lunes, 17 de septiembre de 2018

Que la ciudad se acabe de pronto - Trifón Abad


Que la ciudad se acabe de pronto, Trifón Abad, Malbec, 2018, 180 págs. 10€.

La literatura fantástica actual no necesita de monstruos, vampiros o fantasmas para despertar la inquietud en los lectores. Incluso cuando estos aparecen lo hacen desde la cotidianidad y no provoca un susto en los personajes, sino más bien perplejidad, como si no terminaran de entender que en el mundo seguro en el que viven puedan existir este tipo de seres o de fenómenos. La mayoría de los cuentos que integran Que la ciudad se acabe de pronto, el primer libro publicado por el murciano Trifón Abad, siguen esta orientación ya que en ellos irrumpe algo extraño que provocará el giro en la trama.
Abad dispone una gran variedad de irrupciones en unos relatos que destacan por su prosa sencilla y directa y por sus personajes aparentemente normales pero que suelen esconder tras su fachada algún tipo de obsesión. Esa mecha que los lleva a recorrer un camino diferente al trazado y a provocar ese giro en el argumento puede ser algo tan importante como encontrar un cadáver en mitad de un camino o algo tan banal como la llamada de un compañero de trabajo en la madrugada. Con estos elementales mimbres, el autor de Que la ciudad se acabe de pronto nos ofrece una serie de cuentos que mantienen siempre el interés del lector, despojándose de todo lo superfluo y huyendo de la excesiva reflexión, y que están protagonizados por personajes comunes pero de orígenes geográficos muy distintos.
Así, el primer relato, “Ciento treinta coronas”, se desarrolla en la República Checa y nos muestra a un viajante que se encuentra un cuerpo y la extraña relación que establece con él. Vlasta, que así se llama  el protagonista del relato, se beneficiará de una confusión provocada por el traslado del cadáver en su carro que determinará el sorprendente final del cuento. En “Silenter” nos trasladamos a los Estados Unidos de los años 70, donde un extraño invento elimina el ruido; con el paso del tiempo, los habitantes del pueblo donde se desarrolla la acción descubrirán los peligros de este artilugio. Lo más parecido que hay en el libro a ese monstruo al que hacíamos referencia es la hiedra descontrolada que da título a “Parthenocissus tricuspidata” y que avanza sin control en el chalé de una familia.
Otro relato que también sigue este esquema de introducir la inquietud en las apacibles vidas de sus protagonistas es “Humo en la casa azul”, uno de los mejores del conjunto. Este cuento narra la decadencia física y mental de un profesor español que pasa una temporada en Canadá y que achaca a su extraño vecino indio. También se obsesiona con otra persona, en este caso con un antiguo compañero de colegio que resultó ser un genio, el narrador de “Kulzom”. En “Sobre el corazón de mi padre”, también escrito en primera persona, el elemento fantástico de nuevo vuelve a ser de carácter vegetal y crece en el interior del progenitor del narrador.
Los tres últimos relatos del libro están ubicados en un contexto actual y cercano y cuentan la relación de un hombre con su pareja y con el juego, “Timbas”, las dificultades de cultivar la amistad y el amor en un entorno laboral, “Marketing de guerrilla”, y la complicidad entre un niño y su abuelo, “Filias”. El volumen se completa con dos relatos cercanos a la fábula: “El diestro”, narrado por una mano derecha que odia a la izquierda, y “Reino del silencio”, una distopía ubicada en un país donde los habitantes tienen prohibido hacer casi cualquier sonido.

Reseña publicada en El Noroeste:


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