Terroristas modernos, Cristina Morales, Candaya, 2017, 400 págs., 20€.
Culmina Terroristas modernos, la última novela de la narradora granadina Cristina Morales, con una escena que resume perfectamente tanto el estilo como el argumento de la obra. Se trata de una fiesta clandestina celebrada en un teatro clausurado y en donde se mezclan, sin orden ni concierto, actuaciones variopintas y público perteneciente a distintas clases sociales pero igual de bullicioso. Esa feliz despreocupación que reina en el baile queda perfectamente reflejada en la manera de narrar, mezclando en la misma frase voces de distintos personajes, fragmentos de conversaciones e incluso idiomas, que Morales emplea durante todo el libro pero que llega a su culmen en este significativo episodio.
Terroristas modernos es, ante todo, una novela histórica, y tiene en la actualización que hace de este género la autora, una de las más interesantes de la generación de narradores nacidos en los años ochenta, uno de sus puntos fuertes. El libro es heredero de los mejores ejemplos de este tipo de narraciones que desarrollan su argumento en épocas pretéritas, aunque logra evitar los errores más habituales de este subgénero. En primer lugar, porque el libro huye de la superficialidad, por no decir banalidad, que muchas novelas históricas poseen y ofrece una trama interesante y enjundiosa. En segundo lugar, porque elige una época de gran interés y en la que se sucedieron tantos hechos relevantes para el devenir de la Historia de España como fue el comienzo del siglo XIX.
Pero el libro es una novela histórica de primer nivel gracias, sobre todo, a la creación de sus personajes. Por supuesto, en Terroristas modernos encontramos la variada y pintoresca fauna que pululaba por el Madrid de 1816, manolas, chulos, beatas, monjas, poetastros, chupatintas, petimetres, guerrilleros o afrancesados, pero Morales no se queda en el retrato costumbristas y da a sus creaciones un barniz moderno sin perder nunca la verosimilitud. Sólo en un par de ocasiones ofrece la narradora un guiño a sus lectores colando nombres de escritores actuales por autores decimonónicos o haciendo que en el baile se canten letras de Siniestro Total.
De entre la gran cantidad de personajes principales que tiene la novela, se agradece el listado de nombres que incluye el texto y que ayuda a no confundirlos, destaca el triángulo amoroso que forma Catalina Castillejos con Vicente Plaza y Diego Lasso, dos ex militares y ahora conspiradores de personalidades muy distintas. Ella, una terrateniente andaluza de armas tomar, es la auténtica protagonista del libro, ya que la acompañamos desde que es abandonada en Madrid hasta que vuelve a su tierra. Se trata de una mujer resolutiva, independiente y curiosa que se debate entre las lisonjas del teniente Lasso y los desplantes de Plaza.
Este trío protagonista y otros personajes de casi igual importancia en la trama, como el espía Richart, el literato Torres, el guerrillero Vargas o la sastra Petra Montes, participan, de una forma u otra, en una conspiración que pretende lograr que el rey Fernando VII firme la constitución. El desarrollo de los hechos, que culminan aunque no finalizan, con ese desparrame que es el baile en el teatro, nos muestran comportamientos tan emparentados con los avatares políticos de España como son la improvisación, a veces chapuza, la desconfianza y el egoísmo. Nos mostrarán también la fina barrera que existe en considerar a un terrorista como libertador ya que la Historia la escriben siempre los vencedores.
Reseña publicada en El Noroeste.
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