domingo, 31 de julio de 2016

Diarios (1999-2003) - Iñaki Uriarte


Diarios (1999-2003), Iñaki Uriarte, Pepitas de Calabaza, 2010, 184 págs., 15€.

Salvo excepciones destacadas como la de Andrés Trapiello, la escritura diarística española no ha alcanzado el desarrollo del que goza en otras literatura europeas. Ni el éxito de otros géneros del yo (la autobiografía o la autoficción) ni el desarrollo de una herramienta tan cercana como el blog han supuesto un aumento del número y de la calidad de los diarios publicados en nuestro país. Por ello produce cierta sorpresa el pequeño éxito de crítica y de público (selecto, eso sí) que han cosechado los tres volúmenes de diarios de Iñaki Uriarte. Tras la lectura del primero de ellos podemos confirmar que lo que anunciaban los elogios de voces tan respetadas como las de Enrique Vila-Matas, Jordi Gracia o Manuel Jabois se cumple con creces.
En un género en el que el material narrativo proviene de la experiencia propia, el lector siente curiosidad por la biografía del autor; la que proporciona la solapa de este primer volumen es tan sucinta que más que situar, descoloca. Tan sólo se cita la fecha de nacimiento de Uriarte (1946) y los nombres de las ciudades en las que nació (Nueva York), creció (San Sebastián) y vive (Bilbao), y, sin embargo, pocas biografías son tan precisas como ésta. Urrutia, conocido en los círculos literarios vascos por su labor como crítico en un periódico, se jacta en el libro de no haber tenido jamás que realizar un trabajo serio. Su pertenencia a una familia con cierto poder económico y su propia actitud vital, entre el dandismo y la independencia, le han convertido en una especie de Bartleby que responde “preferiría no hacerlo” ante cualquier oferta de laboral.
Esta particular forma de afrontar la vida que posee Urrutia no implica que su existencia haya sido aburrida; en uno de los fragmentos recuerda que estuvo en la cárcel y que negoció con drogas, aunque con ironía señala que la mayor parte del tiempo vivido ha sido tranquilo. El pasado es uno de los temas recurrentes en este diario: la infancia perdida, los años universitarios y las vicisitudes de sus padres (españoles en Nueva York que se establecieron en San Sebastián al poco de nacer el autor) se cuentan con un tono más entrañable que el resto.
Mucho más mordaz se muestra cuando relata su vida pública el Bilbao de principios de siglo; en estos fragmentos suele satirizar, sin caer en el ataque cruel, a escritores y políticos con los que alterna y de los que cuenta anécdotas a veces hirientes, pero salvaguardando en estos casos su anonimato. El tono vuelve a ser relajado cuando narra episodios de su vida íntima junto a su mujer o a su gato y los viajes que emprende a Italia o a Benidorm. Urrutia huye de la petulancia del intelectual que despreciaría sus rascacielos y sus playas abarrotadas y describe la ciudad costera como su verdadero refugio.
La ausencia de obligaciones laborales, salvo los textos para el periódico, permiten al autor dedicarse con fruición a los libros. Se muestra como un lector voraz y desordenado que trufa sus textos de numerosas citas de sus autores predilectos: Montaigne, Borges, Machado, Proust, etc. El respeto a estos maestros parece que impele a Urrutia a escribir una serie de anotaciones con un estilo sobrio y (aparentemente) sin pretensiones, que con el tiempo se han convertido en este magnífico libro.
Reseña publicada en El Noroeste:



martes, 19 de julio de 2016

Homoconejo - Alfonso García-Villalba


Homoconejo, Alfonso García-Villalba, e.d.a., 2016, 166 págs., 14€.

Arriesga el escritor murciano Alfonso García-Villalba en su segunda novela, hace un par de años publicó en la misma editorial Esquizorrealismo (2014), y sale victorioso del envite.  Es de agradecer que autores como éste, que está comenzando a construir su trayectoria literaria, se salgan de los caminos trillados y nos ofrezcan obras tan personales y originales como Homoconejo. Bien es cierto que, al contrario que aquellos que optan por historias más previsibles y sencillas, esta novela no atraerá a un número elevado de lectores, pero, seguramente, se hará con una recepción selecta y que esperará con ansia nuevos libros de este autor.
Porque Homoconejo es una obra compleja e intrincada como un buen laberinto, concepto central en la novela, pero que, como aquel, se presenta atrayente gracias a la solidez de su estructura. Y eso que el comienzo del libro puede hacer pensar en una de esas novelas alucinadas, en las que el lector se pierde ante reflexiones demasiado abstractas que llevan la trama a callejones sin salida, tras los que hay que volver atrás. García-Villalba evita este camino y sustenta el ambiente onírico, a veces surrealista, del libro con una historia atractiva y bien contada.
Los protagonistas principales de Homoconejo son la pareja formada por M., una arquitecta obsesionada con quedarse embarazada, y el narrador, un fotógrafo que la ayuda en sus proyectos laborales. En la vida de ambos irrumpe un extraño y algo siniestro empresario llamado Cumas Baba, que le encarga a M. la construcción de un laberinto en un paraje desolado del campo murciano. Los otros dos personajes importantes en esta trama (o nivel) principal de la novela son V., amigo y consejero del narrador, y Pitia Calipso, la enigmática ayudante de Cumas Baba. M. decide construir un laberinto diferente, subterráneo, en varios planos, con escaleras que los comuniquen, y con una fuente de agua en el centro.
Esta peculiar forma que posee el proyecto que M. presenta al empresario tiene su correlato en la propia estructura de la novela, organizada también en varios planos que se interrelacionan y cuyas fronteras son porosas. Además del plano “real” que acabamos de resumir, el libro otorga mucha importancia a los sueños que tienen los protagonistas. Gracias a una droga conocida como Beta, los personajes son capaces de adquirir cierta consciencia en los sueños, que se acercan y se confunden con la vigilia de manera laberíntica. Entre las injerencias que se producen entre ambos niveles destaca la figura de W., un doble de M. del que el narrador se enamora. En un tercer plano de la historia estarían las referencias a Hombre pasea Conejo, el libro escrito décadas atrás por el padre del narrador y cuyo protagonista, un conejo llamado Sr. Kerényi, se cuela a menudo en sus sueños.
Además de temas como el desdoblamiento de la identidad, la porosidad de la frontera entre vigilia y sueño y el uso de drogas recreativas y sus consecuencias, el libro es también una sátira de los desmanes urbanísticos acaecidos en las últimas décadas en la Región de Murcia. Cumas Baba es una mezcla de empresario de la construcción murciano y supervillano con ínfulas de grandeza que vive entre el ático de una torre de pisos que se quedó a medio construir en el Campo de Cartagena y su mansión en la Isla del Barón del Mar Menor.
Reseña publicada en El Noroeste:

martes, 5 de julio de 2016

Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino - Diego Sánchez Aguilar


Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, Diego Sánchez Aguilar, Balduque, 2016, 157 págs., 12€.

            Destila ironía desde su título el primer y excelente libro de relatos del cartagenero Diego Sánchez Aguilar. El nombre del volumen, que despista apuntando a un acercamiento científico al goce femenino, ya nos muestra dos de sus rasgos fundamentales: el erotismo y la ya citada ironía. Retrata en sus páginas personajes cercanos, que pululan por una España contemporánea envuelta en la crisis económica, y que podríamos identificar perfectamente con personas reales que todos conocemos. Sánchez Aguilar no se une a esa tradición de literatura erótica de ambientación refinada y exótica, sino que retrata las pulsiones íntimas de personajes carnales y cotidianos.
            Aunque las narraciones están repletas de descripciones de encuentros sexuales y de actos onanistas, el autor las retrata con naturalidad y sin emplear esas metáforas y esa terminología tan desgastada propia de la literatura erótica más casposa. Porque el objetivo último de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino no es excitar al lector con relatos pornográficos inanes protagonizados por atletas sexuales de apariencia inverosímil, sino ofrecer un catálogo de los comportamientos eróticos de nuestros semejantes.
            Mención aparte merece el feroz análisis de las podredumbres de una clase media española adocenada e incapaz de salirse de los parámetros sociales que aparece de manera sutil a lo largo de todo el libro. En algunas ocasiones emplea el llamativo recurso de la nota al pie de página y un narrador alejado de los personajes para explicar, de manera sarcástica, los comportamientos de los protagonistas de los relatos.
            Si el erotismo y la ironía, que a veces deviene en sarcasmo, otorgan homogeneidad al libro, la variedad la aportan los distintos personajes que convierten el volumen en un verdadero catálogo de la clase media española de entre treinta y cuarenta y tantos años. Cada uno de ellos tiene una manera muy diferente de afrontar el sexo, que va desde la inapetencia a la obsesión, pasando por varias formas de infidelidad. Hombres y mujeres; casados y solteros; exitosos y perdedores; los personajes de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino pugnan por satisfacer sus deseos o por mitigar sus inseguridades.
            El volumen comienza con “Comida de empresa”, una afilada descripción de esas relaciones lúbricas que surgen a menudo entre compañeros de trabajo desinhibidos gracias al alcohol y a un contexto diferente y más festivo que el laboral. Sánchez Aguilar corona con una acertada elipsis un relato en el que un hombre casado flirtea, ante la complicidad de su beodo amigo, con una compañera de trabajo más joven. Otro espacio en el que se permite el desenfreno erótico de nuestra clase media es el resort caribeño. Allí viaja la protagonista de “Cuba”, en el único relato en el que la preocupación es la inapetencia sexual. En “Gemidos”, el protagonista es un solitario y virgen cuarentón obsesionado por la artista que sube a diario vídeos en los que se la oye teniendo un orgasmo. La infidelidad es el eje de “Injusticia” y “Anunciación de María”; en el primero de los casos llevado a cabo con un antiguo novio y en el segundo sospechado en la esposa. En este relato también se pone en juego el voyeurismo, que vuelve a aparecer en “Vecinos”, donde encontramos a una mojigata pareja abrumada por el sonido del goce de la pareja que vive encima, y en “El perfume”, donde un fotógrafo con ínfulas de artista emplea en su trabajo las grabaciones de sus encuentros sexuales.
Reseña publicada en El Noroeste. 

martes, 21 de junio de 2016

París-Austerlitz - Rafael Chirbes


Paris-Austerlitz, Rafael Chirbes, Anagrama, 2016, 153 págs., 15€. 
Existen demasiados prejuicios sobre las obras póstumas. Que una editorial publique una novela meses después del fallecimiento del autor suele provocar sentimientos encontrados entre los lectores. Por un lado, existe cierta sospecha, especialmente si se trata de manuscritos que el escritor no dio por terminados, de que el sello ha podido aprovechar el fúnebre tirón mediático para aumentar las ventas. Por otro, se suelen leer con cierta benevolencia estas obras por respeto hacia el finado. En el caso que aquí nos ocupa, una novela que Chirbes terminó tres meses antes de su fallecimiento, debemos desprendernos de estos prejuicios y disfrutar de una obra sublime.
Seguramente París-Austerlitz no alcance la excelencia de En la orilla(2013), su premiada anterior novela, pero no es una obra menor en la trayectoria de este narrador clave en la literatura española contemporánea. Chirbes, tal y como apunta al final del libro, tardó veinte años en escribir esta historia, en una labor intermitente y, suponemos, obsesiva que lo llevó a desprender al libro de todo aquello que no le era necesario. París-Austerlitz es esa pequeña y poco suntuosa joya a la que el paciente orfebre dedica un número infinito de horas de trabajo hasta que queda perfectamente engastada. Es una obra con un equilibrio interno sólido y con un acabado estilístico preciso en su aparente sencillez. Ambas características bastan para prestarle atención, pero, además, narra una historia de gran interés.
La novela cuenta la apasionada y tormentosa relación entre Michel, un obrero francés en la cincuentena, y el narrador, un pintor español de clase alta veinte años más joven. De manera desordenada, Chirbes relata desde el inicio de su amor, tras conocerse de manera fortuita en un restaurante y pasar esa primera noche juntos, hasta la separación y la posterior y fría relación, pasando por todos los vaivenes que su pasión sufre. El narrador valenciano sitúa la historia en distintos escenarios de París, en un retrato de la capital francesa que no se queda en lo meramente turístico y que amplía su mirada hacia los rincones más populares e incluso turbios.
A pesar de que el artista español es el narrador, y desde su perspectiva, a veces nostálgica, a veces descreída, conocemos los vericuetos de la relación de pareja, es el personaje de Michel el más interesante de París-Austerlitz. La solidez externa de su cuerpo, se le describe como un musculoso campesino normando curtido en las fábricas parisinas, contrasta con su vulnerabilidad sentimental. Su tendencia a entregarse sin reservas a su amante lo lleva a sufrir con los celos, mientras están juntos, o a entrar en una espiral de promiscuidad y alcoholismo, cuando es abandonado por el narrador. Es un personaje duro y tierno a la vez, pasional y obsesivo; una creación poliédrica que Chirbes nos lega en su última novela.
Además de por el desdén de su amante, Michel acaba vencido por el SIDA, que postra su sólida estructura en un hospital, en una época en la que esta enfermedad era una plaga (palabra que emplea el narrador para referirse a ella) para los homosexuales europeos. Este mal es la última cicatriz en un personaje marcado por los rechazos amorosos, por el suicidio de su padre y por el desprecio de su padrastro hacia su madre.
Reseña publicada en El Noroeste.

lunes, 6 de junio de 2016

Los huéspedes - Pedro Pujante


Los huéspedes, Pedro Pujante, Ediciones Irreverentes, 2016, 180 págs., 15€.
 Maneja con soltura la técnica y los temas propios de la narrativa el autor murciano Pedro Pujante, tal y como demostró en obras previas. Por ello, no es una sorpresa que su nueva novela, Los huéspedes, sea una obra bien construida. Si en su anterior libro, El absurdo fin de la realidad(2013), Pujante coqueteaba con la ciencia ficción, en su último lanzamiento editorial se mete de lleno en este subgénero y pone en juego varios de los tópicos que le son propios.
En primer lugar debemos citar, por su importancia en la trama, el viaje en el tiempo. Se trata de un recurso muy habitual en este tipo de narraciones porque permite subvertir una de los límites más sólidos de nuestro mundo: la inexorabilidad del paso del tiempo. En el caso de Los huéspedes, el viaje en el tiempo es doble: por un lado tendríamos la ubicación de los personajes en una época futura a la que han llegado sin tener conciencia del traslado; por otro, se presenta, como suele ocurrir en la ciencia ficción, como un superpoder que detenta uno de los protagonistas y que le ayudará a llevar a cabo sus objetivos y el de sus compañeros.
Otro de los tópicos habituales en el género es el del doble. En Los huérfanos Pujante nos vuelve a ofrecer dos variantes, si no en la entidad de los sosias, sí en la consideración que de ellos tienen los personajes. En un primer lugar, el choque con el doble causa el shock lógico en los protagonistas, ya que no comprenden la razón de esa visión de ellos mismos en otro cuerpo. La explicación técnica de esa duplicidad, la clonación, otorga al fenómeno cierta verosimilitud y lo acerca al contexto de esa ciencia disparatada que tanta importancia posee en el libro y que está personificada en el doctor Faustino, que encarna el arquetipo de científico loco.
La novela también se puede leer como una distopía, ya que el relato nos lleva hasta un mundo futuro en el que la Tierra ha quedado inundada. Ante esta eventualidad, los supervivientes se dividen entre los que se agrupan en las pocas islas emergidas y los que han emigrado a otros planetas. En los pocos espacios aptos para la vida existe la sensación de que el apocalipsis es inminente, lo que influirá en las decisiones que tomen los personajes.
Todos estos tópicos habituales de literatura de ciencia ficción se introducen en una historia que comienza siendo realista, pero que se va tornando cada vez más inverosímil y delirante. Lo que parece ser un extraño encuentro de escritores en un aislado pueblo cacereño se convierte, en la segunda parte del libro, en aquello que el protagonista, el narrador Roberto Hernández, ha ido sospechando: un experimento llevado a cabo por un científico demente con intenciones poco claras. Los protagonistas se verán inmersos en una situación disparatada que no han elegido, pero que les llevarán a vivir una serie de aventuras que jamás hubieran imaginado en sus aburridas existencias.  
Pujante enriquece esta historia de humor y ciencia ficción con numerosas referencias literarias y culturales, algo habitual en sus obras. Además del hecho de que los protagonistas sean escritores, las alusiones a autores como Borges, Lovecraft o Umbral, a libros como La isla del doctor Moreau, a series como Perdidos y a películas como El show de Truman, son frecuentes en la novela. 
Reseña publicada en El Noroeste:

domingo, 22 de mayo de 2016

Rayos - Miqui Otero



Rayos, Miqui Otero, Blackie Books, 2016, 320 págs., 21€
 El humor en la Literatura está infravolarado. En ocasiones parece como si todo libro tuviera que ser un destilado de las tristezas, deseos y pensamientos más profundos del autor, ofrecidos con un acompañamiento de lenguaje pomposo y erudito. La seriedad, que tan bien le viene a algunos autores, resulta una rémora en otras historias que ganarían con el desenfado y la hilaridad. Este camino transita Miqui Otero en su última novela: Rayos.
El autor ofrece, tras un envoltorio humorístico, un punzante retrato generacional y una vindicación de la amistad como pilar fundamental en la juventud. Rayos es una novela de la primera nostalgia, esa que se siente al entrar en la treintena y comenzar a tener distancia de épocas de nuestra vida adulta. El paso de los años contribuye a que se ponderen en su justa medida las relaciones y las experiencias que vivimos años atrás.
Rayos comienza con la accidentada emancipación del protagonista, Fidel Centella, un veinteañero que abandona la casa de sus padres (de manera literal, porque se deja las llaves dentro) para establecerse en un piso del barcelonés barrio del Raval junto a sus tres amigos de toda la vida. Con ellos forma un grupo de lo más estrafalario y divertido que ha compartido todos los ritos de iniciación desde el colegio y que afrontan juntos el último: la independencia. En su desvencijado piso, los rayos, nombre que recibe la pandilla por las luces de Montjuic, compartirán alegrías, tristezas, ligues, precariedad y una serie de bromas privadas con las que Otero refleja perfectamente la camaradería que comparten los jóvenes.
La novela destaca también por la creación de unos personajes exagerados, cercanos a veces a la caricatura, en los que suelen aflorar comportamientos hilarantes. Cada uno de los cuatro rayos poseen caracteres muy definidos y contrapuestos: Fidel es el despistado, Brais, el lúbrico, Iu, el ambicioso y Justo, el taciturno. Además de con sus amigos, el protagonista se va relacionando con otros personajes secundarios entre los que destacan Tinet, un afilador que le enseña a Fidel la jerga de la profesión; Bárbara, la excesiva amiga y compañera de trabajo con la que tiene una relación ambivalente; o Diana, una vecina perteneciente a una familia de la burguesía catalana.
Aunque la amistad entre Fidel y sus amigos es el eje del libro, la novela va más allá de ser un retrato de los rayos e introduce temas de gran calado. Por un lado encontramos una sátira contra la especulación urbanística en una época, 2007, en la que el centro de Barcelona comenzaba su proceso de gentrificación. Gracias a su puesto de becario en un periódico, a su amistad con Tinet y a su relación con Diana, Fidel intenta denunciar la trama urbanística que quiere echar al viejo afilador de su piso para enriquecerse con la finca en la que vive.  Las dificultades del protagonista para acompañar a su padre al hospital donde se trata de una enfermedad y los recuerdos de su infancia en el colegio y en la aldea gallega de sus abuelos también se encuentran entre lo más destacado del libro.
Todos estos personajes, temas e historias son tratados por Miqui Otero con un desenfado que no está reñido con la enorme sagacidad que muestra al abordar temas como la amistad, la incomunicación o el amor.
Reseña publicada en El Noroeste

sábado, 30 de abril de 2016

Mala Letra - Sara Mesa


Mala letra, Sara Mesa, Anagrama, 2016, 190 págs., 16€.
 Existía hace años un prejuicio en el mundillo literario según el cual los narradores que publicaban, entre novela y novela, un libro de cuentos, lo hacían con la única intención de ganar tiempo y de mantener su nombre en las mesas de novedades de las librerías. Afortunadamente esta forma de pensar está hoy desfasada y Mala letra, colección de cuentos de Sara Mesa, no debe entenderse como un impasse entre su exitosa Cicatriz (2015) y una próxima novela que la mantenga entre los narradores más solventes de su generación (la de los 70).
En este libro se agrupan once relatos de variada extensión y temática, e incluso de calidad, pero que poseen elementos comunes. En primer lugar, el estilo sobrio y preciso de Mesa, que detenta una manera de narrar contenida que favorece que los relatos fluyan. En segundo lugar, el realismo, en algunas ocasiones crudo, de los relatos; la narradora sevillana (nacida en Madrid aunque afincada desde niña en la capital andaluza) nos presenta escenarios cercanos que, incluso en la inventada ciudad de Cárdenas que aparece en varios de los cuentos, podemos identificar con cualquier localidad española. Es en esos territorios próximos donde algo se quiebra para unos personajes que sufren tragedias de muy distinta intensidad  y naturaleza.
Se podrían agrupar los relatos de Mala letra entre los que se desarrollan en la ciudad y los que se ubican en el campo o en pueblos. Entre estos últimos, menos frecuentes en la narrativa española contemporánea, podemos destacar a la joven madre de “El cárabo” que se pierde, tras un insulso día en el campo con su familia, en un bosque; retrata bien la narradora una desolación que va mucho más allá de la situación puntual y que hunde sus raíces en un pasado que no se narra. Este cuento guarda ciertas similitudes con “Picabueyes”, el más breve de la colección; la referencia ornitológica del título, la peligrosidad del campo, la vergüenza de la protagonista y la tirante relación con sus tías se repiten en ambos relatos. Cierra lo que podríamos considerar una trilogía sobre los problemas de unas jóvenes huérfanas con sus tías “Palabras-piedra”, que destaca por el brillante uso del tiempo narrativo.
Ese binomio campo/ciudad presente en el libro adquiere especial protagonismo en “Nosotros, los blancos”, el relato del viaje iniciático de una joven de pueblo a la capital, donde acude para ayudar a su hermana. También se encuentran entre los mejores cuentos del libro “Mármol”, una especie de fábula sobre la muerte en la infancia; “Papá es de goma”, protagonizado por unos hermanos que tienen que crecer de golpe; y “Nada nuevo”, que posee una original estructura narrativa en la cual el narrador dialoga con otro personaje sobre la autenticidad de la historia.
Aunque no mantienen el alto nivel del resto de relatos, se leen con interés textos como “Creamy milk and crunchy chocolate”, sobre el sentimiento de culpa; “Mustélidos”, acerca de la variable relación de dos compañeros de trabajo, y “¿Qué nos está pasando”, que relata como a una empleada se le va de las manos una comida de trabajo con su libidinoso jefe. El último de los cuentos, “Apenas unos milímetros”, posee un final fallido, adoptando una visión moral que no le beneficia, tras el prometedor comienzo sobre un adolescente tetrapléjico postrado en su cama.
Reseña publicada en El Noroeste. 

martes, 19 de abril de 2016

Acontecimiento - Javier Moreno



Acontecimiento, Javier Moreno, Salto de Pagina, 2015, 178 págs., 15€.
 Existen algunos autores que, al ser definidos, reciben con frecuencia la etiqueta “escritor para escritores”. Se suele usar este sintagma para narradores que, por la dificultad de su obra, atraen a lectores que no se dejan amedrentar por la complejidad de un libro o a otros escritores que los toman como modelos a seguir. Nombres como los de James Joyce, Jorge Luis Borges o Thomas Pynchon suelen incluirse en esta selecta nómina, a la que podemos añadir, salvando las distancias, el de Javier Moreno.
Este autor murciano afincado en Madrid nunca ha estado entre los narradores más leídos, pero suele aparecer entre los preferidos por críticos o por autores contemporáneos, gracias a la profundidad y a la  inteligencia que destilan obras como Alma (2011) o 2020 (2013). Su última novela, Acontecimiento (2015), sigue la estela de las anteriores y opta por otorgar protagonismo a las reflexiones del narrador mientras que adelgaza la trama, que queda esquemática en comparación con otras novelas de extensión similar. Por ello, el lector que guste de las obras en las que prima la acción quizás quede un tanto desencantado tras leerAcontecimiento, pero el que tolera la densidad casi ensayística en la narrativa no debe soslayar esta novela.
El libro narra veinticuatro horas en la vida de un publicista de éxito cuya existencia sufre un doble shock: su mujer le sugiere que debe tener una amante y su jefe le propone trabajar para un terrorista. Estas dos noticias marcarán su día en los dos ámbitos, el personal y el laboral, hasta socavar los cimientos más sólidos de sus creencias. Aunque asistimos a episodios importantes para el devenir de la trama, especialmente en la fiesta final en el que la tensión acumulada durante toda la jornada con sus compañeros de agencia acabará explotando, Moreno otorga mayor relevancia a las reflexiones del protagonista que a las acciones.
La mayor parte del libro es el monólogo del narrador, definido a través de sus propias palabras como un descreído y un tanto cínico triunfador, que teoriza sobre diversos temas a lo largo de la novela. Su visión del mundo está determinada por aspectos como su edad, apenas ha entrado en la cuarentena, su trabajo como creativo publicitario y su posición social. Crea Moreno un personaje que resume el arquetipo de publicista moderno y con éxito que viste bien, acude a fiestas exclusivas, pero al que se le permite exhibir un perfil canalla en sus anuncios.
Entre los temas que el narrador murciano trata, con una enorme perspicacia y profundidad analítica, destacan la familia, el amor, el sexo, la política y las redes sociales. Logra retratar con naturalidad la importancia que han adquirido aplicaciones informáticas como Facebook, Youtube o Whatsapp en nuestras relaciones. El caso del protagonista es paradigmático de los cambios que introducen en nuestras vidas y en nuestros trabajos, ya que, por un lado, los anuncios que crea, pensados para televisión, están comenzando a ser reemplazados por otro tipo de publicidad, pero, por otro, le permiten nuevas expresiones de su creatividad, como los estados de Facebook que crea para Urdazi, el terrorista que ha demandado sus servicios.
 Acontecimiento es un libro para leer con detenimiento y perfecto para aquellos que lo hacen con un lápiz en la mano, ya que encontrarán una obra pródiga en frases de hondo calado.
Reseña publicada en El Noroeste:

domingo, 3 de abril de 2016

La edad media - Leonardo Cano


La edad media, Leonardo Cano, Candaya, 2016, 318 págs, 18€
 Los críticos solemos ser condescendientes con las óperas primas. En la Literatura, y especialmente en la narrativa, la experiencia del autor suele ser un atributo al que se le otorga demasiada importancia, por lo que se espera poco de los escritores primerizos y se les disculpa con benevolencia sus errores. Sin embargo, de vez en cuando leemos debuts como este de Leonardo Cano que demuestran que una novela puede resultar sólida aun siendo la primera que su autor ofrece a la imprenta.
Porque La edad media es una obra cuya ambición estructural, se trata de tres historias entrelazadas que cuentan tres épocas distintas del trío protagonista, queda sustentada por una trama de gran interés, con un clímax final en el que las tres historias se unen, y con una originalidad discursiva que se encuentra entre lo más destacado del libro.
La primera de las historias, desde el punto de vista cronológico, narra mediante un narrador colectivo con un tono cercano a la oralidad la adolescencia de un grupo de alumnos de un colegio privado, el Bosco. Cano retrata con precisión el lenguaje, los gustos estéticos y las relaciones sociales, cargadas de una brutalidad que tratarán de olvidar años después, de estos chicos de clase alta de los años noventa. Aunque asistamos a los diversos ritos de iniciación que todos ellos han de pasar, esta parte del libro se centra en Gómez, el hijodelRana, que tratará de escapar durante los años de instituto de su condición de marginado que su obesidad, sus aficiones culturales y su clase social inferior al resto le han conferido en el colegio.
Uno de sus pocos amigos en la época escolar, Fauró, será el protagonista junto a su novia Julia de la segunda sección, ubicada en torno al año 2010. Leemos en ella el chat en el que desde el inicio mismo de la relación ambos conversan con mayor frecuencia de la que se ven, debido a que viven en ciudades distintas. Desde un punto de vista narrativo esta subtrama puede parecer la más insustancial, ya que en ella tan sólo asistimos a charlas banales sobre los proyectos profesionales de la pareja, sus celos, sus intimidades y sus resquemores. Sin embargo, el autor logra ofrecer un alto grado de verosimilitud a este chat, respetando incluso las incorrecciones ortográficas habituales en este formato, para realizar un retrato íntimo de una pareja de jóvenes de clase media-alta en la que ella parece más preocupada por ascender laboralmente que en volver a la ciudad de origen, tal y como él demanda constantemente.
Otro de los ex alumnos del Bosco, Moya, es el protagonista de la tercera historia, relatada por un narrador en tercera persona más convencional. Mientras que el resto de compañeros de promoción han ido ocupando esos trabajos bien remunerados de los que ya disfrutaban sus padres, Moya es un abogado que languidece como administrativo en un juzgado. Azuzado por el éxito de sus antiguos compañeros y por la frustración por desempeñar un puesto para el que está sobrecualificado, caerá en la corrupción para poder ocupar en la sociedad ese lugar que cree merecer. Su destino acabará mezclándose con el de sus antiguos compañeros, Gómez y Fauró, de manera sorprendente.
La confluencia de estas tres historias al final del libro terminará por completar esta magnífica radiografía generacional que es La edad media.
Reseña publicada en El Noroeste.

lunes, 28 de marzo de 2016

Los idiotas prefieren la montaña - Aloma Rodríguez




Los idiotas prefieren la montaña, Aloma Rodríguez, Xordica, 2016, 112 págs., 12€.

Sergio Algora fue uno de los letristas más singulares del pop español del cambio de siglo. En los años noventa destacó en la primera explosión del indie por las letras personalísimas, entre el absurdo y la poesía, que creó para El Niño Gusano, el grupo zaragozano del que fue cantante hasta el año 1999. En la nueva década siguió ideando pequeñas joyas pop en el fugaz Muy Poca Gente y en su último proyecto: La Costa Brava. Esta sólida carrera musical quedó truncada por su fallecimiento en 2008, pocos meses antes de cumplir cuarenta años.
La relevancia de la figura de Algora es el principal punto de atracción de este libro en el que la narradora Aloma Rodríguez, íntima amiga del cantante maño, le dedica una especie de elegía. Rodríguez actualiza este género clásico en una obra fragmentaria en la que mezcla anécdotas de Algora, textos del cantante zaragozano y de amigos suyos sobre su figura y reflexiones de tipo personal. Gracias quizás a los años que han pasado o al propio carácter desenfadado del amigo fallecido, la autora es capaz de despojar de tristeza el relato de la muerte, producida por un infarto que le sobrevino mientras dormía, y del funeral de Algora. Esto no impide que la crónica de la amistad compartida ofrezca un retrato algo idealizado del cantante, normal en este tipo de libros, y tiña de nostalgia las noches compartidas en el bar zaragozano del que él era dueño y en el que Rodríguez trabajaba. A este carácter íntimo del libro, pródigo en anécdotas sobre el finado, contribuye el eficaz uso de la segunda persona, mediante la que se convierte al amigo muerto en destinatario de unas meditaciones que nunca escuchará.
Uno de los aciertos del libro consiste en la reivindicación de la faceta literaria de Sergio Algora, mucho menos conocida fuera del ámbito aragonés que sus canciones. No debemos olvidar que Rodríguez es, además de escritora, filóloga y que gracias a su padre, el periodista cultural Antón Castro, ha conocido desde muy joven el ambiente literario de Zaragoza. De hecho, la autora reconoce que pensó en escribir un trabajo de investigación, una tesina, sobre la obra literaria de Algora, y aunque desistió de ello, se percibe cierta cercanía a la crítica en algunos de los fragmentos que componen Los idiotas prefieren la montaña. A lo largo del libro encontramos versos de sus poemas, referencias o fragmentos de sus relatos y entradas de su ya desaparecido blog y, por supuesto, letras de canciones; esto convierte el libro en una especie de antología desordenada y mínima de la producción literaria (incluyendo sus letras) de Sergio Algora. Si bien la autora resalta algunas coincidencias entre textos de distinto origen o pone en contexto otros con episodios de su vida (su enfermedad o sus relaciones amorosas), el objetivo es siempre entender mejor la personalidad del amigo fallecido y encontrar cierto consuelo en su obra artística al vacío dejado tras su muerte.

Los idiotas prefieren la montaña es un libro singular en el panorama literario español por su propia génesis y que consigue, superando algún altibajo debido a ese carácter fragmentario al que aludíamos, el objetivo de reivindicar a ese creador distinto y con una sensibilidad muy personal que fue Sergio Algora.