sábado, 31 de mayo de 2025

Oposición - Sara Mesa


 

LA TELA DE ARAÑA DE LA BUROCRACIA. SOBRE ‘OPOSICIÓN’ DE SARA MESA.


Existe en la literatura un claro referente cuando se trata el tema de las dificultades de enfrentarse a la burocracia: ‘El proceso’ de Franz Kafka. El escritor checo, hace ya más de un siglo, retrató de manera magistral los absurdos y laberínticos caminos por los que transita la administración pública y que desesperan, provocando reacciones que van desde la incomprensión a la ira, al usuario afectado. La vigencia del adjetivo “kafkiano” para referirse a las situaciones en las que la burocracia suele colocar a los afectados de sus sinsentidos da muestra de que poco ha cambiado desde lo descrito por Kafka hasta nuestros días. Pero hay otro referente más cercano y directo en el caso de este libro de Sara Mesa y es otra obra escrita también por la autora sevillana nacida en Madrid: ‘Silencio administrativo’ (2019). En esta breve crónica, se relataba la historia de una mujer sin techo que buscaba recibir una ayuda y que se perdía en el “laberinto burocrático”, según sintagma usado en el propio subtítulo del libro. Lo que ‘Silencio administrativo’ retrataba desde fuera y con una historia real, ‘Oposición’ lo hace desde dentro y mediante la ficción. 

Porque en esta novela no asistimos a la lucha de un ciudadano, de un Josef K., para tratar de comprender primero y luchar después contra la injusticia de ese monstruo ciego y sordo que es la burocracia, sino que se nos ofrece la perspectiva de una trabajadora del sistema, que lo cuestiona desde dentro. Sara Villalba, la narradora y protagonista, es una veinteañera que accede a un puesto en la administración de manera interina y que es animada por sus compañeras y por su madre a que apruebe (“gane”) una oposición, para que la suerte que ha tenido al conseguir ese puesto temporal se transforme en éxito al lograr una plaza de funcionaria. Sara se deja arrastrar por ese deseo que todo el mundo parece compartir sobre su futuro y comienza a estudiar sin demasiado convencimiento para el examen. Pero, ¿desea Sara convertirse en funcionaria?

Su trabajo interino en la administración le ofrece un conocimiento claro de lo que podría ser el resto de su vida: un trabajo relativamente cómodo, con un sueldo fijo y seguro que le permita emanciparse, pero tremendamente aburrido y, esto es lo que más la atormenta, con un funcionamiento que primero le cuesta entender y después compartir. Sara Mesa retrata con maestría la peculiar naturaleza de la administración pública, un ente que funciona como una especie de sociedad paralela a la nuestra en la que solo unos pocos iniciados, los funcionarios, parecen saber desenvolverse y que desespera a los usuarios por sus ignotos mecanismos que dificultan a los nuevos trabajadores integrarse en ella. Así, Sara pasa meses sin hacer prácticamente nada o realizando tareas realmente simples o que carecen de una finalidad clara. A la chica protagonista le cuesta entender que la lógica de la burocracia es una lógica interna, diferente a la que rige en la vida cotidiana y que impide, por ejemplo, dirigirse al compañero de la mesa contigua sin hacerlo a través del procedimiento adecuado: una nota interna que un ordenanza trasladará con acuse de recibo. 

Como toda sociedad, la burocracia tiene tanto un lenguaje como un tipo de relaciones sociales propias y Mesa retrata ambos con una sagacidad que se encuentra entre lo más meritorio del libro. El lenguaje burocrático es un constructo en el que se alternan fórmulas, tecnicismos y eufemismos y que parece haberse creado para estandarizar las comunicaciones en la administración pero también para alejar de su conocimiento a cualquier profano en la materia. Uno de los compañeros de Sara, el Monago, se presenta como un maestro en el empleo de este tipo de léxico en el que “los problemas eran problemáticas; las personas, sujetosIndicar era mejor que poner, cumplimentar mejor que rellenar” (93). La protagonista se rebela frente a este lenguaje, como lo hará contra el propio funcionamiento de la administración, creando poemas fonéticos con fragmentos de instancias desechadas, en un ejercicio que también tiene el objetivo de gastar un tiempo que parece sobrarle en su trabajo y que la lleva además a realizar dibujos en su horario laboral. 

En cuanto a las relaciones sociales que se establecen dentro de toda oficina, la novela es un perfecto muestrario de los sentimientos de amistad, odio, resquemor, envidia y desconfianza que reinan en este tipo de espacios. Sara es acogida en un primer momento por su juventud y por ser nueva por veteranos como Teresa, su jefa directa, y Beni, una compañera que desarrollará hacia ella una especie de instinto maternal. Sin embargo, después conocerá a Sabina, una informática que por edad está más cerca de Sara y a la que se unirá en detrimento de sus compañeros más veteranos en el desayuno, momento sagrado y central en el microcosmos social de la oficina. Además, en este peculiar entorno destaca la espectral figura del jefe del negociado número dos, un gris y anodino funcionario que atraerá la atención de Sara por su extraño comportamiento y, sobre todo, por su ignoto trabajo. 

Sara Mesa nos va mostrando, a través de una narradora cuya perspectiva, recordemos, siempre es la que nos presenta los hechos, los entresijos de una oficina de la administración pública. La novela está siempre marcada por el humor con el que la narradora retrata lo absurdo, lo kafkiano, de este sistema de organización de las instancias y procedimientos que en principio deberían ayudar al ciudadano pero que a menudo acaban por desesperarlo. La clave de la novela acaba siendo la falta de integración de Sara en este entorno burocrático y en la sociedad paralela que allí dentro se crea; la protagonista, primero desde el desconocimiento y después desde la falta de integración en él, se preguntará si eso es lo que quiere para el resto de su vida, si “ganar” la oposición será un premio o una condena que la atrape para siempre en la tela de araña del trabajo burocrático.


Reseña publicada en La Verdad:




lunes, 12 de mayo de 2025

La ballena azul - Raúl Quinto


 

La ballena azul de Raúl Quinto: indagar en lo ominoso. 


De entre todos los perjuicios que nos ha traído internet, que no son pocos, uno de los más perturbadores son los retos virales. Si bien algunos de ellos son inocuos o hasta divertidos, como aquel de tirarse un cubo de agua por encima o el de hacer un baile grupal, otros se adentran en lo siniestro. En concreto, Raúl Quinto se fija en el que en 2017 se puso de moda en algunos países y que bajo el nombre de “la ballena azul” incitaba al “jugador” a realizar varias pruebas extremas, entre las que destacaban el visionado de vídeos de terror o la autólisis. El supuesto y demencial reto podía llegar en su quincuagésima y última prueba a inducir al suicidio, algo que se llevó a la realidad en algunos tristes casos, normalmente en adolescentes. 

Quinto, tras el éxito de Martinete del Rey Sombra, se ha propuesto en La ballena azul llevar al formato libro este siniestro reto de internet y ha dado uno de los libros más duros y extremos que se hayan publicado en España en los últimos años. Y es que aquí el lector (o el narratario, más bien) se convierte en el “jugador” del reto y el narrador, bajo el nombre de Voltaire Rojo, le va dando indicaciones sobre lo que debe hacer en cada una de las pruebas. Así, e imitando el reto digital, en cada uno de los cincuenta capítulos se dan instrucciones para hacerse cortes, pasar un día sin hablar, subirse a lo alto de un edificio, despertarse a las 4:20 o ver vídeos de terror extremo. Quinto emplea ese lenguaje manipulador propio del creador del juego, un joven ruso que acabó siendo juzgado por inducción al suicidio, en textos en los que poco a poco se pretendía socavar la voluntad de los jóvenes “jugadores” y llevarlos hasta el extremo que los animaba a saltar de lo alto de un edificio.

Si el resultado de esto no fuera lo suficientemente perturbador, Raúl Quinto va más allá y completa estas “pruebas” con la narración de diferentes episodios reales unidos por su carácter siniestro. En muchos de los capítulos, especialmente en la segunda mitad del libro, el narrador realiza una especie de indagación en lo ominoso, poniendo ejemplos de hasta dónde puede llegar la maldad del ser humano para influir en el narratario. En estas páginas, las mejores del libro a mi juicio, hallamos historias como la de un exorcismo que acabó en asesinato en Almansa a principios de los años noventa, la de la secta de los davidianos y su polémico final a manos del FBI, la de un siniestro doctor japonés y sus demenciales experimentos o de las terribles condiciones en las que vivían los niños rumanos en los hospicios del final de la dictadura de Ceausescu. 

Con todo ello construye Raúl Quinto una obra muy dura, no apta para lectores sensibles y en la que bucea en las simas de la oscuridad del comportamiento humano para tratar de entender las razones de la maldad más absoluta.