y desencuentros del grupo de Marcos y Germán y de los pequeños festivales organizados por Radio Akra, la autora integra en el texto citas relacionadas con la trama. Crea así una banda sonora en la que leemos fragmentos de canciones de Hank Williams, 091, Los Marañones y de grupos inventados.
Una novela honesta, con un estilo sencillo y directo, que nos ayuda a conocer una parte importante del Madrid de los años noventa.
Reseña publicada en El Noroeste.