sábado, 30 de enero de 2016

Familias de cereal - Tomás Sánchez Bellocchio


Familias de cereal, Tomás Sánchez Bellocchio, Candaya, 2015, 190 págs., 15€.
Si algo caracteriza a la narrativa de nuestro tiempo es la posibilidad de encontrar grandes historias en contextos de lo más cotidiano. Existen en nuestros días numerosos cuentistas que arman relatos de gran calado sin traspasar las paredes de una casa. En ese ámbito doméstico se mueven los doce relatos que componen Familias de cereal, el primer libro del argentino Tomás Sánchez Bellocchio.
Como el propio título adelanta, el microcosmos familiar va a ser el contexto en el que se desarrollen todas las tramas. El autor sigue al pie de la letra la conocida sentencia con la que León Tolstoi comenzó Ana Karenina: “Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una su manera”. Las que van apareciendo a lo largo del libro conforman una especie de catálogo de infelicidades: divorcios, violencia, enfermedad, muerte… Se podría decidir que Sánchez Bellocchio pone el foco en familias disfuncionales, si no fuera porque, realmente, la rareza la constituyen las familias completamente felices que sonríen a todas horas y que sólo existen en los anuncios o en la irónica portada del libro. A partir de este nexo, los relatos se van bifurcando hacia terrenos más escabrosos en algunos casos o hacia problemas graves tratados con cierta ternura, en otros textos.
Esa ternura la encontramos, por ejemplo, en dos relatos que comparten el leit motiv: el surgimiento de Internet como herramienta que permite unir a dos generaciones. En el caso de “Disco rígido”, acompañamos a un padre que, con la ayuda de un informático muy joven, trata de conocer mejor a su hijo fallecido a través de su ordenador. En el último y más extenso relato del libro, “La nube y las muertas”, una adolescente con problemas tutoriza a su abuela y sus amigas en el aprendizaje de Internet.
En otros relatos, la familia necesita de un elemento ajeno para afianzarse y estrechar sus relaciones. En “Ciudad de cartón”, un chico que recoge basura se convierte en el inesperado cicerone de un padre y su taciturno y extraño hijo; mientras que en “Cuatro lunas” es el preparador físico que contrata una familia de obesos el que acaba uniéndolos de la manera más insospechada. Sánchez Bellocchio también se pregunta por los límites del concepto de familia; así, en “Interrupción del servicio”, una madre y su hijo descubren lo poco que conocen a la criada con la que han convivido durante años. La distancia de edad entre el narrador de “Mitad de un hermano” y el hijo de su padre y su nueva esposa y el carácter consentido del niño lo ponen en una situación extrema que tiene poco de fraternal.
 El contexto familiar provoca cierta mitigación de las rarezas de algunos de sus miembros que poseen comportamientos insólitos, como escribir un extraño bestiario, “Animales del imperio”, o cambiar las peleas por una especie de actuación cuando el hijo graba con su videocámara, “Familias de cereal”. En otros relatos, el opresivo espacio de la casa familiar se contrae aún más hasta confinar a uno de los personajes en su dormitorio, el anciano que agoniza en “Hacedor de dinero”, o en el cuarto de baño, el chico de “Historia de la caca”.
Las familias de estos estupendos relatos de Tomás Sánchez Bellocchio nos muestran las infinitas posibilidades narrativas que ofrecen esos lugares aparentemente anodinos que son nuestros hogares.
Reseña publicada en El Noroeste:

martes, 26 de enero de 2016

Sin presente - Lionel Tran


Sin presente, Lionel Tran, Periférica, 2015, 147 págs., 16€.
Toda generación se define por oposición a los valores que encarnó la de sus padres. Los jóvenes occidentales siempre han ido un paso más allá en la conquista de libertades y en la emancipación con respecto a lo conseguido por sus progenitores. Pero, ¿qué ocurre cuando tus padres pertenecieron a la generación más liberada de la Historia?; si ellos enarbolaron todas las banderas que la juventud hace suyas en el parisino mayo del 68. La respuesta a esta paradoja está en la raíz de Sin presente, la última novela del francés Lionel Tran.
El libro comienza en el simbólico año 1989; mientras Francia conmemora el segundo centenario de la Revolución, otro hito en la conquista de las libertades, los hijos de aquellos jóvenes que protagonizaron las revueltas de 1968 están acabando el instituto. Chong, el protagonista y narrador, es un epítome de su generación: criado por una madre soltera en un ambiente intelectual y de izquierdas que lo incita a ser libre. Sin embargo, ¿cómo serlo y rebelarse ante unos padres que hicieron lo mismo? Ante esta situación, Chong y sus amigos deciden abandonar los estudios y crear un colectivo, Tabula Rasa, desde el que ofrecerán un arte desprejuiciado y en el que volcarán el nihilismo de su época, la Generación X. Pronto, el consumo de drogas, el trapicheo con ellas y la inacción dejarán en un segundo plano los ambiciosos proyectos artísticos del grupo.
Sobre esta historia, Tran, ofrece un texto bastante libre en lo estilístico y en lo temporal, que huye de la narración lineal para ofrecer mediante fragmentos discursivos de breve extensión un retrato de la generación. Asistimos a la espiral que llevará a Chong al abuso de las drogas y a la pobreza, de la que emergerá, paradójicamente, convertido en un obrero más parecido a sus abuelos que a sus padres. Pero, también, van desfilando una pléyade de personajes que se mueven entre el arte y el lumpen y que son descritos siempre con la crudeza propia del estilo del autor.
Además del choque generacional, tema que sirve de motor de arranque del libro, la creación artística es el otro gran eje de Sin presente. Observamos las dificultades que encuentra Chong para llevar a cabo su vocación de convertirse en escritor; el narrador se obliga de una manera casi obsesiva y masoquista a plasmar sobre el papel unas ideas que parecen no aflorar. La toxicomanía o la falta de organización del resto de componentes de Tabula Rasa también dificultan el desarrollo del grupo como plataforma artística, ofreciendo una imagen de artistas rebeldes y malditos que no logran salir de su inmadurez.
El libro de Lionel Tran ofrece gracias a su carácter autobiográfico una narración cargada de autenticidad de lo sufrido por una parte de su generación. Sin embargo, la novela, publicada originalmente en Francia en 2012, parece llegar un poco tarde, al ocuparse de unos problemas que el país galo parece haber dejado atrás. Los problemas económicos y la violencia callejera que sacudieron ese Lyon de los noventa que sirve de escenario al libro, quedan un poco lejos tal y como las noticias nos muestran a diario. De todas formas, se pueden encontrar no pocas similitudes con nuestra época en esta interesante novela de Tran.

viernes, 8 de enero de 2016

Salvo el poder - Ernesto Escobar Ulloa




Salvo el poder, Ernesto Escobar Ulloa, Comba, 2015, 107 págs., 11’90€.

La editorial barcelonesa Comba es uno de esos pequeños sellos que han aparecido en los últimos años en España y que desde la juventud y el trabajo bien hecho van creando un catálogo interesante. En estas mismas páginas ya reseñamos dos de sus libros de cuentos anteriores: Convivir con el genio de Juan Bautista Durán y el excepcional No aceptes caramelos de extraños de la chilena Andrea Jeftanovic. En esta ocasión comentaremos una colección de relatos del narrador peruano afincado en Barcelona Ernesto Escobar Ulloa.
La mayoría de los once cuentos que se incluyen en Salvo el poder están ubicados en el país de origen del autor. Son muchas las referencias a la geografía y a la historia reciente del Perú, por lo que el lector español puede tener algunas dificultades para reconocer a personajes o situaciones asociadas al contexto político del país sudamericano en las últimas décadas. Por ejemplo, el título del libro coincide con la letra de un himno del grupo terrorista peruano Sendero Luminoso, cuyo líder protagoniza, además, el relato “La insignia de Mao”. También será difícil para el lector que  desconozca la historia reciente de este país descubrir la identidad de ese presidente que es ridiculizado por uno de sus asesores en “Combi asesina”.
Por todo ello, para el lector peninsular son más atractivos esos relatos en los que no es necesario entender el contexto peruano para descodificar completamente el texto. Entre ellos destaca el recurso narrativo sencillo pero efectivo de “Juegos Olímpicos”, en el que el protagonista se encuentra bajo la cama de su amante, escuchándola discutir con su marido, que acaba de irrumpir en la habitación, sin saber si él conoce el adulterio ya que ambos hablan en alemán. La vuelta a la adolescencia, de un protagonista del relato cuyos datos biográficos coinciden con los del autor, aparece en varios cuentos como el que acabamos de citar, “1986” y “Casas idénticas”.
Escobar se muestra como un autor con talento en la dosificación de la tensión narrativa, opta a veces por relatos homogéneos y en otras ocasiones por un fragmento sin cierre claro, y en la elección del estilo. En relación a este aspecto destaca la configuración social del narrador de “Padres de la patria” como un chico de una clase baja mediante el registro lingüístico que emplea. También está llena de giros propios del dialecto peruano la narración de “Crónica de un magnate”, que imita el estilo de la prensa rosa más popular.

Otro recurso que hace de Salvo el poder un libro atractivo y heterogéneo es el juego con la Historia. Lo encontramos por primera vez en el breve y un tanto desconcertante “Lejano abismo”, pero adquiere mayor entidad en los dos últimos relatos del libro. En “Vesontio”, un jerarca nazi, el jefe de las SS Heinrich Himmler, que intenta huir tras la guerra se encuentra con unos personajes de la Roma Antigua. En “#BoLibia” el autor fabula con lo que hubiera ocurrido si el Che no hubiera muerto abatido por el ejército boliviano y hubiera conquistado con sus hombres el país. Escobar se aleja de la imagen mitificada del guerrillero argentino y lo presenta como un dictador que convierte a Bolivia en un remedo de Corea del Norte. Este relato es un ejemplo más de esa variedad y agudeza que convierten el libro en una obra interesante.

Reseña publicada en El Noroeste:



lunes, 21 de diciembre de 2015

El instante de peligro - Miguel Ángel Hernández



El instante de peligro, Miguel Ángel Hernández, Anagrama, 2015, 223 págs., 18€.

El instante de peligro se puede considerar, en varios aspectos, como una continuación de Intento de escapada (2013), la primera novela de Miguel Ángel Hernández. Eso sí, estamos ante un firme paso adelante en cuanto a complejidad y profundidad en la narrativa de este autor murciano.
Hernández vuelve a centrar la trama en el proceloso universo del arte contemporáneo y en el colindante mundo universitario, con el que mantiene una relación a la vez parasitaria y justificadora: el artista y el investigador son dos facetas que conviven en el protagonista. Si en Intento de escapada Martín era un joven estudiante que apenas iniciaba su carrera académica, aquí, Marcos, no es casual la similitud fonética entre ambos nombres, es un treintañero desencantado y casi expulsado de la universidad. Acuciado por su deriva laboral y por el naufragio de su matrimonio, el protagonista acepta la beca de un instituto norteamericano para escribir una obra de ficción sobre unas extrañas películas descubiertas por la artista Anna Morelli. Es allí donde la trama mezcla los hechos del presente, su relación con los demás becarios, con los del pasado, su aventura en una estancia previa en el mismo instituto con una chica, Sophie, que su mujer conocía y parecía aceptar.
Los mismos espacios son transitados por los protagonistas en distintos planos temporales, en una historia estrechamente relacionada con los textos de Walter Benjamin que actúan como importante paratexto de la novela. Sabe el autor mezclar la teorización sobre el paso del tiempo con las historias corpóreas que protagonizan los personajes principales. Aunque en ocasiones parezca que la prosa de Hernández se va a precipitar hacia el ensayo más abstracto, siempre logra incardinar las experiencias vitales de Martín en sus reflexiones.
El instante del peligro es más valiente que la novela anterior del autor, ya que aborda una pluralidad de temas mayor, en ocasiones, eso sí, en perjuicio de la trama, cuya tensión no siempre se mantiene al mismo nivel. Uno de estos ejes que vertebran la obra es la autoficción; son varias las referencias implícitas a la propia biografía del autor en un juego de espejos habitual en la literatura contemporánea. Además, la forma en la que está escrita la novela no es casual y se amolda a las necesidades de la historia. Por un lado, el narrador es el propio Martín y se dirige a Sophie, lo que le vale para establecer esos paralelismos entre los dos tiempos de la historia principal a los que antes aludíamos. Por otro, el manuscrito acaba configurándose como parte fundamental del proyecto en el que el protagonista se involucra al aceptar la beca.
El arte contemporáneo es otro de los temas fundamentales en el libro, ya que no actúa como telón de fondo de la trama, sino como espejo en el que mirarse y con el que dialogar. El libro, desde un punto de vista metaficcional, se puede leer casi como un tratado sobre la figura de la sombra en el arte contemporáneo. La reflexión acerca de este tema le vale al narrador para cuestionarse sobre el paso del tiempo en su propia vida. Además, Martín se describe a sí mismo como un impostor, frente a Anna, el personaje que encarna al artista comprometido con su obra.
En definitiva, una obra cuya profundidad exige un lector atento y colaborativo.

Reseña publicada en El Noroeste.


lunes, 7 de diciembre de 2015

Los palimpsestos - Aleksandra Lun



Los palimpsestos, Aleksandra Lun, Minúscula, 2015, 164 págs., 12€.

Todo aquel que haya vivido en un país cuya lengua es distinta a la propia conoce esa extraña sensación que se siente al participar en conversaciones con los nativos. Incluso si se conoce el idioma foráneo, el extranjero no logra entender toda la charla y siempre, al menos en sus primeros años, tiene la sensación de que se le escapa algo. Esta especie de minusvalía comunicativa es superada, en la mayoría de los casos, sólo con el paso del tiempo. Algunos escritores en esta situación acaban considerando la lengua aprendida como propia y prefiriéndola a la materna. Este fenómeno, no tan raro como podríamos pensar, es compartido tanto por la autora como por el protagonista de Los palimpsestos.
Tal y como se nos informa en el libro, la polaca Alexsandra Lun ha escrito esta novela en castellano tras vivir más de una década en España. Además de la larga duración de su experiencia peninsular, Lun ha contado con sus estudios en Filología y con su trabajo como traductora para lograr que en su estilo no haya nada que delate su origen extranjero. Sin embargo, ese extrañamiento que se produce al  escribir en un idioma extranjero es el tema central del libro.
El protagonista de Los palimpsestos es un desequilibrado escritor polaco que redacta en un psiquiátrico belga su segundo libro, escrito en lengua antártica y no en la suya propia, para enfado de la doctora que con su tratamiento trata de alejarlo del transfuguismo lingüístico. En el manicomio, especializado en pacientes que se niegan a escribir en su lengua materna, el protagonista coincidirá con un sacerdote polaco y con distintos escritores que sufren la misma “desviación” que él: Joseph Conrad, Vladimir Nabokov, Samuel Beckett, etc.
Partiendo de este disparatado argumento, Lun crea una hilarante sátira sobre el mundo literario y sus convenciones.  Para ironizar sobre las dificultades que encuentran los autores extranjeros que deciden utilizar en sus obras la lengua del país que les acoge, sitúa al protagonista en la ficticia capital de la Antártida, donde, tras publicar su primera novela en la lengua nativa, será atacado y perseguido por los escritores autóctonos. Acierta la autora al utilizar este tono burlesco  en su crítica y alejarla así de esa seriedad académica que está también satirizada  en la novela.
El libro tiene un carácter eminentemente metaliterario desde el propio título, que alude a esos manuscritos en los que hay huellas de textos anteriores. Además de los escritores que habitan el manicomio de Lieja, son frecuentes las alusiones a otros autores, como Hemingway,  Javier Cercas o Enrique Vila-Matas. Con ellos, con sus obras y sus vidas se establece un diálogo que ahonda en el carácter más lúdico de la Literatura. Este hecho puede hacer pensar en una obra para iniciados, que funciona a base de chistes para escritores sobre escritores, pero Lun sabe alejarse de la gracieta inane y convertir su divertida novela en una sátira que se puede aplicar a otras profesiones. Además, Los palimpsestos aborda otros temas, también desde el humor, como la política, con las alusiones a una Bélgica sin gobierno, o la religión, ejemplificada en el sacerdote polaco.

Estamos ante una obra extremadamente original, que destila un humor inteligente que logra no caer en la pedantería. Además, la propia biografía de la autora añade profundidad a sus críticas y a su defensa de la Literatura como un arte sin fronteras. 

Reseña publicada en El Noroeste.


lunes, 30 de noviembre de 2015

Pureza - Jonathan Franzen




Pureza, Jonathan Franzen, Salamandra, 2015, 697 págs., 24€.

