La acústica de los iglús, Almudena Sánchez, Caballo de Troya, 2016, 155 págs., 14€.
Algunos lectores y críticos suelen mirar con cierto recelo los relatos escritos con una prosa poética. Estos puristas de los géneros creen que una narración debe ser seca y con los adjetivos imprescindibles y critican con saña cualquier intento del narrador de introducir elementos como símiles o metáforas. Personalmente creo que si algo ha demostrado el paso del tiempo es que la flexibilidad de los límites genéricos es cada día mayor. Por eso pienso que cuando leemos libros de relatos como este La acústica de los iglús, ópera prima de la mallorquina Almudena Sánchez, en el que en ocasiones la trama de las narraciones queda soterrada bajo un estilo de gran riqueza, debemos desprendernos de los prejuicios y disfrutar con un tipo de narración diferente a la más canónica.
Y es que, como acabo de adelantar, relatos como “Introducción al relámpago” son más una sucesión de imágenes y una configuración de la protagonista a través de sensaciones que una historia. Es cierto que se nos habla de la extraña relación de la narradora con un fotógrafo obsesionado con sus lágrimas, pero este cuento se estructura a base de esos flash que recuerdan la labor del cámara. Algo similar ocurre con “Compostura: la línea imaginaria”, donde el concierto al que asiste la protagonista se diluye entre el sueño y la realidad, o “El nadador del Hotel Minerva”, que tiene como fondo el divorcio de los padres de la narradora y como punto de fuga a un enigmático ciego que recorre la piscina del hotel.
También es cierto que el resto de relatos del conjunto poseen, aún manteniendo ese lirismo y esa querencia por las metáforas imaginativas, tramas más sólidas que cuentan historias donde abundan las adolescentes soñadoras. En “La señora Smaig”, encontramos al prototipo de protagonista de este tipo de narraciones: una chica que visita el zoo para olvidar el hospital donde está confinada por una larga enfermedad. Allí conoce a una extraña mujer extranjera con la que forman una peculiar pareja. “El frío a través de los engranajes” nos muestra una familia, que la sociedad biempensante definiría como “disfuncional”, formada por una madre, sus dos hijos y una desvencijada furgoneta en la que parecen huir de no se sabe qué.
Un tono bastante diferente al habitual, ya que se mueve entre lo satírico y lo hilarante, posee “Apuntes desde la bóveda celeste”, relato protagonizado por una brillante y joven filósofa que encuentra un trabajo como astronauta. También en el cielo, aunque en un espacio más cercano, se desarrolla “Eclipse”, que cuenta el viaje que por fin se han decidido a realizar una pareja de ancianos en un contexto futurista e insólito. El relato titulado “El arte incrustado” es quizás el más destacado del conjunto; se narra la extraña relación entre dos jóvenes pianistas separadas por esos años en el que el deseo sexual aflora. Se trata de un relato crudo, sórdido en ocasiones, pero narrado con la inocencia de la protagonista. Similar punto de partida, por tratar las relaciones entre dos mujeres, tiene “El triunfo humano”, aunque se desarrolla en un ámbito, entre adultas y en un crucero, muy distinto.
El otro de los cuentos del conjunto, “Cualquier cosa viva”, ya aparecía en la antología Bajo treinta, donde se pudo vislumbrar lo que este libro confirma: que Almudena Sánchez es una narradora con una voz propia e imaginativa.
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