Páradais, Fernanda Melchor, Random House, 2021, 160 págs., 16€.
La adolescencia y sus
problemas han protagonizado en las últimas décadas numerosas novelas. Desde El
guardián entre el centeno (1951) de Salinger, referente en esta temática,
hasta obras más recientes como Las lealtades (2018) de Delphine de
Vigan, han sido muchos los autores que se han sentido atraídos por ese
maremágnum de emociones que asolan al ser humano en el (casi siempre)
traumático paso de la infancia a la juventud. Tras la genial Temporada de huracanes
(2017), una de las mejores obras escritas en español en los últimos años, la
mexicana Fernanda Melchor nos ofrece un nuevo y fascinante acercamiento a la
adolescencia en Paradáis, su última novela.
El libro está
protagonizado por dos adolescentes muy diferentes pero que están unidos por
sufrir una marginación que los lleva a formar una extraña pareja que encuentra
en la violencia la forma de canalizar la ira que van acumulando en su día a
día. Polo, el verdadero protagonista del libro, es un chico de clase social
baja que acude cada día a trabajar sin ganas a Páradais, la urbanización de
lujo que lo ha contratado como jardinero y chico para todo. A través de un
efectivo estilo indirecto libre, conocemos desde la óptica del chaval todas las
humillaciones que sufre a manos de Urquiza, su jefe, su madre, que lo acusa
cada mañana de ser un gandul, de los ricachones para los que trabaja o de su
prima Zorayda, que ha usurpado su cama al quedarse embarazada y lo ha
desterrado a un simple jergón.
Polo se siente un cero a
la izquierda, un volcán lleno de odio que pronto estallará y que tan sólo
encuentra el cariño en Milton, su primo mayor y mentor. Sin embargo, cuando
este se une a una banda criminal que se ha instalado en el pueblo, lo disuade
para que siga su camino delictivo. Lo que el primo considera como un consejo
para que evite sus errores, Polo lo toma como una traición que acentúa aún más
su orfandad vital. Conforme esa ira va fermentando en el interior del
protagonista, él sólo halla en el alcohol la única manera de mitigar ese
terrible dolor que lo. Es ahí donde conoce a Franco.
Al contrario que Polo,
este es un adolescente rico que vive en el paraíso (Páradais) de la
urbanización, nombre que contrasta con el irónico topónimo del cercano pueblo
donde habita la familia del protagonista: Progreso. Sin embargo, y a pesar de
que sus abuelos lo colman de regalos y del dinero con el que ambos jóvenes
compran el alcohol con el que entumecerse cada noche, Franco se siente también
un perdedor por su obesidad y por cómo su vecina lo ignora. Esta atracción
sexual hacia este personaje femenino, la madura e inaccesible Marián, se
transformará en una obsesión que arrastrará a Franco y también a Polo.
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