Jonathan Franzen se ha erigido como uno de los pocos autores de lo que llevamos de siglo que aúnan reconocimiento de la crítica y del público. Sus libros son acogidos con igual entusiasmo por los especialistas que lo reconocen como un autor de gran calidad literaria, pero también por sus abundantes lectores, que en numerosos países devoran sus extensas novelas. Pureza, su último libro, logra mantener esta estatus satisfaciendo por igual el deseo de encontrar una obra bien escrita y el de disfrutar de principio a fin con su lectura.
Pureza se puede considerar como la continuación de esa radiografía de la familia americana que ya encontrábamos en Las correcciones (2001) y Libertad (2010). Coincide también con aquellas en la vastedad de la trama y en la pluralidad de protagonistas; Franzen se va centrando, en las distintas secciones en las que divide la novela, en cada uno de los protagonistas, lo que permite conocer por separado cada una de las partes de esta historia coral y entrelazada, pero también un acercamiento minucioso sin caer en la morosidad. Las novelas del autor norteamericano funcionan como un puzzle de centenares de piezas en el que cada parte dibuja con precisión una escena distinta, pero que, al ser contemplada en su totalidad nos permite un visión de conjunto.
El eje de la trama es Pip, una joven vitalista aunque algo desencantada acuciada por la necesidad de devolver el crédito universitario que le permitió estudiar. Los otros protagonistas son tres adultos, Andreas (una especie de Julian Assange alemán), Tom (un periodista) y la madre de Pip (que vive en una cabaña de un pequeño pueblo californiano), cuyas vidas se mezclaron de diferentes formas en el pasado y que acabarán influyendo en el devenir de la joven. Pip será como una pieza de ajedrez movida, a menudo sin su conocimiento, por los rencores y odios de los otros tres protagonistas.
En el comportamiento de los personajes principales tiene mucha importancia el dinero, actante vertebrador de la novela. Para Pip, la deuda que ha contraído tras sus estudios es un lastre que determinará sus primeros movimientos como adulta. Por su parte, su madre siente una aversión hacia las posesiones, por razones familiares que descubriremos a lo largo del libro, que la han llevado, para huir de su pasado, hasta bordear la pobreza. Andreas también rechaza el dinero, sin embargo, siente una atracción enfermiza por la fama y el reconocimiento de los demás, cuya consecución no lo desprenderán de sus demonios personales.
Como en sus anteriores novelas, Franzen sitúa a la institución de la familia en el centro de la historia; los cuatros protagonistas y algunos de los secundarios tienen una relación difícil, casi enfermiza, con sus respectivos progenitores. Pero, al contrario que en Libertad o en Las correcciones, la familia tradicional se disuelve aquí, en el caso de la de Pip, hasta casi desaparecer. Solo al final del libro conseguirá la joven reunirla, aunque ese encuentro muestre la disfuncionalidad de la misma.

Es cierto que Franzen no arriesga en sus novelas como lo hizo su amigo David Foster Wallace en La broma infinita (1996) y que sigue la estela de los maestros del realismo decimonónico, pero pocos autores ofrecen en sus obras un diagnóstico tan preciso de los males que aquejan la sociedad de nuestro tiempo. 

lunes, 16 de noviembre de 2015

Hazañas de los malos tiempos - Cristina Morano / Perder ciudades - Hilario J. Rodríguez



















Hazañas de los malos tiempos, Cristina Morano, Newcastle Ediciones, 2015,  90 págs., 6€ / Perder ciudades, Hilario J. Rodríguez, Newcastle Ediciones, 2015, 74 págs., 6€.

