Las margaritas no tienen la culpa, Teresa Mateo, Balduque, 2016, 60 págs., 10€.
Existen numerosos ejemplos de que la Literatura es algo vivo, un ente heterogéneo que muta de piel con los tiempos y que sabe adaptarse a la sociedad en la que se desarrolla. Uno de estos casos es el de la rehabilitación que ha sufrido el aforismo en los últimos años gracias, principalmente, a Twitter. Hace apenas una década el aforismo era un género alejado del gran público, con cierto aroma a naftalina y al que muchos definían como acabado. Sin embargo, el nacimiento de una red social que limitaba los mensajes a 144 caracteres impulsó que muchos usuarios, la mayoría de los cuales jamás habían oído hablar del aforismo, comenzaran a escribir breves sentencias o reflexiones que actualizaban el género cultivado por Lichtenberg. Entre esos tuiteros ha destacado Teresa Mateo, la autora de Las margaritas no tienen la culpa.
Porque este libro selecciona trescientos de los tuits más ingeniosos de una usuaria que ha conseguido enganchar a casi treinta mil personas a su particular manera de condensar la realidad. Sin una ordenación aparente, el lector va descubriendo página a página el ingenio de la autora, que crea un mundo muy particular en el que la realidad está vuelta del revés y donde nada es lo que parece. Obliga así al lector a replantearse algunas de sus creencias mediante unos juegos de palabras en los que son habituales los sentidos literales de las frases hechas y el uso de la polisemia para crear una nueva perspectiva del lenguaje y de la vida.
Pero, ¿son aforismos los trescientos textos que integran este volumen? Si somos exactos la respuesta debería ser negativa, pero la Literatura nos ha enseñado a que los límites genéricos sirven para poco. Por eso creo que los 300 tuits recogidos en Las margaritas no tienen la culpa son los aforismos que escribiría una persona como Teresa Mateo. Es decir, una autora de 32 años, joven aún para los cánones literarios, que también cultiva la poesía, hace apenas un año apareció su poemario Cuando nos repartimos los bares (2015), y que escribe para publicar en Twitter. Este medio es el que ha provocado algunas de las características que encontramos en el libro de esta autora murciana: inmediatez, ingenio, brevedad y, este ya es un rasgo de su estilo, sentimentalidad.
Porque los aforismos (porque lo son, ¿no?) de Teresa Mateo no se quedan en la simple pirueta lingüística, sino que nos dejan entrever rasgos de la forma de ser de la autora. Si bien no de manera tan directa como ocurre con los poemas, una lectura de Las margaritas no tienen la culpa nos deja traslucir los problemas, las obsesiones, los afectos y los ideales de la autora. Se configura así el volumen como una especie de mosaico que, mediante trescientas teselas, nos acaban por descubrir una personalidad enamoradiza, idealista, un poco despistada y muy socarrona. Yendo un poco más allá, podríamos incluso vislumbrar los ecos de una ruptura amorosa en estas pequeñas rendijas a los sentimientos de Teresa Mateo que son algunos de los textos del conjunto.
Se trata, por lo tanto, de un libro que nace al albur de su tiempo y que puede ser degustado en pequeños tragos para centrarse en el sabor individual de cada uno de los aforismos o de golpe para percibir ese mosaico que se dibuja al unir los fragmentos.
Reseña publicada en El Noroeste:
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