miércoles, 9 de julio de 2025

La lengua herida - David Aliaga

Dibujar lo desconocido. Sobre La lengua herida de David Aliaga


Coinciden en no pocos aspectos la literatura y el cómic, el llamado noveno arte desde su (merecida) revalorización de las últimas décadas; de hecho, el término “novela gráfica” lo demuestra bien a las claras. Si bien son abundantes los libros de cómics protagonizados por escritores o que trasladan a este lenguaje novelas u obras de teatro conocidas, la ilustradora murciana, con su fantástico ‘Federico’ (2021) o su posterior ‘Trilogía rural’ (2022), es un ejemplo de ello, es bastante inusual la situación opuesta. Al menos en la literatura contemporánea española no son habituales novelas como ‘Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay’ de Michael Chabon protagonizadas por dibujantes de cómics. Si alguien podía ocupar este vacío, y hacerlo de la forma tan estupenda como lo hace en ‘La lengua herida’, es David Aliaga, a la sazón escritor y especialista en cómics.

La novela está protagonizada por un dibujante, Daniel P. Coen, que vuelve a tomar los lápices tras años centrado en su labor como profesor e investigador de la novela gráfica. Lo hace para llevar a cabo el proyecto por el cual ha sido becado por una fundación de Trieste y que consiste en contar en este formato la vida de su abuelo: Giuseppe Coen. Además de por su relación familiar, el interés que el nonno Bepo despierte en el protagonista viene determinado por una vida errante, marcada por su condición de judío que lo hizo tener que exiliarse desde su Trieste natal a Barcelona tras pasar por varias ciudades mexicanas. Será precisamente en una de las urbes norteamericanas en las que habitaron sus abuelos, la fronteriza Mexicali, adonde llega Daniel en busca de las pocas huellas que el nonno dejó allí. 

Además, P. Coen tiene un interés personal en la ciudad norteña, ya que allí pasó una temporada de joven realizando un curso con un peculiar dibujante norteamericano cuando aún soñaba con dedicarse profesionalmente al cómic. De aquella estancia, repleta de borracheras con amigos, conversaciones sobre literatura y algún fugaz noviazgo, quedaron dos sucesos que vuelven a aparecer en Mexicali cuando el Daniel adulto regresa tantos años después. El primero es el cómic, fanzine más bien, que publicó entonces y que ahora encuentra en una librería de segunda mano. El segundo es la chica a la que dedicó el ejemplar ahora recobrado, Lucía, una misteriosa curandera con la que solo coincidió tres veces pero cuyo recuerdo aún lo emociona; la búsqueda, tanto de esta mujer como de las huellas del abuelo en la ciudad, se convertirá en el leit motiv de todo el libro. 

En la narración de los hechos destaca la maestría de Aliaga en el uso del tiempo. La historia no sigue un orden cronológico, ni siquiera en el relato de las dos semanas que P. Coen pasa en Mexicali para documentarse, y son habituales las analepsis, a sucesos de la propia vida del protagonista o de su abuelo, pero también las prolepsis. Estos saltos se hacen hacia el futuro, narrándose por ejemplo episodios de cuando la hija del protagonista (una niña en la época del viaje a Mexicali) es ya una adulta. Una muestra de la maestría del autor catalán en este aspecto es el capítulo III, en el que durante un viaje en taxi hasta su hotel mexicano se van mezclando con habilidad diversos planos temporales. 

Si el tiempo adquiere, por su importancia en la ordenación de la trama y en las distintas épocas de la familia del protagonista, una destacada relevancia en el libro, el espacio también sobresale en un libro muy viajero. Además de Mexicali, la ciudad a la que vuelve P. Coen tras los pasos de su abuelo y de su propia experiencia previa, Barcelona es la otra urbe central en el libro. Representa la ciudad condal el espacio familiar: allí se establecieron finalmente sus abuelos, allí vivió momentos felices con su ex mujer y ahora con su nueva pareja y allí crece su hija Leah. Otro lugar fundamental, aunque desde un punto de vista más lateral, es Trieste, el puerto adriático del que huyó el nonno y al que Daniel regresó también, casi sin querer, indagando sobre los primeros años de su abuelo en una visita que se convirtió en el germen de la beca que lo ha llevado a embarcarse en la elaboración de la novela gráfica que ahora ha comenzado. Todos estos lugares, junto con otros de menor relevancia como el Cabo de Gata o Salónica, están directamente relacionados con dos temas de gran relevancia en el libro: el judaísmo y las lenguas. 

Al igual que hace Eduardo Halfon, un autor con el que encuentro numerosas similitudes en ‘La lengua herida’, David Aliaga pone en un lugar preponderante su identidad cultural: un judío (con momentos más cercanos y otros más lejanos a la religión) que ha vivido toda su vida en un país “gentil” y que indaga en la historia de sus antepasados, marcados por el Holocausto, para conocerse mejor. Si bien el protagonista no lleva su nombre, como sí ocurre en los libros de Halfon, el elemento autobiográfico es obvio, como deja claro que P. Coen llame al personaje principal de su novela gráfica David Aliaga. 

En relación a la itinerante vida familiar, marcada por la persecución sufrida en Europa por el hecho de ser judíos, la lengua es el otro tema central del libro. En la familia se habla castellano, catalán, mexicano, italiano, hebreo, yiddish y ladino. Estos últimos idiomas han estado marcados por la emigración y el antisemitismo sufrido por la familia y a cualquiera de ellos se les puede poner el calificativo del título, son “lenguas heridas”, que de manera literal se refiere al corte que se hizo P. Coen cuando huía de una manifestación en su primera estancia en Mexicali y que le permitió conocer a Lucía, que lo curó. 

Con estos mimbres Aliaga escribe una novela breve pero con una gran complejidad estructural y una enorme hondura en el tratamiento de temas como la herencia judía o la posibilidad de que la ficción, una novela gráfica en este caso, arroje luz sobre la historia familiar.


Reseña publicada en La Verdad. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario