domingo, 25 de diciembre de 2016

Las margaritas no tienen la culpa - Teresa Mateo




Las margaritas no tienen la culpa, Teresa Mateo, Balduque, 2016, 60 págs., 10€.

Existen numerosos ejemplos de que la Literatura es algo vivo, un ente heterogéneo que muta de piel con los tiempos y que sabe adaptarse a la sociedad en la que se desarrolla. Uno de estos casos es el de la rehabilitación que ha sufrido el aforismo en los últimos años gracias, principalmente, a Twitter. Hace apenas una década el aforismo era un género alejado del gran público, con cierto aroma a naftalina y al que muchos definían como acabado. Sin embargo, el nacimiento de una red social que limitaba los mensajes a 144 caracteres impulsó que muchos usuarios, la mayoría de los cuales jamás habían oído hablar del aforismo, comenzaran a escribir breves sentencias o reflexiones que actualizaban el género cultivado por Lichtenberg. Entre esos tuiteros ha destacado Teresa Mateo, la autora de Las margaritas no tienen la culpa.
Porque este libro selecciona trescientos de los tuits más ingeniosos de una usuaria que ha conseguido enganchar a casi treinta mil personas a su particular manera de condensar la realidad. Sin una ordenación aparente, el lector va descubriendo página a página el ingenio de la autora, que crea un mundo muy particular en el que la realidad está vuelta del revés y donde nada es lo que parece. Obliga así al lector a replantearse algunas de sus creencias mediante unos juegos de palabras en los que son habituales los sentidos literales de las frases hechas y el uso de la polisemia para crear una nueva perspectiva del lenguaje y de la vida.
Pero, ¿son aforismos los trescientos textos que integran este volumen? Si somos exactos la respuesta debería ser negativa, pero la Literatura nos ha enseñado a que los límites genéricos sirven para poco. Por eso creo que los 300 tuits recogidos en Las margaritas no tienen la culpa son los aforismos que escribiría una persona como Teresa Mateo. Es decir, una autora de 32 años, joven aún para los cánones literarios, que también cultiva la poesía, hace apenas un año apareció su poemario Cuando nos repartimos los bares (2015), y que escribe para publicar en Twitter. Este medio es el que ha provocado algunas de las características que encontramos en el libro de esta autora murciana: inmediatez, ingenio, brevedad y, este ya es un rasgo de su estilo, sentimentalidad.
Porque los aforismos (porque lo son, ¿no?) de Teresa Mateo no se quedan en la simple pirueta lingüística, sino que nos dejan entrever rasgos de la forma de ser de la autora. Si bien no de manera tan directa como ocurre con los poemas, una lectura de Las margaritas no tienen la culpa nos deja traslucir los problemas, las obsesiones, los afectos y los ideales de la autora. Se configura así el volumen como una especie de mosaico que, mediante trescientas teselas, nos acaban por descubrir una personalidad enamoradiza, idealista, un poco despistada y muy socarrona. Yendo un poco más allá, podríamos incluso vislumbrar los ecos de una ruptura amorosa en estas pequeñas rendijas a los sentimientos de Teresa Mateo que son algunos de los textos del conjunto.
Se trata, por lo tanto, de un libro que nace al albur de su tiempo y que puede ser degustado en pequeños tragos para centrarse en el sabor individual de cada uno de los aforismos o de golpe para percibir ese mosaico que se dibuja al unir los fragmentos.
Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 11 de diciembre de 2016

Vosotros, los muertos - Ginés S. Cutillas


Vosotros, los muertos, Ginés Cutillas, Cuadernos del Vigía, 2016, 101 págs., 14€.

