Montevideo, Enrique Vila-Matas, Seix Barral, 2022, 300 págs., 18€.
Pocos autores son tan
reconocibles en sus características literarias dentro del panorama narrativo
español como Enrique Vila-Matas. Poseedor de un estilo muy personal que mezcla
el ensayo con la narración más tradicional, la ficción con la tan discutida (y
denostada en algunos ámbitos) autoficción y múltiples referencias a sus autores
preferidos. Este cóctel que empezó a destilar en libros como Historia
abreviada de la literatura portátil (1985), pilló con el paso cambiado a
muchos críticos y sorprendió a los lectores, pero con los años, y especialmente
gracias a su buena acogida en países como Francia, Vila-Matas se ha convertido
en un referente indudable y en un maestro para las nuevas generaciones de
escritores. En Montevideo recoge varias de las características que
definen su obra, configurando así este libro como un ejemplo ideal de un mundo
literario tan particular como el suyo.
En primer lugar,
Vila-Matas vuelve a presentarnos a un protagonista que se parece
sospechosamente a él: un escritor barcelonés interesado por el mundo del arte
contemporáneo. Sin embargo, se aleja de esta fácil identificación entre autor y
personaje introduciendo elementos confusos sobre su vida y su obra; por
ejemplo, cambia el título de alguno de sus libros y se muestra cansado de la
famosa frase de Bartleby “preferiría no hacerlo” que tanto se asocia a él desde
Bartleby y compañía (2000). Esta perspectiva irónica sobre su propia
figura coincide con el tono socarrón que impregna gran parte del libro.
Al igual que en gran
parte de su obra literaria, en Montevideo encontramos un enorme número
de referencias a libros y a otros escritores como Julio Cortázar, Laurence
Sterne, Paul Valéry, Antonio Tabucchi o Adolfo Bioy Casares. Además, el hecho
de que el narrador sea escritor, aunque se confiese falto de inspiración tras
el primer capítulo, nos permite acompañarlo en actos habituales de este oficio
como charlas o participaciones en congresos que tendrán mucha importancia en la
trama, que si bien existe, no es lo más relevante del libro.
Y es que aunque la novela
posee un marcado carácter ensayístico y son frecuentes las reflexiones sobre el
mundo del arte, la ficción, la trascendencia o el oficio de la escritura, el
narrador protagoniza dos episodios paralelos que se convierten en el núcleo de
la acción. En el primero, aprovecha una invitación a Montevideo para pasar una
noche en la habitación de un hotel que inspiró a Cortázar el cuento “La puerta
condenada”; tiempo después, acude al parisino Museo Pompidou a una instalación
de una artista llamada Madeleine Moore (trasunto de Dominique González Foester)
en la que existe una habitación a la que solo él puede entrar. Estas dos
escenas son fundamentales en el libro y comparten la presencia de extrañas
puertas que contradicen su carácter liminar y parecen no dar a ningún sitio, no
poder abrirse o desaparecer. Representan estos espacios el difuso límite entre
realidad y ficción, tema central en la novela.
El libro, como hemos
podido comprobar, es un repaso por distintos espacios y ciudades que no solo
dan título a la novela, sino también a sus distintos capítulos. Destacan entre
ellos Cascais, donde participa en un festival de cine, la ciudad Suiza de Saint
Gallen, adonde acude invitado a un congreso, Bogotá, que recuerda por una
situación traumática que allí vivió, y, especialmente, Montevideo y París. Si la
capital uruguaya es nueva en el imaginario vilamatiano y se asocia a Cortázar y
al poeta modernista Julio Herrera y Reissig, París no se acaba nunca en la obra
del narrador barcelonés. En el final del libro se alude de forma amarga a los
terribles atentados de 2015 que marcaron durante años a la ciudad del Sena.
Reseña publicada en El Noroeste.
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