domingo, 17 de febrero de 2019

Hamaca - Constanza Ternicier



Hamaca, Constanza Ternicier, Caballo de Troya, 2017, 152 págs., 16€.

Narrar la infancia y la adolescencia siempre ha sido difícil. Salvo libros que poseen un enorme valor por el contexto en el que fueron escritos, pienso en el Diario de Ana Frank, o experimentos interesantes pero no del todo satisfactorios, me refiero al diario de adolescencia que recuperó Beatriz Navas en Y ahora, lo importante (2018), no escuchamos la voz real de menores de edad. Otra opción más frecuente es la creación de un narrador infantil que cuente, desde su original perspectiva, sus vivencias; a los numerosos ejemplos precedentes en la literatura en español, Caperucita en Manhattan (1990) de Carmen Martin Gaite sería un destacado ejemplo, se viene a sumar este Hamaca de Constanza Ternicier.
Se trata de su primera novela, publicada originalmente en su Chile natal en 2015 y reeditada dos años después en esta edición, pero la segunda que comentamos en estas páginas tras la notable La trayectoria de los aviones en el aire (2016). Ambas coinciden en el protagonismo femenino y en una manera de narrar pausada y no demasiada exhaustiva, que invita al lector a asomarse a episodios concretos de la vida de las protagonistas, Amparo aquí, Amaya en la otra, y a reconstruir a partir de ellos sucesos importantes para el desarrollo de la historia.
Hamaca posee un título de naturaleza metonímica, ya que hace referencia al lugar de descanso de la madre de la narradora que queda vacío tras su desaparición, inmóvil en medio del patio de la casa familiar como un recordatorio perenne de su ausencia. El libro relata el proceso mediante el cual Amparo descubre qué ha pasado con su progenitora a la vez que afronta los cambios propios de la adolescencia. Así, los habituales ritos iniciáticos propios de la edad, las primeras relaciones amorosas, las primeras borracheras y coqueteos con las drogas, deben ser afrontados por la protagonista desde la doble orfandad que vive por la desaparición de la madre y la inacción del padre, recluido en una habitación de la casa en la que se dedica a montar puzles.
Esta conflictiva etapa de su vida es narrada por la voz adolescente de Amparo, que observa el mundo que le rodea y los cambios que vive con una mirada que mezcla la inocencia y la perplejidad. Significativo de esta forma de analizar el mundo es cuando describe al dictador Pinochet como “un hombre gordo que le cae mal a toda mi familia y a mí también”.
Pero, a pesar de la dureza de la situación familiar de Amparo y de su incomprensión sobre la relación de sus padres, Hamaca no es un libro triste y ofrece en gran parte de su desarrollo una trama con episodios más desenfadados e incluso humorísticos. En esta parte más liviana del libro tienen un peso importante amigos de la narradora, como su vecina Rosario o Alberto, su estrafalaria abuela, la criada de esta, Estela, o su enigmático podólogo, Tristán, que establecerá una ambigua relación con Amparo. Todos ellos acabarán coincidiendo en la escena final del libro: una comida en la que se producirá una especie de epifanía mediante la cual la protagonista disipará las dudas que tenía sobre el pasado de su familia.


Reseña publicada en El Noroeste:



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