Tengo miedo torero, Pedro Lemebel, Las Afueras, 2021 (2001), 204 págs., 18€.
Existen muchas formas de ejercer la disidencia en un país que vive bajo un régimen dictatorial. Hay maneras más activas y visibles que se oponen a la injusticia institucional desde la oposición intelectual, periodística, política o, incluso, armada. Suelen ser las más peligrosas, ya que las que la ejercen pueden acabar en la cárcel, en el exilio o incluso muertos, pero también las más elogiadas por los demócratas ya que se les otorga el principal mérito cuando el tirano finalmente cae. Sin embargo, en toda dictadura existe un tipo de disidentes que ejercen su oposición a los mandatos y valores del régimen de manera menos explícita; en muchas ocasiones, especialmente en tiranías conservadoras, perfiles como el de los homosexuales o de las madres solteras, se ven abocados a vivir a la contra, ya que su mera existencia parece incomodar a los dictadores.
En Tengo miedo torero, Pedro Lemebel crea una pareja protagonista que encarna estos dos tipos de disidencia tan diferentes pero, finalmente, tan necesarias ambas para la caída de la dictadura. Por un lado tenemos a Carlos, un joven universitario que forma parte de un movimiento revolucionario (terrorista para el Estado) que tiene como objetivo acabar con Augusto Pinochet. Por otro lado, está el personaje conocido como la Loca del Frente, un libérrimo travesti que vive de bordar primorosos manteles a las señoras de militares de alta gradación. El improbable encuentro entre dos personajes tan alejados, un chico educado con toda la vida por delante y un homosexual de terrible pasado (entre la prostitución y el acoso) que se enamora perdidamente de Carlos. Poco a poco la distancia que los separa se irá estrechando provocando que el chico, que aparece como un heterosexual poco interesado en los hombres, vaya cogiéndole cariño a la Loca del Frente y que a él (o ella, ya que su género varía a lo largo del libro) le surja una fuerte conciencia política motivada por la idealización que siente por Carlos.
A la peculiar pareja protagonista se une en Tengo miedo torero otra mucho más tradicional: la formada por Augusto Pinochet y su mujer Lucy. Ambos aparecen retratados desde una manera un tanto grotesca, poniendo el foco en los comportamientos más ridículos (ella obsesionada por la ropa y el tarot; él, con una brutalidad que solo trata de esconder el miedo) de un matrimonio temido durante años por los chilenos. Lemebel realiza un ajuste de cuentas con la pareja y contrapone el hastío de su relación con la pasión que surge entre los protagonistas.
El libro recoge un momento muy determinado de la historia de Chile: el año 1986. Tras década y media de terror, el régimen comienza a resquebrajarse por el progresivo aislamiento que sufre en el exterior y por el incremento de las protestas en el país. El grupo al que pertenece Carlos, y al que la Loca del Frente poco a poco irá sumándose primero dejando que guarden en su casa material o que realicen reuniones clandestinas y después de manera más consciente y activa, querrá dar un paso más en esa oposición al régimen.
Esta atípica historia de amor en medio de un clima político tan convulso es contada por Lemebel con una prosa con un color muy especial. Al estilo poético de la narración se le suman fragmentos orales, algunos de ellos de la radio, y versos de viejas coplas, como ese “Tengo miedo torero” que se convertirá en contraseña íntima entre los protagonistas.
Reseña publicada en El Noroeste: