Omega, Javier Moreno,
Aristas Martínez, 2022, 160 págs., 18€.
Durante la última década
Javier Moreno se ha convertido en uno de los narradores que con mayor
perspicacia ha indagado en los problemas que afronta la sociedad contemporánea.
Su novela 2020 (2013) se ha leído tras los acontecimientos de ese año
como premonitoria; Acontecimiento (2015) reflejaba la metamorfosis de la
publicidad en nuestra época; tras los cuentos de Un paseo por la desgracia
ajena (2017) se ocultaba una ácida sátira contra la moral burguesa,
mientras que en Null Island (2019) se preguntaba sobre las
intersecciones entre la literatura y las redes sociales. En su última novela,
esta estupenda Omega, Moreno reflexiona sobre el futuro de las
relaciones amorosas y sexuales en una época en la que la carnalidad ha sido
prácticamente sustituida por su sucedáneo pixelado.
Si bien podemos
establecer algunas conexiones con Acontecimiento (2015), de nuevo
tenemos a un narrador protagonista que es un profesional de la gestión de
contenido en las redes sociales, esta obra no se puede entender sin el ensayo
que acaba de publicar Moreno casi a la vez: El hombre transparente
(2022). Si bien en esta obra el autor murciano no desarrolla una trama ni
emplea personajes de ficción como en Omega, sí que aparecen algunos de
los temas que la novela trata, en especial la forma en la que nuestra sociedad
y nuestras relaciones han variado en los últimos años debido a la inteligencia
artificial, el big data, las aplicaciones móviles o las redes sociales.
Como digo, no debe
esperar el lector de Omega un ensayo, aunque son frecuentes los pasajes
especulativos en los que Moreno reflexiona sobre los temas que aparecen en la
historia por boca de su narrador, sino que hallará una novela con un argumento
breve y relativamente sencillo, pero con unos personajes magnéticos. En la
creación del extraño triángulo formado por el narrador, Iratxe y Max está el
principal atractivo de la obra de Moreno.
El narrador es un hombre
aparentemente escéptico y bastante snob que se dedica profesionalmente a
manejar los perfiles en redes sociales de políticos y artistas gracias a su
gran conocimiento de este proceloso mundo. Entre sus clientes está su pareja,
Iratxe, una cantante de moda que salió de un programa de talentos (OT) y que
paulatinamente está consiguiendo el favor del público y de la industria de la
música. En esta aparentemente pareja ideal, con su chalet con piscina, sus
cócteles y sus posados en las entregas de premios donde Iratxe es agasajada,
aparece un extraño tercer elemento: Max. Este es un brillante biólogo con una
personalidad algo excéntrica que viene remarcada por una peculiaridad física:
Max no puede parpadear ni mostrar gestos en su cara.
Cuando el
científico, que siente una atracción muy peculiar hacia Iratxe, deja unos
crípticos mensajes en la cuenta de la cantante, el narrador comienza a sentir
una fascinación por su misteriosa figura primero, por sus reflexiones sobre el
futuro de la humanidad después y por sus proyectos científicos finalmente. El
narrador establece con Max una relación que bascula entre el miedo, el odio y
la devoción y que va pareja con un replanteamiento de su relación con Iratxe.
Aunque ella es una mujer sumamente atractiva y gozan de una satisfactoria vida
sexual juntos, él comienza paulatinamente a tener con la mujer una relación
mediatizada por las pantallas. Al igual que sus miles de fans, parece que al
narrador le satisface más la imagen de una Iratxe desnuda en su móvil o seguir
su gira por toda España en Google Maps que acostarse con ella.
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