Una de las particularidades del microrrelato, género peculiar en muchos aspectos, es su necesidad de impactar al lector. La famosa teoría de Julio Cortázar de que el cuento gana por K.O. se lleva al paroxismo en este hermano pequeño del relato, que posee apenas unas líneas para remover al receptor del texto. Por ello, muchos de los rasgos de la minificción están asociados a ese fin y existen temas que funcionan mejor que otros en estos parámetros textuales. Entre los que mejor acomodo encuentran está la presencia de la muerte, con sus múltiples variantes, de algún personaje. Se trata de un hecho trascendental, pero, a la vez, cotidiano  que desde siempre ha obsesionado al ser humano. En el caso concreto del microrrelato,  algunos de los mejores representantes del género han publicado libros en los que el tema de la muerte está muy presente; a los nombres de Max Aub, y sus Crímenes ejemplares, y Fernando Iwasaki, con Ajuar funerario, podemos unir el de Ginés Cutillas, que entra por derecho propio en esta selecta nómina con Vosotros, los muertos.
En Vosotros, los muertos encontramos diversas variantes sobre ese tránsito entre la vida y el más allá. Hay muertes alegres, “That`s life”; conciencia tras la muerte, “De lo efímero de los rectángulos azules”; extrañas personificaciones de la parca, “Desubicados”; personajes que se burlan de los fallecidos, “Interroguen al sepulturero”; decesos en pleno acto sexual, “La petite mort”; agobiantes descripciones del Más Allá, “El légamos del Hades”; resurrecciones por las que hay que pagar, “El negocio”; o asesinatos inesperados, “Asuntos de familia”. El libro es un amplio catálogo de las distintas maneras que tiene el ser humano de enfrentarse a la muerte y de las insospechadas formas que ésta le puede sobrevenir.
El autor incluye, además, alusiones a algunos de los grandes del género, reconociendo así la deuda contraída con estos referentes; destaca el homenaje a Borges, cuyo nombre de pila se le otorga al bibliotecario de “Recuerdos”. También encontramos lo que el propio autor define como una “micronovela policiaca en veinte capítulos y un epílogo”; se agradece la audacia de Cutillas de intentar dar una vuelta de tuerca al género, si bien el resultado no se encuentre entre lo mejor del libro. Entre los que sí están entre los microrrelatos más destacados del conjunto, que no escasean, podemos citar dos muy diferentes en cuanto a extensión: “El último hombre”, uno de los más largos y redondos, y “Terermoto”, un divertido juego de palabras de apenas un par de líneas.

 Cutillas nos ofrece una obra sólida y de gran interés, un excelente libro de minicuentos, algo no tan sencillo de lograr como la brevedad del género podría hacer pensar. Los autores de libros de minificción caen con demasiada frecuencia en el uso de trucos evidentes, en repeticiones de tono o estilo o en  la acumulación casi infinita de textos,  haciéndole un flaco favor al género, que, por culpa de estas publicaciones fallidas, parece que no resiste la repetición en un volumen de demasiados minicuentos del  mismo autor.  Pero Ginés Cutillas demuestra que conoce muy bien el género, al que le acaba de dedicar el ensayo titulado Lo bueno, si breve, etc. (2016), y evita esos errores en uno de los mejores libros de microrrelatos que se han publicado en España en los últimos años. 
Reseña publicada en El Noroeste. 

domingo, 27 de noviembre de 2016

Nefando - Mónica Ojeda


Nefando, Mónica Ojeda, Candaya, 2016, 206 págs., 16€.
 Es difícil para la Literatura acercarse a ciertos temas escabrosos desde la ficción. Entre estos temas tabúes tan delicados de tratar en una novela, o en cualquier otra manifestación artística, está, por supuesto, el abuso sexual a menores y la pornografía infantil. Se trata de una de las peores violencias que se pueden ejercer sobre otro ser humano, ya que dejará huellas indelebles en la víctima, y  son pocos los autores que lo tratan en sus obras. Por ello, lo primero que hemos de agradecer a Mónica Ojeda es la valentía que ha demostrado a la hora de incluir en Nefando, la segunda novela de esta joven autora ecuatoriana, el abuso a menores y el uso pornográfico de las grabaciones de estos actos.
Pero ese valor al sobreponerse a la autocensura no deja de ser un atributo personal de la escritora y no justifica la recomendación de una obra que posee muchos más valores además del de tratar este espinoso asunto. Y es que estamos ante una novela notable, un puzzle que mezcla estilos, tonos, lugares, temáticas, discursos y personajes muy diferentes para acabar conformando una obra sólida que despierta el interés del lector sin darle casi tregua. Se trata de un relato, lo advertimos, no apto para todas las sensibilidades, ya que aún sin caer nunca en el morbo retrata con crudeza algunos comportamientos deleznables del ser humano.
El eje central de la trama, junto con una novela erótica protagonizada por tres adolescentes con comportamientos de lo más depravado, es la creación, por parte de tres jóvenes hermanos ecuatorianos que viven en Barcelona, de una especie de aventura gráfica digital en la que incluyen un vídeo de los abusos sexuales que sufrieron siendo niños. Los hermanos Terán serán ayudados en la creación de este videojuego tan peculiar por El Cuco, un joven hacker español con el comparten piso. A través de él podrán incluir Nefando, que así se llama el proyecto, en la Deep Web, ese espacio de la Red donde apenas hay leyes y donde todo parece estar permitido. Los tres hermanos parecen tratar esos terribles abusos que sufrieron por parte de su padre con cierta frialdad, como muestra que aún mantengan contacto con su progenitor.
Ojeda pone en juego aquí los diversos matices que aparecen cuando una experiencia tan terrible ocurre dentro del hogar: la imposibilidad de dejar atrás el pasado, la responsabilidad de la madre por no detectar lo que ocurría, el derecho de los niños abusados (cuando crecen) de difundir las aberrantes imágenes que protagonizan, etc. Acierta al huir de maniqueísmos al tratar un tema tan complejo como es el abuso a menores y crea con los hermanos Terán unos personajes poliédricos, que mantienen unas relaciones confusas con sus compañeros de piso, con sus padres y entre ellos mismos. Lo hace, además, mediante la ausencia de un narrador omnisciente, ya que conocemos la historia de Nefando principalmente mediante entrevistas que un personaje desconocido va realizando a los tres compañeros de piso de los hermanos, El Cuco, Iván y Kiki, que ofrecen visiones complementarias pero parciales de la historia de los Terán. Sólo escuchamos la voz de los hermanos en el fragmento más duros de la novela, en el que Emilio Terán describe en primera persona los abusos sexuales que sufrió junto a sus hermanas. Son apenas nueve páginas, pero muestran de nuevo esa crudeza que hace de Nefando una novela incómoda pero necesaria.
Reseña publicada en El Noroeste. 

domingo, 13 de noviembre de 2016

Las transiciones - Vicente Valero


Las transiciones, Vicente Valero, Periférica, 2016, 116 págs., 15€.

Dueño de una sólida trayectoria poética, el escritor ibicenco Vicente Valero debutó hace un par de años en la narrativa con un libro más que interesante: Los extraños (2014). Tras la buena acogida que tuvo aquella novela, Valero publicó hace unos meses la que podemos considerar en muchos aspectos su continuación: Las transiciones. En ambas, la ficción se mezcla con los recuerdos, propios o ajenos, hasta convertir el relato en un híbrido donde es difícil saber qué hay de real y qué de inventado. Si en su primera novela, Valero narraba las vidas de varios familiares lejanos, esos “extraños” a los que el título hace referencia, en esta nueva obra es su grupo de amigos el núcleo que protagoniza la novela.
Y digo “su” porque tanto las fechas como el espacio, la isla de Ibiza, provocan que el lector identifique con facilidad al narrador con el autor. A pesar de ello, y como es habitual en este género tan propio de nuestra época como es la autoficción, debemos olvidar durante la lectura las coincidencias con la biografía del autor y disfrutar un breve pero intenso relato sobre dos transiciones que se superponen.
La primera de ellas es la política, la Transición entre el Franquismo y la monarquía parlamentaria, que se dio en España durante los años 70 y que llegó a la pequeña Ibiza de aquella época de manera un tanto amortiguada. Son años en los que la burguesía de la ciudad, a la que pertenecen los jóvenes protagonistas de la novela, vira sin complejos y en apenas unos años del respeto hacia el dictador al entusiasmo por la democracia. Estos personajes se reúnen en el casino primero para asistir endomingados a la retransmisión televisiva de los funerales del dictador y después para preparar las elecciones. Entre ellos destaca don Alfonso, el abuelo de uno de los protagonistas, que tiene a lo largo de su vida una curiosa relación con la figura de Franco.
Si esta Transición se sitúa como telón de fondo de la novela, la que de verdad protagoniza el relato es la que sufren, durante esos mismos años, el narrador y sus amigos Julio, Antonio e Ignacio. Se narran en el libro las últimas travesuras infantiles y los primeros ritos de iniciación a la juventud, en una adolescencia que acabará separándolos y marcando su futuro. Asistimos a los primeros enamoramientos, destaca el del narrador con Amelia, al descubrimiento de la pornografía y a las reprimendas de los estrictos profesores del colegio religioso al que asisten. El paso de los años irán mellando la unidad del grupo y haciendo que elijan caminos distintos.  
Los recuerdos desordenados de los acontecimientos más importantes de esta época se van insertando en la historia marco: la del entierro de Ignacio, fallecido a los treinta y tres años tras una sobredosis. En este luctuoso día, el narrador se encontrará con Antonio y Julio, junto a los que irá reconstruyendo los hechos más significativos de su adolescencia y homenajeando así a Ignacio.
Siguiendo la estela de Los extraños, Vicente Valero emplea la memoria de tiempos pasados como motor narrativo de una historia de nostalgia serena que muestra los efectos del paso del tiempo en esas amistades que parecen eternas durante la infancia. 

