domingo, 6 de diciembre de 2020

Todos estábamos vivos - Enrique Llamas

 Todos estábamos vivos, Enrique Llamas, Alianza, 2020, 280 págs., 18€. 


 Pocas épocas de la historia reciente de España se han convertido en tan icónicas como la Movida, ese periodo en el que el país y, sobre todo, Madrid pasaron del blanco y negro al color. En los últimos años la reivindicación ha convivido con una crítica hacia una etapa que algunos observan como un movimiento poco trascendente en lo artístico pero muy bien publicitada. En cualquier caso, la Movida sigue siendo un polo de atracción para jóvenes que no la vivieron, como Enrique Llamas, autor zamorano afincado en la capital, que dedica Todos estábamos vivos a retratar su inicio.  

Llamas parte en su libro de la fecha que es considerada tradicionalmente como la mecha inicial de la Movida: el 9 de febrero de 1980, día en el que se celebró en Madrid el concierto homenaje a Canito. Utilizando como personajes secundarios a algunos de los artistas más representativos de la época (Ana Curra, Eduardo Benavente, Enrique Urquijo, las Costus, etc.), la novela refleja con brillantez el estado de efervescencia que vivía la noche madrileña y el ímpetu de una juventud que se lanzó al goce y a la creación con desenfreno.  

Todos estábamos vivos es un retrato generacional, algo que queda remarcado en el título y mediante unos fragmentos (en cursiva en el libro) escritos en primera persona del plural, con sus luces y sus sombras. Entre las primeras destaca la gran oferta cultural que existía en esos meses de inicio de década en Madrid, con multitud de grupos creándose y conciertos interesantes cada noche. Las sombras las crea la heroína, la epidemia que se larva en estos años y que durante toda la década irá mermando a una generación que, como se indica en el libro, compartirá tanatorios con sus abuelos. No es casual que la novela termine con otra noche que puede simbolizar el final de la Movida: el incendio de la discoteca Alcalá 20 que dejó ochenta y un muertos en diciembre de 1983.  

Enrique Llamas elige como protagonista de su novela a un personaje que simboliza perfectamente el espíritu de la época: Adela. La “señorita”, como también se la conoce, es una joven del barrio de Salamanca, hija de un marqués y una actriz famosa retirada, que quiere dejar atrás su cómoda vida de niña mimada y a su absorbente madre para vivir los placeres que la ciudad de Madrid le ofrece. Adelita se lanzará a recorrer las calles del centro, los conciertos y las fiestas que se suceden en la ciudad con Teo, su egocéntrico novio y aspirante a estrella del pop, la pareja formada por Ric y Aldo, que viven en una precariedad que ella desconocía pero también con una libertad que la ayuda a romper con la influencia materna, y con Siberia, un personaje enigmático que tendrá gran importancia en su vida. La antagonista de Adela será Diana, su antigua amiga íntima, otra niña bien que ha decidido vivir la vida al límite, sin importarle las consecuencias que su comportamiento tendrá para los que la rodean. El enfrentamiento entre la tímida Adela y la desinhibida Diana reproduce el que años atrás vivieron sus madres sobre las tablas de los teatros y en las páginas de los periódicos.  

Enrique Llamas ha escrito un libro excelente, con una estructura arriesgada (la novela avanza hacia el pasado) que es mucho más que un retrato de la Movida y que nos muestra a una generación que voló muy alto pero que, en muchos casos, acabó estrellándose demasiado pronto.  


Reseña publicada en El Noroeste:



lunes, 16 de noviembre de 2020

La ciudad que el diablo se llevó - David Toscana

La ciudad que el diablo se llevó, David Toscana, Candaya, 2020 (2012), 285 págs., 17€.


Cuando uno visita Varsovia y le cuentan la destrucción sistemática de la ciudad que llevaron a cabo los nazis, se da cuenta de que todo el centro es una gran reconstrucción de la ciudad de antes de 1939. Lo que el paseante observa es la copia inexacta de una capital que ya no existe, la ciudad que el diablo se llevó como David Toscana la define en el título de esta novela.

Y es que el escritor mexicano ubica este libro alrededor de 1945, con la capital polaca devastada por la destrucción nazi y sumida en ese breve pero intenso desgobierno que suelen vivir los países liberados tras una larga ocupación o una guerra cruenta. Así, la Varsovia de la novela recuerda la Viena de El tercer hombre de Graham Greene, un lugar lleno de escombros y de cementerios repletos donde el estraperlo es la mejor forma de enriquecerse.

En esta ciudad donde la dureza de la vida no permite a sus habitantes celebrar que han superado la guerra, es donde se reúnen cada noche los cuatro protagonistas del libro para emborracharse y brindar por una amistad que nació de un episodio que los unió para siempre. Unos años antes, los cuatro viajaban en un tranvía que fue detenido por los nazis, que les anunciaron que iban a morir cincuenta polacos como venganza tras el asesinato de un alemán. En ese momento, Feliks, un hombre con rostro de niño que ha tenido que mostrar su identificación para que lo consideren un adulto, le explica al oficial nazi que en el tranvía iban cincuenta y cuatro personas, por lo que cuatro debían ser eximidos del paredón. Fue así como salvaron la vida Feliks y los tres desconocidos que desde entonces se convertirían en sus grandes amigos.

Los cuatro protagonistas forman un grupo variopinto, alcohólico, irreverente y con una única bandera: la libertad, demasiado peligrosa en un país que comienza a regirse por un opresivo régimen comunista. A Feliks, quizás por su aspecto aniñado, la guerra le ha parecido un gran juego, que continúa en la nueva época con sus mensajes en morse y su tienda de segunda mano hasta que da con sus huesos en la cárcel. Ludwick es un sepulturero que, por unas monedas, cumple los deseos de las ancianas que quieren ser enterradas con sus novios de juventud en vez de con sus maridos. Eugeniusz es un sacerdote que busca congraciarse con la curia que le ha prohibido decir misa realizando un milagro. Kazimierz es un eterno aspirante a conserje que se enamora de la enfermera Marianka, de la foto de las hermanas judías cuya casa ha ocupado, o de la señora que Ludwik acaba de enterrar.

Toscana nos ofrece una novela de gran carga poética, con episodios memorables y un orden que no siempre es cronológico pero que nos lleva a acompañar a los cuatro protagonistas de una dictadura (la nazi) a otra (la comunista). La ciudad que el diablo se llevó es una especie de farsa, cercana a menudo al realismo mágico, donde asistimos al enterramiento de una novela que no pudo ser escrita, a la resurrección de Kazimerz tras pasar tres días encerrado en una tumba, a las caricias con la mano amputada de un antiguo amante o a una borrachera con el coñac en el que se conserva el corazón de Chopin.


