domingo, 14 de abril de 2024

Cúbit - Vicente Luis Mora




Los futuros posibles de Vicente Luis Mora

 

            Seguramente sean el cambio climático y la inteligencia artificial (IA) los dos asuntos que más interesen actualmente al ser humano cuando se le interroga por el futuro de nuestra civilización. Mientras que el primero se presenta como una nube negra cada vez más cercana y difícil de disipar por culpa de nuestra propia contaminación, los límites éticos de la IA aparecen como un tema que antes o después deberemos debatir. Las respuestas a los peligros del primero y las herramientas para evitar el colapso ambiental deben venir de los científicos, aunque sea toda la ciudadanía la responsable directa de ponerle freno. En cuanto a las cuestiones morales que atañen a la IA, quizás sea la filosofía el campo que mejores respuestas ofrezca. Sin embargo, a día de hoy es la literatura la que puede plantear los posibles escenarios que el planeta puede vivir en un futuro y lo hace mediante el género que con mayor acierto se ha adelantado al porvenir: la novela.

            Vicente Luis Mora continúa la senda de narradores que como George Orwell (desde la distopía) o Julio Verne (desde la ciencia ficción) se han convertido en verdaderos oráculos del devenir científico o social de nuestra civilización. Serán estos dos géneros por los que transite Cúbit, una novela de una gran complejidad estructural y con una sólida base teórica detrás que nos presenta un futuro (plausible) del planeta Tierra. En este escenario, ubicado en una década próxima que no se concreta, el ser humano ha provocado que los dos fenómenos antes citados, el cambio climático y la inteligencia artificial, alcancen un desarrollo mucho mayor que el actual. La contaminación es enorme en casi todo el planeta y el nivel de oxígeno va a ir decayendo de manera alarmante; paralelamente, la inteligencia artificial ha adquirido conciencia propia convirtiéndose en lo que novela se llama IAR (añadiéndole el adjetivo “real” al sintagma actual).

            Ante esta encrucijada en la que se encuentra la humanidad, Mora opta por darle el protagonismo a dos seres no humanos, que, aparentemente, poseen el objetivo contrario de eliminar y de salvar a nuestra estúpida especie. La encargada de ayudar a ese torpe y soberbio animal que ha llevado al clima del planeta hasta casi un punto de no retorno es Cúbit, un extraño ser con la apariencia de una niña que pertenece a una especie anterior al Homo Sapiens llamada los itrios. Estos humanoides, según se cuenta en la novela, sufrieron una regresión por el ataque de los seres humanos y por su infertilidad, hasta quedar reducidos a Cúbit. A pesar de su aspecto infantil, se trata de un ser telúrico (hecho de piedra) que posee el enorme conocimiento que acumuló su pueblo, mucho mayor que el de los seres humanos, y que tras aparecer en un glaciar chileno guiará a Alcio, el científico al que le encargan reconocer a este extraño ser, para acabar con Ibris. Este personaje, también con aspecto infantil, será el antagonista de Cúbit y con la colaboración del resto de Inteligencias Artificiales Reales, tratarán de acabar con la raza humana por haber contaminado el planeta.

            En esta lucha entre Ibris y Cúbit (entre los itrios y las IAR; entre lo prehumano y lo posthumano), los hombres aparecen como personajes ridículos, poseedores de una inteligencia menor y responsables del deterioro de planeta Tierra. Incluso Alcio, un prestigioso aunque también polémico científico, es un simple aprendiz que se deja aconsejar por la “niña” itria. Esta sátira a los comportamientos humanos alcanza su mayor grado en la novela cuando los dos protagonistas llegan a Madrid y se entrevistan con el gobierno español. Alcio y Cúbit descubren a unos mandatarios que les han dado la espalda a los problemas reales del país y se preocupan más por mantener la idea de diversidad que por la decadencia de un estado retratado como un país subdesarrollado.

            Esta trama principal va mezclándose, como es necesario en toda novela ambientada en el futuro, con el relato de lo que ha ocurrido desde nuestra época hasta el presente de la novela, para que el lector comprenda los cambios tecnológicos y sociales vividos en el planeta. Si a ello le sumamos que también se nos va contando quiénes son los itrios, Cúbit lo hace con Alcio, y que no existe un único narrador, en cada fragmento escuchamos la voz de uno de los personajes que se van identificando con un código binario de unos y ceros, podemos entender la densidad de una novela que no alcanza las doscientas páginas pero que exige un lector atento.

            Además de esta temática distópica central en la historia, existen otros dos temas que adquieren gran importancia y que se entienden por el carácter de crítico literario del autor: el lenguaje y la metaliteratura. Mora emplea un idiolecto muy peculiar para Cúbit, que habla con un español simplificado, en el que todos los verbos se conjugan como si fueran regulares. Por su parte, la inteligencia artificial, por su carácter no humano y por lo tanto no binario, usa el lenguaje inclusivo. En relación al carácter metaliterario del libro, uno de los personajes, un crítico llamado Bende Mann, ofrece en uno de los capítulos finales varias hipótesis sobre cuál de los protagonistas es el autor de la novela. A ello debemos sumar que uno de los personajes principales, Nadia, la hija de Alcio, es novelista.

            Cúbit se presenta como una novela de gran complejidad pero atractiva para el lector interesado en las reflexiones sobre el futuro más inmediato de la humanidad. Una novela que nos habla de cómo esos datos que otorgamos de manera gratuita y despreocupada a las empresas de IA, poseen un valor del que no somos conscientes.


Reseña publicada en La Verdad.