Comerás flores, Lucía Solla Sobral, Libros del Asteroide, 2025, 242 págs.
Algunos casos de maltrato físico y, especialmente, psicológico son difíciles de entender por algunas personas ajenas a la pareja. A menudo se identifica solamente a las víctimas con aquellas que poseen una situación económica vulnerable y una falta de independencia. Sin embargo, la realidad es mucho más dura y son muchas las mujeres en situaciones aparentemente buenas que sufren violencia de género. Para entender mejor a este tipo de víctimas Lucía Solla Sobral ha escrito este Comerás flores, su interesante ópera prima.
Marina, la protagonista y narradora del libro, es una veinteañera como tantas otras: tiene un trabajo mal pagado pero estimulante, una familia cercana en la que falta su padre, un grupo de gente con los que sale a menudo y una amiga íntima con la que comparte piso junto a su perra. Es una mujer moderna, urbanita y con estudios que parece alejarse del perfil más habitual en las víctimas. Sin embargo, el libro nos recuerda que hay que poner el foco en el maltratador, único responsable de la violencia (psicológica en este caso) que ejerce sobre la víctima. Y es ahí donde aparece Jaime, un narcisista que se aprovecha de su diferencia de edad, más de veinte años, su halo de artista y de su sofisticación para primero encandilar y después controlar hasta la asfixia a Marina, su pareja.
El libro posee varios aciertos pero también algún que otro fallo desde mi punto de vista. Entre estos está cierta tendencia a abusar de metáforas como “se me pusieron ojos de mar” (219), “llenarme la boca de entrañas” (190), “como si tuviese un cielo azul en la boca” (149) o “un nidito de palabras (104). También que el personaje de Jaime reúna todos los clichés del hombre maduro y con ínfulas de creador que quiere obnubilar a una joven con regalos y experiencias epatantes; quizás la autora nos quiere mostrar con lo que a algunos lectores nos parecen hipérboles comportamientos reales de este tipo de abusadores.
Entre los aciertos, que son más que lo negativo en un libro notable, quiero destacar en primer lugar la excelente narración de la caída de Marina desde el éxtasis inicial de la relación hasta los pozos más oscuros del maltrato psicológico. También es preciso el retrato generacional de esa parte de la juventud, que se da normalmente avanzada la veintena, en la que vamos adquiriendo más responsabilidades (laborales, familiares, de pareja) y comenzamos a despegarnos de nuestros amigos y también de nuestros intereses. En este sentido destaca la descripción que de esta situación se ofrece en la página 118 desde la perspectiva de Marina que se da cuenta de que no ha cumplido sus objetivos y que no está tan al tanto de la música como antes y siente que “me quedaba atrás y no sabía ni en qué”.
Comerás flores se nos presenta como una historia cruda de un maltrato basado en la diferencia de edad y en un afilado retrato de los problemas que afrontan los jóvenes cuando están dejando de serlo.