Reseña publicada en El Noroeste:



domingo, 1 de noviembre de 2020

Nuestra parte de noche - Mariana Enríquez

 


Nuestra parte de noche, Mariana Enríquez, Anagrama, 2019, 672 págs., 22€.


Existe una etiqueta que hace desconfiar a muchos lectores españoles y que los aleja de libros que podrían ser de su agrado si no se dejaran guiar tanto por prejuicios arraigados. Me estoy refiriendo a la de “literatura de género”, un sintagma que suele utilizarse para toda obra que no encaje en el realismo imperante entre las novelas más prestigiosas publicadas en nuestro país. Se incluyen en esta categoría obras tan diferentes como los relatos de terror, los de ciencia ficción o las novelas negras. La concesión de un premio tan prestigioso como el Herralde a un libro en el que lo sobrenatural posee tanta importancia como este Nuestra parte de la noche puede, por lo tanto, sorprender, pero son varias las razones que explican que la última novela de Enríquez haya escapado de esos prejuicios de los que hablábamos.

La primera, y seguramente la más importante, es la propia calidad de la obra. La autora argentina nos ofrece una novela enorme, con personajes de una enorme profundidad y que trata temas de gran calado como el poder de cierta oligarquía, la dictadura argentina, las relaciones familiares y los cambios sociales producidos en las últimas décadas. Lo hace sin renunciar a mezclar el realismo hegemónico, la base de una novela ubicada en escenarios reales de Argentina y Londres, con episodios fantásticos que, pese a su menor presencia, tienen una importancia central en la novela.

Es en estos pasajes donde encontramos uno de los pocos puntos débiles, a mi juicio, de Nuestra parte de noche. Como suele ocurrir en los relatos fantásticos, el mundo de los fantasmas o de los muertos en el que se introducen los personajes de la novela tiene sus propias reglas, que la narradora debe explicar al lector, ya que no son las del universo real. Se trata de un recurso necesario para que comprender qué está permitido y qué no en esta dimensión y cómo influye en la vida de los protagonistas, pero que a veces ralentiza el ritmo de la obra.

De todas formas, Enríquez integra perfectamente estos episodios fantásticos, y este es otro de los aciertos del libro, valiéndose de ambientes donde estos hechos se adecúan con facilidad como son la selva o las reuniones de una sociedad secreta y exclusiva, la Orden, formada por adoradores de un rito de tintes satánicos pero unidos también por su poder económico y político.

Otro de los aspectos destacados de Nuestra parte de la noche es el retrato que hace de las difíciles relaciones que se suelen establecer entre la familia. El texto cuenta cómo una rica familia argentina perteneciente a la Orden, adopta y un niño pobre y soluciona sus problemas cardiacos porque descubren que es un médium capaz de establecer comunicaciones con la Oscuridad, acto fundamental para este culto secreto. Este niño, Juan, acabará teniendo junto a Rosario, otro miembro de la familia, un hijo, Gaspar, que también es médium. La novela se centra en esa doble dinámica de protección de la nueva generación y oposición a la anterior que es habitual en las familias poderosas, ávidas de perpetuar su poder, pero que aquí adquiere una nueva dimensión por los poderes de Gaspar.

En definitiva, estamos ante una excelente novela que transita varias décadas de la historia familiar y de Argentina y que en cuya crudeza, los sacrificios y torturas de la Orden, encontramos ecos de los desmanes provocados por la dictadura militar con la connivencia, cuando no colaboración, de la oligarquía del país.  

Reseña publicada en El Noroeste:



martes, 13 de octubre de 2020

La máscara humana - José Lorente


La máscara humana, José Lorente, Ediciones en Huida, 2020, 138 págs., 15€. 

La etiqueta de “literatura generacional” suele ser bastante engañosa, ya que se suele circunscribir a novelas o colecciones de relatos escritos por jóvenes que crean personajes que descubren la vida mediante hechos significativos y a veces traumáticos. En cualquier caso, es muy habitual que el autor ofrezca al lector tramas protagonizadas por alguien que atraviesa la misma etapa de la vida que él. Es lo que ocurre en La máscara humana, el excelente debut del murciano José Lorente, que nos ofrece un conjunto de cuentos protagonizados mayoritariamente por personas en la treintena.  

Los personajes de estos relatos han llegado a esos años en los que se cumple el verso de Gil de Biedma y la vida comienza a ir en serio. Los planes de la primera juventud, los sueños de la adolescencia y las fabulaciones de la infancia se han convertido para ellos en una realidad que no siempre es agradable y que parece que protagonizará el resto de sus existencias. Así, encontramos a prometedores escritores que se han tenido que conformar con el oscuro pero seguro trabajo de negro literario, “Punto y coma”, hombres que no son capaces de enfrentarse a una infidelidad, “Aurora boreal”, mujeres que no saben cómo deshacerse de sus ligues, “Vienen los amigos a cenar”, o padres que manejan mal la paternidad tras el divorcio, “En la oscuridad”. Son muchos de estos treintañeros personas varadas en un presente del que no saben cómo escapar aunque lo intenten con un embarazo, “Uróboros”, con una cita con el amor platónico de la época del instituto, “El hombre Omega”, o con una nueva relación, “Balconing”. La amargura y la desesperanza marcan todos estos relatos que ofrecen un retrato acre y afilado de la llegada a la madurez.  

Mucho mayor empuje vital parece existir en los personajes que aún transitan la adolescencia, una etapa en la que todavía se tiene toda la vida por delante y en la que un error o una experiencia negativa, como las que experimentan los protagonistas de estos cuentos, no son definitivos. Esta sección de La máscara humana estaría formada por “Toda la tarde comiendo pipas en el parque”, en el que el personaje principal se debate entre su grupo de amigos de siempre y sus nuevas aficiones, “Lesbianas de temporada”, sobre la dificultad para establecer relaciones para una chica lesbiana que, además, vive en una zona de veraneo, y “La vegetación de un planeta extraño”, sobre los suicidios de varios adolescentes.  

Aunque los relatos de Lorente son mayoritariamente realistas y ubicados en un entorno cercano y reconocible, el autor sabe romper la monotonía en la que podría caer un libro como este, repleto de historias cotidianas y reconocibles, con giros sorprendentes en algunos finales y con dos recursos de gran eficacia. El primero sería el uso de la alegoría, mecanismo sobre el que se construyen varios de los relatos; por ejemplo, dos amantes vistos desde una cámara térmica se convierten en una aurora boreal y los miembros de una pareja en caída libre (literal y metafórica) se asemejan a las piezas del Tetris. El segundo recurso es el tono fantástico de algunos de los relatos, en los que encontramos muertos revividos, textos con el poder de provocar el suicidio y el tema del doble. Este último es tratado de manera muy original en “Estrella de mar”, uno de los cuentos más redondos de un conjunto más que notable.


Reseña publicada en El Noroeste:



miércoles, 7 de octubre de 2020

Centroeuropa - Vicente Luis Mora


 


Centroeuropa, Vicente Luis Mora, Galaxia Gutenberg, 2020, 181 págs., 18€.

              

Pocas zonas del mundo tienen un pasado tan convulso como Centroeuropa; quizás por tratarse de una encrucijada en la que han confluido numerosas tribus, imperios y estados, la gran llanura que se extiende entre los Alpes y el mar ha sido testigo de frecuentes modificaciones de sus fronteras y de numerosas guerras. Vicente Luis Mora imagina en su última novela que este territorio que ha servido en tantas ocasiones de campo de batalla, es en realidad un gran cementerio de soldados de distintos países y épocas.

Esta metáfora del pasado de la tierra centroeuropea, se convierte en palpable realidad en la finca de Redo; es este un vienés que en los años treinta del siglo XIX se establece en Szonden (Prusia) para comenzar una nueva vida y que al cavar una tumba donde enterrar a su esposa Odra, fallecida durante el viaje por una bala perdida de (precisamente) un militar francés, observa que el terreno está lleno de cadáveres de soldados. El hallazgo pasa de sorprendente a fantástico al encontrar en cada nueva prospección el doble de cuerpos, por pertenecer estos a distintos ejércitos del pasado y del futuro y por mantenerse congelados incluso cuando la primavera llega. El suceso atrae la atención de todo el pueblo, que discute con serenidad germánica qué hacer con los cadáveres, y determina la llegada de Redo al villorrio.

Sin embargo, este llamativo hecho inicial acaba adquiriendo un carácter secundario y la novela se centra en la aclimatación del protagonista al pueblo. A pesar del macabro hallazgo y del hecho de que Redo sea forastero y el primer campesino libre de la zona, el vienés es recibido cordialmente en Szonden. Allí encuentra vecinos colaboradores como Hans, jóvenes nobles atraídas por su frondosa barba como Johanna, e intelectuales con los que traba amistad como Jakob, que se convierte en su maestro. Con todos ellos Redo mantendrá una estrecha y prolongada relación marcada por el gran secreto que debe guardar. Es este, y no el descubrimiento de los cuerpos en su terreno, el leit motiv del libro; el protagonista había proyectado junto a Odra la vida que iban a llevar en Szonden y que les iba a permitir escapar de sus humildes orígenes y vivir juntos su amor. La muerte de la mujer no arredra al  protagonista, que continua con el plan establecido soportando él solo ese secreto que si bien no se explicita, el lector adivinará a lo largo del libro. Creo, por lo tanto, que el tema principal de la novela es la dificultad de llevar una vida en la que estés obligado a mantener una mentira y no poder mostrarte como realmente eres ni siquiera ante tus mejores amigos.

Además de este asunto de gran calado representado por la ambigua existencia de Redo en Szonden, Vicente Luis Mora dispone en Centroeuropa de otros temas de gran interés como la inoperancia de la burocracia, el sinsentido de la guerra y la necesidad de conocer el pasado para no repetir sus errores. La tierra fronteriza en la que Redo se establece, a orillas del río Oder, ofrece como una panoplia los estragos de las guerras del pasado en cuanto se raspa la productiva superficie de sus campos.

Otro dos aspectos que considero que ayudan a convertir a Centroeuropa en una gran novela que evita esa tendencia mayoritaria a retratar el presente que existe en la narrativa española actual, son su estilo y su estructura. El primero destaca por el uso de palabras cotidianas tanto en el siglo XXI como en el XIX, uno de los objetivos del autor como ha reconocido en una entrevista. En cuanto a la estructura, aunque se usa la primera persona y Redo es el narrador, existen varias notas de una supuesta traductora que comenta las incoherencias o errores de la historia en un juego de niveles narrativos que recuerda al Quijote

domingo, 27 de septiembre de 2020

Una amor - Sara Mesa

Un amor, Sara Mesa, Anagrama, 2020, 185 págs., 18€.  

En el ambiente rural, ser el forastero no suele resultar sencillo. En comunidades pequeñas en las que todo el mundo se conoce y que están entretejidas por una serie de relaciones familiares o de vecindad que a menudo se remontan a varias generaciones anteriores, es complicado integrarse y sólo se consigue, en el mejor de los casos, tras mucho tiempo y esfuerzo. La desconfianza hacia el que viene de fuera suele ser mayor si es una persona extranjera o una mujer sola, como Nat, la protagonista de esta estupenda y magnética novela de Sara Mesa, una de las narradoras más interesantes de la literatura española actual.  

Y es que Natalia es una mujer joven que abandona una ciudad, la ficticia Cárdenas, para instalarse en una destartalada casa de una aldea llamada La Escapa. Nat decide cambiar de aires tras una situación laboral violenta y también de profesión: de traductora técnica en una empresa a autónoma intentando abrirse paso en la mucho más artística pero también menos lucrativa traducción literaria. Su condición de forastera y de mujer independiente serán una losa para su estancia en un entorno que se le presenta más que agresivo, indescifrable; por mucho que lo intente, es incapaz de entender los códigos que rigen en La Escapa y que a menudo están motivados por situaciones del pasado que ella desconoce. La protagonista de Un amor se siente perdida y comienza a caer en un pozo de desesperación por su relación con la comunidad y, en concreto, con tres de los hombres que la forman.  

El más cercano a ella desde el principio será Píter, un vecino que le ofrece su amistad, pero que también parece obligarla a integrarse en la comunidad. Este hombre actúa con Natalia con ese paternalismo que ciertas personas usan para adultos en situaciones desfavorables y que si bien tratan de ayudar, no dejan de mostrar hacia ellos una superioridad moral que pone al ayudado en una situación subalterna.  

El casero es uno de los personajes más reconocibles del libro; Sara Mesa utiliza un estereotipo que desgraciadamente sigue siendo frecuente en nuestra sociedad. Representa el casero al misógino que desprecia en las mujeres cualquier atisbo de independencia y que siente hacia ellas un odio cerval. Su relación con Nat está marcada desde el principio por un desprecio machista mezclado con cierto interés libidinoso.  

El tercero de estos personajes masculinos de personalidad marcada sobre los que la estancia de Natalia en el pueblo gravitará es Andreas. Establece con él una relación sicalíptica y extraña, en la que el afecto parece estar desterrado y que acabará minando los nervios de Nat, incapaz de traspasar la coraza de un hombre ermitaño y callado con el que sólo parece capaz de comunicarse en la cama. La brusca manera en la que comienza esta historia entre ambos es sorprendente para ella, pero parece mostrarle que en aquel lugar se siguen aún ciertos códigos atávicos perdidos hace tiempo en la ciudad.     

Nat se sentirá impotente ante estos tres hombres y ante la cerrada e indescifrable sociedad de La Escapa y volcará su afecto en Sieso, el chucho indolente y arisco que le entrega el casero y que ella trata de educar de un modo que sabe que es incapaz de hacer con los seres humanos que la rodean.

Reseña publicada en El Noroeste:


lunes, 14 de septiembre de 2020

Basilisco - Jon Bilbao

 

Basilisco, Jon Bilbao, Impedimenta, 2020, 290 págs., 18€.

 

En España tienen una fama terrible, al menos entre la crítica, las novelas del oeste; creadas al calor del éxito del cine de vaqueros dentro de la llamada literatura popular o de kiosco, se trata de un subgénero que pronto devino en un mero entretenimiento de evasión que disponía de unos pocos tópicos y de unos personajes estereotipados en tramas repetitivas y efectistas. Sin embargo, el territorio del oeste americano ha demostrado en el cine sus múltiples posibilidades narrativas al enfrentar a sus protagonistas a situaciones extremas en territorios despiadados.

En España, quizás por esa consideración negativa que tienen las novelas populares del oeste, los narradores actuales apenas han visitado el subgénero, salvo con contadas y curiosas excepciones como Duelo en Marilyn City (2003), donde Eduardo Mendicutti hacía una revisión del western desde una perspectiva LGTBI. Por ello, puede sorprender que un narrador de la trayectoria de Jon Bilbao, con libros que tan buena acogida han tenido entre la crítica como Estrómboli (2017) o El silencio y los crujidos (2018), opte en Basilisco por la tan denostada y apolillada novela del oeste.

Esta aparente paradoja se rechaza rápidamente tras la lectura del libro, con la que descubrimos que, en primer lugar, Bilbao evita los tópicos del género y el efectismo de sus giros más tradicionales, y que, en realidad, la historia de vaqueros de Basilisco sólo ocupa una parte de la novela. En esta sección el narrador asturiano ubica la historia en territorios como Nevada, Utah o Idaho en la segunda mitad del siglo XIX y se vale de algunos de los estereotipos del género: el pistolero solitario y atormentado, John Dunbar, el joven intelectual que deja la ciudad para vivir la experiencia del Oeste, Patrick Clement, o la prostituta que busca protección, Úrsula. De manera intermitente, en los distintos capítulos de esta parte del libro vamos recorriendo la vida del magnético y poliédrico Dunbar, desde su aparición en la vida de su hermano pequeño años después de abandonar la casa familiar, a su trabajo como guía en una expedición científica, hasta su retiro en la montaña.

A pesar de que esta novela del oeste ocupa un lugar importante en el libro, se trata de una historia del nivel hipodiegético, es decir, que depende de otra trama principal. En esta tenemos a un escritor contemporáneo a quien, en una visita a un rancho de Nevada, le cuentan la historia de Dunbar, lejano antepasado de la anfitriona. A partir de ahí, Basilisco va alternando la narración de la historia del enigmático vaquero con la de la vida del escritor. Con el paso de las páginas vamos descubriendo coincidencias entre Dunbar y el narrador: la difícil relación con la familia, la insatisfacción vital, la necesidad de aceptar trabajos alimenticios, etc. El juego de espejos va más allá con la presencia de aspectos de la vida del autor que se asignan al narrador: su formación como ingeniero, la publicación de relatos o su infancia en Ribadesella. Creo que esta “matrioshka” de personalidades es bastante evidente, por lo que considero innecesario ese episodio, entre lo fantástico y lo onírico, en el que Dunbar aparece dentro de un cuerpo que a su vez está dentro de otro.

La estructura del libro suma a la complejidad ya reseñada un relato inserto, “La playa del naufragio”, escrito en tercera persona y adjudicado posteriormente al narrador. Se trata de un cuento excelente en el que Jon Bilbao confronta al protagonista con un dilema difícil de resolver y que termina de configurar a Basilisco como una obra notable.

Reseña publicada en El Noroeste:


 

viernes, 31 de julio de 2020

Cuadernos de tierra - Manuel Moyano





Cuadernos de tierra, Manuel Moyano, Menoscuarto, 2020, 165 págs., 17€.

En 1845, el escritor Henry David Thoreau se retiró a vivir a una cabaña que había construido en la orilla del pequeño lago Walden, a las afueras del pueblo de Concord (Massachusetts). Años después publicó Walden, la vida en los bosques, un ensayo en el que cuenta los meses que pasó en aquel apartado lugar y en el que defendía que el ser humano podía sobrevivir sin muchas de las “comodidades” que acumulamos en nuestros hogares. Aunque no cita a Thoreau, sí a su mentor Emerson, Manuel Moyano sigue en cierta medida en este Cuadernos de tierra la filosofía de Thoreau ya que relata varias excursiones que realizó para alejarse por unos días de su tranquila vida, construyendo así lo que podríamos definir como un Walden en movimiento.
Cumplidos los cuarenta y cuatro años, el narrador nacido en Córdoba y afincado en Molina de Segura, se vio impelido a echarse al camino por razones que ni él mismo se llega a explicar. Quizás sea por esa crisis de los cuarenta que sufren muchos hombres cuando el vigor de la juventud parece abandonarles, o para autoconvencerse de que no son esos burgueses que parecen por su vida familiar y su trabajo estable. En cualquier caso, y como le sucedía a Ned Merrill, el nadador de Cheever, una mañana de verano emprende una aventura cuyo objetivo real es ponerse a sí mismo a prueba.
Moyano decide remontar el río Segura hasta su nacimiento en una caminata que le enfrentará con sus propios límites y que, finalmente, no podrá culminar debido a un inoportuno esguince. Sin embargo, en las jornadas en las que, siguiendo el curso del río, lo llevan a travesar las ardientes tierras murcianas y albaceteñas, en las que debe refrescarse en acequias y pozas, dormir al raso y pedir agua a desconocidos para saciar la terrible sed que el sol agosteño le provoca, el caminante logra su objetivo más profundo. Si bien no alcanza la meta geográfica, el narrador consigue olvidar las preocupaciones cotidianas para adquirir una especie de estado de trance que sólo se consigue cuando se camina varias jornadas seguidas.
Son muchas las anécdotas de este y de los otros cuatro viajes a pie que le siguen (todos por las tierras del Sureste peninsular) y que muestran que el acto de vagabundear sin un fin concreto es visto por la mayor parte de la sociedad como algo raro cuando no sospechoso. Moyano deleita al lector con minuciosas descripciones de la flora y la fauna de los parajes que recorre y, lo que es más interesante, con las personas con las que se cruza. Estas últimas y las conversaciones que el autor mantiene con ellas serán las fuentes de la otra sección de este Cuadernos de tierra que comparte el protagonismo del libro con la narración de las caminatas: el relato de varios sucesos acaecidos en los pueblos que recorre.
Nuestro autor, que gracias a su experiencia como literato sabe detectar dónde hay una historia que merece ser contada, vuelve a los pueblos para recabar más información y se entrevista con testigos y expertos. Son historias como el cruel ajusticiamiento de tres hombres durante la Guerra Civil, el asesinato de un agricultor a manos de un vagabundo alemán y las vivencias de un nazi croata durante los años cincuenta, sesenta y setenta en un minúsculo pueblo alicantino.

Reseña publicada en El Noroeste:


lunes, 20 de julio de 2020

Las alegres, Ginés Sánchez


Las alegres, Ginés Sánchez, Tusquets, 2020, 310 págs., 18€.


            Ya en su última novela, Mujeres en la oscuridad (2018), otorgaba Ginés Sánchez el protagonismo absoluto a los personajes femeninos. Eran aquellas mujeres, Tiff, Miranda y Julia, tres desconocidas que por diversos motivos acababan emprendiendo una huida juntas y conformando un grupo, una especie de sororidad, para vengarse de una serie de hombres poderosos que deseaban recuperar el misteriosos paquete que ellas custodiaban. Aunque tiene un planteamiento y un tono muy diferentes, Las alegres mantiene el leit motiv de la sororidad como respuesta a la violencia que los hombres ejercen hacia las mujeres. Sin embargo, los casos particulares de las protagonistas de Mujeres en la oscuridad, también los hay en este libro, se trasladan en Las alegres al ámbito público, provocando que la venganza se convierta, finalmente, en una cuestión de estado.

               Sánchez crea con habilidad una ciudad ficticia, Cheetah, que aglutina rasgos de varios territorios de América Latina pero que no podemos ubicar en unas coordenadas concretas. Imagina así una megalópolis que sufre una oleada de asesinatos machistas que provoca que una parte de la población, mayoritariamente femenina, se comience a organizar para hacerle frente. El Movimiento Artemisia Gentileschi  convoca manifestaciones y caceroladas como repudia al feminicidio; dentro de él se organiza el Comité Stella Valenzuela, nombre de una de las víctimas, amparado por un sacerdote y comandado por Sofía Navarro y Fernanda Salazar, que ofrecen apoyo a las mujeres maltratadas y patrullan las calles para evitar más ataques. Entre Sofía y Fernanda se produce un enfrentamiento sobre la conveniencia de utilizar la violencia como respuesta, posición que defiende Sofía y que acaba desembocando en la creación de Las Alegres, un comando terrorista que comienza a asesinar a hombres en Cheetah.

            Como vemos, la estructura en forma de muñeca rusa de las organizaciones feministas muestra las distintas formas de implicación en la lucha contra la violencia machista: la protesta, la colaboración y la venganza. La elección de esta última por parte de Las Alegres acaba provocando la que considero que es la escena central de la historia: el maltratador Ezequiel Silva sufre un ataque de pánico al dirigirse a su coche en un oscuro aparcamiento porque cree que puede ser la siguiente víctima del comando. Esta situación nos lanza una triste pregunta: ¿acaso sólo conociendo en carne propia el mismo miedo que muchas mujeres sufren en espacios públicos solitarios acabarán los maltratadores empatizando con sus víctimas? Se nos muestra así la deshumanización que estas sufren por parte de sus verdugos y que creo que es el mensaje principal de una novela que en ningún caso, tal y como deja claro el autor en la advertencia final, justifica la violencia.

            Otro de los aciertos del libro es su carácter polifónico y su protagonismo coral. El primero muestra diversas variantes de acercamiento al tema y es creado por el autor gracias a la mezcla de capítulos de narración más tradicional, con un narrador omnisciente en tercera persona, con otros, especialmente en la sección titulada “Las alegres”, que reproducen conversaciones, entrevistas, informes o pies de foto. En cuanto al protagonismo colectivo, nos ofrece diversas perspectivas de la historia, ya que acompañamos en varios capítulos a víctimas, maltratadores o a sus hijos. A pesar de esta variedad, Sánchez parece otorgar mayor peso a varios  preadolescentes, que en una edad tan problemática ejercen la violencia contra la mujer (Luiz y Benjamín), la sufren (Cynthia) o son testigos de ella (Hugo y Alessandro).

Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 5 de julio de 2020

La invención de la realidad - Pedro Pujante



La invención de la realidad, Pedro Pujante, Murcia Libro, 2020, 172 págs., 12€.

Si uno es un lector atento y tiene ciertos conocimientos de literatura, es capaz de intuir sin dificultades las influencias que han recibido la mayoría de los autores que lee. Salvo un puñado de escritores radicalmente originales o que se muestran refractarios a mostrar sus filias, la gran parte de los que escribimos transitamos sendas abiertas previamente por aquellos literatos que más nos han marcado. Es el caso, sin duda, del autor murciano Pedro Pujante, autor de una sólida trayectoria dentro de la literatura fantástica y de la ciencia ficción en cuyos libros se perciben las huellas de sus lecturas, especialmente, de Enrique Vila-Matas o de Franz Kafka. De hecho, Las suplantaciones (2019), su última novela, es una reformulación de La metamorfosis y en Las regiones inferiores de la muerte (2018) aparece Vila-Matas como personaje.
Debido a este profundo conocimiento de sus referentes que se observa en sus novelas y cuentos, no es extraño que Pujante, que también es crítico e investigador, haya publicado este ensayo titulado La invención de la realidad, que recoge treinta y ocho artículos de tema literario. Colaborador habitual de varios medios de comunicación, el autor murciano maneja un estilo divulgativo, en el que mezcla con soltura la erudición y la amenidad. Además, la breve extensión de la mayoría de los artículos y la ausencia de algunas convenciones que lastran la fluidez de la recepción del ensayo académico (notas a pie de páginas, referencias bibliográficas) convierten este libro en una obra de gran interés para cualquier aficionado a la literatura, sea cual sea su nivel de conocimiento sobre ella. Pujante, además, tiene la capacidad de trazar genealogías entre obras que aparentemente están alejadas en el tiempo, en el espacio o incluso en el género (son muchas las películas que en el volumen se citan) para crear constelaciones culturales en torno a un tema determinado.
La invención de la realidad se divide en cuatro partes, de las cuales la primera es la más extensa y heterogénea. Tomando como formato la reflexión sobre un asunto relacionado con la literatura sustentada en diversos ejemplos de obras relacionadas con el tema elegido, en esta sección, homónima al libro, repasa varias de las grandes cuestiones que han obsesionado a los especialistas a lo largo de los siglos. Así, hay artículos dedicados al tema de la ficción, los inicios, los mitos, el colonialismo, los espacios de creación de los escritores, la “muerte” de la novela o los finales. También se visitan temas más extraños como la literatura creada desde la cárcel, la publicada post mortem, los farsantes o los personajes abúlicos. No faltan textos que se detienen en un autor concreto, Shakespeare, en una obra, Rayuela, o en un personaje, Hamlet.
Las otras tres secciones del libro están dedicadas a tres de las obsesiones del Pedro Pujante autor, por lo que se deduce de sus novelas y relatos, y, por lo que se ve aquí, también de su perfil como crítico. En los cinco artículos de la segunda parte disecciona algunos aspectos de la obra de Enrique Vila-Matas, demostrando una vez más un gran conocimiento de este narrador. En “Más allá de lo fantástico”, dedicada a este género, destaca el artículo sobre el rumano Mircea Cărtărescu, autor al que Pujante le dedicó recientemente un libro teórico. Esta interesante y amena colección de breves ensayos que es La invención de la realidad finaliza con otros seis textos, agrupados bajo el título de “En un futuro imaginario”, dedicados a géneros como la distopía o la ciencia ficción. 

Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 28 de junio de 2020

Vacas - José Bocanegra



Vacas, José Bocanegra, La Marca Negra, 2020, 134 págs., 15€.

Ejerce la Cornisa Cantábrica una poderosa atracción para los habitantes del sur del país. Quizás sea por el verde de sus paisajes, por la tranquilidad de su vida rural o por el embravecido mar que aparece tras sus abruptos acantilados, pero es innegable ese magnetismo de nuestras antípodas españolas. Esta atracción es la que siente Vincent, el protagonista de Vacas, que deja durante un verano el Mar Menor donde habita para disfrutar de las olas del Cantábrico, mucho más adecuadas que las murcianas para practicar su afición: el surf.

La novela relata las semanas que este personaje y su fiel perra Greta pasan en diversas localidades de Cantabria, Asturias y el País Vasco. Vincent se va alojando en todas ellas en casas perdidas en el monte o ubicadas en pequeños pueblos y en las que le dejan pernoctar a cambio de echar una mano en las labores de acondicionamiento de la vivienda. Es una manera perfecta de viajar para alguien que, como él, nunca tiene dinero suelto en el bolsillo y quiere disfrutar de las imponentes playas cantábricas donde se integra sin problemas en la “tribu” surfista.

La variedad de viviendas en las que Vincent pasa sus vacaciones norteñas y el ambiente relajado y alternativo que proporcionan la mayoría de los anfitriones permiten que a lo largo de la novela, y del verano del protagonista, vayan apareciendo una multitud de personajes interesantes. Entre ellos destaca Ron, un antiguo marino, que le cuenta sus peripecias en barcos que recorrían el mundo entero como si de un autobús de línea se tratara, en plataformas petrolíferas del Mar del Norte o en aserraderos de las selvas paraguayas. Vincent, un tipo de espíritu independiente y errante como demuestra su manera de viajar y que su principal ocupación sea jugar al póker por internet, se siente irremediablemente atraído por las historias del veterano Ron.

El continuo movimiento que durante el verano viven Vincent y Greta, como las olas en el mar los arrastra constantemente la necesidad de encontrar un nuevo alojamiento, queda reflejado también en la particular manera de narrar de Bocanegra. El libro está compuesto por numerosos y breves capítulos que, a su vez, están integrados en su mayoría por frases cortas. En Vacas se percibe la influencia de novelas de la generación beat como La carretera de Kerouac, y no sólo por el subtítulo de “road novel”, sino por la concatenación de oraciones yuxtapuestas, brevísimas como imágenes que saltan un segundo a la retina del lector y que hacen un continuo uso de la elipsis y de la interjección “hum”,  

A esta manera de narrar, que puede desconcertar a lectores habituados a relatos más tradicionales, se le une cierta tendencia a lo onírico en algunos fragmentos. Se trata, por ejemplo, de las historias de Labret, un amigo del protagonista que tiene varias experiencias en un manicomio, y de la aparición del poeta murciano Soren Peñalver acompañado por unas vacas en una playa marmenorense. Las escenas protagonizadas por ambos personajes se intercalan en varias ocasiones en el relato del verano cantábrico de Vincent. Además, Bocanegra alterna la primera persona, la tercera e incluso la segunda, provocando que se acreciente esa variedad de formas discursivas que otorgan a este peculiar e interesante libro cierta imagen de collage.

domingo, 21 de junio de 2020

Diario de Luxemburgo - Juan Antonio Franco López



Diario de Luxemburgo, Juan Antonio Franco López, Creaciones Luxemburgo, 2020, 172 págs., 15€.


Existe una palabra que en los últimos años se ha puesto de moda al hablar de psicología: empatía. Se trata de un sentimiento del que carece gran parte de la población española con respecto a los inmigrantes; por mucho que nos solidaricemos con su situación, es difícil ponernos en su lugar, porque no hemos sufrido esta experiencia tan brutal. Incluso los españoles que tuvieron que emigrar durante la reciente crisis económica lo hicieron con unas condiciones, afortunadamente, mucho mejores que los que cruzan el Estrecho. 

Para cultivar esta empatía hacia el otro, hacia el inmigrante, especialmente entre los más jóvenes, es fundamental que aparezcan libros como este Diario de Luxemburgo de Juan Antonio Franco López. Se trata de un testimonio de primera mano de una época no demasiado lejana, apenas un par de generaciones de la actual juventud, de cuando Europa recibía mano de obra barata proveniente de nuestro país. Años en los que muchos españoles huían de la pobreza y, a veces también, de la Dictadura, para prosperar igual que hoy lo intentan los sudamericanos, africanos o ciudadanos del este de Europa que eligen nuestro país como destino.

El libro recoge el diario que escribió un emigrante español, Antonio, durante los meses que pasó trabajando en Luxemburgo en 1964. El responsable de la edición es su nieto, Juan Antonio, que recibió poco antes de que su abuelo muriera el texto original que Antonio había guardado durante décadas. Dos generaciones distintas unidas por la necesidad de contar una historia que no sólo definió a su familia, sino a una parte importante de la población española de los años 60.

Antonio va contando de manera sencilla y franca las experiencias que vive desde que parte de la murciana estación del Carmen hasta que el diario se interrumpe seis meses después. Tras el extenuante viaje repleto de incomodidades, cambios de trenes, dificultades para entenderse con los franceses y el frío del invierno europeo, el protagonista y sus amigos, Paco, Macareno, Perico y el Tremendo, arriban por fin a Luxemburgo, donde con la ayuda de otros españoles encuentran alojamiento y trabajo.

A partir de ahí se suceden los días de extenuante faena abriendo zanjas, preparando canales o moviendo ladrillos. Antonio debe aguantar el trato vejatorio de los jefes, que desconfían de esos desharrapados del sur que son para él los peones españoles, y unas condiciones que hoy nos indignarían y que provocan que los accidentes laborales sean frecuentes. Pero lo peor, tal y como refleja el autor del diario en las páginas más íntimas, son los periodos de descanso en los que el recuerdo de la familia y el poco dinero que logra ahorrar provocan sus lágrimas.

Sin embargo, también se ofrece en Diario de Luxemburgo la perspectiva más positiva de la vida del emigrante. Destacan entre ellas las juergas con Walter, un trabajador alemán que hace buenas migas con Antonio, la fascinación por el paisaje centroeuropeo, el compañerismo entre los emigrantes o la sorpresa por las modernas costumbres de las mujeres luxemburguesas.

Estamos ante un libro que más que por sus méritos literarios debo recomendar por sus valores sociales y por ser un testimonio de primera mano de una parte reciente de nuestra historia, una época en la que el español era el otro.  

Reseña publicada en El Noroeste:


domingo, 7 de junio de 2020

Búnker - Toteking



Búnker, Toteking, Blackie Books, 2020, 232 págs., 20€.


Que un escritor debutante cuente con el apadrinamiento de Enrique Vila-Matas, seguramente el autor español que más ha influido a los narradores de las últimas décadas, llama la atención. Si a este marchamo, ratificado con un elogioso prólogo, se le suma que la ópera prima es publicada por una editorial tan respetada como Blackie Books, las expectativas ante el volumen se acrecientan. Sin embargo, ninguno de estos dos hechos llamará más la atención al lector que se acerque a Búnker que la profesión de su autor: rapero. Existen numerosos prejuicios, al menos en España, con respecto a este género musical, especialmente en los ambientes más rancios, que lo consideran como una manifestación cultural inferior, incluso con respecto a otros tipos de música.

Toteking, alias del sevillano Manuel González Rodríguez, es uno de los raperos de mayor éxito y prestigio en nuestro país. Pertenece a la generación que protagonizó el despegue del hip hop español a finales de los noventa y los primeros años del siglo XXI. Sus primeros discos, junto con los de la Mala Rodríguez, El Chojin, Violadores del Verso, Nach o sus paisanos de SFDK, supusieron un salto cualitativo y lo convirtieron en un icono del rap patrio, puesto que aún hoy mantiene. Dentro de este mundo, Toteking siempre fue visto en parte como un rara avis por unos intereses culturales, estudió Filología Inglesa, que pueden llegar a ser sospechosos en una género donde la autenticidad se mide por las experiencias callejeras que acumules. Es curioso que veinte años después de su debut discográfico, Toteking vuelva a situarse como un outsider, en esta ocasión dentro de la literatura.

El autor de Búnker es consciente de su excentricidad dentro del rap y de sus rarezas, algunas de ellas relacionadas con el Trastorno Obsesivo Compulsivo que sufre, y en el libro se detallan algunas de estas obsesiones. Tote se presenta al principio como un misántropo, el título de la introducción (“Odio”) es bastante definitorio, pero tras el profundo repaso a su vida que es el libro, acaba convenciéndose de que lo único que odia son algunos convencionalismos de la sociedad que le ha tocado vivir. Estamos pues ante un libro que se puede definir como de “autoconocimiento”, pero que evita lanzar un mensaje moral ni aleccionador y en el que la conclusión es sólo una consecuencia de ese repaso vital que el autor realiza.  

En Búnker encontramos algunos de los temas que ya han aparecido en sus canciones: la literatura, de la que se define como “yonqui”, la música, mucho más allá del hip hop, el cine, posee una colección inabarcable de películas, o el baloncesto. En casi todas estas aficiones se siente la huella del padre recientemente fallecido y al que se le dedica uno de los capítulos más emotivos.

El libro gustará especialmente a los aficionados a la música de Toteking; descubrimos sus orígenes en el rap, las anécdotas de las que surgieron algunas de sus canciones más conocidas y también las miserias de la fama y de la vida del artista. Sin embargo, y más allá del interés por conocer mejor a una de las estrellas del rap del país, Búnker puede agradar a un lector ajeno a este tipo de música gracias especialmente a capítulos de aliento más literario como “Salto”, en el que la estructura discursiva imita las asociaciones de ideas que se producen en la mente del autor, o “Gansbaai Hooligan”, donde la influencia de Vila-Matas es patente.

Reseña publicada en El Noroeste:



domingo, 31 de mayo de 2020

Microrrelatos - José Moreno Villa



Microrrelatos, José Moreno Villa, edición de Darío Hernández, Málaga, Azimut, 2019, 72 págs., 15€.
El proceso de conformación del canon del microrrelato en España se ha enfrentado a dos etapas totalmente opuestas; en un primer lugar, los especialistas se topan con una gran escasez en el corpus del género en las décadas de su formación hasta su consolidación. Tras una etapa en la que esta forma narrativa es cultivada por un número cada vez mayor de autores, en los años anteriores y posteriores al cambio de milenio, entraríamos en una segunda etapa totalmente diferente a la primera. A partir de la “democratización” de la publicación que trae aparejada el desarrollo de Internet, nos encontramos con un proceso de atomización. En estos últimos años el género es cultivado por una cantidad numerosísima de autores y el corpus se convierte en inabarcable.
Este libro editado por el especialista en minificción Darío Hernández viene a ayudar con el primero de los problemas expuestos: nos ayuda a conocer los microrrelatos de un autor que, por derecho propio, debe figurar en el canon de la primera época del minicuento español: José Moreno Villa. Hernández es autor de una tesis doctoral y de una antología, Un centímetro de seda (2016), centradas en los orígenes del género en España, es decir: las Vanguardias y el Modernismo. Por lo tanto, se trata de un teórico con un profundo conocimiento de esta etapa de la minificción en nuestro país y que detectó la necesidad de que, al igual que ha ocurrido con otros autores como Federico García Lorca o Juan Ramón Jiménez, los microrrelatos más breves del autor malagueño se agruparan en un volumen.
Esta labor filológica de rescate y puesta en contexto es la primera virtud del libro; Darío Hernández rescata los textos narrativos brevísimos de un escritor con el que se enfrenta a una doble dificultad que no hallaban, por ejemplo, las editoras de la minificción de García Lorca y Juan Ramón: la menor relevancia en el canon literario de la época de José Moreno Villa y los pocos microrrelatos que publicó. La primera traba quedó solventada por el interés de la editorial Azimut, malagueña como el autor de estos textos. A la segunda se enfrenta el antólogo actuando con rigor y evitando la tendencia de algunos críticos a dar gato (cualquier texto breve) por liebre (minicuento). Así, Microrrelatos hace honor a su sucinto y definitorio nombre y nos presenta tan sólo diecinueve minicuentos que son completados con otras tantas ilustraciones de Daniela Miazzo y con una interesante y necesaria introducción crítica de Darío Hernández.
En cuanto a los textos de Moreno Villa, todos procedentes del misceláneo volumen Evoluciones. Cuentos, Caprichos, Bestiario, Epitafios y Obras paralelas (1918), se agrupan en tres secciones y un anexo. En la primera podemos incluir los dos microrrelatos que, bajo el epígrafe de “caprichos”, reducen a la extensión de la página impresa dos leyendas medievales. A continuación leemos una serie titulada “Sabandijas humanas” en la que hallamos siete retratos de otros tantos personajes de Las meninas de Velázquez. El narrador los describe con una gracia y una cercanía que provoca la sensación de que está en la misma habitación del cuadro.
Este mismo desenfado, tan habitual en la literatura de la época, está en los nueve textos del breve “Bestiario”. Además de dos textos finales sobre este género, nos encontramos con breves descripciones de animales como el perro, la rana o el asno en el que la prosa vuelve a destacar por la frescura, rayana a veces en la oralidad, que lleva al narrador a incluir frecuentes onomatopeyas o sus propias palabras hacia los animales o las reflexiones de estos. Este libro tan necesario para reivindicar la figura de Moreno Villa se cierra con “Juicio”, texto en el que el alma de un hombre debe responder a una pregunta de Dios.

Reseña publicada en la revista Quimera:

domingo, 24 de mayo de 2020

Nevada - Claire Vaye Watkins


Nevada, Claire Vaye Watkins, Malastierras, 2019, 267 págs., 19€.


Posee el estado de Nevada un aura extraña, como de un lugar que no parece existir más allá de un decorado. Por supuesto, se trata sólo de una sensación provocada por los enormes casinos y por la cantidad de turistas que visitan sus ciudades, especialmente Las Vegas, una localidad única en todo el mundo y que parpadea cada noche en mitad de un desierto inhóspito. Sin embargo, los que pasamos un fin de semana en este territorio no somos conscientes de que es una ciudad como cualquier otra, con sus rutinas, sus familias y sus sombras más allá de las luces brillantes del Strip. La escritora norteamericana Claire Vaye Watkins dedica la mayoría de los relatos de su volumen a este peculiar estado que ha sido su hogar durante gran parte de su vida.

Con un estilo crudo y directo que recuerda a los relatos de Raymond Carver, Vaye Watkins nos presenta a unos personajes que se sienten desvalidos tras haber sufrido algún hecho traumático en sus vidas. Este suceso es a veces cotidiano, un embarazo de un hombre que no te quiere o el difícil equilibrio sentimental entre tres amigos, pero, a menudo, nos ofrece tintes más trágicos como la violación a una amiga de la que la protagonista se siente cómplice o el oscuro pasado de un padre. Los personajes de Nevada, como los de Carver, tratan de soportar el peso que acarrean con las drogas, el alcohol o una radical soledad que los aleje de las nocivas presencias de otras personas.

En un territorio árido como son las desérticas planicies del interior de California y Nevada, la vida de sus habitantes contrasta con el oropel de los cercanos casinos de Las Vegas. En la mayoría de los relatos nos encontramos con mujeres jóvenes que no saben qué itinerario seguirán sus vidas y cómo soportar las dificultades que sufren. Vaye Watkins comienza en “Fantasmas, cowboys” contándonos su traumática historia familiar: su padre fue miembro de la secta de Charles Manson. En “Rondine al nido” una mujer recuerda un duro episodio de su pasado, marcado por el sentimiento de culpa que su acción provocó en una amiga. La protagonista de “Ojalá estuvieras aquí”, por su parte, vive una crisis en su matrimonio, durante la visita a un antiguo novio, mientras que en “La archivista” es la tentación de volver a abortar la que acecha a la narradora.

Los agrestes paisajes del Oeste americano se configuran como un personaje más del volumen y adquieren especial relevancia en relatos como “Carabela portuguesa”, donde un solitario minero encuentra a una adolescente desmayada en el desierto, “Lo que menos falta nos hace”, cuento en el que el pueblo fantasma de Rhyolite une a dos desconocidos, o “Pasado perfecto, pasado continuo, pasado simple”, relato de cómo un turista italiano se refugia en un burdel tras la desaparición de su amigo. Incluso en el relato más diferente del conjunto, “Las excavaciones”, ambientado en la Fiebre del Oro de mitad del siglo XIX, el espacio físico sigue siendo el mismo. En este cuento tan diferente, que se presenta casi como un relato de aventuras, la desgracia vuelve a amenazar a los protagonistas, en forma de locura en este caso.

 Estamos, en definitiva, ante un libro excelente, con una narradora que logra algo tan difícil como es construir personajes que dejan huella en el lector.

Reseña publicada en El Noroeste: