Blitz, David Trueba, Anagrama, 2015, 166 págs., 16€.
Plantea David Trueba en Blitz
varios de los problemas que afectan a toda una generación, la de los
treinteañeros españoles, que se ha visto afectada, como todas, por la crisis
económica. En un momento dado, Anabel, una amiga y compañera de trabajo del
protagonista, define así a la gente de esta edad como “niños mimados, incapaces
de afrontar las dificultades, acostumbrados a torcer todos los derechos ganados
por nuestros abuelos y padres”. Esta ácida reflexión retrata parcialmente a
Beto, el narrador y protagonista de la novela, que ve como al inicio de la
treintena su vida laboral y personal se desmorona. Y aunque la precariedad
laboral tiene un peso importante en el libro, Blitz es, ante todo, una historia
sobre la pérdida del amor.
En un viaje a Munich, adonde
han ido a presentar un proyecto arquitectónico a un concurso, la pareja que
forman Beto y Marta se rompe cuando ella le envía un sms equivocado. Ante esa
situación tan incómoda y viéndose abandonado por su pareja, a la que idolatra,
el protagonista decide quedarse unos días más en la ciudad alemana. Beto inicia
allí su particular descenso a los infiernos, narrado desde la ironía por él
mismo, que incluirá vagar por las calles de Munich, despilfarrar sus últimos
euros en un capricho e incluso un enfrentamiento con otro arquitecto. Sin
embargo, será otra mujer la que le saque de ese hundimiento anímico con una
breve pero intensa relación que constituye lo mejor del libro.
Pone en juego Trueba de
manera muy natural una serie de sentimientos como la culpa, la vergüenza, el
ridículo o el deseo en esta aventura del protagonista surgida del despecho. La
intimidad de ambas relaciones, la de Marta y la de la nueva mujer, tiene como
espacio común el dormitorio, lugar propicio, además de para los encuentros
sexuales, para las conversaciones que dirimirán el rumbo de las dos historias
contrarias. Ese espacio cotidiano, la cama de un hotel y la del apartamento de
la mujer alemana, servirá como nexo entre las dos personas que representan el
pasado y el futuro sentimental del protagonista.
Las primeras ciento veinte
páginas de Blitz relatan los cuatro intensos días que Beto vive en Munich. A
esta ciudad llega con una chica que ya está pensando en abandonarlo y con la
esperanza de lograr un premio que reflote el deficitario estudio de
arquitectura paisajista que comparten. Cuando vuelve a Madrid, Marta ya no está
junto a él y su futuro laboral no es nada halagüeño. El resto de la novela,
apenas unas cuarenta páginas, se pueden considerar como un epílogo de la
historia vivida por el protagonista en la ciudad alemana. Trueba aumenta
considerablemente el ritmo narrativo y resume en esas cuarenta páginas los
siguientes once meses de la vida de Beto, en los que tendrá que adaptarse a los
cambios que la experiencia alemana ha provocado en su vida.
Consigue el escritor madrileño
que una historia cotidiana como ésta y que unos personajes comunes como los
protagonistas atraigan la atención del lector, gracias a que nos podemos sentir
identificados con lo que sienten y dicen en distintos momentos del libro. Blitz
es, por lo tanto, un ejemplo estupendo de que la escasa extensión y la
sencillez compositiva y argumental en una novela no han de ser sinónimos de
levedad.
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