martes, 30 de marzo de 2021

Canción - Eduardo Halfon




 Canción, Eduardo Halfon, Libros del Asteroide, 2021,120 págs, 15€.

 

Algunos lectores se quejan de que tal autor escribe siempre el mismo libro. Si bien es cierto que el riesgo es un valor que se tiene muy en cuenta en la crítica literaria, creo que también hay que elogiar a aquellos autores que tienen una voz propia y que pivotando sobre temas similares ofrecen libros interesantes. Este último es el caso del guatemalteco Eduardo Halfon, responsable de una obra en marcha en la que libro tras libro indaga sobre temas como la identidad, la labor del escritor o el pasado familiar. Canción es una pieza más de esa especie de saga sobre la historia de su familia que este escritor está construyendo en la mayoría de sus libros.

Y es que en esta nueva entrega encontramos episodios fundamentales de esa saga que ya protagonizaba libros como El boxeador polaco (2008), Monasterio (2014), Signor Hoffman (2015) o Duelo (2017). En concreto, el narrador centroamericano nos relata el secuestro que sufrió su abuelo por parte de la guerrilla guatemalteca en los años sesenta, antes de que él naciera. Se trata, como se puede imaginar, de un suceso que supuso una conmoción para toda la familia y que si bien se solucionó de manera positiva pagando un cuantioso rescate, volverá a aparecer durante las siguientes décadas como un recuerdo doloroso. El autor, que no vivió el secuestro y que se lamenta de no haber tenido una conversación sobre el asunto con el abuelo, que fallece mientras que él está estudiando en Estados Unidos, intenta reconstruirlo años después reuniéndose con una de las secuestradoras.

Este encuentro, o más bien la espera a esta mujer en un bar de mala muerte, servirá como marco a la narración del secuestro. Mientras el narrador bebe su cerveza, escena habitual de la literatura de Halfon, vamos conociendo las circunstancias de la mañana en la que, por motivaciones económicas, su abuelo fue raptado por un grupo de guerrilleros entre los que destacaba uno apodado Canción, personaje poliédrico que da título al libro. En esta reconstrucción del secuestro de su abuelo que constituye el principal nivel narrativo de Canción, van apareciendo personajes de lo más variado tanto de la historia de Guatemala, esa miss que se hace guerrillera, como de su familia, un tío abuelo sefardí que recita en ladino u otro familiar que adivina el futuro mirando los posos del café.

Estos continuos saltos temporales y la mezcla de la historia de su familia con la de su país, unidos por el suceso central del secuestro al abuelo, otorgan al libro cierta complejidad estructural, ya que Halfon opta por un recuerdo desordenado de hechos que, como suele ocurrir con la memoria, tienen una relación entre sí que no siempre es cronológica. Así, asistimos a reuniones familiares en la gran casa de Guatemala, a encuentros con la secuestradora del abuelo en un restaurante familiar o a episodios de la emigración de la familia desde Oriente hasta Centroamérica, pasando por Europa y Estados Unidos, en las primeras décadas del siglo XX.

A esta forma de narrar discontinua y variada se le une un segundo marco narrativo, a añadir al del bar en el que espera a la secuestradora, que sirve como desencadenante del recuerdo. Se trata de una divertida y confusa situación vivida por el autor, o su trasunto, en el que es invitado a un congreso de escritores libaneses en Japón gracias a que su abuelo, el que sufrió el rapto, procedía de Líbano.  



sábado, 20 de marzo de 2021

Cuántas cosas hemos visto desaparecer - Miguel Serrano Larraz



Cuántas cosas hemos visto desaparecer, Miguel Serrano Larraz, Candaya, 2020, 285 págs., 17€. 


         Se valora mucho en nuestra sociedad, demasiado desde mi punto de vista, mantener en la edad adulta los mismos amigos que uno forjó en la infancia. Estas relaciones de largo recorrido parecen otorgar al detentor un marchamo de autenticidad, de alguien a quien la vida no ha cambiado y que posee unas raíces inamovibles. Sin embargo, creo que más bien se trata de un tipo de amistades contra natura, ya que, salvo casos muy concretos, el cambio que sufrimos durante la adolescencia y la juventud es de tal calibre que difícilmente nuestros intereses seguirán coincidiendo con aquellos que con los que el azar (una relación familiar, una vecindad) nos juntó en la niñez. Este sería, creo, uno de los temas principales de Cuántas cosas hemos visto desaparecer, la inteligentísima nueva novela de Miguel Serrano Larraz.  

         El relato se construye como un repaso no cronológico a la relación entre la protagonista, Sonia, y Berta, su amiga desde la infancia. La unión que los veranos en el ficticio pueblo aragonés de Ardés forjó durante sus primeros años, se mantuvo durante la adolescencia pero comenzó a resquebrajarse en la juventud. En el presente, con ambas frisando la cuarentena, Berta y Sonia apenas comparten nada más que un pasado juntas que actúa no como elemento de unión sino todo lo contrario: las momentos vividos juntas en el ayer destacan lo poco que tienen en común ahora. Por eso, la petición de Berta de encontrarse, tras años sin verse, provoca el recelo y el nerviosismo en su antigua mejor amiga.  

         Y es que a la separación en los caminos de ambas se une la extraña personalidad de Berta; lo que durante la adolescencia parecían rasgos atractivos para la joven Sonia, son vistos desde la madurez con un cansancio rayano en el hartazgo. Porque Berta es un personaje torrencial, que no oculta nunca sus sentimientos ni sus ideas, que parece no escuchar a los demás y que posee una rara obsesión por viajar en el tiempo. Lo que para Sonia fue una divertida broma durante la adolescencia, se ha convertido ahora, para ella, que es una cerebral y algo reprimida profesora de instituto, en un síntoma del desequilibrio de su amiga.  

         Durante toda la novela asistimos a los distintos episodios que forjaron la mitología privada del grupo en el que se integran las dos protagonistas junto a Magno, Herrero, el Francés y Ariadna; juegos infantiles, conversaciones entre lo trascendental y lo cómico, bromas internas, sesiones de ouija, borracheras, etc. La disgregación de la peña de amigos se confirma en el trigésimo aniversario de Magno, que celebran con una fiesta que acaba en una confusa discusión, y en un episodio que sucede el día posterior. En una escena en la que Serrano Larraz muestra su pericia narrativa, Ariadna y Sonia son testigos de cómo Berta, su amiga de toda la vida, se sienta en la cafetería del pueblo con otras dos mujeres casi desconocidas y les dirige unas palabras que, en su fuero interno, saben dirigidas a ellas.  

    Con esta novela sutil sin ser críptica, profunda sin ser densa, Miguel Serrano Larraz se confirma como uno de los narradores españoles más interesantes de su generación tratando con maestría temas tan complejos como los anhelos de la adolescencia y las frustraciones de la edad adulta.

Reseña publicada en El Noroeste:



lunes, 1 de marzo de 2021

Inviernos invisibles - Mireya Encinas




 Inviernos invisibles, Mireya Encinas, Balduque, 123 págs. 14€.

 

Existe en la narrativa una extensión intermedia entre el microrrelato y el cuento que considero muy definitoria. Se trata de aquellos relatos breves que superan el impacto instantáneo de la minificción, pero que no llegan a desarrollar esas tramas más extensas de los cuentos largos. Suele tratarse de narraciones que se centran en un escena concreta que, a modo de iceberg, representan una historia compleja que no se cuenta pero que influye en el modo de comportarse de los personajes. Este es el tipo de relatos que componen Inviernos invisibles, el primer libro de la cartagenera Mireya Encinas.

Los veintidós textos muestran un notable nivel medio y aunque existen algunos textos que no terminan de funcionar, la mayoría poseen un gran interés para el lector y hacen del conjunto un debut sugestivo. Se trata de cuentos que se mueven en torno a las cinco páginas, salvo alguno más breve que se queda en dos y uno que se desarrolla más y alcanza la decena de hojas, y que nos presentan historias cotidianas y contemporáneas con un estilo cuidado, casi poético en muchos momentos.

En cuanto a los temas que se desarrollan en los cuentos, destacan por encima de todos dos: el machismo y los problemas con la identidad. En cuanto al primero, son varios los relatos en los que encontramos hombres que agreden a mujeres, “Animal nocturno”, chicas que sienten pánico al volver solas a casa, “Frío persecutorio”, o en el que, desde una óptica costumbrista, se nos muestra cómo los roles de género siguen estando muy asentados en algunas familias, “Cuñadas”. Frente a este machismo, son varios los relatos en los que es la mujer la que ejerce la violencia, o más bien la venganza, sobre el hombre; este es el punto de partida de cuentos como “Cuestión de karma” y “Epidermis calientes”.

En el segundo bloque de relatos, en los que los personajes tienen problemas con su identidad o con su pasado, destaca “Ábreme el pecho y registra”, quizás el mejor texto del libro, que se centra en los problemas con su cuerpo que asaltan a muchos adolescentes. Tenemos también textos sobre la homofobia, “Lo viejo y lo nuevo”, sobre la enfermedad mental “La isla de Alicia”, el desdoblamiento de personalidad, “Azul y marrón”, o sobre la vuelta a nuestra infancia, “La calle de las vías del tren”.

 Esta agrupación temática de los cuentos, útil para repasar un libro como Inviernos invisibles con tantas historias entre sus páginas, nos permite ofrecer dos nuevas tendencias. La primera serían las relaciones familiares y de pareja, normalmente tóxicas; hallamos rupturas contadas al revés, “Caída hacia arriba”, la justificación de una infidelidad, “Arrepentimiento”, o la riña entre hermanos, “18 minutos”. Por último, el libro está atravesado de un homenaje implícito a la literatura leída por la autora, que se explicita en narraciones como “Carta de una amazona”, en el que identifica a las mujeres con cáncer de mama con estos personajes mitológicos, o “El mito de Perséfone”, un paralelismo entre esta historia y la del cuento. También hay espacio para elogios a la palabra oral, “Sinestesia de sabores”, o escrita, “Palabras 2.0”.

En resumen, estamos ante una meritoria ópera prima que se configura como un caleidoscopio de historias, los colores son muy importantes en el libro, en los que reconocemos muchos de nuestros problemas y emociones.


Reseña publicada en El Noroeste: