Hombre sin fin, José Manuel Jiménez, Balduque, 2017, 175 págs., 14€.
Todos los manuales de escritura creativa aconsejan comenzar los relatos de manera sorprendente o llamativa. Este consejo se convierte casi en obligación cuando hablamos de textos narrativos de extensión breve, como los cuentos, o muy breve, los microrrelatos. En el caso de la novela, el autor puede permitirse algún tipo de circunloquio en las primeras páginas que el lector paciente sabrá aguantar a la espera de ese gancho que lo termine de meter de lleno en la historia. Sin embargo, este proceso gradual que encontramos en la mayoría de las novelas, se convierte en instantáneo shock enHombre sin fin, la primera novela del murciano José Manuel Jiménez, que entra a formar parte de ese escaso catálogo de obras con un inicio que perdura mucho tiempo en el recuerdo del lector.
Y es que Jiménez describe desde la primera línea una escena impactante y a la vez central para el desarrollo de su novela. Se trata de la caída de Elena del coche en el que circula con Miguel, su pareja, y la lógica muerte de la mujer tras el violento impacto con el asfalto. La brutalidad de la escena puede pillar por sorpresa al lector, pero enseguida le hace preguntarse (¿qué es un lector si no un curioso que desea conocer el final de una historia?) por las razones de ese extraño incidente y sus consecuencias. Jiménez se muestra hábil en Hombre sin fin y emplea ambas preguntas del lector (las causas y lo que provoca en la vida de Miguel y del resto de amigos y familiares de Elena) para mantener la atención del receptor de la obra y para estructurarla. Además, sobrevuela a lo largo del libro la duda de si la caída sufrida por Elena se puede definir como un suicidio, un accidente o, incluso, un asesinato.
Las consecuencias de este violento y extraño suceso van a marcar la vida de la mayoría de los personajes que aparecen en Hombre sin fin. En primer lugar, y como es lógico, el principal afectado será Miguel, que responde a la muerte de su pareja encerrándose en casa y negándose a relacionarse con el resto del mundo en una decisión que levanta las sospechas de algunos conocidos. Los camareros del Café de Flores, el local del que Elena era dueña, también se ven afectados directamente por su fallecimiento. Al dolor por la muerte de su jefa, a la que admiraban, se unen los problemas que su desaparición provoca en el funcionamiento del bar. Especialmente afectado estará Ronnie, quizás el personaje menos atractivo del libro por su cercanía al cliché, un limpiabotas a quien Elena sacó de la calle. Incluso Álex, el camarero al que contratan tras el fallecimiento de la jefa, se verá intrigado por su muerte, y sus sospechas sobre Miguel provocarán en él unos deseos de justicia que lo convertirán en un elemento fundamental en la trama.
En cuanto a las causas de por qué Elena se lanzó (o cayó o fue empujada) del coche, solo son explicitadas al final de la obra. Sólo entonces entrará en juego Luis, un amigo de Miguel, con el que este por fin se abre y sincera.
Estamos, en definitiva, ante una notable ópera prima, cuyo ritmo no decae tras su impactante comienzo y que pone en juego temas como la justicia en la época de las redes sociales, las relaciones familiares o el peso de los secretos.
Reseña publicada en El Noroeste.
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