Se estrena la editorial murciana Newcastle, dirigida por Javier Castro Flórez, con dos libros interesantes pero bastante diferentes. Por un lado está Perder ciudades, una crónica de dos viajes que le sirve a Hilario J. Rodríguez para tratar  temas diversos, y, por otro, Hazañas de los malos tiempos, en el que Cristina Morano toca temas mucho más personales entre el diario íntimo y el esbozo narrativo.
El libro de Rodríguez, escritor y crítico gallego afincado en Estados Unidos, narra dos viajes que realizó a Rusia y a África (Gambia y Senegal) acompañado en el primero por su madre y en el segundo por su hijo. Sin embargo, el autor se aleja pronto de la crónica habitual e incluye reflexiones y anécdotas relacionadas, a veces tangencialmente, con el país que visita. En el ruso, mientras de manera fragmentaria va relatando los lugares a los que acude junto a su progenitora, desgrana historias sobre los artistas, Chejov, Tolstoi o Eisenstein, cuyas casas visitan. Además de la presencia de la madre y de algunas reflexiones sobre las fotos que hacemos cuando viajamos, lo más destacado de la parte rusa del libro es la sucinta biografía de Luis Bazal, un familiar que vivió una azarosa existencia durante en la época de la Guerra Civil.
El carácter fragmentario del libro se mantiene en los capítulos dedicados al viaje africano. El autor renuncia a narrar cronológicamente el periplo y nos ofrece varias reflexiones sobre la idiosincrasia africana ejemplificadas por varios pintorescos personajes. A pesar de la brevedad de esta parte, leemos varias peripecias, como el problema mecánico en mitad de la selva que el conductor se toma con extrema tranquilidad, que ejemplifican perfectamente las peculiaridades (desde la óptica europea) de África.
Mucho más personal, aunque casi igual de breve, es el libro Hazañas de los malos tiempos de Cristina Morano. La obra comienza reproduciendo una serie de entradas publicadas en las redes sociales y que mantienen el estilo directo y la heterogeneidad de este tipo de webs. La última parte, también procedentes de un blog, son fragmentos de lo que la propia autora define como un “Diario satírico político-social”. Desde una perspectiva menos íntima y con un estilo cercano a esas notas de sociedad a las que se aluden en el título, Morano nos proporciona una galería de personajes en la que caben políticos, futbolistas, los reyes y personas anónimas.
Entre la sección “Posts” y “Notas de sociedad” leemos la parte que da título al libro y que lo convierte en una pequeña joya que el lector no debe perderse. Se trata de una especie de autobiografía reciente en la que Morano narra lo vivido (lo sufrido, más bien) desde que la agencia creativa en la que trabajaba cerró y se quedó en el paro. Narra la autora unos años en los que las penurias económicas desestabiliza su vida y la sumen en una espiral de trabajos escasos y mal pagados y precariedad absoluta. Opta Morano por no esconder los momentos en los que su ánimo es más bajo, la ruptura sentimental que vive y la necesidad de pedir ayuda a amigos y familiares, construyendo así un testimonio de enorme crudeza sobre las consecuencias personales de la crisis.
Ambos libros significan un gran inicio para esta nueva y prometedora editorial centrada en la no ficción que es Newcastle.


Reseña publicada en El Noroeste:



sábado, 31 de octubre de 2015

Navegantes del tiempo - Sjón



Navegantes del tiempo, Sjón, Nórdica, 2014, 142 págs.,  16€.

En un principio podríamos pensar que poco tienen en común las frías tierras de Islandia y la cálida Grecia.  Representan ambas dos extremas de una Europa que se hiela en una punta y que arde en los tórridos veranos de la otra. Tanto geográfica como económicamente, serían dos extremos de la Europa actual. Sin embargo, existe un punto de  unión entre la historia de ambos pueblos: su pasión por el mar. Si los islandeses son descendientes de los aguerridos vikingos que llegaron siglos atrás a la isla, los helenos difundieron su cultura por todo el mediterráneo gracias a su inclinación a hacerse a la mar. Este nexo tan poco  evidente es el que utiliza el escritor islandés Sjón (pseudónimo de Sigurjón Birgir Sigurdsson) para unir ambas culturas en su último libro.
La novela está narrada por un extravagante anciano islandés al que el dueño de una naviera invita a embarcarse en un trayecto de uno de sus barcos.  En ese viaje conocerá a personajes de lo más variado entre los que destacan un mayordomo y su mujer y un navegante llamado Céneo que anima las sobremesas de las cenas de los oficiales y de los invitados del capitán con sus historias. Ahí es donde se produce el primer punto de encuentro entre ambas culturas, la islandesa y la griega, ya que Céneo fue uno de los argonautas que acompañó a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Noche tras noche, y tras escuchar un trozo de madera proveniente según afirma del Argos, va relatando historias de su viaje, centrándose especialmente en la estancia de los argonautas en la isla de Lemnos, habitada sólo por mujeres.
Con esta mezcla de épocas, la Grecia antigua y la Europa de mitad de siglo XX en la que se ubica la historia marco, Sjón sorprende no sólo al lector, sino también al narrador, que poco a poco irá venciendo sus prejuicios ante ese extraño navegante y sus peculiares historias. Además, el autor opta por mezclar sin complejos elementos pertenecientes a distintas épocas y tradiciones y aunque el relato de Céneo sigue el estilo clásico de las narraciones orales antiguas, en él se introducen personajes de la mitología nórdica. Esta mezcla tan peculiar provoca sorpresa en el lector, pero también lo puede descolocar ante un relato tan peculiar.
Además de lo relatado por Céneo, es bastante interesante el contexto histórico de la historia marco. Estamos en un barco danés que va a recorrer, cargado de pasta de papel, el largo trayecto que separa Noruega de Turquía. En él se mezclan personajes de distintos orígenes aunque marcados por la reciente guerra que ha asolado Europa. El papel en la contienda bélica del narrador, se dice que estuvo en Alemania realizando un programa radiofónico en alemán, no queda claro, aunque sus excéntricas ideas, defiende que el alto consumo de pescado es el responsable de la superioridad de la raza nórdica, pueden hacer pensar en una coincidencia parcial con el ideario nazi. Mucho más traumática fue la experiencia bélica de la voluble esposa del mayordomo del barco, una polaca que acabó en un burdel.
Navegantes del tiempo es, como muchos de sus protagonistas, un libro  peculiar, en el que el objetivo de unir las culturas griegas y nórdicas parece importar más que una trama que no acaba de despertar en el lector el interés deseado. 

Reseña publicada en El Noroeste.




martes, 20 de octubre de 2015

Entre los vivos - Ginés Sánchez



Entre los vivos, Ginés Sánchez, Tusquets, 2015, 282 págs., 18€.
 Entre la narrativa española reciente que se ha ocupado de la crisis económica hay autores que prefieren ofrecer una visión más general del asunto, casi cartográfica, como  Nere Basabe en El límite inferior, y otros que se centran en cómo afecta esta situación a personajes concretos. Este sería el caso de Entre los vivos, la última y excelente novela del escritor murciano Ginés Sánchez.
La obra nos cuenta cronológicamente un par de años en la vida de un joven afectado, como tantos otros, por la crisis económica: César “Gusanito” Gálvez. Comienza el protagonista intentando conseguir un trato justo con el empresario que lo acaba de despedir y que, a través de su asesor, hará todo lo posible para no pagarle el paro que le corresponde. Durante el resto de la novela, César sobrevivirá en la precariedad gracias a los ingresos que irá consiguiendo a través de la prestación por desempleo, de trabajos esporádicos y mal pagados, de diversos trapicheos e incluso de regalos de origen incierto. Como vemos, el protagonista de Entre los muertos sufre los distintos avatares que han aquejado a toda una generación en nuestro país en los últimos años. Pero César no es una víctima inocente, ya que no duda en responder a las injusticias con la violencia o planeando una venganza contra uno de esos empresarios que han provechado la coyuntura para hacerse más rico.
No sólo esta perspectiva económica es importante en la configuración de este personaje, las relaciones personales también son centrales en la novela. César es una persona solitaria y taciturna, alejada de la alegría y que disfruta con la soledad o dando largos paseos por una ciudad devastada por el calor o la suciedad.  Ese carácter huraño hace que le provoquen cierta empatía los mendigos, a cuya observación se dedica con la dedicación de un entomólogo en las largas horas que le deja libre el paro y la ausencia de motivaciones.
El dolor es otro leitmotiv central en la novela.  Se trata de un dolor que afecta a César tanto en lo físico, provocado principalmente por el episodio violento  que acaece justo a la mitad de la obra, como en lo mental, acercándose peligrosamente a la depresión en más de una ocasión. La respuesta de César a este dolor que lo abruma es variada: la huida, el disfraz, el aislamiento o las drogas son empleados en numerosas ocasiones como analgésicos.

Sus relaciones con las mujeres también se encuentran entre esas pesadas cargas, junto a las económicas y las físicas, que César tiene que acarrear. Por un lado está la fría relación con la madre, hecha de silencios y reproches solapados, y con la hermana, con la que los violentos enfrentamientos verbales sí son frecuentes. Por otro, los sucesivos fracasos con las tres mujeres de las que se enamora: Janislyn, Nadiezna y  Raquel. Con la primera comienza una profunda amistad a través del chat que acabará de la forma más inesperada cuando finalmente se conocen personalmente. El fracaso con Nadiezna, una joven mendiga, sumirá a César, a “Gusanito”, en las simas más profundas de la tristeza. Con Raquel, finalmente, parece encontrar a alguien que lo comprende, pero la relación parece que nunca va a pasar de la amistad.  Todo ello para terminar de configurar ese intrincado e interesante puzle que es el protagonista de Entre los vivos.

Reseña publicada en El Noroeste:

martes, 6 de octubre de 2015

Los afectos - Rodrigo Hasbún


Los afectos, Rodrigo Hasbún, Random House, 2015, 140 págs., 15€.

Algunas historias reales poseen todos los elementos que asociamos a las buenas ficciones. Personajes interesantes, giros inesperados, relaciones difíciles… Existe una larga tradición de escritores que han aprovechado biografías singulares para, con mínimos cambios, crear una novela en torno a ellas. En estos casos no nos encontramos ante biografías, sino ante obras literarias que tienen como base la realidad en un alto porcentaje pero que introducen  elementos que no hallábamos en la vida real. Un ejemplo actual de este tipo de novelas es Los afectos del boliviano Rodrigro Hasbún.
Parte este joven narrador sudamericano de la historia de la familia Ertl. Desconozco si existen obras previas que hayan ficcionalizado este estupendo material narrativo que son las andanzas de estos cinco alemanes que emigraron  a Bolivia a mediados del siglo XX, pero no me resultaría extraño por tratarse de una historia muy peculiar. Tras la Segunda Guerra Mundial, el patriarca de los Ertl, eminente fotógrafo y aventurero, se estableció en La Paz junto a su mujer y sus tres hijas. Tras varias exploraciones arqueológicas por la selva, en las que lo acompañaron sus dos hijas mayores, se retiró a una finca del Este del país. La mayor de sus hijas, Monika, tuvo, en las décadas de los sesenta y de los setenta, un papel fundamental en la Historia de Bolivia.
Esta insólita historia, un importante fotógrafo de la Alemania nazi que acaba con su familia en Bolivia, es el material con el que Rodrigo Hasbún teje una trama en cuyo centro se encuentran las relaciones familiares de los Ertl. Es cierto que las exploraciones o la militancia política también adquieren en fases distintas de la obra un gran peso, pero, al final, Los afectos, nos presenta un retrato de los claroscuros de una familia. Tanto los padres como las tres hijas se nos presentan como personajes aislados, cuya relación con sus familiares fluctúa entre el compañerismo y el desapego, entre el cariño y el olvido.
Para mostrarnos estos afectos y desafectos que, a lo largo de varias décadas, se suceden entre los Ertl, opta Hasbún por una narración fragmentada que no sigue siempre el orden cronológico y que cuenta con varios narradores. Así, prácticamente cada capítulo nos muestra los hechos y, sobre todo, los sentimientos que afloran entre los miembros de la familia y algunas personas cercanas a ella desde la perspectiva de uno de ellos. Mientras que los padres aparecen retratados siempre con cierta distancia, las hijas son las que adquieren el mayor protagonismo de la novela. La mayor, Monika, es la que posee una biografía más atractiva, por lo que Hasbún opta por concederle un mayor peso en la obra; Heidi, la segunda de ellas, comienza mostrando su difícil relación con Monika y cierto complejo de Electra, pero acaba exiliándose de Bolivia y de la propia familia; Trixi, la menor, aparece primero como el apoyo de su madre, el personaje más triste de la novela, y, finalmente, como una especie de notario que describe la vida de sus hermanas mientras lleva un vida anodina.

Aunque al final echemos de menos un mayor desarrollo de algunos temas, el libro es muy breve, se trata de una interesante novela que nos muestra una familia singular, pero con los mismos problemas que afectan a todas las demás.

Reseña publicada en El Noroeste: