La mujer poco probable, Tatiana Goransky, Tres Hermanas, 2021, 140 págs., 15€.
Sucede en algunas ediciones de grandes novelas que el editor o el autor incluye un apéndice con los nombres de los personajes o un árbol genealógico para que el lector pueda consultarlo y no perderse entre las decenas de antropónimos que pueblan sus páginas. Ocurre, por ejemplo, con Cien años de soledad, una novela larga en la que se suceden las generaciones de Buendía provocando cierta confusión en los lectores que agradecen la inclusión de esa ayuda. Sin embargo, puede parecer extraño a priori que en una novela como esta, de apenas 140 páginas, aparezca un árbol genealógico de los personajes como paratexto aclaratorio. Creo que este añadido, tanto o más necesario que en la novela de García Márquez, define bien uno de los rasgos definitorios de La mujer poco probable: la influencia de la familia.
El libro tiene como eje
central el peculiar triángulo amoroso formado por Leo, Martina y Dana. Los dos
primeros forman un matrimonio que tras un par de décadas juntos salpicadas de
crisis provocadas por las infidelidades y los altibajos emocionales, han
viajado a Rusia para conocer los orígenes de sus respectivas familias. El avión
en el que regresan a Buenos Aires comienza a tener problemas cuando se acercan
a la ciudad argentina y la inminencia de un peligroso aterrizaje y la amenaza
de un probable accidente mortal lleva a Leo y a Martina a repasar mentalmente
sus vidas. Mientras, en tierra, Dana es testigo por las noticias de la
situación del avión de sus amigos y realiza un ejercicio similar. Esta mujer ha
sido desde siempre un vértice, o un satélite más bien, del matrimonio, ya que
siendo amiga de ambos se arrepiente de haber sido la que formó la pareja al
incitar a Martina a ir a terapia con Leo, de quien estaba enamorado.
Mediante constantes
analepsis, vamos conociendo, mientras el avión sufre terribles turbulencias,
las también turbulentas vidas de los tres protagonistas. Goransky construye
tres personajes, cuatro si contamos a Shmuly, el amante de Martina,
atormentados y pasionales, que se mueven entre la enfermedad y el amor, entre
el sexo animal y la depresión. Acierta la autora argentina en completar estos
caracteres poliédricos y cambiantes con las biografías de sus padres y abuelos,
que a menudo ayudan a explicar sus comportamientos. Se construye así ese árbol
genealógico del que antes hablábamos y que convierte a La mujer poco
probable en una especie de saga en abismo, lo que otorga mayor profundidad
al relato pero también puede provocar cierta confusión en el lector por la
acumulación de personajes.
Esta saga familiar se completa con Emma y Pedro, los hijos adolescentes de Martina y Leo, que protagonizan junto a Shmuly la segunda parte del libro. En ella se observa que los dos jóvenes tienden a repetir los errores y aciertos de sus padres y abuelos, especialmente en lo relativo a enamorarse de la persona equivocada. Shmuly, por su parte, se convierte en nexo entre ambas generaciones; se trata de un personaje torrencial, marcado por su fuerza física y por su comportamiento casi animal, que lo lleva a dejarse arrastrar por Martina con una fuerza que no puede controlar y que reaparecerá más adelante de la manera más insospechada.
Mención aparte merece el manejo de la prosa de Goransky; la autora porteña usa un ritmo ágil y un lenguaje con abundantes metáforas que ayudan a definir a los personajes y que los asocian, por ejemplo como ocurre con Shmuly y Pedro con el agua, con un elemento. Estamos, en definitiva ante una interesante y compleja novela, a pesar de su brevedad, que no elude temas difíciles como el incesto, la ninfomanía o la infidelidad.
Reseña publicada en El Noroeste:
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