Reseña publicada en El Noroeste. 



lunes, 31 de octubre de 2016

Bebop Café - Luis Sánchez Martín


Bebop Café, Luis Sánchez Martín, Boria, 2016, 170 págs., 14€.
La novela negra  parece resumirse a un único argumento que se repite hasta el infinito: hay un asesinato y alguien tiene que averiguar quién ha sido el causante. A partir de  este esqueleto cada escritor aporta su maestría y ofrece diferentes variantes, temáticas, estilísticas o argumentales, para atraer la atención del lector. Éste, el de la novela negra, suele ser aficionado al género y detecta rápidamente cuando el narrador ofrece algo original. Por ello, esta obra, la primera novela de Luis Sánchez Martín y también la referencia inaugural de la editorial murciana Boria, gustará a los amantes del género negro.
Porque en Bebop Café hallaremos los elementos habituales de este tipo de novelas (misterio, asesinatos, enamoramientos) y los personajes que suelen aparecer en ellas (detectives, hombres solitarios, mujeres con fuerte personalidad) pero, además, varios elementos diferenciadores que la convierten en un relato de interés. Junto con un final sorprendente que dejará descolocado al lector, y del que no daremos más pistas, el libro apuesta por una vertiente metaliteraria que también llama la atención. La obra tiene dos planos paralelos: el de la historia principal y el de una novela, titulada también en un juego de espejos ficcional Bebop Café, que escribe el protagonista contando parte de los hechos vividos. Ambos textos quedan claramente diferenciados tanto tipográfica (el relato que escribe el protagonista está en cursiva) como discursivamente (mediante el uso de voces narrativas diferentes: la primera y la tercera persona).
La trama se centra en Fran, un joven desorientado que comienza a recibir una serie de notas anónimas y crípticas que cree obra de Ana, su antigua novia. Decidido a resolver sus dudas sobre la autoría de estos mensajes, pide ayuda a los personajes que le rodean: Esther, un antiguo ligue y dueña del café Bebop del que Fran es parroquiano y con la que ahora tiene una relación ambigua entre la amistad y el amor; a Jorge, su mejor amigo, un Peter Pan que pasa las horas muertas en el apartamento de Fran; e incluso a Genaro, un estrafalario vagabundo que cuida el coche del protagonista a cambio de unas monedas. Para terminar de aclarar el asunto, se dirige a Granada, ciudad citada en una de las notas y a la que Fran fue con Ana durante su relación, aunque él haya borrado de su memoria esa visita. Allí entrarán en juego dos oscuros y grotescos personajes, un enano llamado Facu y Trinidad, un travesti, y la vida de Fran se complicará.
Aunque la novela posee una nómina de personajes secundarios amplia y entre la que encontramos caracteres llamativos, es sin duda el protagonista el eje de Bebop Café. Se trata de un joven que está dejando de serlo, de un economista con alma de escritor, de un ser antisocial que no puede pasar sin sus amigos. Además, y conforme vamos descubriendo con el paso de las páginas, Fran tiene un pasado bastante turbio, relacionado con su familia, que acabará volviendo. También es un hombre obsesionado con Ana, que aparece de nuevo en su vida a través de las misteriosas notas, que tratará de entender mejor transformando su relación con ella en un texto de ficción.
Mezclando una historia de amor y una investigación, añadiéndole varios actos violentos, un humor cáustico y varios arriesgados giros en la trama, Luis Sánchez Martín ha creado una novela entretenida con un final inesperado. 

Reseña publicada en El Noroeste:


viernes, 14 de octubre de 2016

Qué vergüenza - Paulina Flores


Qué vergüenza, Paulina Flores, Seix Barral, 2016, 293 págs., 18€.
Muchos lectores somos bastantes desconfiados al leer excesivos elogios hacia el libro de un autor novel. Aceptamos que las fajas con las que las editoriales envuelven un libro estén repletas de elogios desmesurados, pero si, además, es la primera obra de un escritor y éste es joven, la desconfianza se torna en aprensión. Sin embargo, a veces las loas están justificadas y, tras unas pocas páginas,  nos sumamos a la euforia de haber encontrado a una voz interesante cuya existencia desconocíamos.  Esto es lo que ocurre al leer Qué vergüenza, la opera prima de la chilena Paulina Flores que se publica en España con la expectación que ha provocado su éxito en su país natal.
Es cierto que el libro no supondrá un punto y aparte en la literatura en español, tampoco se le debe pedir esto a una autora que aún no ha llegado a la treintena, pero estamos ante una obra lo suficientemente sólida como para esperar con optimismo nuevas entregas de sus narraciones. Varios críticos chilenos han coincidido en que no parece una obra de una autora debutante, sino de alguien con mayor madurez como autor. Si bien entendemos, y compartimos, que estas frases funcionan como un elogio a su capacidad como narradora, no coincidimos en que la juventud de la autora no se vislumbre en los textos. Es cierto que el manejo del estilo es comparable al de otros escritores con carreras más longevas, pero existe en los textos un acercamiento a la juventud y, sobre todo, a la infancia, con una frescura que sólo se puede conseguir cuando aún son vívidos en el autor  los recuerdos de esta época.
Qué vergüenza está compuesto por nueve relatos de extensiones que oscilan entre las doce y las ochenta y cinco páginas, pero con varios elementos que otorgan homogeneidad al conjunto. En primer lugar, está el contexto espacial y temporal de los relatos: todos están ubicados en Chile, si bien en distintas localidades y en barrios de diferente clase social, y en el presente o en un pasado reciente: los años noventa. En segundo lugar, el ya apuntado protagonismo dado a niños y a jóvenes ofrece un nuevo elemento cohesionador. Por último, la mayoría de los relatos se mueven dentro del ámbito familiar o, al menos, íntimo, y se puede percibir en varios de ellos una tendencia a definir a las mujeres como personajes fuertes dentro de la familia, mientras que los hombres ocupan un lugar secundario o pasivo por encontrarse ausentes, en la cárcel o en el paro.
Entre los nueve textos podemos destacar el que da nombre al volumen, que muestra la vergüenza que sufre una niña al provocar, sin pretenderlo, que su padre caiga en el ridículo.  Un tema similar, un padre caído en desgracia y un niño responsable de salvarlo, se pone en juego en “Talcahuano”. Por su parte, “Últimas vacaciones” y “Tía Nana” tienen como eje la afirmación de la infancia como etapa definitoria de nuestra personalidad. Más ambiguos son “Teresa”, sobre las apariencias, y “Laika”, que trata una primera experiencia erótica. El volumen acaba con el relato más extenso y complejo, “Afortunada de mí”, en el que se narran de manera paralela dos episodios de la vida de una chica, uno en la actualidad y otro en su niñez, relacionados entre sí. 
Reseña publicada en El Noroeste:

viernes, 30 de septiembre de 2016

Ultramar - Rubén Santiago


Ultramar, Rubén Santiago, Malbec, 2016, 150 págs., 12€.
 El microrrelato es, por razones obvias, el género narrativo en el que el lector encuentra un mayor número de relatos diferentes en un mismo libro. En un volumen de apenas cien páginas podemos leer decenas de textos distintos sin relación alguna entre sí, más allá de agrupaciones temáticas o de la unidad estilística que les da haber sido creados por el mismo autor. Este hecho provoca que los libros de este género tengan cierta tendencia a la dispersión, ofreciendo a menudo un número ingente de historias protagonizadas cada una de ellas por personajes nuevos para el lector. Por ello acierta el escritor murciano Rubén Santiago al ubicar todos los microrrelatos de este, su primer libro, en un mismo contexto: el mar.
A pesar de esta unidad dada por el espacio marítimo, los textos de Ultramar se caracterizan por su heterogeneidad formal, algo lógico si se tiene en cuenta que el volumen incluye más de ciento veinte minicuentos. El autor conoce bien las distintas variantes que ofrece el género y nos presenta a lo largo de las páginas varias de las tipologías que crearon los maestros de la narrativa brevísima y que Rubén Santiago sabe utilizar con sagacidad convirtiéndose en un digno heredero. El lector agradece esa doble tendencia centrífuga, con las variantes tipológicas, y centrípeta, el contexto marino siempre está presente, que posee el libro a la hora de enfrentarse a la recepción de un volumen que se ha de degustar con calma y, siguiendo una metáfora acuática, a pequeños sorbos.
Entre esas variantes propias del microrrelato que hallamos en Ultramar podemos citar, por ejemplo, el empleo de un título larguísimo, recurso que encontramos en la página 85. Otros textos ofrecen un giro inesperado en la historia que busca sorprender al lector con un desenlace que el inicio del texto no hacía presagiar. Entre los minicuentos que mejor emplean este recurso, no siempre bien utilizado por los autores de minificción, podemos destacar “Primer naufragio” (pág. 132), en el que el último párrafo nos sitúa en un contexto totalmente diferente al esperado. Aunque no son muchos, también encontramos en el libro varios de esos microrrelatos más breves que llevan la narración a su mínima expresión sin perder su poder evocador. Un buen ejemplo de ello es sin duda “El sentido de la vida” (pág. 39), que dice así “Quiso huir; así que navegó en busca del horizonte hasta ir menguando y desaparecer en la nada”.
Entre todas las variantes de historias marinas que encierra Ultramar destacan dos disposiciones que aparecen con distinta frecuencia en el libro. La primera, y más habitual, es la recreación de episodios históricos o literarios asociados al mar. Por las páginas del libro aparecen barcos míticos como el Titanic, el Beagle, el Sirius o el Arca de Noé y personajes por todos conocidos como Miguel de Cervantes, el Dr. Livingston, Cousteau, Cristóbal Colón o Peter Pan. La otra tendencia relevante, no tanto por su frecuencia sino por tener un carácter más profundo, es la defensa ecologista del mar y el rechazo a los efectos perniciosos de la acción humana en él, que hallamos en textos como “El séptimo continente” (pág. 137).
Con todo ello tenemos un conjunto de relatos de calidad irregular, algo habitual en el género de la minificción, pero con suficientes logros para que su lectura resulte atractiva. 
Reseña publicada en El Noroeste. 

jueves, 15 de septiembre de 2016

Asamblea ordinaria - Julio Fajardo Herrero


Asamblea ordinaria, Julio Fajardo Herrero, Libros del Asteroide, 2016, 215 págs., 17€. 
Desde hace unos años son muchas las voces que piden, o incluso exigen, una novela que retrate la crisis económica que viene sufriendo España desde 2008. Una primera y notable aproximación al tema fue Yo, precario (2013) de Javier López Menacho, aunque se trató de un libro con un componente más autobiográfico y más cercano a la crónica que a la ficción. Con Asamblea ordinaria sí que tenemos esa novela sobre esta reciente etapa histórica que tantos demandaban.
Julio Fajardo huye de los análisis sociológicos o macroeconómicos para explicar la crisis, algo que excedería sus capacidades como narrador, y se centra en historias pequeñas, pero a la vez representativas del nuevo contexto creado por la pérdida masiva de empleos. Trenza en  el libro tres relatos diferentes, tanto espacial como discursivamente, pero que se complementan perfectamente para crear un fresco que, sin tener una pretensión globalizadora, alcanza a retratar situaciones que todos reconocemos con facilidad. Además del hecho de que lo que les ocurre a los protagonistas son situaciones cotidianas, la casi ausencia de nombres logra que el libro posea un carácter global.
Una de estas tres historias, que tienen un peso equilibrado y que se van sucediendo durante todo el libro, es la de un treintañero que le escribe en segunda persona al dueño de la empresa en la que trabajaba. En un texto cargado de ironía, el joven retrata perfectamente un perfil muy habitual en los tiempos de bonanza económica: el jefe pijo pero moderno, que esconde tras su oficina de diseño, su ropa desenfadada y su palabrería la misma obsesión por el dinero y el mismo desprecio por sus empleados que los empresarios más rancios. Además, el narrador cuenta las distintas etapas que sufrió su consideración hacia su jefe: desde idolatrarlo y sentirse atraído por él  hasta comprobar su cinismo cuando tiene que despedir a sus jóvenes empleados.
Muy diferente es la historia que está narrada en primera persona y que mediante la voz de una mujer de mediana edad cuenta el desmoronamiento de su matrimonio, tras quedar su marido en el paro. A los problemas habituales en esta situación, se une la incomprensión de ella hacia el repentino activismo político que surge en el esposo. Aunque no se nombra, podemos identificar el partido como Podemos; la narradora, por su experiencia personal, es muy crítica con los intereses  de los militantes, que identifica más con el deseo de medrar que con el de cambiar la sociedad.
La tercera trama relata uno de esos pequeños conflictos familiares que la crisis provocó y que no ocuparon los noticiarios: un joven, que ha malgastado el dinero mientras tenía trabajo, vuelve a casa de sus padres al quedarse en paro y acaba, finalmente, en la de su tía viuda. Aunque es interesante la evolución de la relación entre ambos, y el choque generacional que se produce, se trata de la historia menos atractiva de las tres, quizás porque el uso de la tercera persona en la narración no favorezca tanto la empatía. Sin embargo, posee un capítulo final, con el que también se cierra el libro, que se encuentra entre lo mejor de este estupendo tríptico sobre las consecuencias íntimas de la crisis que es Asamblea ordinaria

Reseña publicada en El Noroeste


sábado, 3 de septiembre de 2016

Magistral - Rubén Martín Giráldez


Magistral, Rubén Martín Giráldez, Jekyll & Jill, 2016, 100 págs., 12€.
 Los lectores de narrativa somos también narradores. En nuestra recepción del texto que leemos se produce una reconfiguración del discurso redactado por el autor. Además, cuando alguien nos pregunta “¿de qué va?” el libro que tenemos entre manos, nos detenemos en el relato condensado de su argumento con delectación. Pero, ¿qué ocurre cuando un texto aparentemente narrativo carece o deja en segundo plano la trama? En estas ocasiones, la mayoría de los lectores sienten una perplejidad al comienzo del libro que se torna pronto en irritación al no encontrar la esperada historia. Sólo unos pocos receptores saben ir más allá y encontrar placer en la lectura, cuando el libro la ofrece, a pesar de no hallar una trama. A estos últimos lectores está dirigido Magistral, el artefacto literario perpetrado por Rubén Martín Giráldez.
Porque aquellos que busquen un argumento en el segundo libro de este ensayista y traductor catalán se darán cuenta pronto del segundo plano, cuando no tercero, que ocupa en el orden de importancia de la obra. Lo primero que llama la atención en Magistral es su estilo; Martín Giráldez emplea un lenguaje denso, a veces retorcido, con preferencia por los juegos de palabras, las onomatopeyas, las metáforas, los neologismos y con largos fragmentos en inglés. Veamos un ejemplo del peculiar estilo del libro: “Ordeñador prostático, lalia infusa try to troll password subrosa, criptos, otrosí escaneo fonético: arcabuzos submarinos en el gunning fog index” (pág. 93). Este protagonismo dado al lenguaje, poco habitual en la narrativa española contemporánea, no es un medio, sino un fin en sí mismo por el componente metaliterario del libro. Al igual que hace Cervantes en la segunda parte del Quijote, se cita la repercusión que ha tenido Magistral en un juego temporal cargado de ironía. El narrador se dirige al lector y le habla del propio libro que tiene entre manos, diluyendo las fronteras de la ficción y dinamitando los preceptos tradicionales de la narrativa. En esta concepción lúdica y crítica de la Literatura que propone Martín Giráldez, adquieren gran importancia los paratextos, citas de otros autores, la portada y el índice de otro, y los juegos tipográficos.
Aunque, tal y como ya hemos defendido, el lenguaje y sus giros son los verdaderos protagonistas de Magistral, también podemos hallar un hilo argumental, débil y discontinuo eso sí, en la obra. El libro nos cuenta la intención de un autor español de abandonar su idioma natal y seguir la senda de Notable American Women, obra del norteamericano Ben Marcus. Este segundo texto adquiere una gran importancia en la última mitad del libro, convirtiendo a Magistral en una especie de parásito que toma fragmentos enteros de Marcus. La relevancia de este nuevo juego literario se debe relacionar con la sátira a la lengua, a la crítica y a la literatura española que aparecen en la primera parte del libro. De nuestro idioma dice el narrador que lo hemos convertido en “muelle y fantocha” (pág. 15); frente a ello, aboga por esa renovación total de la que el propio texto es ejemplo.
Apuesta fuerte Martín Giráldez con Magistral, algo poco habitual en los autores de su generación (nació en 1979). A pesar de que el libro puede indigestar, utilizando una metáfora gástrica tan del gusto del propio autor, se agradece la originalidad y la valentía en la propuesta discursiva y en la sátira.
Reseña publicada en El Noroeste:



miércoles, 24 de agosto de 2016

Los impecables - Tatiana Goransky


Los impecables, Tatiana Goransky, Comba, 2016, 173 págs., 15€.
 Abundan en la narrativa actual los relatos protagonizados por escritores. Sin embargo, las dos narraciones que se incluyen en este libro de la argentina Tatiana Goransky se caracterizan por los singulares oficios que desempeñan sus protagonistas. Se produce así un efecto de extrañamiento en el lector, que no está acostumbrado a historias protagonizadas por recogepelotas, buzos, cazatesoros o zahoríes, trabajos de los protagonistas de Los impecables.
El libro está compuesto por dos relatos que, salvo por poner ese foco en empleos poco habituales, son completamente dispares. El primero, la historia de tierra adentro, se titula “Ball boy” y retrata a Manuel, un peculiar joven obsesionado con ser el mejor recogepelotas de su club de tenis. Si logra distinguirse del resto de sus compañeros recibirá el máximo  galardón con el que el joven bonaerense puede soñar: participar en la final de Roland Garros y poder conocer a su ídolo Roger Federer.
En un mundo, el del deporte, marcado por la ambición desmedida y la despiadada competencia entre los jóvenes que aspiran a abrirse paso, Manuel despreció una prometedora carrera como tenista juvenil para dedicarse a su verdadera devoción: pasar pelotas y toallas a los jugadores. Si insólita es esta vocación, más aún lo es Manuel y todo lo que lo rodea; el protagonista de “Ball boy” es metódico en su entrenamiento y repudia todo aquello que puede alejarlo de su sueño, poniendo en un segundo plano sus relaciones personales. El relato se desarrolla parejo a la celebración del Roland Garros de 2009 y la final parisina coincide con el desenlace de la historia, protagonizada por un desquiciado Manuel. 
Si “Ball boy” puede ser considerado como un cuento largo o una novela corta, el otro relato del volumen, titulado “Don del agua”, se acerca a la extensión habitual en la novela. Mientras que Goransky acierta en la concreción del primer texto, creando a un personaje que perdura en la memoria del lector, en el segundo la estructura polifónica y  la presencia de varias tramas mezcladas va en detrimento del interés de la historia.  Aunque se trata de un texto bien escrito e interesante, la mezcla de varios narradores, de distintas modalidades discursivas (diario, narración, investigación periodística) y de saltos temporales obstruye a veces la atención en una historia original protagonizada por una familia peculiar.
“Don del agua” cuenta la búsqueda de un esquivo tesoro marino por parte de dos hermanos muy diferentes. El primero, apodado Capitán, es un carismático marino que reúne a una estrafalaria tripulación para buscar por los mares de medio mundo unos diamantes hundidos. El segundo, conocido como Buzo, es un taciturno especialista en inmersiones subacuáticas que hereda el barco, la tripulación y las ansias de su hermano mayor por encontrar el tesoro. La vocación de ambos hermanos está predestinada desde antes de su nacimiento, en una familia en la que el destino parece marcar la vida de sus integrantes. Así lo hizo con su padre, un zahorí (esos especialistas en encontrar agua de manera aparentemente mágica) cuyos remordimientos por su primer trabajo, con el que ayudó a una secta a establecerse, ha marcado el resto de su existencia. Entre lo mejor de la novela podemos citar al personaje de Oat, un príncipe africano tripulante del barco de los hermanos, y el acertado tono maravilloso, cercano a la fábula, que en ocasiones adquiere la narración.
Reseña publicada en El Noroeste: