Vivir abajo, Gustavo
Faverón Patriau, Candaya, 2019, 670 págs., 20€.
Desde España a menudo cometemos el
error de analizar otros continentes como América o África como un todo, como
si, a pesar de su enorme tamaño y la multitud de estados que los componen nos
pudiéramos acercar a ellos como si de un solo país se tratara. Esta perspectiva
se emplea incluso para un territorio tan cercano cultural e históricamente al
nuestro como es Latinoamérica. Tratamos de agrupar países tan distintos y
distantes como Cuba o Chile para facilitar nuestros juicios apresurados. Sin
embargo, y a pesar de sus obvias disimilitudes, existen entre estos países
muchos elementos que los unen como son la lengua común o una Historia similar.
Esta manera de entender los países americanos, en este caso sudamericanos, como
una especie de constelación con estrechos vínculos, está en la base de Vivir abajo, la soberbia novela de
Gustavo Faverón Patriau cuyos protagonistas se mueven por Argentina, Chile,
Perú, Bolivia o Paraguay.
En una novela
tan extensa y ambiciosa como esta, en la que diversas tramas secundarias
aparecen, desaparecen y reaparecen a lo largo de sus más de seiscientas
páginas, es complicado hablar de una historia principal. A pesar de ello,
podemos establecer que el relato central o vehicular, ya que los demás surgen a
partir de él, nos cuenta la investigación que lleva a cabo el narrador de la
primera y de la última parte, un fotógrafo y reportero peruano que acabará
siendo profesor en Estados Unidos, de la vida de un extraño personaje, George
Bennet, que conoció en su juventud en Lima. Como si de un “detective salvaje”
se tratara, los ecos de la obra de Bolaño son patentes a lo largo de todo el
libro, George deja su esquiva huella en varios países sudamericanos que recorre
con dos objetivos: descubrir detalles de la vida de su padre, un agente de la
CIA especializado en la tortura, y vengar a dos mujeres que sufrieron
violaciones.
Ambos deseos,
la relación con el padre y la venganza, se convierten en sendos leit motivs de un libro en el que se
recorren los escenarios del terror que recorrió gran parte de Sudamérica de los
años setenta a los noventa. Así, George u otros personajes del libro son
víctimas o testigos de las “desapariciones” de la dictadura Argentina, de las torturas
de la chilena, de las cárceles secretas del régimen de Stroessner en Paraguay o
de los atentados de Sendero Luminoso. También aparece un criminal de guerra
nazi y la Yugoslavia de la Segunda Guerra Mundial, sin olvidar una violencia
incluso más terrible que la política o la bélica: la doméstica.
Pero en esta
ambiciosa y envolvente novela, con un ritmo ágil conseguido gracias al uso de
frases largas, repeticiones y juegos de palabras, no sólo aparece el tema de la
violencia. Son múltiples las referencias literarias, citas de Shakespere,
presencia de escritores reales o coincidencias entre el nombre de algunos
personajes y el de literatos famosos, y las cinematográficas, tanto a películas
conocidas, Fitzcarraldo, por ejemplo,
como a las grabadas por el protagonista: George se dedica a grabar documentales
que ayudarán al narrador a reconstruir su historia.
Es difícil
condensar en estas pocas líneas la alambicada y proteica estructura de Vivir abajo, una obra que se puede
considerar como una heredera directa de Los
detectives salvajes y que se erige como una de las mejores novelas escritas
en español en la última década. Imprescindible.
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