lunes, 11 de mayo de 2015

Sin ti no hay nosotros - Suki Kim



Sin ti no hay nosotros, Suki Kim, Blackie Books, 2015, 324 págs., 21€.

Corea del Norte provoca un interés desmedido en muchos occidentales. Sentimientos como la curiosidad, el morbo o la indignación se mezclan en las pocas crónicas periodísticas que nos llegan de lo que ocurre dentro del país más hermético del mundo. Los pocos occidentales que pueden acceder a este estado asiático lo hacen siguiendo un itinerario controlado al milímetro por un régimen obsesionado por dosificar la imagen que se proyecta de Corea del Norte. Por eso resulta tan interesante poder acceder a la experiencia de alguien que ha permanecido varios meses tras las fronteras del país como Suki Kim.
Esta periodista y escritora, nacida en Corea del Sur pero afincada en Estados Unidos desde su adolescencia, logra un trabajo en la universidad que pone en marcha una institución cristiana a las afueras de Pyonyang con la aquiescencia del régimen. Éste, envía a allí a algunos de sus mejores alumnos con el fin de que mejoren su dominio del inglés y Suki acaba siendo una de las profesoras que enseña a los jóvenes la lengua de su archienemigo. Los meses que pasa infiltrada en la universidad, sus jefes tampoco saben que es una escritora que prepara un libro sobre Corea del Norte, son los que se recogen en Sin ti no hay nosotros.
Tenemos un testimonio de primera mano y que difícilmente se podrá repetir de cómo son y estudian los jóvenes norcoreanos. La autora describe la disciplina casi militar de sus alumnos (todos chicos), que, a pesar de ser veinteañeros, tienen un sentido de la responsabilidad difícil de ver en chicos de otros países. Su obsesión por ser los mejores y por servir a su país, al que defienden a ultranza, nos muestra a unos jóvenes alienados  e incapaces de permitirse cualquier tipo de individualismo, una herejía en el país. Sin embargo, la cordial relación con la profesora Kim, una americana al fin y al cabo, abrirá pequeñas grietas en su monolítica mentalidad y las clases de inglés les provocarán, por primera vez, ciertas dudas sobre la excelencia de Corea del Norte.
Junto con la posibilidad de conocer a los estudiantes norcoreanos de cerca, el otro punto de interés del libro es la autora. Su propia biografía es un ejemplo de los vaivenes que ha sufrido el pueblo coreano en el último siglo: su familia, antes de emigrar a Estados Unidos, sufrió la guerra e incluso uno de sus tíos desapareció en el norte. Kim describe de manera precisa la asfixiante experiencia norcoreana; por un lado, debe estar siempre pendiente de lo que dice en las clases o en cualquier conversación ya que es espiada las veinticuatro horas del día; por otro, debe ocultar su condición de escritora con sus jefes y compañeros y hacerse pasar por una fervorosa cristiana. Además, la imposibilidad de salir sin permiso del recinto universitario, donde vive y trabaja, termina por aumentar la sensación de claustrofobia que acaba afectándola psicológicamente.
Aunque se eche en falta cierta crítica a la política de Estados Unidos, su cultura aparece un tanto idealizada en contraposición a la norcoreana,  Suki Kim sabe crear una narración vibrante sobre los meses que pasa en el país, en el que conoce de primera mano y gracias a sus alumnos la verdadera cara del régimen, y que terminan, precisamente, el día de la muerte de Kim Jong-il. 


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