lunes, 25 de diciembre de 2023

Polvo en los zapatos - Manuel Moyano


 

Polvo en los zapatos, Manuel Moyano. 


Seguramente sea Manuel Moyano uno de los escritores más versátiles del panorama nacional. Ha cultivado, y siempre de manera notable, el microrrelato, el cuento, el ensayo, el libro de viaje y distintos subgéneros de la novela. Con Polvo en los zapatos suma el diario a su amplia trayectoria consiguiendo algo tan complicado como es destilar literatura de la cotidianidad sin emplear el recurso de la ficción. En las páginas de este libro, que recorren los años 2018, 2019 y el comienzo de 2020, hallamos viajes, encuentros con otros autores, muchas lecturas y reflexiones de distinto tipo. Pero son las entradas más íntimas, aquellas dedicadas al fallecimiento de su padre y en las que cambia el narrador en primera por la segunda persona, donde el libro alcanza una cota más alta. También es interesante el carácter metaliterario que a menudo adquiere la obra, algo normal al retratar la vida de un autor. Algunas de las entradas de este diario reflexionan sobre el propio texto, sobre sus dificultades y también sobre las razones de iniciarlo, auspiciado por el periodista Ángel Montiel, y para cerrarlo. Además, se relatan en estas páginas el viaje que realiza a Sierra Morena y cuyo resultado será otro libro, el magnífico La frontera interior, en una especie de estructura en abismo donde la tramoya de la preparación una obra se cuenta en otra. Un diario de gran interés para descubrir que a menudo importa más la mirada del autor que los sucesos que se relatan.  

sábado, 16 de diciembre de 2023

El desierto blanco - Luis López Carrasco



 El recuerdo de nuestro presente. Sobre El desierto blanco de Luis López Carrasco.

 

            Existen entre el cine y la narrativa evidentes diferencias, relacionadas con el carácter visual del primero y el escrito de la segunda, pero también concomitancias que suelen encontrarse en los diálogos o en el armazón del relato que sustenta tanto a una novela como a una película. Por ello, es normal tratar de hallar reminiscencias en El desierto blanco del cine de su autor Luis López Carrasco, aclamado cineasta con películas de corte experimental, como El futuro (2013), pero también reivindicativas, como El año del descubrimiento (2020) que mereció el Goya al mejor largometraje por su original recuerdo de la lucha obrera de la Cartagena de 1992. Creo que en su primera novela, con la que ha conseguido el prestigioso Premio Herralde, López Carrasco se mueve entre ambas coordenadas, una trama con una temporalidad dislocada y algunas secciones de componente social (especialmente en la primera sección), aunque considero que es otro el tema principal del libro. El autor nos propone una mirada retrospectiva a nuestro presente, tratando de imaginar cómo será visto en el futuro el tiempo que ahora transitamos.

            Este mecanismo, que tiene algo de paradójico, vehicula las cinco partes del libro al ofrecernos otros tantos relatos ubicados en nuestra época (especialmente en la segunda década del siglo XX) pero desde la mirada de un narrador que vive en 2035. Para conseguir el efecto de inmersión en esta mirada futura, se emplea un recurso sencillo y casi irónico: a lo largo del libro se incluyen notas al pie de página explicando referencias a nuestra época (por ejemplo, el significado de TDT o CD o la biografía del presidente Rodríguez Zapatero) que pudiera desconocer un lector de la década próxima. Aunque esta perspectiva podría hacernos pensar en un libro de carácter distópico o de ciencia ficción (como muchos de los relatos de Europa (2014), el primer libro del autor) lo cierto es que el presente de la narración sirve solo como atalaya para ofrecernos ese recuerdo de nuestro tiempo que López Carrasco construye. De ese 2035 tan solo sabemos que Carlos, el principal narrador, vive en lugar alejado y desértico, cuyas coordenadas no conocemos hasta el final, con Aitana, su mujer, y sus dos hijas y algunos pocos datos más (cortes de electricidad, emigraciones al norte, poderosos que esconden sus palacios tras cristales reflectantes) que se nos ofrecen en el tercer y, especialmente, en el último capítulo, el único que está situado íntegramente en ese futuro. A pesar de que finalmente casi nada se nos cuenta del presente del narrador, su enfoque retrospectivo es el que otorga armazón a cinco historias que, salvo por ello y por la recurrencia de algunos personajes, poseen casi independencia entre sí.

            En el primero de ellos, “La superviviente”, es donde hallamos un mayor componente de crítica social de todo el libro; el texto nos lleva a la España en crisis de 2010 donde unos aún veinteañeros Carlos y Aitana luchan contra las dificultades del mercado laboral y asumen la precariedad de las escasas oportunidades que se les ofrecen. Él asiste a una peculiar entrevista de trabajo mientras que ella sufre el nepotismo al intentar lograr un puesto en una radio generalista. Considero esta sección como la más interesante del libro por su acertado retrato de los crueles mecanismos del mercado laboral. Destacan tanto la escena inicial, Carlos en una original dinámica de grupo para conseguir un trabajo, como las descripciones de las pocas salidas que tenían en aquella época (y en esta, añado yo) los estudiantes de Humanidades, así como la mordaz descripción de unos famosos centros comerciales.

            Si el trabajo centra esta primera sección, la tercera y la cuarta están orientadas a describir los otros dos pilares de toda pareja joven: la familia y los amigos. En “Marte florecido” es Aitana, por primera y última vez en el libro, la narradora; mientras ultima los preparativos para mudarse a ese “desierto blanco” que les espera, recuerda su primera visita a la familia de Carlos. Ofrece de ella su perspectiva, la del extraño que entra a formar parte de un núcleo tan asentado como es el de unos padres y sus hijos (así como la abuela y otros parientes cercanos) y en el que Aitana acaba siendo confidente de su suegra. Se establece un paralelismo entre esa visión de recién llegado de la mujer a la familia con su descripción del paisaje del sureste español desde su perspectiva de norteña. Los vínculos que establece la amistad en torno a la veintena y que se suelen diluir en la siguiente década son los protagonistas de la cuarta sección: “Espectro liberado”, en la que Carlos y Aitana se reúnen con varios amigos en una casa en la sierra madrileña para pasar juntos una Nochevieja.

            Aunque la última sección es la única ubicada solamente en el futuro, en ella, titulada “La línea del horizonte”, el pasado vuelve a adquirir protagonismo. Desde su lejano exilio, Carlos recibe varios correos electrónicos en forma de diario en los que su hermano le va contando sus progresos en la casa de campo donde veraneaban y a la que ha vuelto tras ser expulsado de su trabajo en la universidad por sus ideas políticas. En sus palabras se mezclan los recuerdos del pasado familiar con un proyecto que le acaba obsesionando: visitar todos los puntos del horizonte visibles desde la vivienda. Al igual que esta parte, “Océano de luz” tampoco está protagonizado ni por Carlos ni por Aitana, sino por Jimena, una amiga de la pareja que en 2019 toma un vuelo entre Dubái y Sídney que acaba aterrizando de emergencia en una pequeña isla, provocando una situación que recuerda al comienzo de Lost, serie que se cita en una las notas a pie de página del libro.

            Luis López Carrasco logra en su primera novela un libro notable, de una gran inteligencia y con una prosa que a en ocasiones alcanza la excelencia, especialmente en las descripciones de los paisajes. Posee el libro una mezcla entre lo autobiográfico (hay frecuentes referencias a Madrid y a Murcia, los lugares en los que el autor ha vivido) y lo generacional (los protagonistas han nacido a principios de los años 80) que acaban por darle un barniz personal. 

Publicado en La Verdad.