Duelo, Eduardo Halfon, Libros del Asteroide, 2017, 106 págs., 14€.
Nadie puede poner en duda que las circunstancias familiares en las que una persona se ha criado influyen decisivamente en su personalidad y en su manera de ver el mundo. Todos somos una suma de factores en la que nuestra nacionalidad, nuestra clase social o nuestra educación tienen mucho peso en la configuración de nuestra personalidad. Sin embargo, en la infancia, época decisiva en la forja de nuestra individualidad, el universo familiar posee una influencia decisiva en nuestra manera de aprender a relacionarnos con el mundo.
Muchos escritores han sido conscientes de ello y han dedicado novelas o poemarios a las peculiaridades de sus familias. El caso de Eduardo Halfon es diferente: el narrador guatemalteco es autor no de un volumen, sino de una serie de obras sobre su entorno familiar, formada ya por varios volúmenes a los que ahora se suma este Duelo. Se trata de un proyecto aún abierto y en el que Halfon lleva trabajando durante años ofreciendo a los lectores obras tan interesantes como Monasterio (2014) o Signor Hoffman(2015). Además de para afrontar esos problemas de identidad tan habituales en los autores contemporáneos, Halfon retrata a una familia que ha sufrido múltiples avatares. Hijo de una pareja judía afincada en Guatemala, el autor pertenece a una estirpe que, durante el último siglo, se ha ramificado por Siria, Líbano, México, Estados Unidos, Perú, Polonia o Israel y que sufrió el Holocausto nazi.
Duelo parte de un recuerdo infantil, o, para ser más precisos, la reconstrucción de un secreto familiar a partir de lo que el narrador, de niño, escuchó a sus padres. Se trata de la muerte del tío Salomón, el hermano mayor del padre, que, según cree recordar el narrador, se ahogó siendo un niño en el lago guatemalteco donde la familia poseía una vivienda. El autor, trasunto de Halfon en un juego de autoficción habitual en esta serie de libros, comienza a reconstruir la historia de Salomón a partir de sus propios recuerdos. Esta búsqueda tiene como punto de partida la única fotografía que del niño fallecido posee la familia y en la que se le ve sobre la nieve.
Comienzan entonces a sucederse los lugares y los tiempos que, como si de un puzle se tratase, acaban formando la historia de Salomón y, por extensión, de la familia del autor. Así, Halfon recuerda episodios sucedidos en su infancia en Guatemala, en Estados Unidos, donde pasó su adolescencia, y en Alemania, allí acude al campo de concentración donde su abuelo estuvo encerrado. Afloran rencillas familiares, peleas entre hermanos, dudas sobre lo acontecido y recuerdos más positivos en una indagación sobre las raíces de ese secreto familiar que envuelve la muerte de Salomón.
En esta suma de planos temporales y espaciales adquiere protagonismo la visita del autor al lago guatemalteco de Amatitlán, donde según creyó de pequeño se ahogó su tío Salomón. Allí acaba recordando, a través del testimonio de un antiguo empleado de su abuelo y con la mediación de una curandera, la verdad sobre el fallecimiento de su tío y la importancia de su muerte en el devenir de la familia. A orillas del contaminado lago Amatitlán, donde pasó algunos de los momentos más dichosos de su infancia, Halfon, autor cuyos libros parten más de las dudas que de las certezas, también se interroga sobre su identidad nacional, tan conflictiva como la familiar.
Reseña publicada en El Noroeste
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